Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

jueves, 18 de mayo de 2017

Sobre el entendimiento de la ignorancia en contextos latinoamericanos


En el libro “Esa luz de más adentro” Alfredo Mires Ortiz relataba lo siguiente:

No es ignorante el que no sabe la tabla de multiplicar o la letra del himno nacional. No es ignorancia no conocer otros países o no saber cómo comer con cuchillo y tenedor. Menos ignorancia aún es no saber el nombre del cantante de moda o el último suceso político del país.

Nosotros en el campo llamamos ignorante al carente de generosidad, al falto de gratitud y gratuidad. Ignorante es el abusivo y el lesivo, el mezquino y el oportunista, el rastrero, el cobarde, el traidor y el artero. Ignorante es quien falta el respeto, quien no sabe vivir en comunidad, quien no comparte y no sueña.

Quien niega y ofende la vida del otro es más que un ignorante: es un infeliz. Amarga debe ser la vida de quien no sabe apreciar el valor del resto. Por eso Dios aparece en forma de mendigo, de pobre de pobres, para poner a prueba la valía interior de sus pueblos.
Quien se precia de la ropa que lleva puesta, de lo que gana explotando o siendo explotado, de los títulos o de las estúpidas razones que le confieren poderes banales a los más brutos, sólo son sepulcros, tumbas ambulantes, lápidas tristes, flores truncas, lágrimas obligadas.
Ignorantes.

Ver a las papas, los maíces, las alverjas o a las ocas como meros productos, como simples “recursos naturales”, es una vergüenza. Porque no es un objeto aquello que vive y que es fruto generoso de la tierra y del esfuerzo criador de nuestros abuelos.

Eso nos enseñan nuestros mayores, eso nos dicen los cuentos de todas las comunidades en los andes: que las comiditas son sagradas, que son una bendición, que cada planta, cada piedra, cada pálpito tiene su poder y su fortuna.

Estos cuentos nuestros, escuela fecunda de los saberes más hondos, nos dicen que la salud de los pueblos depende de esta gracia, del cariño mutuo entre todos los vivientes, del afecto entrañable, del respeto encarecido, del parentesco primordial entre todos los que nos hemos ido criando juntos.

Cuando los maizales cantan con el viento y los papales bullen floreando, cuando las ocas descansan al sol para endulzarnos más luego, cuando toda la tierra es una promesa permanente, sabemos que vale vivir y que ese solo sentimiento es sabiduría. Que ésa es una salud que no radica en los hospitales ni en las farmacias. Que ese es el fundamento que se le escapa a las ignorancias.

Los pastores “iletrados” del norte tilcareño

Estas palabras de Alfredo nos recuerdan un artículo publicado sobre Educación Intercultural Bilingüe, la recreación de un diálogo entre una pastora tilcareña (norte de Argentina) Doña Petronila Vale –que sólo había concurrido a primer grado en una escuela rural– con su hijo, recién llegado de la escuela:

-¿Quí has aprendido hoy en la escuela hijito?
-Los afluentes del Mar Caspio, mamá.
-¿Quí es eso, pues?
-Los ríos que van a cargar sus aguas al Mar Caspio.
-¡Chiú, qué bueno! Como aquí todas las quebraditas que bajan al Río Grande. ¿Esas las sabís?
-No todas.
-Esas son pues las que hacen crecer el río que nos lleva los sembrados...

Y fue entonces que Doña Petronila se levantó y se puso a "dar clase" sobre el tema. Siendo su papá arriero, y habiéndolo acompañado por años, ella conocía muy bien todas esas quebradas.

En este caso los docentes involucrados en el campo de la Educación Intercultural Bilingüe, no podían comprender lo que esta abuela quebradeña les estaba enseñando. Sus valiosos conocimientos no habían formado parte de los contenidos escolares, con los que históricamente se habían educado, entonces descubrieron algo que aún merece un profundo y necesario debate: “Una vez más era evidente que la escuela nos vuelve eruditos de lo ajeno e ignorantes de lo propio”.

Esta conversación nos permite afirmar lo que implica cultivar un conocimiento, para buena parte de la sociedad esta señora sería "iletrada" en su acepción más básica, sin embargo su sabiduría se encuentra consustanciada por el contexto, es menester integrar en las escuelas ambas educaciones, la educación intercultural y la educación familiar, especialmente en comunidades indígenas y campesinas, caso contrario seguiremos perdiendo oportunidades de incluir libros vivientes que aseguren una enseñanza más integral en las aulas, incorporando heterogeneidades sin desvalorizar el conocimiento cultural comunitario.

La ignorancia sobre el chamamé

Alguna vez, al compositor y acordeonista Chango Spasiuk le preguntaron porque, siendo el chamamé una música atravesada por tantas culturas, reconocida actualmente como Patrimonio Cultural Inmaterial de la provincia de Corrientes, y declarada Patrimonio Cultural de la Nación Argentina, no es valorada ni difundida en el país a la hora de representar la música nacional, especialmente fuera del contexto litoraleño donde tiene lugar esta música festiva, y la respuesta del Chango, un cultivador del chamamé y la polka,  fue tan simple como categórica: “por ignorancia”.

El chamamé (un rezo que se baila según el Chango) fue históricamente relegado y resistido, tornándose poco visible en los medios de comunicación hegemónicos. Diferentes investigadores aún discuten sobre su origen histórico, para buena parte de los etnomusicólogos el chamamé es una danza con raíces indígenas guaraníes, con el tiempo a esta matriz cultural se le agregaron influencias jesuitas y europeas (especialmente la introducción del acordeón que acompañaban los característicos “sapucai” guaraníes), asimismo a esta música se le reconocen influencias afrodescendientes con la llegadas de los primeros africanos a finales de 1640 a Corrientes, quienes aún como esclavos (y luego como sirvientes) se integraron a la vida social y cultural correntina.

Para el acordeonista no deja de ser “una música que molesta, que está mal vista porque la vinculan con los negros, la gente de la villa y las sirvientas. O sea, obedece a un estrato social no marketinero”.

Y va más allá al afirmar, poniendo como ejemplo al legendario Tránsito Cocomarola, que el chamamé lo enseñan los padres a los hijos, y estos a otras personas: “Siempre hay alguien que sabe y que está enseñando, así ese conocimiento oral nunca se interrumpe. Es lo que se llama la cadena ininterrumpida de conocimiento. Entonces siempre hay alguien que sabe y alguien que aprende y ese que sabe está autorizado y pasa ese saber”.

De eso se trata, y especialmente de cambiar la mirada con respecto a otras formas de conocimiento, tanto en los campos de Cajamarca como en el entendimiento campesino de los pastores tilcareños, así como también lo saben los músicos chamameceros, el conocimiento tiene un contexto tan amplio que hablar de ignorancia por fuera de los mismos nos impide no solo enriquecernos como sociedad, sino también poder comprender profundamente el sentido de nuestra propia identidad.

Fuentes consultadas:

Bibliotecas Rurales de Cajamarca

Canal Encuentro. Ministerio de Educación de la Nación. Entrevista al Chango Spasiuk:

Diario La Nación

Bibliografía consultada:

Gorosito Kramer, Ana María; Achilli, Elena; Tamago, Liliana. Un debate sobre la
interculturalidad (2004). En: Educación Intercultural Bilingüe en Argentina: Buenos Aires:
Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, 2004

Colección educ.ar. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Una experiencia educativa en la Quebrada de Humahuaca

http://coleccion.educ.ar/coleccion/CD9/contenidos/experiencias/expA/index.html

Versión para El Orejiverde:
http://elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/2661-sobre-el-entendimiento-de-la-ignorancia

sábado, 6 de mayo de 2017

Buscando reparar lo irreparable: materiales lingüísticos en comunidades indígenas


El ejemplo esta vez viene de México, pero podría extrapolarse a cualquier país latinoamericano. Se trata de una permanente disyuntiva, por un lado una iniciativa política, que cuenta con el apoyo del Sistema Educativo Estatal Mexicano (SEE), basada en la distribución de libros y materiales especializados dirigidos a maestros de educación indígena sobre la enseñanza oral de las lenguas yumanas, incluyendo vocabularios prácticos del kiliwa.

En este caso las ediciones pretenden focalizar en "La enseñanza oral del cochimí, kumiai, cucapá, pai-pai y kiliwa” y en el "El vocabulario de la lengua kiliwa”, así como la diagramación de carteles didácticos sobre costumbres y plantas medicinales de la comunidad indígena de Baja California. 

Lo valioso de este emprendimiento es que las colecciones están destinadas a formar parte del programa de educación primaria, buscando “impulsar la revitalización de las lenguas que aún se hablan en el Estado, para que las niñas y niños la aprendan como segunda lengua, con el fin de que desarrollen el bilingüismo y el plurilingüismo social”.

No deja de ser una buena iniciativa, que difícilmente garantice la supervivencia de las lenguas maternas en contextos de vulnerabilidad social.

La etnia yumana, de cuyo árbol genealógico descienden los kiliwas –"cazadores" o "los que se van"- habita en el municipio de Ensenada, en el estado de Baja California, abarcando la región costera que corre de la Bahía de San Felipe hasta la Bahía de Ometepec, cubriendo parte de las sierras Las Pintas, San Miguel, Salvatierra y San Pedro Mártir, así como los actuales valles de San Felipe, San Matías y parte del Valle de la Trinidad, municipio de Ensenada. Desde los últimos 35 años su lengua, considerada una de las más antiguas de Baja California, viene decreciendo en forma permanente, encontrándose actualmente en peligro de desaparecer.

Por otro lado probablemente convenga revisar lo que se ha realizado en años anteriores, como el caso del historiador Arnulfo Estrada Ramírez, quien en su libro titulado “Vocabulario práctico de la lengua kiliwa” (precisamente uno de los materiales que se utilizan en esta propuesta) daba cuenta del decrecimiento de los pobladores de esta etnia en Ensenada y de los esfuerzos de organismos públicos y privados por su prevalencia. En este texto, publicado en 2004, el autor ofrecía una breve explicación de sus principales reglas gramaticales, incluyendo un extenso vocabulario de más de dos mil términos en español y kiliwa, que corresponden al trabajo de campo de varios años.

La particularidad de esta obra es que la mayoría de los términos fueron proporcionados por el legendario y desaparecido jefe indígena Cruz Ochurte Espinoza y por Leonor Farldow Espinoza, ambos profundos conocedores de su cultura. Sin embargo, considerando el contexto social y cultural, Estrada Ramírez supo –tuvo que saber– que el ocaso de la antigua lengua Kiliwa era inminente. De todas las lenguas indígenas de Baja California la lengua kiliwa es la más amenazada, llegando incluso algunos lingüistas a considerarla como lengua muerta, debido a que ya no se enseña en el seno del núcleo familiar desde hace más de cuarenta años.

Ya lo saben los lingüistas, cuando muere una lengua muere consigo toda una cosmovisión, un modo de entender el mundo, acaso la facultad de nombrar las cosas desde un lugar, un espacio y un tiempo irrepetible. Muere la relación con la palabra de los ancestros, se extingue una memoria que no encuentra en contextos ajenos una traducción posible, los árboles y los ríos pierden su nombre y el paso de los años todo lo calla y todo lo olvida.

Ya en 2016 se registraron cinco hablantes activos de la lengua, considerados 5 monumentos vivientes portadores de los secretos de esa pequeña pero significativa cultura. Esas personas, que aún sostienen la raíz kiliwa, son Eusebio Alvarez Espinoza, de 46 años, Leandro Maytorell Espinoza, de 48; José Ochurte Espinoza, de 63; Leonor Farldow Espinoza, de 69, e Hipólita Higuera Espinoza, de 90 años.

Los que se fueron terminaron atrapados en el alcohol o las drogas, y con ellos se degradó espiritualmente una parte sustancial de la cultura. Habría que contextualizar con datos estadísticos para tener una idea del dramático escenario lingüístico y cultural de la etnia Kiliwa.  Estrada Ramírez indica que la tendencia extintiva de la lengua kiliwa es fuertemente manifestada en publicaciones de principios de la década de 1980. Por ejemplo, en 1982 se reportaban 28 hablantes. Para 1989, que es cuando  inició su libro, la población hablante se había reducido a sólo 13 personas, lo cual representó una disminución de más del 50 por ciento en sólo siete años. Diez años después (en 1999), el panorama era desolador, pues la población hablante fue reducida a cinco individuos, todos adultos con edades que fluctuaban entre los cuarenta y ochenta años de edad.

Es decir, en sólo 20 años la población hablante quedó reducida a un 18 por ciento.

Es muy complejo poder explicar con precisión cuáles han sido las principales causas que mantienen al borde de la extinción al idioma kiliwa. Para el autor se trata de un largo proceso social en el que pueden combinarse varios factores a la vez, dependiendo de la época, la familia, o bien, de cada uno de los individuos que componen a la población. Sin entrar en detalles, menciona algunas de las más importantes: Pérdida de territorios antiguos. Emigración hacia otros poblados o centros urbanos. Venta o traspaso de tierras. También el matrimonio de indígena hablante con indígena no hablante o mestizo de otra comunidad. Además, lengua materna en desuso al interior de la etnia. Soltería de los indígenas hablantes. Lengua socialmente discriminada y sin pleno reconocimiento oficial, así como el fallecimiento de los hablantes.


Hace años unos investigadores grabaron a Teodoro Ochurte Espinoza, por entonces de casi cien años de edad y su hermano Trinidad de 72, hablaron frente a las cámaras sobre las dificultades que enfrentaron en su vida por no comprender el español, la lengua de la "gente de razón", misma que los despojó de sus tierras y arroyos, destruyó sus cerros sagrados y explotó su fuerza de trabajo, al grado de orillarlos a la extinción. Pocos años después fallecieron. Quienes los consultaron no lo supieron entonces pero Trinidad Ochurte fue considerado el último cantor tradicional Kiliwa. Actualmente, solo uno de sus parientes canta –Leandro Maytorell Espinoza, uno de los “cinco” –, todo lo demás es silencio.

 Por tal motivo siempre serán bienvenidos los esfuerzos gubernamentales para tratar de equilibrar un contexto deteriorado –un permanente escenario de ruptura– como en este caso de la SEE que busca fortalecer en los alumnos su pertenencia e identidad cultural y que se apropien de las prácticas culturales y sociales del lenguaje, pero sabemos que no es suficiente, sabemos que esta batalla cultural se perdió hace tiempo, y no hay modo de reparar lo que está roto.

Otro tema crucial son los frecuentes fenómenos migratorios que se viven en Baja California de manera intensa y que afecta particularmente a grupos de niños migrantes del campo. Organismos como el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) han elaborado directrices para fortalecer atención a niños y adolescentes jornaleros agrícolas, en donde aproximadamente el 90 por ciento son indígenas. En este contexto es necesario que el Estado Mexicano asista a las comunidades y apoye sus derechos fundamentales.

En Baja California existen 122 planteles de Educación Indígena donde se atienden 14.209 niñas, niños y jóvenes de grupos nativos indígenas pai-pai, cucapá, kumiai y cochimi y grupos indígenas inmigrantes mixteco, triqui, zapoteco, nahuatl, purépecha, cora, huichol, mayo, mixe y mazahua.
Según lo reseñan los responsables del proyecto, para la elaboración del libro y del vocabulario español-kiliwa participaron hablantes de la lengua; en los carteles didácticos participaron docentes de pre-escolar de las escuelas de educación indígena de Baja California. Una particularidad de la propuesta es la inclusión de libros artesanales-cartoneros elaborados por los propios maestros, sumando juegos didácticos y autóctonos. Para la ocasión las autoridades planean distribuir 1.300 libros para maestros, 3.000 carteles y 339 vocabularios prácticos.

Meras estadísticas en el triste escenario de una lengua socialmente moribunda.



Fuentes consultadas:

Benjamín Pacheco/EL VIGÍA Periodismo con la gente
http://www.elvigia.net/general/2017/4/13/distribuye-libros-educacion-indigena-268985.html

La Jornada
http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/08/06/lengua-mas-antigua-de-bc-cerca-de-la-extincion

Pregonero de Baja California
http://pregonerobaja.com.mx/2017/03/07/preescolares-y-primarias-de-educacion-indigena-reciben-material-didactico/

Argentina Indymedia
http://argentina.indymedia.org/news/2007/05/517013.php

Versión para El Orejiverde:
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/2603-buscando-reparar-lo-irreparable-apoyos-lingueisticos-para-comunidades