Como encargado de la sección biblioteca del diario digital
El Orejiverde, suelo consultar, entre otras fuentes, las notas de prensa de la
Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, hace unos días una de
ellas me impactó mucho por su fuerte carga simbólica, se trata del gesto que un
militante del Partido Comunista de Santiago del Estero, Luis Alarcón, tuvo con
el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, al obsequiarle las obras
completas de Vladimir Ilich Uliánov Lenin, en el marco de la visita del
mandatario a la Argentina, con motivo de recibir el título de Doctor Honoris
Causa entregado por la Universidad Nacional de Santiago del Estero. Allí, en
medio de los presentes, el militante comunista, de profesión tornero, y cuyos
padres cordobeses fueron obreros, sorprendió a Linera al obsequiarle los 44
tomos que en plena Dictadura Argentina fueron salvados de ser devorados por el
fuego. En tal sentido vale replicar las palabras que Alarcón dedicó al
vicepresidente boliviano en una carta:
“De allí nace mi interés por los libros y la lectura,
que no abandoné hasta hoy. Mi biblioteca llegó a tener 3.000 libros, pero la
persecución que vivimos durante la dictadura militar de 1976-83 la diezmó y la
hizo peligrosa”.
Habría que imaginar el contexto para entender el valor de
este gesto, como también reflexionar porqué es peligrosa una biblioteca, tanto
como en ocasiones resulta conflictivo ejercer el pensamiento público, la
peligrosa empatía de las ideas, y sin embargo su emancipatorio sentido, su
vuelo sin frontera.Vaya gesto para Álvaro García Linera, destinatario de un
legado que supo de armarios cerrados y cuidadas lecturas. Para el compañero de
Evo Morales seguramente esa carga en su equipaje no tendrá por destino una
delicada vitrina de museo sino que ocuparán estantes de una
biblioteca, donde se doblarán y ajarán cada una de
esas hojas, pero que ciertamente ayudarán a discenir un poco mejor el
entendimiento de este complicado mundo.
Al final de la carta Alarcón expresa lo siguiente:
“Decidí poner en sus manos, viendo en ellas las de todo
su pueblo, esta colección de libros que honrarán la biblioteca de Bolivia. Le
pido aceptar este modesto presente como un gesto fraterno de un santiagueño a
los estudiantes de Bolivia, que también son torneros del pensamiento de su
tiempo”.
Dicen que los torneros tienen la virtud de otorgarles
formas a las piezas, pero también la vida los va tallando, creciendo con las
lecturas y luchando por la igualdad de derecho, es parte de un compromiso
irrenunciable, de conciencia y participación, que probablemente los acompañe
toda su vida, nunca es posible imaginar el destino de unos libros, a veces
están condenados al silencio de un estante desvencijado, a veces logran salir
al ruedo, favoreciendo el razonamiento crítico y ético de quienes los
frecuentan solitariamente en un determinado período de tiempo.
Cabría analizar en que plano de la Biblioclastía podemos ubicar esta experiencia de vida de Luis Alarcón, como también la incidencia de las bibliotecas obreras entre los trabajadores, muchos de ellos obreros cultivados por encendidas lecturas, vinculados a bibliotecas anarquistas, socialistas o comunistas, que tuvieron por criterio organizar bibliotecas con carácter solidario, estrechando manos allí donde hubo carencias, y es aquí donde aparece una pregunta que alguna vez se formuló Osvaldo Bayer:
¿por qué estos gestos altruistas en un contexto político donde prima el egoísmo?
Y tal vez la respuesta la sabemos pero no nos hacemos el tiempo para desmenuzar lo que encierran en sí mismas estas palabras: porque son necesarios y porque son imprescindibles, también por que son inevitables, en ese sentido la historia se trata de un permanente desbalanceo que es preciso equilibrar, los gestos nunca alcanzan del todo para balancear ese eterno eje moral, en el cual un conjunto de intereses buscan instalar socialmente una conciencia en modo singular, pero esas actitudes no son invisibles y dejan una profunda enseñanza. No deja de ser una derrota, una hermosa derrota. Es como aquel cuento sufi sobre el muchacho que pasaba todas sus mañanas recogiendo estrellas de mar para lanzarlas al agua, un día de le acercó un escritor y le preguntó porque hacía eso, el joven respondió “recojo las estrellas de mar que han quedado varadas y las devuelvo al mar: la marea ha bajado demasiado y muchas morirán”, entonces el escritor le dice que eso no tiene sentido, “hay miles de estrellas en la playa y nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas”, he allí que el joven miro fijamente al escritor, tomó una estrella de mar de la arena, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó “para esta...si tiene sentido”.
Cabría analizar en que plano de la Biblioclastía podemos ubicar esta experiencia de vida de Luis Alarcón, como también la incidencia de las bibliotecas obreras entre los trabajadores, muchos de ellos obreros cultivados por encendidas lecturas, vinculados a bibliotecas anarquistas, socialistas o comunistas, que tuvieron por criterio organizar bibliotecas con carácter solidario, estrechando manos allí donde hubo carencias, y es aquí donde aparece una pregunta que alguna vez se formuló Osvaldo Bayer:
¿por qué estos gestos altruistas en un contexto político donde prima el egoísmo?
Y tal vez la respuesta la sabemos pero no nos hacemos el tiempo para desmenuzar lo que encierran en sí mismas estas palabras: porque son necesarios y porque son imprescindibles, también por que son inevitables, en ese sentido la historia se trata de un permanente desbalanceo que es preciso equilibrar, los gestos nunca alcanzan del todo para balancear ese eterno eje moral, en el cual un conjunto de intereses buscan instalar socialmente una conciencia en modo singular, pero esas actitudes no son invisibles y dejan una profunda enseñanza. No deja de ser una derrota, una hermosa derrota. Es como aquel cuento sufi sobre el muchacho que pasaba todas sus mañanas recogiendo estrellas de mar para lanzarlas al agua, un día de le acercó un escritor y le preguntó porque hacía eso, el joven respondió “recojo las estrellas de mar que han quedado varadas y las devuelvo al mar: la marea ha bajado demasiado y muchas morirán”, entonces el escritor le dice que eso no tiene sentido, “hay miles de estrellas en la playa y nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas”, he allí que el joven miro fijamente al escritor, tomó una estrella de mar de la arena, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó “para esta...si tiene sentido”.
Tal vez fue esa la tarea de Luis Alarcón, y lo que hagan
mañana los nuevos lectores con su vieja biblioteca sea ir a la playa a salvar
algunas estrellas. A veces, bastan los libros para que todo vuelva a comenzar.
Nota completa:
El vicepresidente recibió las “Obras completas” de Lenin
rescatadas de la dictadura por un militante del Partido Comunista de Santiago
del Estero.
Miércoles 31 de agosto de 2016
Santiago del Estero, Argentina.
Después de recibir el título de Doctor Honoris Causa,
entregado por la Universidad Nacional de Santiago del Estero, la semana pasada,
el vicepresidente del Estado, Álvaro García Linera, fue sorprendido por Luis
Alarcón, militante activo del Partido Comunista, quien le obsequió las “Obras
Completas”, de Vladimir Ilich Uliánov Lenin, las mismas que fueron salvadas de
ser devoradas por el fuego, iniciado en su biblioteca personal, en tiempos de la
dictadura argentina.
En esa ocasión, la emoción embargó a García Linera por el
gran significado que tiene esta colección de 44 tomos, publicados por la
editorial Cartago, para él al tratarse de libros que guían su pensamiento
revolucionario, además por la confianza depositada en su persona, para
preservar los mismos.
Luis Alarcón, tornero de profesión, nació en 1943, de
padres obreros cordobeses, quienes le inculcaron la pasión por la lectura, pese
a que ellos apenas sabían leer y escribir, como él mismo cuenta en una carta
que escribió al mandatario de Estado boliviano.
“De allí nace mi interés por los libros y la lectura, que
no abandoné hasta hoy. Mi biblioteca llegó a tener 3.000 libros, pero la
persecución que vivimos durante la dictadura militar de 1976-83 la diezmó y la
hizo peligrosa”, relata Alarcón en la misiva.
Asimismo, Alarcón comentó que, desde siempre, es un
militante activo del Partido Comunista de Santiago del Estero, también es
miembro de la Pastoral Social Religiosa de la ciudad de La Banda, perteneciente
a la provincia de Santiago del Estero, de la República Argentina, donde reside
actualmente junto a su esposa, quien lo acompañó en esta oportunidad.
Al momento de la entrega, con una sencillez destacable y
con profunda emoción reflejada en el abrazo fraterno que le dio al jefe de
Estado nacional, encomendó uno de sus más grandes tesoros para que pueda
contribuir a los logros de Bolivia y al proceso que vive, y así se convierta en
un ejemplo para las naciones del continente.
“Decidí poner en sus manos, viendo en ellas las de todo
su pueblo, esta colección de libros que honrarán la biblioteca de Bolivia. Le
pido aceptar este modesto presente como un gesto fraterno de un santiagueño a
los estudiantes de Bolivia, que también son torneros del pensamiento de su
tiempo”, afirma al finalizar su carta.
El contenido de la carta recibida por el vicepresidente,
entre los libros, es transcrito en extenso por el gran valor que encierra.
“La Banda, Provincia de Santiago del Estero, República
Argentina, 22 de agosto de 2016.
Sr. Álvaro García Linera
Presente.-
Estimado Compañero:
Primero quiero celebrar su visita, que nos da la
oportunidad de escucharlo y escucharnos, pensando juntos sobre nuestros
pueblos, que siguen buscando los caminos hacia la libertad.
Sabemos que es una larga marcha, y hoy hacemos un alto
para reflexionar sobre el rumbo, el momento, las estrategias y los medios.
Más allá de la investidura de su honroso cargo, permítame
que le hable con la confianza y el espíritu fraterno de un compañero de ruta.
Provengo de un hogar de obreros de Córdoba, donde nací.
Mi padre y mi madre apenas sabían leer y escribir, pero supieron enseñarnos a
pensar y estudiar.
De allí nace mi interés por los libros y la lectura, que
no abandoné hasta hoy. Mi biblioteca llegó a tener 3.000 libros, pero la
persecución que vivimos durante la dictadura militar de 1976-83 la diezmó y la
hizo peligrosa.
Era peligroso que un tornero, que es mi oficio, tuviera
una biblioteca, sobre todo si sus obras tenían contenido social y
revolucionario. En 1977 me radiqué en La Banda, que hoy es mi hogar, traje los
libros que quedaban y los cuidé en esos años difíciles.
Como tornero aprendí a darle forma a las piezas, y como
nunca dejé de leer me di cuenta que los libros, al mismo tiempo que la vida,
nos van tallando y nos ayudan a crecer.
Por eso, sabiendo de su visita y conociendo algo de su
pensamiento, así como de la historia y el momento actual del hermano Estado
Plurinacional de Bolivia, compartiendo los obstáculos de su camino pero también
valorando sus logros, que son un ejemplo para todas las naciones del
continente…
(…) decidí poner en sus manos, viendo en ellas las de
todo su pueblo, esta colección de libros que honrarán la biblioteca de Bolivia.
Se trata de las “Obras Completas” de Lenin –Vladimir Ilich Uliánov–, publicadas
por la Editorial Cartago, de Buenos Aires, entre 1957 y 1963. Son 44 tomos, dos
de ellos conteniendo el índice.
Le pido aceptar este modesto presente como un gesto
fraterno de un santiagueño a los estudiantes de Bolivia, que también son
torneros del pensamiento de su tiempo.
Luis Alarcón”.
Fuente: