Recientemente se llevó a cabo en forma
virtual, el tradicional encuentro mexicano que, en el actual contexto de
emergencia sanitaria, tuvo por lema el concepto "Bibliotecas sin
fronteras". El XXXIV Coloquio Internacional de Bibliotecarios, se realizó los
días 30 de noviembre, 1 y 2 de diciembre de 2020, y contó con sesiones
virtuales de las siguientes conferencias magistrales:
- Información, noticias falsas y las bibliotecas / Estela
Morales Campos
- Tan lejos, tan cerca. Imprescindibles bibliotecas
en tiempos de distanciamiento / Gonzalo Oyarzún
- La visibilidad en el juego de la ciencia: las
ventajas del acceso abierto y de la ciencia abierta / Bianca Amaro de Melo
- Bibliotecas y desarrollo sostenible: oportunidades
y retos / Alicia Sellés Carot
- El futuro de las bibliotecas y las bibliotecas del
futuro / Mario Alberto Lozano González
- La profesión bibliotecaria es una de las
afortunadas que no conoce de fronteras para realizar acciones al servicio de la
sociedad: reflexiones de una experiencia viva / Helen Ladrón de Guevara Cox.
En general, eventos de este tipo habilitan
la discusión de problemáticas, que nos permiten analizar un contexto
determinado, atravesado por un conjunto de conceptos, prácticas y servicios que
hacen al rol social de nuestra profesión. En tal sentido, resultó muy
interesante el abordaje de algunas experiencias por parte de los expositores,
ya sea desde el proceso de registro de la información en sus diferentes
materialidades, como el contexto oral del patrimonio cultural generado desde las
comunidades, y cómo, en algunos escenarios, esos registros sufren alteraciones
de la versión original, el eterno dilema en relación al concepto de verdad, y
el modo en el que es resignificado por quienes tienen la tarea y la
responsabilidad de divulgar esos verdaderos entendimientos colectivos. En estos
casos, la transmisión de las historias familiares en espacios sociales (originados
en clubes de barrio, asociaciones, centros culturales), implican un vínculo, o
la posibilidad de concebirlo, con el acceso al conocimiento.
En algunas intervenciones, se percibió la
incidencia de las redes sociales en el seno de las comunidades, un espacio
arbóreo que posee registro de conductas informativas que derivan en
seguimientos de solicitudes, en el que la información pasa a tener un carácter
invasivo e impredecible, realidad que se sostiene en la comodidad que generan
las redes sociales –donde se tornó aún más complejo por el contexto de
pandemia– lo que lleva invariablemente a un cúmulo de información, sin ningún
tipo de límite, imposible de procesar.
Todo esto tiene que ver con el derecho a la
información, el derecho a informarse, a ser informados, a tener la información
requerida. Es necesario, tal como lo planteó Estela Morales Campos, que exista
plena conciencia de una conducta ética: respeto a la verdad, respeto al otro,
al yo, a los valores sociales, el aceptar y respetar las ideas del otro,
compartir las propias sin apagar las de los demás. Sin embargo, en muchas ocasiones,
por diversos intereses, que incluyen aspectos económicos, sociales, ideológicos,
se generan alteraciones a la información, ya que muchas verdades suelen ser
parciales, o están dadas fuera de contexto, o la información es falseada o
cuenta con versiones alternativas, por lo tanto, la intencionalidad y el direccionamiento
de la información, es todo un problema que debemos debatir en este contexto de
posverdad y desinformación.
Plantear esta situación es inevitable, si
se tiene en cuenta el vínculo de la información con el poder (ya sea corporativo,
político, científico, religioso, académico), con lo cual no necesariamente las
personas que integran esos colectivos van a ser imparciales y/o objetivas. Analizar
esta disyuntiva es clave, como ejercicio crítico, para los profesionales de la
información. La emergencia sanitaria no ha hecho otra cosa que extender el
alcance y gravedad de este interrogante.
Otra cuestión que fue abordada en
diferentes oportunidades, ha sido el tema de la censura, en especial con el
ejercicio que suele presentarse en ciertos espacios virtuales, donde la
eliminación de noticias falsas no cuenta con la justificación basada en
argumentos, lo que lleva invariablemente a la necesidad de contrarrestar las
noticias engañosas, buscando lograr un pueblo participativo y democrático, que
cuente con un sistema educativo proactivo, que habilite el pensamiento crítico
reflexivo, instancia que depende tanto de un ciudadano capacitado para
diferenciar entre lo falso y verdadero, como de bibliotecarios y bibliotecarias
que gestionen información bajo un sentido ético. De alguna manera es lo que
determinará el éxito de la veracidad informativa en sus diferentes
territorialidades (prensa – corporaciones – organizaciones – bibliotecas –
archivos – centros de documentación – editoriales y otros etcéteras).
La velocidad con la que la información se
difunde, en un contexto de pandemia que todo lo potencia y disemina, y en un
mundo donde las terminologías van variando, es un dato a analizar y una prueba
para corroborar la veracidad, imparcialidad, objetividad, y la no manipulación
política y/o comercial, de todo aquello que repercute en la sociedad de la
información, porque es un hecho que cada noticia, según quien la difunda,
buscará mostrar diferentes versiones de lo que se va divulgando, lo cual, dado
el tiempo que lleva elaborar y editar dichos contenidos, explica de alguna
manera porqué, a nivel mundial, muchos medios de comunicación no siguen esas
pautas de verificación.
En líneas generales, fue interesante el
abordaje que se hizo sobre el uso ético de la información, entendimiento que en
el actual contexto sanitario debe ir ligado con los principios éticos de la
salud. En paralelo, tal como lo especificó la documentalista española Alicia
Sellés Carot, es indispensable plantear la urgencia de reflexionar internamente
sobre el papel de la profesión en este contexto social que nos interpela,
pensar en la necesidad de construir colecciones pertinentes en las bibliotecas,
en la necesidad de profesionalizar nuestros servicios, en la necesidad de poder
generar un ámbito de trabajo donde sea posible acceder, utilizar, comprender y
crear conocimiento, tarea que requiere de la ampliación de un conjunto de
indicadores, si es que pretendemos mejorar los estándares de servicio de
nuestras bibliotecas.
Hablar de bibliotecas sin fronteras es
concebir como un reto el entendimiento de la identidad en el espacio digital,
virtual y electrónico, implica analizar la información que necesita una
comunidad, pensar el sentido de lo que significa compartir información en esta
nueva sociedad.
Probablemente el mensaje del profesor
chileno Gonzalo Oyarzún, parafraseando con su presentación un título
cinematográfico de Wim Wenders, haya dejado claro sobre lo imprescindibles que
resultan las bibliotecas en tiempos de distanciamiento, como lugares donde se
desarrolla la vida cultural, social y política de las comunidades. Espacios
para establecer identidad y reflejar la memoria local, sitios que permitan
construir comunidades, lo que nos lleva a preguntarnos, una vez más, qué es una
biblioteca, que entendemos por este lugar público de servicio que abre sus puertas
a cada ciudadano, acaso un lugar donde todo es posible, donde se contribuye a
la formación de capital cultural, de capital social, de inclusión digital, en
este sentido abundaron ejemplos de diferentes realidades:
-Biblioteca Comunitaria Rija'tzuul Na'ooj, San
Juan La Laguna, Guatemala, en el que se concibió un Centro de negocios de mujeres
artesanas para mejorar sus habilidades empresariales y favorecer el desarrollo
económico a través de las tareas de tejido y teñido tradicionales.
-Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de Ghana, donde se compartió la relevancia de un laboratorio móvil a través de
un bibliobús, que permite el acceso a los libros y al uso de tecnologías a los escolares
de la zona (experiencia similar registrada en Biblioteca Regional del Norte).
-Biblioteca Pública de Kibera, en Kenia, ubicada
en medio de un asentamiento humano, en el que viven aproximadamente un millón y
medio de personas, donde los usuarios, de escasos recursos, pueden utilizar en
forma gratuita tablets y contenido digital para mejorar los resultados
escolares de los niños y niñas de la comunidad.
-Centro de Recursos Comunitarios Nambi Sseppuuya, en Jinja, Uganda, en el que se trasladan materiales bibliográficos
en bicicletas a diferentes comunidades aisladas, ejemplos similares se detectan
en las bibliotecas de Lobuto, Zambia, en el que la noción de servicio cobra
otro valor.
Por último, es para resaltar el ejemplo de Grainothèque,
la primera biblioteca comunitaria agrícola en Costa de Marfil, se trata de una
granoteca o biblioteca de semillas, granos o cereales, que pone a disposición
de los agricultores, semillas de calidad y una cámara frigorífica solar (banco
de productos agrícolas) para la conservación de cereales y de cultivos post
cosecha. Ofrece también un espacio de trabajo colaborativo y un kit de
información y capacitación en técnicas agrícolas. En este espacio, en el que se
prestan granos como si fueran libros, Oyarzún compartió un dato muy
esclarecedor, que da cuenta de la importancia de lo que genera este
emprendimiento a nivel social: solo en el año 2018, se llegaron a intercambiar a
través del trueque comunitario, unas tres toneladas de semillas, dato que
alcanza para entender cómo una biblioteca puede ser una herramienta de lucha
genuina y legítima contra las desigualdades, el éxodo rural, la migración
masiva de jóvenes y un instrumento de transformación social.
Cuando nos vuelvan a preguntar qué es una
biblioteca, ahí tendremos otro ejemplo del cual poder hilar algún entendimiento.
Es lo que habilita este tipo de eventos, el
coloquio mexicano impactó mucho por la cantidad de visitas que tuvieron las
exposiciones virtuales, que fueron muy bien moderadas por los mexicanos Jonathan
Hernández, Ana Gricelda Morán Guzmán, Micaela Chávez Villa, José de Jesús
Cortés Vera, Alonso Solís Sillas y Gerardo Zavala Sánchez. En esos tres días se
trataron cuestiones que tuvieron relación, solo por mencionar algunas, con las construcciones
falsas de noticias, el Open Access, el desarrollo sostenible, la ética de la
información, el derecho al bien público, la identidad, la memoria, el
conocimiento, los servicios, las nuevas terminologías, así como los eventuales interrogantes
a los cuales debemos dar respuestas.
Esperemos, en el retorno de un año,
encontrar nuevas experiencias, así sean a través de una pantalla, o frente a un
auditorio. Que estas bibliotecas sin fronteras, parafraseando al querido Carlos
Martínez Sarasola, nos permitan construir un mundo donde quepan muchos mundos.
A continuación, se comparten las
presentaciones de los disertantes en formato electrónico:
XXXIV Coloquio Internacional de
Bibliotecarios
http://www.coloquiobibliotecarios.udg.mx/
Primera sesión:
https://www.youtube.com/watch?v=Y2mIkDAKXYU
Segunda sesión:
https://www.youtube.com/watch?v=b6UIoQzu0H8
Tercera sesión:
https://www.youtube.com/watch?v=GZllKtLBvwI