En
el universo de los medios de comunicación siempre hay espacios que generan
empatía. Uno de ellos es Radio La Colifata, una experiencia única llevada
adelante por el psicólogo Alfredo Olivera, dentro del Hospital
Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda, donde pareciera que
los límites se expanden en forma permanente, a través de relatos, historias,
reflexiones, verdades y crónicas de quienes transitaron algún tiempo en el
neuropsiquiátrico. Se trata de un espacio radiofónico que nació como parte de
un proyecto que brinda apoyo terapéutico, que sostuvo procesos de externación y
que ayudó a evitar reingresos, es también entender la salud como un derecho a
ser parte.
La
idea se instaló, y fue apropiada por quienes históricamente habían quedado
fuera del sistema. Los
contenidos que se comparten generan una “teoría de cuerdas” donde pareciera que
todo tiene que ver con todo. Históricamente fue siempre difícil escuchar las
comunicaciones en esas transmisiones de bajo alcance, hasta que Lalo Mir,
reconocido radiofonista y locutor argentino, subió algunos audios en su
programa, y de a poco se fue dando difusión de lo que este destacado psicólogo
iba construyendo con sus pacientes. La Colifata ahora tiene su propia FM, la
100.3, y van ganando terrenos que antes estaban bloqueados.
En un arco temporal que abarca 30 años, hubo un concepto que nació acompañado de un simple grabador de periodista, en el patio de un psiquiátrico, y que hoy se ha transformado en una FM más. La radio Colifata transmite en directo desde los jardines del hospital Borda, los días sábado durante seis horas con su antena propia. En las emisiones participan internos del hospital, externos y visitas de la comunidad en general. La metodología consiste en grabar los programas para luego realizar un trabajo de montaje o edición bajo criterios ético-terapéuticos y estéticos. Tal como figura en el sitio Web de la radio, el trabajo de edición opera como vector entre los dos campos, clínico y comunitario. Allí radica uno de los pilares terapéuticos del proyecto: se trata de una construcción colectiva, de un sistema de comunicación donde cada uno de los actores (internos, comunicadores sociales, oyentes -el hombre y la mujer “de a pie”- y profesionales de la salud), participan activamente en la construcción de espacios de salud a través de los medios de comunicación con efectos terapéuticos y desestigmatizantes.
Los inicios de La Colifata estuvieron marcados por una forma de producción radiofónica particular: los microprogramas. Nacida como una radio sin antena, los extensos debates sobre salud, política, historia o filosofía suscitados en los jardines del hospital Borda eran grabados, para luego ser editados en formato de dos a cuatro minutos y posteriormente retransmitidos a diferentes radios del país, de esta manera las voces del hospicio traspasaron los muros del hospital. En su momento, la radio contó con la ayuda del músico Manu Chao, impulsor del disco de La Colifata, debido a su apoyo a los artistas callejeros de La Rambla de Barcelona, que en su mayoría eran inmigrantes “ilegales” que intentaban sobrevivir con su arte. Fue entonces que el cantante los convocó para que escucharan los micros de La Colifata y aportaran canciones. Manu Chao ensambló con su particular estilo la música de veinte bandas con los audios de La Colifata, cuyos contenidos se pueden escuchar en la sección de los Podscast de la Web:
Eligiendo al azar algunos audios, se pueden escuchar cosas como estas:
"yo tengo la gran intriga de mi vida, debo saber si debo curarme o debo hacer en mí mismo la revolución justificando mi propia locura"
"si la locura de los demás es un teorema, la mía es un axioma, dudar de mi propia locura es como dudar del principio de contradicción"
Así también es posible encontrar a un corresponsal
que transmite desde Marte, a columnistas colifatos como Pedro el checoslovako o
Plumita opinar sobre la locura, a un loco decir que la locura es la pérdida del
sentido común o una colifata simplemente pidiendo que “ojalá salga el sol”, los
testimonios son múltiples y variados.
Recuerdo hace un tiempo, en un tren con destino a
Constitución, escuchar a un hombre pidiendo ayuda a gritos, presentándose como
"un loco de la Colifata", decía que necesitaba colaborar para
sostener la radio, parecía transitar algún límite que lo mantuviera a duras
penas vinculado con el entorno, pero entonces percibí la importancia de aquel
espacio en formación, como para justificar el pedido de ayuda en esas
circunstancias. Imaginé aquella vez lo que habrá sido para Olivera tener que
coordinar el viaje de ese barco ebrio de la radiofonía argentina.
Alguna
vez, mi amigo Rafael Bardas comentó, con respecto a la locura, que pareciera
que es como una constante el hecho de que esas personas experimenten una
marcada hipertrofia de la sensibilidad, lo cual los proyectaría hacia todo lo
relacionado con el arte en general. La reflexión lo llevó a recordar la escena
cinematográfica de la novena sinfonía de Beethoven en el parque Lezama de
aquella película de Eliseo Subiela, “Hombre mirando al sudeste”. Sin embargo,
en su camino aparecieron los tristes recuerdos de sus visitas al Borda, diciendo
que todo andar por fuera de ciertos rieles es, cuanto menos, trágico. Es la
imagen de los largos y desolados pasillos blancos y de algún paciente fumando
mientras apoya sus manos en el marco de una ventana, donde parece que el sol no
entra, o donde pareciera que todo está iluminado.
Mencionar
los estudios sobre la locura implica necesariamente incluir los trabajos de
Foucault sobre los mecanismos jurídicos con base en la psiquiatría que se
utilizan para delimitar el adentro y el afuera de un síntoma del cual se
desconoce su origen. Por qué se manifiesta, cómo transita a medida que pasa el
tiempo, cómo finalmente se integra, o no, a un lineamiento que la sociedad
clasifica bajo el criterio de la “normalidad”, esa etiqueta que en lugares como
el Borda cobra un sentido neurálgico, en donde algunos quedan de un lado del
concepto, y otros, la mayoría, lo analizan desde “afuera”. Porque los “locos”
están “adentro”, y de ahí no deberían salir, porque si salen, hay un conflicto
sin resolver, que se limita a la indiferencia como modo de relación.
Pienso que tipo de biblioteca sería indicada en dicho espacio, si bien tiene sentido la inclusión de documentación vinculada con el área de la psicología y psiquiatría, imagino un acervo más cercano a la poesía, la pintura y la música, pero sobre todo un área-taller adaptado para la libre expresión creativa, y que esos trabajos formen parte de la biblioteca. Estaríamos hablando de un espacio tanto artístico como terapéutico, y que los pacientes encuentren un grado de pertenencia, donde poder conservar lo que realizan.
En el año 1996 el Hospital Neuropsiquiátrico José Borda incorporó un
nuevo aporte cultural, representado por un Rincón de Lectura, destinado
específicamente a las inquietudes bibliófilas de los pacientes, se trató de una
colección de unos 500 libros con diferentes temáticas, autores literarios de
relevancia y los 18 tomos de la Enciclopedia Hispánica, lo que habilitó la
posibilidad de analizar el impacto de la lectura en pacientes considerados
psicóticos y esquizofrénicos por los doctores.
Dentro del Borda figura la Biblioteca "Jacobo Fijman" Servicio Nº 59, un homenaje que tiene un profundo sentido, ya que el poeta, nacido en 1898 en Besarabia, Rusia -hoy Rumania- estuvo internado más de 20 años en el Borda, donde falleció en 1970, dedicando su tiempo a la escritura y la pintura. Cabe señalar que durante mucho tiempo fue también violinista, lo que le permitió subsistir tocando el violín por las calles de distintas ciudades. El poeta y periodista Vicente Zito Lema, fue el que estuvo con él durante su último tiempo y es, junto con el poeta y ensayista Juan Jacobo Bajarlía, el principal difusor de su obra, que de otro modo hubiera quedado silenciada, ya que Fijman ha sido por mucho tiempo un poeta olvidado, cuyo nombre suele aparecer asociado a los escritores “malditos”, alguien destinado a ver lo que otros creen ver.
Supo entender lo siguiente:
En cuanto a mi obra, los médicos dicen que no hay en ella signos de enfermedad. Y aunque no es gente de gran entendimiento, en esto no se equivocan, ya que no hay en mi poesía nada en contra de la gramática, y menos todavía en contra de los grandes estupores que nos presenta la vida. Pero a la vez presiento que en la poesía y en la locura hay un mismo soplo.
Muchas de las respuestas que compartía Fijman ofrecieron un espejo en el cual quedaba reflejada la condición humana, solo que no costaba darse cuenta que ese espejo estaba roto, al poeta y periodista Vicente Zito Lema le respondió lo siguiente:
-Usted cree demasiado en la poesía, le espera una vida difícil. Yo también creo, pero desde la resignación. El misterio de la poesía nos saca de la influencia de la carne y nos permite esperar la noche divina. Soy un poeta que ya no busca las palabras, sino el verbo; pero para los médicos y los jueces, para su cruel simpleza, sigo siendo un enfermo mental. Sin embargo, para mí, la sociedad en su conjunto está trastornada. Gran parte de la gente padece de problemas mentales, en especial los psiquiatras, los gobernantes, los hombres del poder. ¿Es que alguien sabe lo que es el alma, lo que es el intelecto? ¿Es que alguien ama a su prójimo como a sí mismo? Los que ven a un preso, ¿miran al preso? Los que vienen al hospicio, ¿miran al loco?"
No deja de ser cierto que experiencias como las de Olivera son las que marcan una diferencia en cuanto a la respuesta que desde el mundo de la medicina se ofrece a quienes entienden otro código de conducta y socialización, porque siempre habrá un misterio sin resolver en la mente de un loco, porque a veces las respuestas, por extrañas que parezcan, son las que de alguna manera necesitamos escuchar.
Se comparte a modo informativo, datos de la Red de
Bibliotecas de Salud Mental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, un
servicio que posibilita acceder a literatura científica y académica en salud
mental y a trabajos inéditos elaborados por profesionales. La misma participa
de la Red Nacional de Información en Ciencias de la Salud (RENICS), miembro de
la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Integran la red los
siguientes centros y hospitales:
- Centro de Salud Mental Nº
1, Dr. Hugo Rosarios: Manuela Pedraza 1558, consultorio 4. Tel. 4702-7489/7817.
- Centro de Salud Mental
Ameghino, Biblioteca Ramón Carrillo: Av. Córdoba 3120. Tel. 4862-2896 /
4862-0019 int.121.
- Hospital Borda: Dr. Ramón
Carrillo 375. Tel. 4305-6485.
- Hospital Tobar García:
Dr. Ramón Carrillo 315. Tel. 4305-5880 / 4304-2692.
- Hospital Moyano: Brandsen
2570. Tel. 4301-3655/59 int. 321.
- Hospital Alvear: Warnes
2650. Tel.
4521-8985.
Correo electrónico: smredbibliotecas@buenosaires.gov.ar
Sitios y documentos consultados.
Radio La Colifata 100.3
https://lacolifata.com.ar/programas-de-accion/
Entrevista a Alfredo Olivera - Página 12
https://www.pagina12.com.ar/448668-radio-la-colifata-eramos-una-radio-pirata-y-ahora-tenemos-un
Diálogo con Jacobo Fijman
http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-197916-2012-07-11.html
Bibliotecas de hospitales del GCBA: diagnóstico de situación / Claudia Inga, 2010. http://eprints.rclis.org/15544/1/Informe%20Encuesta.pdf
Diálogos. Encuentros con Jacobo Fijman, Enrique Pichon-Rivière, Fernando Ulloa y León Rozitchner y otras travesías por la belleza, las verdades de la época y los delirios. Buenos Aires: Topía, 2014.
Los anormales : curso del Collège de France, 1974-1975 / Michel Foucault, Valerio Marchetti, Antonella Salomoni y François Ewald. Madrid: Akal Ediciones, Tres Cantos, 2001.
Historia de la locura en la época clásica. I y II. / Michel Foucault, Juan José Utrilla. México DF: Fondo de Cultura Económica, 2015.