Recientemente, por intermedio de Juan Carlos Gamboa Martínez, se publicó en El Orejiverde una nota de Yoska Bimbay, referente del Proceso Organizativo del Pueblo Rrom (Gitano) de Colombia, PRORROM, sobre historia y memoria del pueblo Rrom, de cómo incide en un pueblo de tradición oral la construcción de sentido por parte de culturas hegemónicas, el impacto que supone en el cultivo de la verdad histórica, cuando los testimonios de las mayorías tergiversan aspectos esenciales de una cultura que se pretende invisible.
La sola cita del texto de Deleuze-Guattari, representa un complejo ejemplo del daño social al que permanentemente se encuentra asociado el pueblo romani, vale replicar la frase:
“Se
escribe Historia, pero siempre ha sido escrita desde el punto de vista de los
sedentarios y en nombre de un aparato de Estado. Jamás la Historia ha incluido
el nomadismo”,
Gilles Deleuze & Félix Guattari (1972), Mil mesetas.
Esas palabras dejan al descubierto parte de la coyuntura que, en forma sistemática, ha dejado a las familias gitanas al margen de cualquier forma de testimonio escrito, podría agregar en este contexto a las comunidades ágrafas sedentarias, tanto indígenas como campesinas, en algún punto están en la misma línea: sus verdades fueron interpretadas desde afuera, lo que la sociedad termina aceptando es un relato ajeno sin ningún tipo de compromiso humanista, es curioso admitir esa clasificación y ese cúmulo de etiquetas que los pueblos nómades reciben sin siquiera poder discutir sus propias verdades, estamos hablando de lo que supuestamente es información enciclopédica, abruma pensar que buena parte de lo que leemos es pura tergiversación y decorado conceptual.
Es un poco el paradigma de quienes quedan intelectualmente afuera de los cambios tecnológicos, limitados en el acceso y sin posibilidad de insertar sus entendimientos en el amplio universo virtual.
Las ideas que compartió Bimbay fueron presentadas en el marco del evento “Tejer memorias en tiempos de crisis democrática: Encuentro de experiencias”, correspondiente al eje “Historizar la memoria en Colombia”, realizado el 4 y 5 de diciembre de 2020 por convocatoria de la Universidad Pedagógica Nacional, la Universidad del Rosario y el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
Abordó el tema en 5 esquemas (introducción contextual – Ausencia historiográfica – Fases de la historia Rrom en Colombia – Connotaciones sobre la agrafía del pueblo gitano y reflexiones sobre Historia, memoria y olvido). Por cuestión de espacio, compartiré algunas ideas en relación a los dos últimos puntos.
El autor plantea la disyuntiva de un pueblo ágrafo que no ha podido contar su propia historia, las razones recaen en 4 conflictos:
-
Dadas las
incesantes persecuciones de que eran víctimas los Rrom en España y en toda
Europa, se hicieron ingentes esfuerzos por desaparecer hasta su mismo etnónimo.
Son varias las referencias en España que evidencian que la corona, en su afán
integracionista y asimilacionista, prohibió expresamente la utilización del
nombre “gitanos”.
-
Parte del
alcance de estas acciones explican la dura alternativa que tuvieron que
considerar estos pueblos para tener que refugiarse en la invisibilidad.
-
La agrafía del
pueblo Rrom es causa y efecto de la ausencia de registros históricos de sus comunidades,
a pesar de las intervenciones que sus kumpeniyi (conjunto de grupos familiares
configurados patrilinealmente, coexistiendo de manera conjunta en forma comunitaria)
interpelaron a la sociedad mayoritaria, negando la noción de pueblo mudo o pasivo
que las sociedades dominantes pretendieron instalar.
- Tal como lo expresó el referente Rrom “una concepción del tiempo que se aparta de la linealidad y secuencialidad pasado-presente-futuro, para valorar la significación histórica del aquí y del ahora que se levanta como un palimpsesto de temporalidades diversas acumuladas durante un milenio de constante fluir por los resquicios y márgenes de las sociedades sedentarias”.
El último ítem, sobre historia, memoria y olvido, deja en evidencia el alcance de la invisibilidad histórica de estas comunidades, donde los estereotipos tuvieron parte importante en la descripción narrativa, reducida en muchos casos a las costumbres, prácticas e incluso leyendas que no representan otra cosa que interpretaciones elaboradas con binoculares desde una distancia poco constructiva para destinar contenidos informativos al lector. Parecería que nunca hubo un pasado con el pueblo gitano, un poco la imagen del nómade que debe caminar con una carga liviana, que incluye su memoria, para evitar el abordaje líneal, secuencial y cíclico de su rumbo histórico. Todo es presente, pero despojado de un “detrás” que evita de algún modo agregar el sufrimiento de no poder incluir una página en esa inmensa biografía colectiva, que algunos autores aportaron con el tejido de narrativas sin nombres propios ni citas de fuentes orales.
Hay que remarcar lo que expresa Bimbay en cuanto al entendimiento de “la concepción particular que sobre el tiempo tienen los gitanos, determinada en buena medida por la confluencia de dos dinámicas diferentes. En primer lugar, por su atávico nomadismo, el cual configura ante todo una visión del mundo en la que el movimiento, la circulación y el fluir constantes son fundamentales y, en segundo lugar, por la enorme significación que adquiere el presente, en la medida en que es lo único real, tangible y sobre lo cual se incide de manera más directa. En este contexto el tiempo es maleable y le puede dar contenidos variados”.
Si tuviéramos que hacer un ejercicio imaginario, en este caso describir aspectos esenciales de una cultura en permanente movimiento, cabría pensar como algo lógico un reporte de notas enlazadas a lo largo de un camino, advertir la variación de las notas a medida que se avanza hacia un destino, lo curioso es que difícilmente buena parte de los historiadores que escribieron sobre los Rrom, hayan tomado por práctica la tarea propia de un corresponsal que cubre por varios días un determinado evento, es muy difícil desde un escritorio y contando con bibliografía sobre el tema, poder elaborar un texto que represente genuinamente los componentes estructuralmente episódicos de una cultura en constante desplazamiento, como ha ocurrido con los patrigrupos familiares Rrom.
Podemos discurrir sobre lo que implica asociar, desde el desconocimiento, prejuicio y preconcepto, aspectos de una cultura nómade que en muchos casos son sedimentados en fragmentos que intentan representar las vivencias, historias y conocimientos de algunas generaciones atravesadas por las hilaturas propias de tradiciones orales.
Acaso un tema que genera una grieta en dicho entendimiento, lo constituye “el profundo temor a las consecuencias negativas que pueda ocasionar la intervención, en el aquí y en el ahora, de los muléo (espíritus de sus muertos), que marca determinantemente la forma como los Rrom rememoran episodios de victimización, especialmente aquellos que comportaron víctimas fatales, razón por la cual rehúyen el referirse a los asuntos relacionados con sus familiares fallecidos”. El olvido de sus muertos es algo que forma parte de la identidad cultural de este pueblo, en algunos casos es contemplado como una forma de reestablecer una noción de equilibrio, evitando que figuras externas transgredan esos valores que regulan y norman las relaciones sociales y culturales.
Si pudiéramos ampliar el plano, a fin de entender el porqué del silencio en torno al holocausto gitano durante el nazismo, donde hubo entre otras cosas una clara persecución del nomadismo en nombre de una política de Estado, sería posible encontrar un eslabón del miedo inserto en la memoria histórica de estos pueblos, contextualizar ese temor, que viene desde el fondo de los tiempos, es una tarea no resuelta por numerosos investigadores que acercaron teorías en escenarios tan dolientes.
En muchos abordajes realizados sobre la cultura, pareciera que no importara el concepto de verdad, lo que algunos historiadores hacen es explicar lo que apenas comprenden, se investiga a los gitanos desde afuera de la cultura, es un poco lo que ocurre con los informantes en comunidades indígenas, la finalidad no es entender lo que el paisano sabe sino más bien interpretar para la sociedad occidental lo que “comprende” de dicho entendimiento, una posición absolutamente arbitraria, que desconoce la igualdad de derecho, y que deja en evidencia una escala descriptiva y/o valorativa de pueblos y “pueblos” a nivel mundial, sin ningún tipo de autoridad moral, social o política.
De algún modo, aplican un dispositivo que describe, mediante olvidos selectivos, un entendimiento cultural merecedor de ser clasificado y aprobado desde una mirada “universal”, hay que desmalezar mucho para encontrar verdades asociadas con conocimientos, como para tener una idea de lo que significa escribir la historia, buscando en el mismo acto resolver los conflictos y controversias de estos pueblos.
Es como lo resume Yoska Bimbay al final de su exposición:
“Ciertamente el panorama no podría ser más desolador; nos encontramos así ante un protagonista colectivo que no quiere hacer más pesada su memoria con recuerdos dolorosos, que no le gusta acordarse y menos hablar acerca de sus muertos y que siente que los gadyé (personas no gitanas) siempre escarban sobre sus vidas con propósitos inconfesables”.
Noticia consultada:
El
Orejiverde. Historia y memoria: algunas notas sobre los impactos del conflicto
armado en el pueblo Rrom. Disponible en:
Nota:
Las imágenes
de este documento fueron gentilmente compartidas por Juan Carlos Gamboa
Martínez, referente del Proceso Organizativo del Pueblo Rrom.
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