Sergipe, nordeste del Brasil: Paulo Freire
inicia una nueva jornada de trabajo con un grupo de campesinos muy pobres, que
se están alfabetizando.
—¿Cómo estás, João?
João calla. Estruja su sombrero. Largo
silencio, y por fin dice:
—No pude dormir. Toda la noche sin pegar los
ojos.
Más palabras no le salen de la boca, hasta que
murmura:
—Ayer yo escribí mi nombre por primera vez.
De “Los hijos de los días”,
Eduardo Galeano.
“Nadie es, si se prohíbe que otros sean”, esto
lo dijo alguna vez Paulo Freire (1921-1997)
uno de los más significativos pedagogos del siglo XX. Cultivó un
principio del diálogo que influenció a profesores y alumnos de un modo
inusitado. Lo llamaron el “pedagogo de los oprimidos”, abriendo las esperanzas
de muchísimos analfabetos que vieron en su figura un sentido de emancipación y
crecimiento espiritual. Por razones políticas fue exiliado de su patria (o
matria como prefería decir Unamuno), calificado de “subversivo” y obligado a
sembrar conciencias en otras tierras.
Doctorado en Letras, se graduó con la tesis,
«Educación y actualidad brasileña», donde empezó a vislumbrar las bases de su
método, considerando que todo proceso educativo debe partir de la realidad que
rodea a cada individuo. Bastó que en 1963, como Director del Departamento de
Extensión Cultural de la Universidad de Recife, pusiera en práctica su primera
experiencia educativa de grupo (alfabetizando cerca de 300 trabajadores rurales
en un mes y medio) para que fuera acusado por la oligarquía y por ciertos
sectores de la Iglesia de agitador político.
Los caminos de la vida lo llevaron por
diferentes rumbos académicos y sociales. No es intención de este espacio
abundar en estudios biográficos, sino detenerse en el sentido de sus
intervenciones, cuyas prácticas resultan de enorme valor para aquellos
bibliotecarios que deseen brindar servicios en zonas socialmente vulnerables,
con altos índices de analfabetismo y desigualdad social y económica.
El silencio suele ser la respuesta de los
oprimidos ante las injusticias, intentar romper esa pasividad lleva mucho
tiempo, no se trata de convencer, sino de alimentar la capacidad crítica de
quienes conocen una realidad que a pocos importa. Una comunidad cambia cuando
se es consciente de las carencias y de las fortalezas propias del conocimiento
adquirido por educación familiar, actuando como colectivo desde un contexto
social y político, para la cual es necesario dominar prácticas de lectura y
escritura. Numerosas comunidades indígenas de Argentina hoy en día no tienen
escritura materna como tampoco dominio de escritura en lengua franca, los
procesos de lecto-escritura son aislados y por lo general no incluyen una
relación permanente en el tiempo, se asemejan a cursos de libre acceso buscando
cumplir con un programa establecido, donde es frecuente la ausencia de diálogo
previo, de conocimiento real de quienes buscan mejorar sus relaciones con la sociedad
que los rodea, y a la vez liberarse de sus históricas ataduras.
Decía Paulo Freire:
“La pedagogía del oprimido, como pedagogía
humanista y liberadora tendrá, pues, dos momentos distintos aunque
interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo
de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación, y,
el segundo, en que, una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía
deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de
permanente liberación”.
Dichos procesos no se cumplen de la noche a la
mañana, se necesita una construcción colectiva y una mutua comprensión
intercultural, donde ciertamente el conocimiento se pueda construir según los
parámetros del mundo que habitamos, por ende no habrá una “transmisión” de
conocimiento, sino más bien un fructífero entrecruzamientos de ideas y saberes.
En una escuela de Tilcara, provincia de Jujuy
(norte argentino), se registró una representación sobre el valor del
conocimiento local que sin embargo no era incluido en los contenidos escolares,
el siguiente diálogo se desarrolla entre Doña Petronila Vale, una pastora que
sólo concurrió a primer grado en una escuela rural, y su hijo, supuestamente
cursando el secundario, al llegar a casa luego de una jornada educativa:
-¿Quí has aprendido hoy en la escuela hijito?
-Los afluentes del Mar Caspio, mamá.
-¿Quí es eso, pues?
-Los ríos que van a cargar sus aguas al Mar Caspio.
-¡Chiú, qué bueno! Como aquí todas las quebraditas que bajan al Río Grande. ¿Esas las sabís?
-No todas.
-Esas son pues las que hacen crecer el río que nos lleva los sembrados.
-Los afluentes del Mar Caspio, mamá.
-¿Quí es eso, pues?
-Los ríos que van a cargar sus aguas al Mar Caspio.
-¡Chiú, qué bueno! Como aquí todas las quebraditas que bajan al Río Grande. ¿Esas las sabís?
-No todas.
-Esas son pues las que hacen crecer el río que nos lleva los sembrados.
Y entonces Doña Petronila se levantó y se puso
a "dar clase" sobre el tema. Siendo su papá arriero, y habiéndolo
acompañado por años, ella conocía muy bien todas esas quebradas.
Con esto se quiere significar cómo la escuela
vuelve a los alumnos eruditos de lo ajeno e ignorantes de la propia cultura.
Con lo cual dos tipos de educación pierden la posibilidad de complementarse,
pudiendo fortalecer el aprendizaje del alumno con el conocimiento endógeno de
los ancianos, muchos de ellos analfabetos. Creo que en este caso habría que
resignificar el sentido del diálogo según el plano cultivado por Paulo Freire,
las posibilidades que se abren serían infinitas, arborescentes,
multidisciplinares…llevar esa posibilidad al aula, para potenciar el saber que
el alumno ya trae desde la educación familiar. La conversación es un fenómeno
humano que los antiguos griegos practicaron para entenderse amablemente con sus
semejantes, acercarse a otras formas de conocimiento solo es posible a través
del diálogo sincero, buscando entender cada sistema de pensamiento, y
paralelamente comprender el contexto en el cual se desarrolla dicho sistema.
Históricamente se ha considerado la
lecto-escritura como una tarea esencial en los llamados “servicios de extensión
bibliotecarios”, es deseable una biblioteca con los libros estropeados pero
leídos que una biblioteca inmaculada donde sus materiales no se consultan, las
tareas de alfabetización requieren bibliotecarios comprometidos con su tiempo,
donde el acceso al documento sea posible, pero también ofreciendo elementos
para el cultivo de la lectura y la escritura, un trabajo de evolución dinámica
basado en prácticas inclusivas, de complementación con el docente y con el
pedagogo, ahí tenemos mucho que aprender y revisar de lo realizado por Paulo
Freire, acompañar los procesos educativos según las potencialidades del
contexto cultural de los usuarios, reflexionando sobre los alcances de las
propuestas, propiciando un crecimiento y una intervención, para que sea genuina
la idea de construcción social, política y cultural de un barrio, comunidad o
pueblo.
Como dice el autor de esta nota: “El método
de Freire es fundamentalmente un método de cultura popular, que, a su vez, se
traduce en una política popular: no hay cultura del pueblo sin política del
pueblo. Por este motivo, su labor apunta principalmente a concienciar y a
politizar. Freire no confunde los planos político y pedagógico: ni se absorben,
ni se contraponen. Lo que hace es distinguir su unidad bajo el argumento de que
el hombre se hace historia y busca reencontrarse; es el movimiento en el que
busca ser libre. Ésta es la educación que busca ser práctica de la libertad”.
Es deseable facilitar las diferentes fases del
método de Paulo Freire para la alfabetización, donde según el autor es
necesario seguir el método activo dialogal y crítico.
1º Fase: Levantamiento del universo “vocabular”
(universo de las palabras habladas en el medio cultural del alfabetizando) de
los grupos con los cuales se trabaja. Se extraen los vocablos de más ricas
posibilidades fonéticas y de mayor carga semántica, con sentido existencial y
emocional.
2º Fase: Elección de las palabras seleccionadas
del universo “vocabular” investigado.
3º Fase: Creación de situaciones existenciales
típicas del grupo con el que se va a trabajar.
Las palabras utilizadas reciben el nombre de
generadoras, ya que a través de la combinación de sus elementos básicos
propician la formación de otras. A partir de esas palabras se configuran las
situaciones existenciales.
4º Fase: Elaboración de guías (Flexibles) que
auxilien a los coordinadores de debate en su trabajo.
5º Fase: Descomposición de las familias
fonéticas correspondientes a los vocablos generadores.
Se plasman las situaciones en láminas,
diapositivas o proyecciones que, de la experiencia vivida por el alfabetizando,
pasan al mundo de los objetos.
De uno en uno, los educandos van todos haciendo
palabras nuevas con las posibles combinaciones a su disposición. Este proceso
va creando conocimientos de palabras que enriquece la posibilidad de decirse
diciendo su mundo.
A continuación se comparte las llamadas “20 máximas de
Paulo Freire”, releerlas implica una idea de reencuentro entre
semejantes, de escuchar al otro, de promover un acercamiento y una construcción
de un “nosotros” en tanto comunidad, pueblo, cultura.
1. Es necesario desarrollar una pedagogía de
la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los
profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho (habría que
reiterarlo constantemente, gran verdad)
2. Una visión de la alfabetización que va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado.
3. Enseñar exige respeto a los saberes de los educandos (evidente sobretodo en comunidades indígenas y rurales)
4. Enseñar exige la corporización de las palabras por el ejemplo. (práctica habitual en numerosas comunidades, donde se utilizan los consejos como modo de educación)
5. Enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando.
6. Enseñar exige seguridad, capacidad profesional y generosidad.
7. Enseñar exige saber escuchar.
8. Nadie es, si se prohíbe que otros sean.
9. La Pedagogía del oprimido, deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación.
10. No hay palabra verdadera que no sea unión inquebrantable entre acción y reflexión.
11. Decir la palabra verdadera es transformar al mundo.
12. Decir que los hombres son personas y como personas son libres y no hacer nada para lograr concretamente que esta afirmación sea objetiva, es una farsa.
13. El hombre es hombre, y el mundo es mundo. En la medida en que ambos se encuentran en una relación permanente, el hombre transformando al mundo sufre los efectos de su propia transformación.
14. El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas (pensar por sí mismos, desde el entendimiento del propio contexto cultural)
15. Solo educadores autoritarios niegan la solidaridad entre el acto de educar y el acto de ser educados por los educandos.
16. Todos nosotros sabemos algo. Todos
nosotros ignoramos algo. Por eso, aprendemos siempre (gran verdad)
17. La cultura no es atributo exclusivo de la burguesía. Los llamados "ignorantes" son hombres y mujeres cultos a los que se les ha negado el derecho de expresarse y por ello son sometidos a vivir en una "cultura del silencio" (decía Oscar Wilde en “De profundis” que “solo en el alma de un ignorante puede haber espacio para una gran idea).
18. Alfabetizarse no es aprender a repetir palabras, sino a decir su palabra.
19. Defendemos el proceso revolucionario como una acción cultural dialogada conjuntamente con el acceso al poder en el esfuerzo serio y profundo de concientización.
20. La ciencia y la tecnología, en la sociedad revolucionaria, deben estar al servicio de la liberación permanente de la HUMANIZACION del hombre. No siempre es fácil sepultar a nuestros muertos... la presencia de la ausencia nos va volviendo más capaces... Nadie que sufra una pérdida sustancial continúa siendo el mismo de antes. La reivindicación es una exigencia de la vida. (de que sirve una herramienta si no sabemos en qué situación la vamos a aplicar, preguntarse el que y para que de cada herramienta)
Vaya un pequeño relato de Eduardo Galeano para
despedirnos momentáneamente de este gran docente brasileño:
En el año 2009, el gobierno de Brasil pidió
disculpas a Paulo Freire. Él no pudo agradecer el gesto, porque llevaba
doce años de muerto.
Paulo había sido el profeta de una educación
solidaria.
En sus comienzos, daba clases bajo un árbol.
Había alfabetizado a miles y miles de obreros del azúcar, en Pernambuco, para
que fueran capaces de leer el mundo y ayudaran a cambiarlo.
La dictadura militar lo metió preso, lo echó
del país y le prohibió el regreso.
En el exilio, Paulo anduvo mucho mundo. Cuanto
más enseñaba, más aprendía.
Hoy, trescientas cuarenta escuelas brasileñas
llevan su nombre.