Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

miércoles, 31 de marzo de 2021

50 años de Bibliotecas Rurales de Cajamarca

Cuesta creer, en estos tiempos aciagos, que ciertos valores permanezcan. Estamos frente a uno de ellos, ejemplo único que pervive en nuestra querida y doliente AbyaYala:

Las Bibliotecas Rurales de Cajamarca.

Desde las chacras andinas de esta entrañable red comunera, no queda más que aplaudir y agradecer a las familias cajamarquinas, que sostuvieron el sueño que alguna vez imaginó el Padre Juan Medcalf Todd, fundador de la Red, y Alfredo Mires Ortiz, con sus inagotables andares, haciendo llegar el libro y el conocimiento, el amor y la verdad.

¿Qué se puede decir que no se haya dicho de esta aventura? Una cosa es soñar andares y otra muy distinta cultivar lo soñado con un camino por delante.

Y no es solamente llevar libros en una mochila, es también compartir la lectura, y acaso algo utópico, que simboliza el profundo alcance de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca: crear libros y enciclopedias, para poder reunir los conocimientos de las comunidades, para que todos sepan que la historia de Cajamarca la escriben los hombres y mujeres de Cajamarca.

La Red representa una marca cultural sin precedentes, y como bien dicen los comuneros, una Marca es una identificación, una palabra o símbolo que distingue o resume información, algo que, en lengua quechua, significa “región, lugar, pueblo”, por eso, para que una marca quede ligada a un nombre propio, es necesario que la idea forje junturas al paso del tiempo. Cincuenta años dice mucho de ese tejido social que entre todos los cajamarquinos hilaron con sus voces y con sus silencios, 50 años cultivando experiencias de vida, 50 años de ofrendas al costado de los cerros, mientras llegaban con las suelas de viento a los pueblos perdidos de Cajamarca.

Que se puede decir, querido Alfredo, de ese recorrido, acaso sin saberlo representaste una de mis razones para entender la vocación desde otro lugar, así han sido tus andares, así ha llegado tu palabra, lo único que me queda decir es gracias.

¡Larga vida a las Bibliotecas Rurales de Cajamarca!

Versión para El Orejiverde:

http://www.elorejiverde.com/buen-vivir/5994-50-anos-de-bibliotecas-rurales-de-cajamarca



miércoles, 24 de marzo de 2021

Otro 24 de marzo

Alguna vez, en relación a la Dictadura Cívico Militar Argentina, el poeta Juan Gelman dijo estas palabras:

Es verdad que hubo muchas víctimas inocentes de la dictadura militar. Por ejemplo, niños con vida y niños no nacidos todavía. Hombres y mujeres sin militancia alguna que sólo pertenecían a esa secreta intimidad llamada pueblo y que fueron también asesinados. La dictadura militar consideró “culpables” a decenas de periodistas que no pensaban como ella. A centenares de intelectuales que no pensaban como ella. A sacerdotes, abogados y a miles de obreros y estudiantes que no pensaban como ella. A los familiares de personas que no pensaban como ella. Y también a muchos que deseaban cambiar la vida, como pidió Rimbaud, y lo intentaban por distintos caminos.

Pasaron 45 años de un cinismo macabro como nunca antes padeció la Historia Argentina. Aquellos que quisieron un cambio, desde las aulas, las bibliotecas, los sindicatos, los centros estudiantiles, las organizaciones sociales, las comunidades, los medios de comunicación, los espacios políticos y religiosos, terminaron siendo víctimas de algo despiadado, de lo que ni siquiera podían defenderse, sin ningún tipo de derecho ni reparación, padecieron, a decir de Gelman, la muerte más atroz, la muerte anónima.

Hace 4 años, el escritor Martín Kohan expresó en un programa radial un criterio de porqué la estimación de la cifra 30.000 aún continuaba siendo la correcta, extraigo algunos párrafos:

La cifra total de desaparecidos hay que postularla, no probarla en términos de una prueba de comprobación empírica. No hay comprobación empírica porque la represión fue clandestina. Situarte en 8000 casos es suprimir la dimensión clandestina e ilegal de la represión. Como si contáramos con toda la información. Es entrar en la lógica perversa de la dictadura que es '¿te enteraste de 8000?, ¿pudiste probar 8000?, entonces hay 8000'. No, pude probar 8000 y sabemos que hay miedo a denunciar, miedo a represalias".

"A esa clandestinidad de la represión, a ese cinismo macabro de no revelar dónde estaban los cuerpos de los desaparecidos y tener a los familiares buscando en muchos casos hasta hoy, al hecho macabro de que los secuestros producidos en aquel momento siguen siendo secuestros porque sigue habiendo hijos de desaparecidos que no sabemos dónde ni en manos de quién están, al hecho macabro de no dar esa información se responde con la cifra 30.000, que es justamente la denuncia expresa de que la información fehaciente no la tenemos, y no la tenemos por el carácter criminal y clandestino de la dictaduraEl que ajusta de 30.000 a 8000, o la sola apertura de esa discusión, en estos términos, incurre a mi criterio en una canallada".

A la memoria se la define como la capacidad que tienen las personas de recordar, tener memoria significa no olvidar, no sé por qué, y es apenas un murmuro en medio de tantas voces, pero creo que la mejor manera de honrar ese pasado y esa memoria, es tratar de hacer bien mi trabajo.

Fuente:

Elogio de la culpa, Juan Gelman

https://www.pagina12.com.ar/2001/01-03/01-03-25/SUPLEX02.HTM

Un escritor explica por qué los desaparecidos son 30.000

https://www.eldiario24.com/nota/argentina/396199/escritor-explica-desaparecidos-son-30000.html

Nota: la imagen pertenece al siguiente sitio.

 


miércoles, 17 de marzo de 2021

Historia, memoria y olvido del pueblo Rrom, algunas reflexiones desde la bibliotecología comunitaria

Recientemente, por intermedio de Juan Carlos Gamboa Martínez, se publicó en El Orejiverde una nota de Yoska Bimbay, referente del Proceso Organizativo del Pueblo Rrom (Gitano) de Colombia, PRORROM, sobre historia y memoria del pueblo Rrom, de cómo incide en un pueblo de tradición oral la construcción de sentido por parte de culturas hegemónicas, el impacto que supone en el cultivo de la verdad histórica, cuando los testimonios de las mayorías tergiversan aspectos esenciales de una cultura que se pretende invisible.

La sola cita del texto de Deleuze-Guattari, representa un complejo ejemplo del daño social al que permanentemente se encuentra asociado el pueblo romani, vale replicar la frase:

Se escribe Historia, pero siempre ha sido escrita desde el punto de vista de los sedentarios y en nombre de un aparato de Estado. Jamás la Historia ha incluido el nomadismo”,

Gilles Deleuze & Félix Guattari (1972), Mil mesetas.

Esas palabras dejan al descubierto parte de la coyuntura que, en forma sistemática, ha dejado a las familias gitanas al margen de cualquier forma de testimonio escrito, podría agregar en este contexto a las comunidades ágrafas sedentarias, tanto indígenas como campesinas, en algún punto están en la misma línea: sus verdades fueron interpretadas desde afuera, lo que la sociedad termina aceptando es un relato ajeno sin ningún tipo de compromiso humanista, es curioso admitir esa clasificación y ese cúmulo de etiquetas que los pueblos nómades reciben sin siquiera poder discutir sus propias verdades, estamos hablando de lo que supuestamente es información enciclopédica, abruma pensar que buena parte de lo que leemos es pura tergiversación y decorado conceptual.

Es un poco el paradigma de quienes quedan intelectualmente afuera de los cambios tecnológicos, limitados en el acceso y sin posibilidad de insertar sus entendimientos en el amplio universo virtual.

Las ideas que compartió Bimbay fueron presentadas en el marco del evento “Tejer memorias en tiempos de crisis democrática: Encuentro de experiencias”, correspondiente al eje “Historizar la memoria en Colombia”, realizado el 4 y 5 de diciembre de 2020 por convocatoria de la Universidad Pedagógica Nacional, la Universidad del Rosario y el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.

Abordó el tema en 5 esquemas (introducción contextual – Ausencia historiográfica – Fases de la historia Rrom en Colombia – Connotaciones sobre la agrafía del pueblo gitano y reflexiones sobre Historia, memoria y olvido). Por cuestión de espacio, compartiré algunas ideas en relación a los dos últimos puntos.

El autor plantea la disyuntiva de un pueblo ágrafo que no ha podido contar su propia historia, las razones recaen en 4 conflictos:

-          Dadas las incesantes persecuciones de que eran víctimas los Rrom en España y en toda Europa, se hicieron ingentes esfuerzos por desaparecer hasta su mismo etnónimo. Son varias las referencias en España que evidencian que la corona, en su afán integracionista y asimilacionista, prohibió expresamente la utilización del nombre “gitanos”.

-          Parte del alcance de estas acciones explican la dura alternativa que tuvieron que considerar estos pueblos para tener que refugiarse en la invisibilidad.

-          La agrafía del pueblo Rrom es causa y efecto de la ausencia de registros históricos de sus comunidades, a pesar de las intervenciones que sus kumpeniyi (conjunto de grupos familiares configurados patrilinealmente, coexistiendo de manera conjunta en forma comunitaria) interpelaron a la sociedad mayoritaria, negando la noción de pueblo mudo o pasivo que las sociedades dominantes pretendieron instalar.

-          Tal como lo expresó el referente Rrom “una concepción del tiempo que se aparta de la linealidad y secuencialidad pasado-presente-futuro, para valorar la significación histórica del aquí y del ahora que se levanta como un palimpsesto de temporalidades diversas acumuladas durante un milenio de constante fluir por los resquicios y márgenes de las sociedades sedentarias”. 

El último ítem, sobre historia, memoria y olvido, deja en evidencia el alcance de la invisibilidad histórica de estas comunidades, donde los estereotipos tuvieron parte importante en la descripción narrativa, reducida en muchos casos a las costumbres, prácticas e incluso leyendas que no representan otra cosa que interpretaciones elaboradas con binoculares desde una distancia poco constructiva para destinar contenidos informativos al lector. Parecería que nunca hubo un pasado con el pueblo gitano, un poco la imagen del nómade que debe caminar con una carga liviana, que incluye su memoria, para evitar el abordaje líneal, secuencial y cíclico de su rumbo histórico. Todo es presente, pero despojado de un “detrás” que evita de algún modo agregar el sufrimiento de no poder incluir una página en esa inmensa biografía colectiva, que algunos autores aportaron con el tejido de narrativas sin nombres propios ni citas de fuentes orales.

Hay que remarcar lo que expresa Bimbay en cuanto al entendimiento de “la concepción particular que sobre el tiempo tienen los gitanos, determinada en buena medida por la confluencia de dos dinámicas diferentes. En primer lugar, por su atávico nomadismo, el cual configura ante todo una visión del mundo en la que el movimiento, la circulación y el fluir constantes son fundamentales y, en segundo lugar, por la enorme significación que adquiere el presente, en la medida en que es lo único real, tangible y sobre lo cual se incide de manera más directa. En este contexto el tiempo es maleable y le puede dar contenidos variados”.

Si tuviéramos que hacer un ejercicio imaginario, en este caso describir aspectos esenciales de una cultura en permanente movimiento, cabría pensar como algo lógico un reporte de notas enlazadas a lo largo de un camino, advertir la variación de las notas a medida que se avanza hacia un destino, lo curioso es que difícilmente buena parte de los historiadores que escribieron sobre los Rrom, hayan tomado por práctica la tarea propia de un corresponsal que cubre por varios días un determinado evento, es muy difícil desde un escritorio y contando con bibliografía sobre el tema, poder elaborar un texto que represente genuinamente los componentes estructuralmente episódicos de una cultura en constante desplazamiento, como ha ocurrido con los patrigrupos familiares Rrom.

Podemos discurrir sobre lo que implica asociar, desde el desconocimiento, prejuicio y preconcepto, aspectos de una cultura nómade que en muchos casos son sedimentados en fragmentos que intentan representar las vivencias, historias y conocimientos de algunas generaciones atravesadas por las hilaturas propias de tradiciones orales.

Acaso un tema que genera una grieta en dicho entendimiento, lo constituye “el profundo temor a las consecuencias negativas que pueda ocasionar la intervención, en el aquí y en el ahora, de los muléo (espíritus de sus muertos), que marca determinantemente la forma como los Rrom rememoran episodios de victimización, especialmente aquellos que comportaron víctimas fatales, razón por la cual rehúyen el referirse a los asuntos relacionados con sus familiares fallecidos”. El olvido de sus muertos es algo que forma parte de la identidad cultural de este pueblo, en algunos casos es contemplado como una forma de reestablecer una noción de equilibrio, evitando que figuras externas transgredan esos valores que regulan y norman las relaciones sociales y culturales.

Si pudiéramos ampliar el plano, a fin de entender el porqué del silencio en torno al holocausto gitano durante el nazismo, donde hubo entre otras cosas una clara persecución del nomadismo en nombre de una política de Estado, sería posible encontrar un eslabón del miedo inserto en la memoria histórica de estos pueblos, contextualizar ese temor, que viene desde el fondo de los tiempos, es una tarea no resuelta por numerosos investigadores que acercaron teorías en escenarios tan dolientes.

En muchos abordajes realizados sobre la cultura, pareciera que no importara el concepto de verdad, lo que algunos historiadores hacen es explicar lo que apenas comprenden, se investiga a los gitanos desde afuera de la cultura, es un poco lo que ocurre con los informantes en comunidades indígenas, la finalidad no es entender lo que el paisano sabe sino más bien interpretar para la sociedad occidental lo que “comprende” de dicho entendimiento, una posición absolutamente arbitraria, que desconoce la igualdad de derecho, y que deja en evidencia una escala descriptiva y/o valorativa de pueblos y “pueblos” a nivel mundial, sin ningún tipo de autoridad moral, social o política.

De algún modo, aplican un dispositivo que describe, mediante olvidos selectivos, un entendimiento cultural merecedor de ser clasificado y aprobado desde una mirada “universal”, hay que desmalezar mucho para encontrar verdades asociadas con conocimientos, como para tener una idea de lo que significa escribir la historia, buscando en el mismo acto resolver los conflictos y controversias de estos pueblos.

Es como lo resume Yoska Bimbay al final de su exposición:

“Ciertamente el panorama no podría ser más desolador; nos encontramos así ante un protagonista colectivo que no quiere hacer más pesada su memoria con recuerdos dolorosos, que no le gusta acordarse y menos hablar acerca de sus muertos y que siente que los gadyé (personas no gitanas) siempre escarban sobre sus vidas con propósitos inconfesables”.

Noticia consultada:

El Orejiverde. Historia y memoria: algunas notas sobre los impactos del conflicto armado en el pueblo Rrom. Disponible en:

http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/5952-historia-y-memoria-algunas-notas-sobre-los-impactos-del-conflicto-armado-en-el-pueblo-rrom

Nota:

Las imágenes de este documento fueron gentilmente compartidas por Juan Carlos Gamboa Martínez, referente del Proceso Organizativo del Pueblo Rrom.

miércoles, 10 de marzo de 2021

Correspondencia

 

Parte de mi adolescencia estuvo atravesada por el envío de cartas postales, cuesta imaginar ahora ese contexto, en el que un mail atraviesa el éter en segundos para llevar su mensaje a una distancia que hace añicos el entendimiento del tiempo y del espacio, generalmente no se piensa en el recorrido de ese correo electrónico, sabemos que fue enviado y que en segundos el destinatario lo recibe en la bandeja de entrada de su computadora, la reflexión que pueda darse entre las correspondencias puede continuar de un modo ágil y ameno, pero siento que el componente reflexivo queda relegado.

Agrego una digresión: es natural pensar que el tiempo y el espacio existen desde siempre. Para Stephen Hawking –teoría de la relatividad mediante– el espacio y el tiempo son cantidades dinámicas: cuando un cuerpo se mueve, o una fuerza actúa, afecta a la curvatura del espacio y del tiempo, y, en contrapartida, la estructura del espacio-tiempo afecta al modo en que los cuerpos se mueven y las fuerzas actúan. El espacio y el tiempo no solo afectan, sino que también son afectados por todo aquello que sucede en el universo.

Escribir una carta de papel, teniendo que hacer el esfuerzo mínimo de imaginar que esas palabras iban a tardar una o dos semanas en llegar a destino, nos llevaba invariablemente a tener un cuidado con el sentido y la construcción de dicho mensaje, realmente se contemplaba en ese acto un plano crítico que era cruzado con cierta atención, porque una vez enviada la carta, el espacio-tiempo era afectado mientras esperábamos una respuesta, un conjunto de palabras lo estaba atravesando, con la probabilidad de que el receptor, bajo otra esfera semántica del tiempo y del espacio, trazaría nuevas coordenadas del pensamiento para continuar el hilo de la conversación.

Vaya a saberse porqué, pienso en los anónimos mensajes que por cientos de años se guardaron en botellas, arrojados al mar con alguna esperanza tardía.

De algún modo, teniendo en cuenta la cantidad de cartas que compartí con mi amigo Rafael Bardas, me pareció bueno recuperar parte de esa historia, y volcar en este espacio el contenido de aquellas reflexiones, es una manera de tenerlo presente.

Esta carta fue electrónica, pero sirve a modo de introducción, ya que tiene un significado simbólico por ser una de las últimas que recibí de parte de este gran filósofo y arquitecto, las que compartiré de aquí en más, serán transcripciones de las cartas impresas que fueron llegando a mi domicilio, en diferentes momentos, bajo distintas circunstancias.

A principios de enero del año 2020, cuando la pandemia aún era un rumor que se avecinaba, compartí con Rafael una nota sobre la denominada “Primera biblioteca universitaria sin libros físicos”, la biblioteca de Florida Polytechnic University, diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava, un espacio educativo con acceso a más de 135.000 libros electrónicos. Llegué a comentarle la curiosidad de lo que generó el paso del tiempo en nuestras vidas: nativos digitales con padres analógicos, abuelos que escucharon noticias en radios a galena, hasta imaginar el escenario, dando un brinco gigantesco, de una biblioteca sin libros.

Rafael me respondió lo siguiente:

Así es, transcurren los años y siguen pasando cosas. Una dinámica que nos pasa por encima sin que nos demos cuenta, pero que nos arrastra y nos lleva con ella. ¿adónde?

Vos, como bibliotecario, te asombrás, porque ya no hay libros en esa biblioteca (¿podremos seguirla llamando así?) y yo, como arquitecto me sigo asombrando al ver las obras de Calatrava.

Sí…¡claro! Eliminando los libros de papel se consigue más espacio…pero se pierde ese típico aroma a papel y tinta que nos decía que estábamos realmente en una biblioteca. Un aroma amigo y grato que acompañaba nuestro divagar por un mar de letras amigas que se metían dentro nuestro, para quedarse y hacernos un poco más sabios.

No es lo mismo leer un libro en el silencio de una biblioteca que hacerlo en cualquier otro lugar, incluso en casa y menos aun frente a una pantalla. 

Las nuevas generaciones quizás piensen lo contrario. Pero lo que nunca van a lograr sentir es la compañia de ese adminículo de papeles impresos que, sostenido en las manos, hace que sea todo nuestro cuerpo el que lea.

Es verdad que ya no recorremos el mundo en buques y trenes…pero la experiencia de haber atravesado el océano navegando días y días en un buque, es inigualable…!

Lo bueno de todo esto es que podemos afirmar, sin equivocarnos, que el mundo avanza y no se detiene ni retrocede. A eso llamo yo “optimismo histórico” y me felicito por sentirme incluído en esa dinámica.

Abrazo,

Rafa.