Hay algo que descubre Aminta Peláez Guariyu, Etnoeducadora y escritora
wayuu, ni más ni menos que la hilatura de un concepto que se ha tornado visible
en distintas comunidades indígenas latinoamericanas, lo ha podido analizar en
su reciente trabajo aún no publicado -producto de una residencia artística entre
Colombia y Argentina, y que tituló “Tejiendo oralituras de norte a sur: Un
cruce de caminos entre las narrativas de los pueblos originarios de Argentina y
el pueblo Wayuu de Colombia”- una investigación que probablemente podamos
consustanciar con la simbólica imagen de un tejido que se va hilando a sí
mismo, acaso un modo de hilvanar el complejo proceso de la oralidad, que
atraviesa el plano de los pueblos originarios, aquello que es preciso
documentar para que los andares no se pierdan, más allá de las junturas
trazadas con piedras en los caminos, más allá de esa memoria perpetua que nos
une a pesar de las diferencias.
No ha sido fácil
para Aminta desandar esos territorios, investigó lo más que pudo, encontrándose
con silencios pero también con interpretaciones de interpretaciones, y
corroboró con su inquietud que los proyectos son posibles y realizables cuando
se cuenta con el apoyo de “conspiradores de sueños que se van tejiendo en el
camino”, de ese sentido y esa construcción resulta su reciente aporte al
necesario concepto de la oralitura.
En la
investigación se desprenden diferentes abordajes, centrados en la tradición
oral e iconografía, donde pone de manifiesto la necesidad de estudiar símbolos
y significados a partir de la escritura, este abordaje la llevó a entender que
cuando los individuos construyen el significado de las cosas, en algún punto
tienen la necesidad de ponerle un nombre a algo que ya tiene existencia y
significación, esta situación es propia de quienes investigan conceptos, la
necesidad de nombrarlos confiere límites a un territorio en gestación, en donde
las ideas se van entrelazando con el contexto, todo lo que allí ocurre
precisará ser dirimido, en ese escenario Aminta consultó a diferentes autores
para poder construir sus ideas, en relación a un entendimiento que fue
generando un sentido de arborescencia entre la oralidad y la escritura.
La autora revisa
términos relativamente recientes como el de las “textualidades oralitegráficas”
trazados en su momento por el investigador colombiano Miguel Rocha, que vincula
el amplio conjunto de símbolos existentes en el arte rupestre, visibles en los
tejidos y en el maquillaje facial-corporal, y cuya comprensión atraviesa el
campo de la semiología en su estudio del signo y su significado social.
Así también aborda
el papel de los palabreros wayuu como sistema normativo dentro del contexto
intercultural colombiano, y el valor que refiere al uso de la palabra entre
estos intermediarios en situaciones de conflicto, un contexto que como lectores
ajenos al territorio nos otorga elementos para vincular el entendimiento de la
tradición oral en bibliotecas indígenas, la idea de bibliotecario-puente
que propicia diferentes construcciones sociales trabajando documentos en forma
bilingüe, aprovechando el inmenso caudal que generan las prácticas de
conocimiento desde la educación familiar indígena.
Otro de los
aportes sustanciales del documento son los que refieren a la literatura
indígena generada tanto en Argentina como en Colombia, en donde la
investigadora ha recogido experiencias registradas en la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires (desde la cátedra de
Etnolingüística, donde se presentaron relatos narrados en lengua materna de
diferentes pueblos indígenas), pasando por lo ocurrido en la Universidad Tres
de Febrero (UNTREF), donde a instancias del antropólogo Carlos Martínez
Sarasola se impulsó la Especialización en Estudios Indoamericanos, proponiendo
una mirada endógena desde una perspectiva antropológica, etnohistórica y
transcultural. Así también se recuperaron experiencias de escritores bilingües
como los casos del docente colla Zixto Zuleta (Toqo), o el maestro wichí
Laureano Segovia, o testimonios recuperados desde entrevistas realizadas por el
Orejiverde, difundiendo expresiones artísticas, culturales y sociales de las
distintas comunidades del país.
En lo que se
refiere al concepto de oralitura es posible entender un vínculo con la memoria
histórica de los pueblos, el “renacer de la palabra antigua”, allí muchos
poetas y narradores indígenas se han nutrido de construcciones orales trazando
un devenir hacia distintas formas de escritura, en donde no está ausente el
carácter interrogativo con el cual se forjaron variadas adscripciones, propias
de un patrimonio cultural en situación vulnerable. En este sentido Aminta
ofrece un gran aporte en cuanto al entendimiento de la poesía entre ambos
mundos, lo que para el paisano se puede comprender bajo el plano del
conocimiento étnico, para la sociedad occidental no deja de ser la expresión de
un género literario.
Para llegar a
estos abordajes Aminta Pelaez centró su atención en las experiencias
registradas en comunidades wayuu (ofreciendo muchos datos de autores
originarios), así como el recorrido que realiza por nuestro país, donde pudo
conversar con escritores y cantantes de diferentes culturas, estudiando la
vinculación de la espiritualidad, la dualidad y la reciprocidad con la oralidad
indígena, dentro de los escenarios musicales, artísticos y literarios. Finalmente
se pregunta si es posible una educación intercultural en Abya Yala (Tierra en
plena madurez, tierra de sangre vital. Continente americano en lengua Kuna), y
las respuestas, arbóreas, múltiples, dinámicas, las encuentra en varios contextos,
ya sea en los programas de la educación intercultural bilingüe, en la
modificación de ciertas leyes que habilitan nuevos escenarios jurídicos, en la
organización de becas para estudiantes indígenas o en las nuevas expresiones
artísticas que cada vez son más frecuentes en el mundo aborigen, por citar solo
algunas, todo esto la llevó a comprender que en Argentina la etnoliteratura es
un espacio poco trabajado pero con posibilidades de crecimiento continuo, he
allí el desafío, integrar diferentes construcciones Interculturales que
contemplen los valores, creencias y conocimientos de los pueblos originarios,
que el saber de los chamanes, ancianos y caciques se integre a la escuela
pública, algo tan simple y a la vez necesario como eso, que permita recuperar
parte de lo que como sociedad ya hemos perdido.
La diversidad
cultural indígena que observa Aminta se advierte en ambos territorios, tal como
lo señaló Carlos Martínez Sarasola la República Argentina no es solamente la
confrontación de dos matrices culturales antagónicas como lo han sido los
pueblos originarios y los conquistadores españoles, sino también se
entremezclan complejos factores socioculturales como los inmigrantes europeos,
la conformación de núcleos "cerrados" de colonias extranjeras en
distintos puntos del país (los turcos en el noroeste, los galeses en el sur,
los alemanes y polacos de Misiones, los ingleses de Santa Fe, los inmigrantes
del sudeste asiático en Buenos Aires), a lo que hay que sumarle los permanentes
procesos migratorios de los países limítrofes, toda una dinámica que hace a la
conformación de un sentido de pertenencia, y lo que implica en dicho
entendimiento la noción de identidad, en Colombia la investigadora nos recuerda
que los grupos étnicos en La Guajira no se limitan a los indígenas wayuu, sino
que también coexisten wiwas, koguis, afrodescendientes así como también
colonias turco-libanesas, sociedades que conforman una rica heterogeneidad
cultural, cuyo permanente entrelazamiento resulta, en palabras de Aminta Peláez
“una invitación al diálogo intercultural e intergeneracional, a la
revitalización de las lenguas originarias, a la creación y re-creación de
nuevas narrativas”.
Alguna vez, el
gran arqueólogo argentino Horacio Rex González, encontró en sus trabajos de campo
una similitud entre unas vasijas descubiertas en el Noroeste argentino y unas
de Belén (Palestina), cuyos orígenes se remontaban en algunos casos a dos mil
años de diferencia, en ambos tipos de urnas el fondo del recipiente estaba
salpicado en forma muy similar con pintura negra, para el arqueólogo esto era
un misterio, porque si bien había 2000 años de distancia entre ambas culturas
la probabilidad de un contacto era algo para lo cual solo cabe el asombro.
Aminta recuperó
una situación similar entre los wayuu del norte y los pilagá del sur, que dado
la gran distancia geográfica que separaban ambas culturas, resultaría
complicado pensar en las posibilidades de una comunicación entre estos pueblos
en tiempos ancestrales, sin embargo se encontraron similitudes entre algunos
tambores del pueblo qom, utilizado a orillas del Río Pilcomayo, con la kaasha,
instrumento musical wayuu que acompaña distintos acontecimientos comunitarios
como la yonna (baile tradicional que a su vez representa un rito simbólico entre
el cosmos y los seres humanos), tanto la forma como los materiales usados en su
elaboración tienen un significado simbólico a partir de las narrativas
ancestrales, hasta el momento no es posible aseverar una coincidencia basada en
hechos comunicativos concretos, pero la sola advertencia plantea un ejercicio
de apertura a seguir investigando en la profundidad de esas posibles
relaciones.
Dejo para el final
mi agradecimiento a la autora por haber tenido la gentileza de mencionarme en
su trabajo, hecho que me gratifica y que me hace dar cuenta de la empatía que
se advierte en los caminos recorridos, la simple ofrenda de una pequeña piedra
sobre una apacheta que sabe a memoria.
Fuente consultada:
Tejiendo
oralituras de norte a sur: Un cruce de caminos entre las narrativas de los
pueblos originarios de Argentina y el pueblo Wayuu de Colombia (Proyecto
ganador de la convocatoria Residencias artísticas Colombia - Argentina).
Aminta Peláez
Guariyu. Etnoeducadora y escritora wayuu. Residente artística Colombia –
Argentina. Informe presentado a: Programa Nacional de Estímulos.
Ministerio de
Cultura del gobierno de Colombia, Septiembre de 2018.
Versión para El
Orejiverde:
A modo de epílogo:
Quería enviar un
saludo para quienes han acompañado estos andares por los caminos de la
bibliotecología, esperando que nuevas inquietudes pueblen sus anhelos, que lo
compartido sirva para construir conocimiento, que las ideas nos complementen, y
que aquello denominado pensamiento crítico sea algo más que una frase bien
intencionada.
Feliz año amigos,
y hasta la próxima.
Daniel Canosa