La oralidad está compuesta de memorias, recuerdos y
conocimientos, que al ser recreados enriquecen el sentido de lo que se pretende
comunicar. En algunos casos, estás prácticas incluyen la utilización de
imágenes simbólicas que buscan estructurar lo que es preciso verbalizar (a modo
de ejemplo la utilización en ciertas culturas, de bastones para “explicar” con
dibujos en el suelo lo que se va narrando, como ocurre con los denominados
“palabreros” de la cultura Wayuu colombiana) [Epinayuu, 2009], incluso las
onomatopeyas o sonidos son considerados al transcribir un documento oral. La
oralidad implica de algún modo conceptualizar un conocimiento cultivado en la
memoria, otorgándole un carácter dinámico e interrogativo al pasado de una
cultura.
El trabajo con fondos orales permite la posibilidad de
reconstruir el pasado histórico de los pueblos afectados por conflictos
bélicos, migraciones forzadas o persecuciones motivadas por temas ideológicos,
religiosos o de condición sexual. En tal
sentido, una experiencia que esclarece este concepto lo constituyen los
archivos orales, con testimonios de personas víctimas del terrorismo de Estado
(entrevistas audiovisuales) cuyo objetivo era documentar historias de vida,
para de este modo facilitar el estudio e investigación de los procesos
históricos relativos a la memoria social de una comunidad, pueblo o país (a
modo de ejemplo el Archivo Oral de Memoria
Abierta y el Archivo del patrimonio
inmaterial de Navarra), aquí la utilización de fuentes no documentales
(principalmente orales y gráficas) favorecen la reconstrucción histórica de un
pueblo, distinguiendo las diferencias existentes entre memoria e historia oral.
En relación al Archivo
del patrimonio inmaterial de Navarra, un criterio interesante ha sido agrupar
los recuerdos y experiencias en una serie de apartados:
-Memoria sobre el pasado cercano (recuerdos y
testimonios audiovisuales que los informantes conservan como testigos
presenciales en relación con hechos históricos relevantes vividos).
-Testimonios transmitidos de generación en
generación sobre el pasado remoto (suele ser un conjunto de explicaciones
históricas –o pseudohistóricas– muy esquematizadas, puesto que han perdido la
precisión y el rigor de muchos datos contextuales, sobre hechos históricos
lejanos, se tratan de percepciones con poca representatividad histórica).
-Historias de vida que integren recuerdos y
experiencias sobre la vida cotidiana y casos, teniendo presente que todos ellos
se integran en el relato biográfico (relatos individuales que no pertenecen a
la colectividad y que se perciben como "históricos", cuyo método es
descriptivo y se recoge sobre individuos concretos, normalmente relatado por
ellos)
-Memoria gráfica (recopilación de imágenes
antiguas de las localidades a investigar que evidencien desde lo icónico su
evolución social, cultural y productiva, según los cambios que han
experimentado).
En el tratamiento documental con sociedades
ágrafas existen algunas categorizaciones en relación a la oralidad:
-carácter acumulativo (el conocimiento antiguo
no pierde validez)
-carácter redundante (repetición de discursos)
-carácter conservador y tradicional (capacidad
de la memoria oral y su valoración)
-carácter participante (el saber se discute
colectivamente)
-carácter situacional (aprendizaje desde la
práctica)
-carácter homeostático (rasgos de aquellas
sociedades que viven el presente desprendiéndose de los recuerdos que ya no
tienen pertenencia actual), en este caso es válido suponer que el registro de
los fondos orales recupera y preserva un modo de entendimiento generacional.
Tal como lo afirma Vaca
Cárdenas (2017), la memoria histórica la constituyen recuerdos, percepciones y
experiencias de la gente viva sobre su pasado, es un conjunto de testimonios
con los que trabaja la historia oral para reconstruir ese pasado. Los
testimonios son sobre todo de primera mano, de testigos presenciales, aunque a
veces se registran percepciones sobre un pasado más lejano o remoto fruto de la
transmisión oral intergeneracional. A través de la historia oral nos podemos
acercar a la vida cotidiana y a las formas de vida no registradas por las
fuentes tradicionales; nos enseña cómo pensaban, cómo interpretaban y
construían su mundo, y representan una perfecta introducción al conocimiento de
la experiencia individual y colectiva. Así, la historia se humaniza y
personaliza, porque acoge las expectativas, las emociones, los sentimientos y
los deseos de las personas.
Según el autor, esta subjetividad, lejos de
ser un demérito, es un punto de origen para la comprensión de la sociedad en la
que vive y ha vivido la persona. Sin embargo, si bien en ciertos contextos
(como podría ser los conflictos por guerras, persecuciones o terrorismo de
Estado), hay que ser conscientes de que el testimonio oral, revela más sobre el
significado y la valoración de los hechos que sobre los hechos mismos, es en
las culturas indígenas donde cobra otro tipo de sentido, ya que lo que se
recupera es sustancialmente un conocimiento adquirido por descendencia familiar
y/o comunitaria, en donde entran en juego un conjunto de saberes, destrezas y
técnicas que representan en forma endógena la riqueza interior de la cultura.
En estas situaciones el conocimiento está vinculado con la comunicación y las
diferentes maneras de cultivar la memoria social.
Por tal motivo, la comprensión de la identidad
cultural cobra un valor simbólico en la recuperación de narrativas orales.
Según refiere Lucía Golluscio, profesora de la cátedra de Etnolingüística de la
Universidad de Buenos Aires, quienes forman parte de poblaciones indígenas
adscriben a diversos entendimientos del concepto Identidad Cultural. La palabra
etnia (proveniente del latín y del griego) hace referencia a un pueblo
particular con determinada cultura. La etnología de fines del siglo XVIII
consideró como un atributo necesario de estos pueblos las características
raciales. En el contexto de formación de los nuevos estados-nación, la
antropología encontraba su objeto de estudio en conjuntos sociales definidos
por la coexistencia de dos elementos: raza y cultura. Los propios miembros de
las comunidades entienden en algunos casos a la identidad con la práctica de la
lengua materna, llevando a asociar la muerte de una lengua con la muerte de una
cultura [Woodbury, 2000].
En otros testimonios se percibe una relación
entre la práctica de compartir las ceremonias ancestrales con el sentido de
identidad “el día que no haya más lengua
(mapudungun) ni más nguillatún, ese día no habrá más mapuche” (no recuerdo
el autor o autora de esta frase, pero representa un hondo sentido de conexión
entre ambos conceptos). En este apartado se consideran las rogativas o
camarucos, fiestas anuales que representan los ciclos de la naturaleza, las
danzas ancestrales, ceremonias y celebraciones comunitarias, así como los
parlamentos que involucran a toda la comunidad, con un marcado sentido de
pertenencia a los valores de la cultura.
Un
punto de interés es representado a través de los patrones culturales que
guardan relación con la forma de vida social y comunitaria, profundamente
vinculados con la comprensión de la propia identidad (ejemplos registrados en
la etnia colla, donde es común visualizar, entre los diaguitas, omaguacas,
apatamas y grupos de origen quechua y aymara provenientes de Bolivia, una serie
de patrones culturales que guardan relación con la forma de vida andina,
economía pastoril de altura, agrícola de papa y maíz, recolección de algarroba
y sal, construcción de viviendas con piedra, medicina tradicional, instrumentos
musicales característicos, prácticas de “coqueo”, instalación de apachetas para
ofrendas, ceremonias de corpachadas, cultos y rituales a la Pachamama) lo que
no deja de entenderse como una forma de resistencia y preservación cultural
[Martínez Sarasola, 1992].
Indígenas
urbanos que ocuparon los más bajos estratos socioeconómicos, han llevado al
cuestionamiento de la pérdida de identidad en los centros de mayor
concentración demográfica, ejemplos de retracción lingüística reflejado
especialmente en los jóvenes que pierden la lengua materna y no tienen deseos
de conservarla, sin embargo se detectan casos donde los aspectos esenciales de
la identidad se resisten desde las prácticas de antiguos valores (algunos, como
entre los qom de Derqui, de modo simbólico, como lo ha sido la plantación en el
barrio de algarrobos, árbol representativo de la cultura), también es para
destacar que ciertas culturas, históricamente se han desplazado para obtener el
alimento, con lo cual en algunos casos es discutible la pérdida de identidad por
cuestiones de migración forzada.
Otro
aspecto que permite interpelar la identidad es la condición hereditaria, el
formar parte de un linaje marcado por la consanguinidad de los ancestros, un
sentido de pertenencia a una misma raza o condición social, con lo cual, se
tratan de elementos que simbolizan para las comunidades la propia comprensión
del concepto Identidad Cultural.
Quien
suscribe recuerda un trabajo de recolección de testimonios que fueron
posteriormente editados por la Fundación desde América [Documental Indígenas de
la Argentina. Un viaje por el arte y la cultura de los pueblos originarios,
2005], donde muchas de las respuestas giran en torno al orgullo étnico (no
avergonzarse de lo que cada uno es), la lengua recuperada, el recobrar tiestos
de la cultura (conocimiento de un origen y un pasado histórico), rescatar,
revalorizar y conservar costumbres, reconocer el conocimiento, la
espiritualidad, la cosmovisión originaria (cuyo principal obstáculo han sido
las misiones religiosas que buscaron instalar otros credos) y el legado
familiar.
También
se manifiesta el tema de los derechos (reivindicar el territorio, reafirmación
de los valores, reunirse en comunidad, recuperar la medicina de campo, reciclar
las artes milenarias, recuperar ceremonias y prácticas comunitarias, valorar la
propia producción artística) “si yo
ignoro lo que fueron mis antepasados, lo que fue mi abuelo, teniendo que
vestirme de otra manera, o hablar de tal manera, genera mucha confusión, hay
indígenas que no han perdido el valor espiritual a pesar de instalarse en
medios urbanos” [Alejandro Paisman - comunidad tehuelche Santa Cruz], “identificarse de lo que uno es” [Mabel
Pelo, comunidad ocloya, Jujuy] “no
avergonzarse de ser aborígenes, entendido como ser naturales” [Balbin aguaysol
comunidad diaguita Tucumán, Clemente Soria Aramallo, comunidad tupí guarani
Salta].
Liliana
Tamagno, antropóloga argentina, menciona tres aspectos de fortalecimiento
identitario: la lengua (perder la lengua no implica necesariamente
pérdida de la identidad, se evidencia en algunos casos una interrupción de la
memoria local por falta de hablantes bilingües); las relaciones de
parentesco (rupturas de lazos de origen, concepto de comunidad,
reconstrucción del “alma colectiva”) y la religiosidad (en este aspecto
la cosmovisión es un concepto más amplio, que incluye el término religión), en
la cosmovisión hay una visión totalizadora e integradora por parte del paisano,
relación del hombre con los animales y plantas que lo rodean, que es acaso un
pilar de la identidad indígena [Martínez Sarasola, 2010], asimismo la
espiritualidad es un componente de dicha cosmovisión, en el sentido de modos de
vida que encuentran su carácter simbólico y representativo en la celebración de
ceremonias ancestrales, recuperadas en su gran parte por las comunidades y sus
descendientes.
Otro
aspecto para entender la identidad es la relación del indígena con la tierra
(significación simbólica, valores, espíritus, sacralidad) y el territorio como
reafirmación de la identidad indígena (recuperar aquello que les fue
arrebatado, recuperar una relación con la tierra, un modo de aplicar la
espiritualidad perdida).
En
otros casos [Documental Indígenas de la Argentina. Un viaje por el arte y la
cultura de los pueblos originarios. Parte 6] se hace hincapié en conceptos como
el “Buen vivir”, tener entendimiento de lo que implica convivir en comunidad,
apreciar la cosmovisión originaria como un elemento clave de la identidad,
reencontrar el eje existencial, el respeto por todas las formas de vida, el
reconocimiento de la sabiduría de los ancianos, el sentimiento de pertenencia a
la tierra y al universo, la omnipresencia de la espiritualidad y lo sagrado.
Asimismo,
los fondos orales permiten registrar el discernimiento local sobre las
problemáticas y conflictos que solamente las propias familias comprenden y
padecen, entre ellas la imposición de una cultura escrita, sin considerar el
componente bilingüe e intercultural, la imposición de una creencia religiosa que minimiza su
cosmovisión, la imposición de un sistema jurídico que no reconoce sus derechos
fundamentales, como ser la libre elección de nombres personales o el despojo y
expropiación de sus tierras ocupadas ancestralmente (lo que deriva en su
condición migrante), la indiferencia e invisibilización de una sociedad que en
silencio despreció sus conocimientos, ignoró su patrimonio cultural y
desvalorizó su sistema de pensamiento, la problemática de las “dos educaciones”
(la educación estatal y la educación familiar indígena), la desvalorización de
sus prácticas medicinales y chamánicas, incluyendo la farmacopea tradicional,
causas y conflictos que al ser debatidos y salvaguardados en una colección
sonora, permite a la comunidad ofrecer su propio pensamiento documentado al
resto de la sociedad dominante de la cual forman parte.
Desde el campo de la
etnografía, existe registro de una disputa académica que aporta matices que
corresponde analizar, tiene su origen en unas palabras de Clifford Geertz: “los bosques están llenos de intérpretes
ansiosos” (1983), M. Di Leonardo lo traduce de una manera radicalmente
diferente, y es el permanente merodeo alrededor de la Otredad, aquellos tropos
eurocéntricos cuyos estudios no han tratado de generar un compromiso real con
las historias que se pretendieron recuperar, detalladas por intermedio de los
diversos grupos minoritarios, allí el autor afirma que la antropología tiene el
dudoso honor de “especializarse” en el más Otro, el Primitivo [Devalle, 2002]
idea que debemos tratar con cuidado, si como profesionales de la información,
pretendemos ofrecer un entendimiento genuino entre personas que cultivan otras
formas de conocimiento.
Sostener que la identidad puede ser fortalecida mediante la
construcción de fondos orales, implica una permanente correspondencia con una
raíz histórica, un reconocerse en el pasado histórico, en un conjunto de
testimonios que la oralidad recupera desde el conocimiento local bajo un
abordaje de construcción endógena. Si la posición del investigador no contempla
este entendimiento, difícilmente los contenidos del acervo resulten
representativos, si el paisano presiente que solo hay un observador en dicha
construcción (un “ellos” que interpretan sobre un “nosotros”), la mirada del
documento tendrá un lejano perfil etnográfico, que buscará inconscientemente
interpretar otras formas de socialización desde una postura ajena, propia de un
laboratorio, es bajo esa aclaración que debe entenderse cualquier intervención
sincera en comunidades.
Igualmente es muy complejo afirmar que un concepto como el de
identidad pueda ser fortalecido mediante la construcción de fondos orales en
bibliotecas autodenominadas indígenas, a lo sumo en algunas experiencias se
podrá demostrar que ciertos aspectos de la identidad se ven reflejados o
correspondidos en la colección de dichas bibliotecas, en especial por la
colaboración de los propios miembros de las comunidades, quienes validan con
sus conocimientos un conjunto de verdades recuperadas en el proceso
constructivo del acervo. Probar la representatividad de dicho entendimiento
cultural a través de colecciones orales exige un profundo estudio que excede el
alcance de esta nota.
Bibliografía
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EPINAYUU, P. Ignacio. (2009). Los archivos de la oralidad
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EN: Memorias del I Encuentro de Interculturalidad y Biblioteca Pública. Bogotá,
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GEERTZ, Clifford. (1973). La interpretación de las culturas. Barcelona : Gedisa
GOLLUSCIO, Lucía. (2006). El Pueblo Mapuche: poéticas
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GOROSITO KRAMER, Ana María; ACHILLI, Elena; TAMAGNO,
Liliana. Un debate sobre la interculturalidad (2004). EN: http://coleccion.educ.ar/coleccion/CD9/contenidos/sobre/pon6/index.html
INDÍGENAS
DE LA ARGENTINA [Capítulos 1-6] : un viaje por el arte y la cultura de los
pueblos originarios / Paulo Campano; Carlos Martínez Sarasola; Ana María
Llamazares; Mercedes Bullrich. Buenos Aires: Fundación desde América. 2005.
MARTÍNEZ SARASOLA, C. (1992). Nuestros paisanos los
indios: vida, historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina.
Buenos Aires: Emecé.
MARTÍNEZ SARASOLA, C. (2010). De manera sagrada y
en celebración. Identidad, cosmovisión y espiritualidad en los pueblos
indígenas”. Buenos Aires: Biblos.
VACA CÁRDENAS, A.N. (2017). La banda de pueblo como
elemento de construcción social y su incidencia en los habitantes de la
Parroquia Calpi, comprendidos entre los 50 a 75 años en el período de enero a
diciembre del 2015. Proyecto de investigación para la obtención del título:
Licenciatura en Ciencias de la Comunicación Social. Tutor. Mba. Carlos Larrea
Naranjo. Universidad Nacional de Chimborazo. Facultad de Ciencias Políticas y
Administrativas. Escuela de Comunicación Social, Ecuador.
WOODBURY, Anthony C. (2000). Una defensa de la afirmación “Cuando muere una
lengua, muere una cultura”. EN: Courtis, C. (comp.) Lenguaje, cultura y
sociedad. Buenos Aires OPFyL, UBA. (Traducción interna para uso de la Cátedra
Etnolingüística UBA-CONICET a cargo de Lucía Golluscio).
Versión
para El Orejiverde
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/5762-entendimiento-interdisciplinario-del-concepto-identidad-cultural