Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

viernes, 30 de mayo de 2025

Sobre el entendimiento de la autoidentificación indígena


Pautar un entendimiento del concepto “indígena” remite a la necesidad de comprender, por parte de la ciudadanía, la importancia de la autoidentificación como pueblo indígena de cada hombre o mujer que sea descendiente de la cultura de un pueblo originario. Las lenguas indígenas van asociadas a una comprensión simbólica del universo, cuyas formas de conocimiento son únicas, y que suelen estar vinculadas con la interacción del medio ambiente y el respeto a los ecosistemas. La relación establece un equilibrio que en la mayoría de los casos tiene por obstáculo el conjunto de prácticas de las propias sociedades hegemónicas, desconociendo esa sabiduría y limitando el cuidado de sus recursos naturales.

Según las Naciones Unidas (ONU), hay más de 476 millones de pueblos indígenas repartidos en 90 países, que representan alrededor del 6,2% de la población mundial, y es realmente significativo que este organismo no ha adoptado una única definición oficial del término “indígena”, dirimiéndose en muchos aspectos terminologías que solo encuentran lugar en un contexto enciclopédico, sin lograr representar el sentido comunitario e identitario de las culturas originarias. En algunas situaciones, parecería que buena parte de la preocupación está centrada en cómo denominar, desde el atril de un comité especializado, aquello que en la mayoría de los casos no se comprende, ya sea por falta de interés como de cierta ligereza para situar en un plano más equitativo el concepto básico de persona o gente.

En líneas generales, a esta parte de la sociedad se los considera descendientes, según una definición común, de quienes habitaban un país, un territorio o una región geográfica en la época en que llegaron personas de diferentes culturas u orígenes étnicos, lo que originó que las poblaciones recién llegadas, se terminaran convirtiendo en dominantes mediante la conquista, la ocupación, el asentamiento u otros medios.

Según lo ha definido la Secretaría del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la ONU (UNPFII), la concepción de una terminología que identifique aspectos característicos de los pueblos originarios está basada en lo siguiente:

• Autoidentificación como pueblos indígenas a nivel individual y aceptación por la comunidad como miembro.

• Continuidad histórica con las sociedades precoloniales y/o anteriores a los asentamientos.

• Fuerte vínculo con los territorios y los recursos naturales circundantes.

• Sistemas sociales, económicos o políticos distintivos.

• Lengua, cultura y creencias distintas.

• Formar parte de grupos sociales no dominantes.

• Mantener y reproducir sus entornos y sistemas ancestrales como pueblos y comunidades distintivos.

Pero invariablemente, el problema del nombre encuentra un concepto tan complejo como central para intentar describir el sentido de esta problemática, ese concepto es el de identidad, lo que hace que, en buena parte de la discusión, se pierda tiempo en definir el alcance de una palabra (bajo criterios ajenos a la propia cultura) en vez de identificar qué significa pertenecer a un pueblo originario. Allí resulta inevitable prestar atención, desde el propio terreno de los derechos humanos, a lo que implica comprender el criterio fundamental de la autoidentificación, desde una escucha atenta y bajo una perspectiva intercultural. Según diferentes diccionarios, la etimología de la palabra "identidad" proviene del latín tardío identĭtas, -ātis, y este derivado del latín ídem “el mismo”, “lo mismo”. Por lo tanto, la identidad se refiere a la cualidad de ser idéntico, es decir, de ser uno mismo o de tener las mismas características.

Tal como lo plantea la UNPFII, el término "indígena" ha prevalecido como término genérico durante muchos años. En algunos países, puede haber preferencia por otros términos, como tribus, indios, aborígenes, pueblos tribales, pueblos originarios, pueblos nativos, naciones indígenas, grupos étnicos, o denominaciones aún más despectivas o prejuiciosas como ha ocurrido en Argentina con el término “cabecitas negras” que englobaba no solamente a los descendientes de culturas originarias y grupos migrantes de las provincias, sino también cuestiones asociadas a la pobreza y marginalidad. Asimismo, surgen otros términos de carácter social y geográfico como cazadores-recolectores, nómadas, campesinos, o vinculados con los lugares que habitan, como montañas, valles, selvas y llanuras entre otros.

Lo que no se puede negar es que esa concepción del término en muchos casos va ligada a una serie de connotaciones negativas, con base en el desconocimiento, la estigmatización, la desvalorización y las generalizaciones comunes, lo que ha llevado a muchos paisanos a no interesarles revelar ni definir su origen, situación que invariablemente afecta a los descendientes familiares y que se encuadra dentro de la discriminación existente hacia estas poblaciones, sin valoración alguna por la cultura de la que forman parte y del conocimiento que cultivan al interior de sus comunidades, tanto desde contextos medicinales como ecológicos, artísticos y alimenticios. El vínculo con la tierra que los rodea es fundamental para comprender su supervivencia física y espiritual, ideas sostenidas desde los valores y los desarrollos colectivos basados en el bien común y la reciprocidad, conceptos que Carlos Martínez Sarasola reivindicaba bajo la necesidad de construir puentes que permitan un encuentro genuino con otras formas de conocimiento.

Es necesario adscribir a los procesos endógenos de reidentificación indígena, que tal como lo expresó el autor de Nuestros paisanos los indios, deriva el concepto de reetnización como vía para llegar a la eventual restitución de sus derechos como pueblos originarios. El término es vital porque habilita la reflexión crítica sobre el delicado tema de la construcción (y reconstrucción) de identidades en poblaciones de ascendencia indígena, así como el concepto de “etnogénesis”, en el sentido que le dio el antropólogo y etnólogo estadounidense William Sturtevant, cuando a principios de la década de 1970 lo define como el “establecimiento de la distintividad grupal”.

Siguiendo estos criterios, resulta un aporte el entendimiento de una investigadora estadounidense de Bibliotecología Indígena, Loriene Roy – primera presidenta indígena de la Asociación Americana de Bibliotecas (ALA) en el año 2007– quien expresó, ante la pregunta "¿quién es indígena?", que las comunidades tribales son las que determinan quiénes son sus miembros, definidos desde las propias familias indígenas, situación que requiere comprender los orígenes, la continuidad y la singularidad de las comunidades nativas. Es para destacar que, para muchos pueblos indígenas, el acto de definir replica una actitud colonial de detallar y puede percibirse como una disminución del conocimiento y el reconocimiento de los pueblos originarios. Definir estrictamente a los pueblos indígenas puede, por lo tanto, percibirse como un paso hacia el cuestionamiento de sus identidades y la perpetuación de la tediosa nomenclatura de clasificar a los pueblos indígenas como “el otro” o “los otros”, incluso hasta llegar al punto de que un investigador externo a la cultura puede adjudicarse el hecho de interpretar quién pertenece a una nación tribal y quién no.

Esta situación genera un problema si se eluden prácticas éticas, ya que inventar una definición de la identidad de los pueblos indígenas habilita luego crear obstáculos dentro de los límites de esta definición, lo que hace que buena parte de quienes son objeto de estudio no tengan acceso a sus propios registros escritos y desconozcan todos los detalles de su propia historia, posición que invariablemente obliga en cierto punto a que dichas categorías sean aceptadas,  en un escenario académico de homogeneización de los grupos humanos examinados, limitados en su conjunto a ser herramientas teóricas sin posibilidad de elevar voz alguna, y quedar anclados en consecuencia a una suerte de codificación binaria del mundo. Esa perspectiva dominante instala las concepciones peyorativas bajo las cuales son descriptos los paisanos al resto de la sociedad, es por eso que se resalta la postura de Loriene Roy –quien además pertenece al grupo de pueblos indígenas anishinabe, culturalmente relacionados en la región de los Grandes Lagos de Canadá y Estados Unidos, y miembro de la tribu chippewa de Minnesota– bajo la cual se comprende las características de los pueblos indígenas desde sus propias autopercepciones, entendimiento que es compartido por instituciones como la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias (IFLA) para evitar actitudes colonizadoras a la hora de tratar de comprender quienes son aquellos que forman parte de una comunidad indígena.

Bajo este contexto resulta interesante el espacio que la Secretaría del Foro Permanente de la ONU le otorga a la participación política de los pueblos originarios, desatención marcada por los innumerables casos de genocidios, etnocidios y destrucciones comunitarias que muchas comunidades padecieron en nombre del Estado, lo que repercutió en una absoluta ausencia de representación y participación política, con realidades marcadas por la marginación económica y la pobreza, la falta de acceso a los servicios sociales y la permanente discriminación sufrida en forma cíclica por las distintas generaciones. Esta disposición –marcada también por el histórico entendimiento del “día de la raza”- nos lleva a dedicar un espacio mayor a los derechos indígenas, que muchas veces, desde la letra escrita de las constituciones, habilita una defensa pero que en la realidad no se ejecuta ni se respeta, esos problemas comunes impactan en sus identidades, en sus formas de vida y en su derecho a las tierras, territorios y recursos naturales tradicionales, donde terminan siendo desplazados de sus propias viviendas, a pesar de la legislación internacional que habilita la recuperación de sus derechos.

Nombrar o categorizar algo ubica al autor en un plano jerárquico en el que la idea de autoridad estará siempre visibilizada desde la punta de una pirámide. Bajo esa lógica, los que se encuentran en la base de esa figura deben aceptar dicha denominación sin lugar a la interpelación. Se requiere la necesidad de un diálogo y de un encuentro, desde un plano horizontal y sin ningún tipo de paternalismos, en donde las conductas deben reflejar un criterio moral y ético basado en el intercambio genuino de conocimiento, con base en las argumentaciones y estudios realizados a conciencia.

Tenemos que preguntarnos por qué nadie cuestiona que las puertas de una comunidad indígena siempre se encuentran abiertas para que ingresen los investigadores, sin embargo, las puertas de los hogares de quienes investigan a esas familias, no suelen estar abiertas para los paisanos, aún si existiera de parte de ellos la necesidad de una visita y una conversación. Durante mucho tiempo se tornó habitual obtener información sin dar nada a cambio, y acaso algo más cuestionable, obtener datos vinculados con áreas de interés como la medicina, la farmacopea tradicional, el chamanismo o la etnomusicología, sin retribuir reconocimiento alguno a la autoría intelectual de dichos conocimientos. Quienes cierran sus puertas son los que se permiten definir conceptos sobre las personas, al final del día, solo queda una etiqueta, visible en una enciclopedia, un artículo científico o un libro.  

En esa ausencia de acuerdo, los nombres propios quedan invisibles, y los problemas “de los indígenas” siguen sin resolverse.

Fuentes consultadas:

Escolar, Diego (2007). Los dones étnicos de la Nación. Identidades huarpe y modos de producción de soberanía en Argentina, Prometeo, Buenos Aires.

Library services to indigenous populations: case studies. Compiled and edited by Loriene Roy (Anishinabe), PhD & Antonia Frydman, MSIS. Disponible en: https://www.ifla.org/wp-content/uploads/2019/05/assets/indigenous-matters/publications/indigenous-librarianship-2013.pdf

Martínez Sarasola, Carlos (2010). De manera sagrada y en celebración: identidad, cosmovisión y espiritualidad en los pueblos indígenas. Buenos Aires: Editorial Biblos. Colección Biblios/Desde América.

Martínez Sarasola, Carlos (2012). Pueblos Originarios, Procesos de Reetnización y Reconstrucciones Comunitarias: El caso de la comunidad günün ä küna-mapuche Vicente Catrunao Pincén en las pampas argentinas. Disponible en: http://www.diversidadcultural.net/articulos/nro004/04-05-carlos-martinez-sarasola.pdf

Naciones Unidas. Los pueblos indígenas: respeto, NO deshumanización. Disponible en: https://www.un.org/es/fight-racism/vulnerable-groups/indigenous-peoples

Naciones Unidas. Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas. Disponible en: https://www.un.org/development/desa/indigenouspeoples/wp-content/uploads/sites/19/2018/11/UNDRIP_S_web.pdf

United Nations. Department of Economic and Social Affairs Indigenous Peoples. Disponible en: https://www.un.org/development/desa/indigenouspeoples/miembros-del-foro-permanente.html

United Nations Permanent Forum on Indigenous Issues. Indigenous Peoples, Indigenous Voices factsheet. Disponible en: https://www.un.org/esa/socdev/unpfii/documents/5session_factsheet1.pdf

Nota: la imagen fue publicada en el siguiente sitio: https://argentina.indymedia.org/2023/02/16/el-arcoiris-ajedrezado-la-wiphala-decodificada-por-rafael-bautista-s/

domingo, 4 de mayo de 2025

Algunas (breves) reflexiones sobre el paradigma de la Bibliotecología


Hace unos días, cruzando ideas entre bibliotecarios, me dejó pensando un comentario de Mirta Pérez Díaz sobre la necesidad de replantear el paradigma de nuestra profesión, y cómo la transversalidad era una forma de prolongar el alcance del servicio, es algo que tiene que ver con el sentido del rol social profesional de la Bibliotecología. Pensé que para articular ese concepto de carácter interdisciplinario era necesario discutir, dentro del mismo plano, el entendimiento de otro concepto ya estudiado en diferentes artículos: el del bibliotecario incrustado o embebido.

Cuando observamos ciertas ideas en el mundo del arte, como las profesadas por Marta Minujín, se puede advertir que la obra requiere apropiarse de una experiencia estética que supone participación del público, a punto tal que lo observado genera construcciones artísticas, literarias o filosóficas, incluso musicales o cinematográficas, que habilitan la creación de artefactos propios, interrelacionados desde la noción fractal y arbórea de las ideas, situación que convierte en creadores a los que simplemente participan de un evento colectivo.

Cuando nos preguntamos por el futuro de la disciplina, surgen los fantasmas vinculados con el avance de la tecnología, se habla de lo prescindibilidad de la profesión, que somos demasiados técnicos, que no entendemos las urgencias de las consultas, en definitiva, que no asociamos esa idea de que "todo tiene que ver con todo", y a su vez, nos invita a interrogarnos porqué, ante discusiones de carácter social y política, los bibliotecarios/as no somos considerados/as para opinar sobre hechos concretos en los que sí suelen tener visibilidad y presencia profesionales de otras disciplinas, como los antropólogos, etnógrafos, psicólogos, sociólogos, filósofos o docentes, de quienes se espera un aporte según su práxis académica, la posibilidad real de aportar soluciones -o inferir posibilidades- a los problemas que aquejan a una sociedad, sea cual sea su conflicto.

El bibliotecario incrustado fue un modo de comprender nuestra visibilidad en contextos de investigación, de transitar algunos planos donde poder articular nuestro oficio, pero pareciera que no alcanza, y es allí donde creo que debemos pensar a conciencia el concepto de transversalidad de nuestra disciplina, ver hacia dónde podemos llevar la técnica en virtud de otorgar respuestas desde el rol social bibliotecario, y no perder en el camino nuestro sentido humanista, escenario de disputa intelectual. Necesitamos atravesar todos los planos posibles, que la Biblioteca no se vuelva irresoluta, que el alcance de nuestro quehacer conecte al conjunto, caso contrario seguiremos apartados en esa invisibilidad que ciertamente no nos representa.

Así como la destacada artista expresa que "todo es arte", bien podríamos decir que "todo es información", y en tiempos de Inteligencia Artificial, no podemos dejar de transformar nuestras prácticas para lograr entre la ciudadanía alertar sobre lo visibles que podemos ser ante la urgencia de un requerimiento de carácter informativo, cultural, político, vale recordarnos que sin usuarios las bibliotecas no tienen sentido, y allí también es necesario incluir en esta discusión, el alcance genuino de las bibliotecas humanas y la idea -siempre innovadora e inquietante- del concepto "tercer lugar", ya frecuentado en teorías y ensayos bibliotecológicos.

Un texto de Jesús Tramullas abre algunas líneas reflexivas para evaluar: “Hannibal ad portas, o los futuros perfiles profesionales de la información”, en donde me dejó pensando sobre cierta preocupación expresada por el autor con relación a los perfiles profesionales, que vendría a ser según sus palabras "la pretendida invisibilidad de la profesión", es una idea que se percibe en esa reinvención de la rueda que otras disciplinas hacen con nuestro campo de trabajo, y que preanuncia un escenario ya citado por Tito Livio en alusión a las famosas batallas ganadas por Aníbal: “Sabes vencer, Aníbal, pero no sabes qué hacer con la victoria”.

Hay un hecho que atraviesa la conjetura, lo expresó Liangzhi Yu al decir que “una profesión desaparece cuando su misión se convierte en irrelevante para la sociedad o todas las actividades requeridas para su misión pueden ser automatizadas”, esa preocupación (y es esta una palabra que atraviesa buena parte del texto), también está relacionada con los perfiles profesionales, en donde se percibe que si referentes de otras disciplinas reinventan la rueda en nuestro campo profesional, habilita indirecta y progresivamente la pretendida invisibilidad de la profesión. Así también lo observa Tefko Saracevic cuando menciona sobre la interfaz o comunicación que debe darse entre las personas y los registros del conocimiento humano. El punto es que el entorno cambiante exige adaptaciones rápidas de los bibliotecarios/as, lo que lleva, casi sin advertir el contexto, a una inevitable vigilancia del entorno y al replanteo del alcance profesional bajo un proceso continuo.

Las profesiones suelen definirse a través de las competencias y habilidades de los profesionales, y en este escenario resulta muy positivo que entre dichos atributos se encuentre la capacidad para resolver problemas, trabajar en equipo y proponder al aprendizaje permanente. El problema que esta posibilidad genera es que la identidad profesional de los bibliotecarios/as evoluciona en forma constante, donde pareciera que no alcanza con adquirir nuevas habilidades vinculadas con la innovación, los entornos digitales y la inteligencia artificial, aquí es necesario reflexionar sobre los cambios culturales y nuestro papel como gestores de la información, si realmente entendemos al destinatario de nuestros servicios y de nuestra vocación.

Hay una reflexión muy acertada de Mirta, que aporta claridad en medio de los conceptos transitados por el profesor de la Universidad de Zaragoza, cito sus palabras: El arte, como una particular manera de expresar emociones y percepciones sobre una realidad, independientemente de los valores estéticos, es transversal a todos los grupos humanos, épocas y espacios. Y también lo es la información, sin considerar las intencionalidades que subyacen. Pero creo que el punto crítico está en el receptor. Se modelizan conductas sociales con baja o nula capacidad crítica, se estimula la alienación colectiva con gran dependencia tecnológica, y se anula la interacción social. Sobre lo que no hay duda, es aquello que tan bien señalaba Tramullas años atrás, “la vigilancia del entorno y los replanteamientos profesionales deben ser un proceso continuo. La Sociedad de la Información no puede arriesgarse a perder”. 

En un entorno tan volátil, dinámico, de cambio rápido y continuo desarrollo profesional, deberíamos preguntarnos o cuestionarnos si ya no es un poco tarde para revertir este contexto. Por lo tanto, resulta ineludible discutir porqué, como bibliotecarios/as, no realizamos aportes concretos para evitar esa nula capacidad crítica y dependencia tecnológica observada por Mirta en aquella mesa de café, pensar si de alguna manera estamos haciendo algo para evitar esa anulación de la interacción social, si realmente nos interesa o tenemos conciencia de lo que significa la necesidad de trabajar algunas ideas para comprender el paradigma de la transversalidad, he allí un punto crítico, y Anibal está a las puertas, una vez más.

PD: la mesa de café, que incluyó a Mirta Pérez Díaz y Javier Areco, pareciera ser una práctica en riesgo de extinción entre bibliotecarios, me hizo pensar sobre lo bueno que resulta, de tanto en tanto, intercambiar reflexiones sin una pantalla de por medio, podría ser también un tema para analizar, en medio de tantas cosas que se están perdiendo.                                                                                      

Textos consultados: 

Tramullas, Jesús (2016). “Hannibal ad portas, o los futuros perfiles profesionales de la información”. El profesional de la información, v. 25, n. 2, pp. 157-162. Consultar en: https://zaguan.unizar.es/record/70750/files/texto_completo.pdf?version=1

Marta Minujín y su plan de operaciones. Alejandra Varela. Página 12. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/805559-marta-minujin-y-su-plan-de-operaciones