Pautar un
entendimiento del concepto “indígena” remite a la necesidad de comprender, por
parte de la ciudadanía, la importancia de la autoidentificación como pueblo
indígena de cada hombre o mujer que sea descendiente de la cultura de un pueblo
originario. Las lenguas indígenas van asociadas a una comprensión simbólica del
universo, cuyas formas de conocimiento son únicas, y que suelen estar
vinculadas con la interacción del medio ambiente y el respeto a los
ecosistemas. La relación establece un equilibrio que en la mayoría de los casos
tiene por obstáculo el conjunto de prácticas de las propias sociedades
hegemónicas, desconociendo esa sabiduría y limitando el cuidado de sus recursos
naturales.
Según las
Naciones Unidas (ONU), hay más de 476 millones de pueblos indígenas repartidos
en 90 países, que representan alrededor del 6,2% de la población mundial, y es
realmente significativo que este organismo no ha adoptado una única definición
oficial del término “indígena”, dirimiéndose en muchos aspectos terminologías que
solo encuentran lugar en un contexto enciclopédico, sin lograr representar el
sentido comunitario e identitario de las culturas originarias. En algunas
situaciones, parecería que buena parte de la preocupación está centrada en cómo
denominar, desde el atril de un comité especializado, aquello que en la mayoría
de los casos no se comprende, ya sea por falta de interés como de cierta
ligereza para situar en un plano más equitativo el concepto básico de persona o
gente.
En líneas
generales, a esta parte de la sociedad se los considera descendientes, según
una definición común, de quienes habitaban un país, un territorio o una región
geográfica en la época en que llegaron personas de diferentes culturas u
orígenes étnicos, lo que originó que las poblaciones recién llegadas, se
terminaran convirtiendo en dominantes mediante la conquista, la ocupación, el
asentamiento u otros medios.
Según lo ha
definido la Secretaría del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la
ONU (UNPFII), la concepción de una terminología que identifique aspectos
característicos de los pueblos originarios está basada en lo siguiente:
• Autoidentificación
como pueblos indígenas a nivel individual y aceptación por la comunidad como
miembro.
• Continuidad
histórica con las sociedades precoloniales y/o anteriores a los asentamientos.
• Fuerte vínculo
con los territorios y los recursos naturales circundantes.
• Sistemas
sociales, económicos o políticos distintivos.
• Lengua, cultura
y creencias distintas.
• Formar parte de
grupos sociales no dominantes.
• Mantener y
reproducir sus entornos y sistemas ancestrales como pueblos y comunidades
distintivos.
Pero
invariablemente, el problema del nombre encuentra un concepto tan complejo como
central para intentar describir el sentido de esta problemática, ese concepto
es el de identidad, lo que hace que, en buena parte de la discusión, se pierda
tiempo en definir el alcance de una palabra (bajo criterios ajenos a la propia
cultura) en vez de identificar qué significa pertenecer a un pueblo originario.
Allí resulta inevitable prestar atención, desde el propio terreno de los
derechos humanos, a lo que implica comprender el criterio fundamental de la
autoidentificación, desde una escucha atenta y bajo una perspectiva
intercultural. Según diferentes diccionarios, la etimología de la palabra
"identidad" proviene del latín tardío identĭtas, -ātis, y este derivado del latín ídem “el mismo”, “lo mismo”. Por lo tanto, la identidad se refiere
a la cualidad de ser idéntico, es decir, de ser uno mismo o de tener las mismas
características.
Tal como lo
plantea la UNPFII, el término "indígena" ha prevalecido como término
genérico durante muchos años. En algunos países, puede haber preferencia por
otros términos, como tribus, indios, aborígenes, pueblos tribales, pueblos originarios,
pueblos nativos, naciones indígenas, grupos étnicos, o denominaciones aún más
despectivas o prejuiciosas como ha ocurrido en Argentina con el término
“cabecitas negras” que englobaba no solamente a los descendientes de culturas
originarias y grupos migrantes de las provincias, sino también cuestiones
asociadas a la pobreza y marginalidad. Asimismo, surgen otros términos de
carácter social y geográfico como cazadores-recolectores, nómadas, campesinos,
o vinculados con los lugares que habitan, como montañas, valles, selvas y
llanuras entre otros.
Lo que no se
puede negar es que esa concepción del término en muchos casos va ligada a una
serie de connotaciones negativas, con base en el desconocimiento, la
estigmatización, la desvalorización y las generalizaciones comunes, lo que ha
llevado a muchos paisanos a no interesarles revelar ni definir su origen,
situación que invariablemente afecta a los descendientes familiares y que se
encuadra dentro de la discriminación existente hacia estas poblaciones, sin
valoración alguna por la cultura de la que forman parte y del conocimiento que
cultivan al interior de sus comunidades, tanto desde contextos medicinales como
ecológicos, artísticos y alimenticios. El vínculo con la tierra que los rodea
es fundamental para comprender su supervivencia física y espiritual, ideas
sostenidas desde los valores y los desarrollos colectivos basados en el bien
común y la reciprocidad, conceptos que Carlos Martínez Sarasola reivindicaba
bajo la necesidad de construir puentes que permitan un encuentro genuino con
otras formas de conocimiento.
Es necesario adscribir
a los procesos endógenos de reidentificación indígena, que tal como lo expresó
el autor de Nuestros paisanos los indios, deriva el concepto de reetnización
como vía para llegar a la eventual restitución de sus derechos como pueblos
originarios. El término es vital porque habilita la reflexión crítica sobre el delicado
tema de la construcción (y reconstrucción) de identidades en poblaciones de
ascendencia indígena, así como el concepto de “etnogénesis”, en el
sentido que le dio el antropólogo y
etnólogo estadounidense William Sturtevant, cuando a principios de la
década de 1970 lo define como el “establecimiento de la distintividad grupal”.
Siguiendo estos
criterios, resulta un aporte el entendimiento de una investigadora
estadounidense de Bibliotecología Indígena, Loriene Roy – primera presidenta
indígena de la Asociación Americana de Bibliotecas (ALA) en el año 2007– quien
expresó, ante la pregunta "¿quién es indígena?", que las comunidades
tribales son las que determinan quiénes son sus miembros, definidos desde las
propias familias indígenas, situación que requiere comprender los orígenes, la
continuidad y la singularidad de las comunidades nativas. Es para destacar que,
para muchos pueblos indígenas, el acto de definir replica una actitud
colonial de detallar y puede percibirse como una disminución del
conocimiento y el reconocimiento de los pueblos originarios. Definir estrictamente
a los pueblos indígenas puede, por lo tanto, percibirse como un paso hacia el
cuestionamiento de sus identidades y la perpetuación de la tediosa nomenclatura
de clasificar a los pueblos indígenas como “el otro” o “los otros”, incluso
hasta llegar al punto de que un investigador externo a la cultura puede
adjudicarse el hecho de interpretar quién pertenece a una nación tribal y quién
no.
Esta situación
genera un problema si se eluden prácticas éticas, ya que inventar una
definición de la identidad de los pueblos indígenas habilita luego crear
obstáculos dentro de los límites de esta definición, lo que hace que buena
parte de quienes son objeto de estudio no tengan acceso a sus propios registros
escritos y desconozcan todos los detalles de su propia historia, posición que invariablemente
obliga en cierto punto a que dichas categorías sean aceptadas, en un escenario académico de homogeneización
de los grupos humanos examinados, limitados en su conjunto a ser herramientas
teóricas sin posibilidad de elevar voz alguna, y quedar anclados en
consecuencia a una suerte de codificación binaria del mundo. Esa perspectiva
dominante instala las concepciones peyorativas bajo las cuales son descriptos
los paisanos al resto de la sociedad, es por eso que se resalta la postura de
Loriene Roy –quien además pertenece al grupo de pueblos indígenas anishinabe, culturalmente
relacionados en la región de los Grandes Lagos de Canadá y Estados Unidos, y
miembro de la tribu chippewa de Minnesota– bajo la cual se comprende las
características de los pueblos indígenas desde sus propias autopercepciones, entendimiento
que es compartido por instituciones como la Federación Internacional de
Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias (IFLA) para evitar actitudes colonizadoras
a la hora de tratar de comprender quienes son aquellos que forman parte de una
comunidad indígena.
Bajo este
contexto resulta interesante el espacio que la Secretaría del Foro Permanente de
la ONU le otorga a la participación política de los pueblos originarios, desatención
marcada por los innumerables casos de genocidios, etnocidios y destrucciones
comunitarias que muchas comunidades padecieron en nombre del Estado, lo que
repercutió en una absoluta ausencia de representación y participación política,
con realidades marcadas por la marginación económica y la pobreza, la falta de
acceso a los servicios sociales y la permanente discriminación sufrida en forma
cíclica por las distintas generaciones. Esta disposición –marcada también por
el histórico entendimiento del “día de la raza”- nos lleva a dedicar un espacio
mayor a los derechos indígenas, que muchas veces, desde la letra escrita de las
constituciones, habilita una defensa pero que en la realidad no se ejecuta ni
se respeta, esos problemas comunes impactan en sus identidades, en sus formas
de vida y en su derecho a las tierras, territorios y recursos naturales
tradicionales, donde terminan siendo desplazados de sus propias viviendas, a
pesar de la legislación internacional que habilita la recuperación de sus
derechos.
Nombrar o
categorizar algo ubica al autor en un plano jerárquico en el que la idea de
autoridad estará siempre visibilizada desde la punta de una pirámide. Bajo esa
lógica, los que se encuentran en la base de esa figura deben aceptar dicha
denominación sin lugar a la interpelación. Se requiere la necesidad de un
diálogo y de un encuentro, desde un plano horizontal y sin ningún tipo de
paternalismos, en donde las conductas deben reflejar un criterio moral y ético
basado en el intercambio genuino de conocimiento, con base en las argumentaciones
y estudios realizados a conciencia.
Tenemos que
preguntarnos por qué nadie cuestiona que las puertas de una comunidad indígena
siempre se encuentran abiertas para que ingresen los investigadores, sin
embargo, las puertas de los hogares de quienes investigan a esas familias, no
suelen estar abiertas para los paisanos, aún si existiera de parte de ellos la
necesidad de una visita y una conversación. Durante mucho tiempo se tornó
habitual obtener información sin dar nada a cambio, y acaso algo más cuestionable,
obtener datos vinculados con áreas de interés como la medicina, la farmacopea
tradicional, el chamanismo o la etnomusicología, sin retribuir reconocimiento
alguno a la autoría intelectual de dichos conocimientos. Quienes cierran sus
puertas son los que se permiten definir conceptos sobre las personas, al final
del día, solo queda una etiqueta, visible en una enciclopedia, un artículo
científico o un libro.
En esa ausencia
de acuerdo, los nombres propios quedan invisibles, y los problemas “de los
indígenas” siguen sin resolverse.
Fuentes consultadas:
Escolar, Diego
(2007). Los dones étnicos de la Nación. Identidades huarpe y modos de
producción de soberanía en Argentina, Prometeo, Buenos Aires.
Library services
to indigenous populations: case studies. Compiled and edited by Loriene Roy
(Anishinabe), PhD & Antonia Frydman, MSIS. Disponible en: https://www.ifla.org/wp-content/uploads/2019/05/assets/indigenous-matters/publications/indigenous-librarianship-2013.pdf
Martínez
Sarasola, Carlos (2010). De manera sagrada y en celebración: identidad,
cosmovisión y espiritualidad en los pueblos indígenas. Buenos Aires: Editorial
Biblos. Colección Biblios/Desde América.
Martínez
Sarasola, Carlos (2012). Pueblos Originarios, Procesos de Reetnización y
Reconstrucciones Comunitarias: El caso de la comunidad günün ä küna-mapuche
Vicente Catrunao Pincén en las pampas argentinas. Disponible en: http://www.diversidadcultural.net/articulos/nro004/04-05-carlos-martinez-sarasola.pdf
Naciones Unidas.
Los pueblos indígenas: respeto, NO deshumanización. Disponible en: https://www.un.org/es/fight-racism/vulnerable-groups/indigenous-peoples
Naciones Unidas.
Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas.
Disponible en: https://www.un.org/development/desa/indigenouspeoples/wp-content/uploads/sites/19/2018/11/UNDRIP_S_web.pdf
United Nations.
Department of Economic and Social Affairs Indigenous Peoples. Disponible en: https://www.un.org/development/desa/indigenouspeoples/miembros-del-foro-permanente.html
United Nations
Permanent Forum on Indigenous Issues. Indigenous Peoples, Indigenous Voices
factsheet. Disponible en: https://www.un.org/esa/socdev/unpfii/documents/5session_factsheet1.pdf
Nota: la imagen fue publicada en el siguiente
sitio: https://argentina.indymedia.org/2023/02/16/el-arcoiris-ajedrezado-la-wiphala-decodificada-por-rafael-bautista-s/