Entrevista a uno de los bibliotecarios más
significativos de la bibliotecología del siglo XXI.
Siendo niño, una inundación se llevó su
biblioteca, hecho que marcó para siempre su vida y su obra. Incursionó en
numerosos espacios de las ciencias sociales, investigó sobre la destrucción de
libros. Acaso sin saberlo, ha construido una épica desde el sentido ético de la
disciplina. El hombre que un buen día decidió esclarecer con sus investigaciones
los patrimonios destruidos de la humanidad, el mismo que ha logrado enfrentar
adversidades y obstáculos con coherencia y sacrificio personal.
A la manera de un Rimbaud, el escritor
venezolano ha conocido prácticamente todo Oriente Medio, ahora nos dice que
está investigando sobre la ruta trashasariana de los libros, visitando pueblos
y recogiendo testimonios. Cuesta imaginar el alcance de su obra.
Actualmente su causa es motivo de ejemplo para
los bibliotecarios involucrados con el rol social. No deja de aprender y de
enseñar, confiesa ser un nómade incurable, difícilmente alguien pueda llegar
tan lejos en la profesión. Un concurso de ensayos bibliotecológicos sobre la censura y la destrucción
de libros lleva su nombre, aún
se recuerda su discurso, celebrado en la Biblioteca Nacional de Argentina en
diciembre de 2006.
Feliz paradigma del bibliotecario comprometido
con su tiempo.
Palabras clave:
MEMORICIDIO; PATRIMONIO
CULTURAL; BIBLIOCLASTIA; ROL SOCIAL BIBLIOTECARIO
Noticia biográfica:
Fernando Báez, venezolano, asesor de la UNESCO
para Medio Oriente, está
considerado como una autoridad en el campo del patrimonio cultural y tráfico
ilícito de bienes culturales. En 2003 visitó Irak como miembro de las distintas
comisiones de la UNESCO que investigaban la destrucción de las bibliotecas y
museos en esa nación. Doctor en Ciencias de la Información y Bibliotecas, es
autor de 17 libros. Actualmente vive en Egipto, acaba de recibir una beca del
gobierno de Qatar para investigar la ruta transahariana de los
libros en la historia de Europa, África y Medio Oriente. Algunos libros suyos
más conocidos: La destrucción cultural de Irak (2005), El saqueo cultural de
América Latina (2008), Nueva Historia universal de la destrucción de libros
(Destino, España, 2011). Es Premio Internacional de Ensayo Vintila Horia
de Ensayo y Premio Nacional del Ministerio de Cultura de Venezuela, Premio
Mejor Libro Extranjero en Brasil. Fue Director de la Biblioteca Nacional de
Venezuela en 2008.
Entrevista:
¿Por qué la
Bibliotecología?
Me apasionan los libros,
su historia, su contenido, su conservación, su significado como patrimonio
cultural. Ahora que casi no se habla de bibliotecología, sino de ciencias de la
información, el término mantiene su arraigo como disciplina científica para el
estudio de las bibliotecas, que contrario a los pronósticos no mueren sino que
se transforman. La bibliotecología está hoy en día más viva que nunca
precisamente porque en la sociedad de la información es un reto participar en
los cambios que provoca la globalización asimétrica que vivimos.
¿Recordás en qué momento o circunstancia pasó por tu mente ser
bibliotecario?
Lo supe desde que era joven porque de chico me crié en la
biblioteca pública pequeña de mi pueblo, San Félix de Guayana, junto al río
Orinoco que elogió Julio Verne en su obra El soberbio Orinoco. Allí me dejaba
mi madre para poder ir a trabajar arreglando ropa o vendiendo empanadas y mi
padre, como era un abogado honesto, intentaba conseguir trabajo con muy poca
suerte. Criarse en una biblioteca popular te hace sentir orgullo cuando ves un
anaquel, cuando hablas con un bibliotecario.
¿Qué opinas del rol social del bibliotecario?
Sin un rol social, un bibliotecario es un zombi de una estructura
tecnológica formulada para deshumanizar a quien acude a las bibliotecas, que no
son museos del libro sino también centros de formación, centros de
alfabetización, centros de formación de ciudadanía, centros de debate, centros
culturales para el fortalecimiento de un buen plan de lectura popular, centros
para apoyar la diversidad cultural.
¿Que lecturas recomendarías para estudiantes de bibliotecología?
A los jóvenes que se inician en este extraordinario destino que es
ser bibliotecario les recomiendo Farenheit 451 de Ray Bradbury, La biblioteca
de noche de Alberto Manguel, Una soledad demasiado ruidosa de Bohumil Hrabal,
La biblioteca de Babel de Borges, 1984 de George Orwell, La biblioteca
desaparecida de Luciano Canfora, Un golpe a los libros de Judith Gociol y
Hernán Invernizzi, Nadie acabará con los libros de Umberto Eco y Jean-Claude
Carrière, Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, y creo que
les haría mucho falta estar claros en lo que les viene encima y deberían leer
esa maravilla que es Ideas de Peter Watson.
¿Qué estás leyendo actualmente? Y ¿cuál lectura te impactó? (no
importa la disciplina, puede incluir literatura)
Leo mucho, leo intensamente, he descubierto que no puedo no leer.
Tuve la suerte de descubrir por mi cuenta la literatura árabe, incluso la de la
época de Al Ándalus, y eso me ha enriquecido en los tiempos más cercanos como
lo hizo en su momento la literatura griega. Leo sin horarios preestablecidos,
por gusto, por capricho, porque sí, porque soy feliz al leer, porque en mi
enfermedad actual es un alivio. Ahora acabo de culminar la lectura deCivilización de Niall Ferguson, y casi siempre
releo mucho. A mi edad, la relectura es una rutina, volver a Aristóteles, a
Platón, a Plutarco, a Montaigne, a Alfonso Reyes, a George Orwell, a Stevenson,
al Popol Vuh, a los grandes poemas prehispánicos de nuestra grandes culturas
ancestrales, a Epicteto, a Hermann Hesse, a Cees Nooteboom, a Elías Canetti, a
Paul Bowles, a Paul Auster, a Flann O´Brien y a mi gran favorito Rafael de
Nogales Méndez, un escritor olvidado en Venezuela que adoro por encima de todos
los autores de mi país.
Un concurso de ensayos
bibliotecológicos mereció tu nombre ¿qué representa para vos el concepto
biblioclastía?
Ciertamente, ese
concurso fue un homenaje que me llegó al alma, organizado por Tomás Solari, un
hombre que se ha comprometido con las grandes causas de la defensa de los
bibliotecarios y el generoso y valiente Hugo García. Ningún homenaje de
gobierno alguno me ha conmovido como lo que sucedió en Argentina cuando
pusieron mi nombre a un concurso sobre la censura y la destrucción de libros.
Eso me marcó, me dio claridad sobre lo bueno y lo malo que vendría. Tú eres
parte de esa generación maravillosa que participó y dejó su nombre en el
volumen final que quedó del concurso y Biblioclastía fue y sigue siendo un
volumen mítico organizado por Tomás Solari y Jorge Gómez publicado por Eudeba.
Siempre se usó iconoclastia para referirse a fenómenos de destrucción cultural,
pero biblioclastía es indispensable para comprender barbaries como la de los
nazis en 1933 o la de los militares en el sur en la década de los ochenta.
Se habla frecuentemente de la lenta desaparición del libro,
incluso en foros de bibliotecología ¿Qué te provoca esta situación?
Primero debemos preguntarnos qué es un libro. Un libro es ante todo una tecnología
de la memoria cuyo contenido cultural puede ser leído, oído o palpado debido a
su presentación impresa o electrónica en forma compaginada. El libro es un instrumento perfeccionado por la
evolución cognitiva adaptativa como resolución de una profunda necesidad social
explícita de plasmar una guía más duradera en la supervivencia en la
transmisión de corriente de ideas, datos o narrativas. El libro reafirma
el lazo de identidad que proporciona el lenguaje. Elizabeth Eisenstein ha mencionado tres de los efectos más notables de la
imprenta: el empuje de la revolución científica, la Reforma Protestante y el
redescubrimiento de los clásicos en la Italia del Renacimiento. Pero hay más:
el poder del libro se ha manifestado en la creación de obras que se hicieron
sagradas desde sus tiempos manuscritos: entre la Torá y el Talmud (Judaísmo),
la Biblia (Cristianismo), El Corán (Islamismo), los Vedas (Hinduísmo) sustentan
nada menos que las creencias devotas de 4 mil millones de personas. Esto sin
contar la influencia prodigiosa de las Analectas de Confucio o el Tao Te Ching de Lao-Tsé en los países asiáticos. Desde una perspectiva social, no hay duda que cuatro libros han
tenido un impacto directo sobre grandes giros en la mentalidad de los pueblos a
lo largo de décadas y décadas: la Ilíada de Homero, la Cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe, El origen de las especies de Charles Darwin y el Manifiesto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels. Han
sido tres revoluciones las que han modificado a la humanidad y cada una tiene
que ver con el libro: el paso de lo oral a lo escrito, el paso de lo escrito a
lo impreso y el paso de lo impreso a lo digital. En 2012, hay 192 países que son estados
miembros de la ONU y otros 10 países no reconocidos, y en todos hay presencia
de libros, algo que nunca antes había sucedido en el mundo. Decir que el libro
está en sus finales es temerario porque ha llegado la era digital. Nadie
cree que pueda cesar el lenguaje, pese al hecho indiscutible de que el hombre
procede de especies que nunca supieron lo que era una palabra; nadie se
atrevería sin soberbia a anunciar el fin de la escritura, que tiene sólo 5.500
años y el Homo Sapiens tiene 150.000 años. Pero hay un ensañamiento contra el
libro desde sus comienzos y eso sigue. Es sorprendente.
Tus reflexiones sobre memoricidio y etnocidio permitieron vincular
acciones de Estado con la depredación sistemática de la identidad ¿qué hay
detrás del deseo por borrar la memoria y la identidad?.
Creo que el libro no es destruido como objeto físico sino como vínculo de memoria, esto es, como uno de los ejes de la identidad
de un hombre o de una comunidad. No hay identidad sin memoria. Si no se
recuerda lo que se es, no se sabe lo que se es.
A lo largo de los siglos, hemos visto que cuando un grupo o nación
intenta someter a otro grupo o nación, lo primero que intenta es borrar las
huellas de su memoria para reconfigurar su identidad. En el fenómeno del Auto
de fé contra los libros es manifiesto que quienes lo realizan reconocen que no
basta con el asesinato o encarcelamiento de un escritor o con el genocidio del
pueblo que se ve retratado en el espíritu de ese texto. Es imprescindible ir a
la raíz del problema y entender con suficiente precisión que el memoricidio es
la base de la destrucción de obras y sus principales ideólogos están animados
por un radicalismo que pretende instaurar verdaderas guerras de naturaleza
política o religiosa. Así sucedió cuando quemaron los códices mexicas o mayas o
los quipus incas, que fueron los primeros libros tridimensionales de la
historia.
Fernando ¿qué fue lo que originó tu interés por investigar sobre
la destrucción de los patrimonios?
Como he dicho, me crié en una biblioteca, pero la felicidad en que
vivía se interrumpió
abruptamente, porque el río Caroní, uno de los afluentes del río Orinoco,
creció sin previo aviso e inundó el pueblo, no sin llevarse en sus corrientes
los papeles que constituían el motivo de mi curiosidad. Acabó con todos los
volúmenes. De esa forma, me quedé sin biblioteca, sin refugio y perdí parte de
mi infancia, completamente arrasada por las oscuras aguas. A veces, en las
noches siguientes, veía en sueños cómo se hundía La isla del tesoro de Stevenson y flotaba un ejemplar de
Rubén Darío, Rómulo Gallegos o Ricardo Güiraldes. Ese terrible recuerdo ha
dejado trazos indelebles en mi vida, mi obra.
A tu entender ¿Cual es el rol que debe cumplir una Biblioteca
Nacional?
Es una pregunta difícil, mucha gente quiere saber por qué siendo el
primer bibliotecólogo en ser Director de la Biblioteca Nacional de Venezuela
apenas duré ocho meses. Voy a explicar qué sucedió porque me permitirá
responder tu pregunta.
Mi experiencia personal en la Biblioteca Nacional de Venezuela fue
una muestra de los duelos que tiene cualquier bibliotecario que quiera
introducir cambios verdaderos. Llegue con todas las mejores expectativas, pero
no me imaginaba que iba a encontrar un Instituto Autónomo escindido y resultó
depender en la práctica del Ministerio de Cultura (sic), una Biblioteca con un
reglamento anacrónico, un presupuesto enorme destinado en su 90% al pago de
salarios, sin partidas suficientes de investigación y mantenimiento, con
colecciones en peligro y con una visión pesimista del futuro entre los trabajadores
y trabajadoras. Todo el mundo tenía grandes expectativas, algo complejo en un
país hiperpolarizado políticamente entre los seguidores de Chávez y sus
detractores, y la verdad es que no funcionó porque mi desconocimiento de la
realidad venezolana era enorme debido a que había pasado mucho tiempo lejos.
Según el profesor Colin
Higgins de Cambridge, en su ensayo “Library of Congress Classification: Teddy
Roosevelt's World in Numbers?” (editado en la revista Cataloging & Classification Quarterly,
Volumen 50, Nro. 4, 2012), yo he sido la primera persona en declarar una guerra
cultural a la Biblioteca del Congreso de EEUU acusándola de imperialismo
cultural, y eso los obligó a revisar sus catálogos y desacreditó su plan
expansivo de participar en talleres de formación en América Latina, coordinados
como instrumentos para transculturizar a nuestros pueblos por medio del sistema
de información público. Yo rompí relaciones nada menos que con la IBM, que
cobraba millones por manejar la base de datos desactualizada del catálogo
principal de la propia Biblioteca en las instalaciones de una zona llamada
Parque Central sin medidas de seguridad apropiadas; rompí relaciones con IFLA,
que se ha convertido en una trinchera que sigue las pautas de EEUU en materia de
información; rompí relaciones con trasnacionales que pretendían que se hiciera
una licitación para un nuevo programa de catalogación con software
privado.
Para darte una idea de esa utopía que quise postular como plan de
gestión, propuse una Biblioteca Nacional abierta las 24 horas, con una
estructura multidimensional en lo tecnológico y cultural, propuse usar software
libre en toda la Biblioteca, propuse integrar a los Colectivos Populares de los
Barrios más pobres y a los Consejos Comunales. Propuse un Centro de Estudios de
los Pueblos Indígenas y otro Centro de Estudios del Medio Oriente con Irán
incluída, lo que causó un escándalo. Propuse y preparé los planos para
construir la Gran Biblioteca Popular de Caracas en el Parque del Oeste, cerca
de las instalaciones de un sitio que fue derrumbado y había sido una cárcel
infame llamado Retén de Catia: quería que fuera un símbolo. Gané enemigos por
todas partes, en todos los bandos, porque me resistí a ceder ante las fuerzas
de un sistema de complicidades: duré ocho meses intensos que a muchos
parecieron similares a un huracán. Irónicamente, la primera vez que se editó
una Historia de la Biblioteca Nacional fue en mi gestión y ya tenía listos los
diez primeros títulos de una colección de bibliotecología social. Se culminó el
Primer Atlas de las Bibliotecas Públicas en Venezuela, que quedó inédito; se
lanzó el Proyecto de Biblioteca Digital que buscaba integrarse a iniciativas de
América Latina sin ayuda del monopolio de Google. Se implantó un Plan de Seguridad
y se trajo a la Brigada Patrimonial del Ejército para proteger las
instalaciones; se firmó un convenio con la UNESCO que quedó interrumpido para
cursos y fortalecer el Centro de Conservación. Se firmó un convenio con
Instituto de la Defensa Nacional para preparar un plan de protección del
patrimonio bibliográfico. Durante la celebración de los 175 años de la
Biblioteca logré que su imagen estuviera hasta en las tarjetas de teléfonos y
la presencia mediática fue mundial porque diseñé una estrategia de choque
frontal en todos los escenarios. Tuve la fortuna de tener un equipo de gestión
de primera, sin esfuerzo colectivo hubiera sido imposible.
La Biblioteca Nacional de Venezuela, dicho sea de paso, era la
hija mimada de EEUU, según la investigación que logré hacer: fue hecha a
imagen y semejanza de asesores de la biblioteca del Congreso desde 1953. Debo
confesar que combatí el elitismo intelectual, sin importar las
consecuencias, no me interesaba jubilarme sino dar todo de mí en un momento
clave del país y del mundo. Me las jugué todas contra el imperialismo cultural,
y obviamente esta utopía provocó que me pidieran la renuncia, toqué intereses
delicados y esto no iba a quedar impune. Me insultaron, me calumniaron con las
barbaridades más injuriosas e inútiles, pagaron y estimularon una campaña de
cagatintas irrelevantes para difamarme en portales de Internet, el propio
Ministro de ese entonces (hoy destituido) usó todos los recursos que tuvo a su
alcance para obligarme a renunciar, nunca me rendí porque nunca me rindo y el
Ministro se vio obligado a solicitar un decreto desde la Vicepresidencia, de
modo que se nombró un nuevo director (hoy también destituido ya) sin ejecutar
legalmente mi salida. Alguien dijo que me querían preso y me alegré porque
desde la cárcel podría producir un terremoto mediático internacional para
alertar sobre lo que ocurría, tomando en cuenta que yo denuncié la destrucción
cultural de Irak, se acobardaron y luego el tiempo me dio la razón para
resistir toda infamia. Te confieso que no fueron ocho meses de tranquilidad
sino de combate contra décadas de inercia, y todavía mi nombre es sinónimo de
horror para los burócratas de izquierda o derecha, pero también es sinónimo de
esperanza para los bibliotecarios jóvenes que quieren transformaciones que
dejen atrás siglos de servidumbre cultural a EUUU en el manejo de la
información. Y un día esto sucederá, quise dejar un antecedente.
Fuiste Director de la Biblioteca Nacional, escribiste
libros, vivís dentro de la cultura de Oriente, estuviste en situaciones
conflictivas, en Buenos Aires aún se recuerda tu encendido discurso sobre la
destrucción de libros, defendiste un modo de entender el mundo ¿Como te ves
dentro de unos años? ¿qué sigue? ¿te imaginás ligado a la docencia, a seguir
publicando, tomar otros rumbos?
Me gusta el azar, soy un nómada incurable, Daniel. Hoy quiero
conocer los sistemas de bibliotecas móviles de Medio Oriente y África y he
visitado las bibliotecas de Camellos de Mauritania, Marruecos, Egipto y Malí,
he recorrido parte de África ayudando a llevar libros a los niños, acabo de
concluir dos libros de 600 páginas (en noviembre de 2012 sale el primero y es
una sorpresa), estoy justo investigando la ruta transahariana de los libros, no
hay un país del Medio Oriente que no haya recorrido, voy lo más lejos que puedo
porque quiero dedicar mi vida a despertar la pasión por los libros, y me veo a
mí mismo en marcha, en un rol social de apoyar a los más humildes y necesitados
porque tenemos que vencer las barreras de un mundo que fomenta la competencia y
no la solidaridad, un mundo que premia el egoísmo en lugar de reconocer que la
cooperación es lo que hace humanos. Defiendo día tras día el patrimonio
cultural porque es nuestra herencia, la que nos recuerda que nuestra supervivencia
se debe a la revolución que pasó de la dependencia estrictamente biológica a la
cultura.
Hace poco escribiste algo muy sentido sobre Hugo García,
compartieron un encuentro memorable en la Biblioteca Nacional, recientemente se
creó una Cátedra Abierta en su homenaje ¿qué recordás de aquel día?
Me entristece hablar de Hugo García porque ya está muerto y toda
esa energía, toda esa ética, toda esa curiosidad, se ha perdido. Hugo era el
mejor ejemplo de un bibliotecario con compromiso social. Pero por otra parte me
siento orgulloso de haberlo conocido y compartido porque hoy puedo decirle a
las nuevas generaciones que son hombres como Hugo García los modelos a seguir:
todavía me viene a la memoria un escrito suyo sobre la censura, sus ideas sobre
la formación, y la dirigencia sindical con conciencia crítica que necesitan las
instituciones bibliotecarias. Para mí, Hugo García era uno de esos grandes
seres que a su paso dejan una semilla para que sepamos que debemos insistir en
el amor por lo que hacemos.
¿Cómo definirías a un bibliotecario?
Dado que han cambiado las condiciones en estos inicios del siglo
XXI, un bibliotecario debe ser un activista del conocimiento al servicio de las
transformaciones populares basadas en la transparencia de la información, en la
defensa integral del patrimonio bibliográfico y un agente comunitario con una
visión democrática que facilite la formación popular de un espíritu crítico y a
la vez creativo, participativo, en las bibliotecas. Creo que el bibliotecario
debe ser ante todo un luchador con responsabilidad social, partidario ante todo
de la pluralidad cultural, defensor del libro como signo de identidad y con la
capacidad de fomentar la lectura y la ciudadanía local y global. La crisis
económica mundial ha puesto en evidencia que hay una corriente a favor de
privatizar el conocimiento, recortar reivindicaciones laborales, constituir
grandes latifundios informativos, y eso hay que enfrentarlo con principios
cooperativos, con unidad sincera y consciencia popular.
¿Recordás la primera vez
que entraste a una biblioteca? ¿como fue?
Borges dijo una vez que
para él una biblioteca era el paraíso, uno de los mitos religiosos más potentes
de las religiones conocidas. Para mí, que conocí la pobreza más ruda en mi
infancia, una biblioteca siempre fue un refugio contra la desesperanza, contra
la exclusión, contra la ignorancia, contra la soberbia, contra el dogmatismo.
La primera vez que entré en una biblioteca de aldea era muy niño y mi madre me
dijo: “Aquí te dejo junto a los que serán tus mejores amigos, los libros”. Fue
una iniciación, una forma extraordinaria de comprender que no sólo estaba en un
lugar físico sino en una dimensión espiritual. Sin saberlo, la biblioteca se
convirtió repentinamente en mi escuela para asumir con plenitud la importancia
de la justicia, la vida y la memoria.
Nota: la entrevista fue publicada en la Revista Fuentes
del Congreso de Bolivia en
Rev. Fuent. Cong.,
Diciembre 2012, vol.6, no.23. ISSN 1997-4485
A modo de epílogo:
Quien suscribe ha
elegido este modo de finalizar el presente año, mediante la difusión de una
entrevista realizada a un bibliotecario-símbolo. Este espacio pretende ofrecer
documentos de trabajo, pero sobretodo saber que pensamos quienes estamos detrás
del mundo de los libros y las bibliotecas, porqué hacemos lo que hacemos, el
sentido profundo de nuestra vocación.
Por lo demás, les deseo
sinceramente un buen cierre y apertura de ciclo.
Hasta pronto.
Daniel