Apenas
la palabra.
la palabra apenas.
L’arte povera, del libro “El arte de callar”
El tiempo se lleva estas cosas, ausencias que dificultan la jornada, porque se sabe que el camino continúa sin poder remediar la ignorancia, sin posibilidad alguna de seguir consultando lo que se desconoce, sabiendo que del otro lado siempre había una respuesta.
Conocí hace años a Rodolfo Alonso, poeta, ensayista, traductor, en una serie de encuentros a los que, por humildad, no llegó a denominarlo "taller literario", decía que era imposible enseñar a alguien a escribir, que a lo sumo podía hacer un acompañamiento de las ideas e imágenes que podían surgir de un poema. Se trató de una gran persona, de esos que, por no estar vinculados con la verborragia ni la soberbia, pasan desapercibidos a pesar de su talento. De aquellos encuentros siguieron sus correos electrónicos, donde compartía en forma colectiva sus artículos en diarios y revistas, siempre al final arrojaba esta frase: “no se prohíbe difundir”.
Gracias a su gentileza descubrí a grandes poetas, de los cuales tenía escasa referencia, en su momento me había aconsejado leer a Georges Schehadé, un poeta francés de origen libanés, nacido en Alejandría, como decía Rodolfo “un francés en cuya obra no resulta difícil descubrir el relumbre de la gracia misteriosa de Oriente”, en algún lugar guardo sus correcciones, donde daba mucho valor a las puntuaciones, al ritmo según las sílabas empleadas, a los espacios en blanco que representan no solo pausas sino también silencios, al ordenamiento de las palabras dentro de una frase, la importancia del sonido en el verso recitado.
Me quedan sus anécdotas literarias. Decía que algunas fotos de Baudelaire y de Rimbaud bastaban para explicar que es la poesía sin utilizar escritura alguna. Del creador de las “Flores del mal” recogió la siguiente afirmación: “Sería prodigioso que un crítico se convirtiera en poeta y es imposible que un poeta no contenga un crítico”, en este punto debemos detenernos para apreciar el inmenso aporte de Rodolfo Alonso, ya que solía vincular entendimientos lingüísticos, históricos y filosóficos en el trabajo con las palabras realizados por reconocidos escritores. Más de una vez, pude recomendar libros a los lectores por los estudios y las traducciones de este gran poeta argentino, ese secreto placer de vincular conceptos, contextos, y planos a medida que aumentan las lecturas. Muchos bibliotecarios y bibliotecarias le debemos agradecer la inconmensurable tarea por compartir la imposible aventura de cultivar y desmalezar escrituras en otras lenguas.
En tal sentido, resultó fascinante el
trabajo que hizo como traductor, gracias a su inquietud y curiosidad, en
nuestras bibliotecas pudimos leer genuinas versiones de reconocidos escritores,
la lista abruma: Pessoa, Cesare Pavese, Giuseppe Ungaretti, Paul Eluard,
Marguerite Duras, Antonin Artaud, Eugenio Montale, Carlos Drummond de Andrade,
Jacques Prévert, Pier Paolo Pasolini, André Breton, Charles Baudelaire, el
citado Schehadé, Manuel Bandeira, Paul Celan, Gillo Dorfles, Umberto Saba,
Murilo Mendes, Guillaume Apollinaire, Dino Campana, Rosalía de Castro, Stéphane
Mallarmé, Olavo Bilac, Paul Valéry, Ledo
Ivo, Sophia de Mello Breyner Andresen, Saint-Pol-Roux, René Char, Ingeborg
Bachmann, Paul Celan, Günter Eich, Hans Magnus Enzensberger, Günter Grass, Helmut
Heissenbüttel, Karl Krolow, Nelly Sachs, Marqués de Sade, Salvatore Quasimodo,
Guy de Bosschère, António Ramos Rosa, F. T. Marinetti, Ardengo Soffici, Piero
Jahier, Aldo Palazzeschi, Vincenzo Cardarelli, Libero de Libero, Leonardo
Sinisgalli, Alfonso Gatto, Vittorio Sereni, Franco Fortini, Rocco Scotellaro,
Edoardo Sanguineti, Mario de Sá Carneiro, Adolfo Casais Monteiro, Carlos de
Oliveira, Egito Gonçalves, Mario Cesariny, António Ramos Rosa, Pierre-Jean
Jouve, Robert Ganzo, Georges Brassens, Dante Milano, Cecília Meireles, Augusto Frederico Schmidt, Vinicius de Moraes,
João Cabral de Melo Neto, Aníbal M. Machado, João Guimarães Rosa, Clarice
Lispector, Milton de Lima Sousa, Elio Vittorini, Guido Cavalcanti, Cecco
Angiolieri, Thomaz Albornoz Neves, José Augusto Seabra, Tabajara Ruas, Kama
Kamanda, Mario Cesariny, Joaquim Maria Machado de Assis, Saint-Pol-Roux, e innumerables
antologías y compilaciones, donde incluía criterios de selección, prólogo y
notas. Imposible dar cuenta de la magnitud y alcance de ese horizonte en el
cual estuvo posado.
Con Rodolfo Alonso se va una generación de
grandes escritores, muchos de sus poemas estuvieron escritos en un perfecto
castellano, la palabra descubierta, la indeleble música, la luminosa epifanía concentrada
en un pequeño verso.
El tiempo siempre lo tendrá en un lugar donde los recuerdos florecerán, es el consuelo que nos toca como lectores de su obra, es el agradecimiento perpetuo que su amor por la literatura ha provocado, porque difícilmente se pueda entender lo que significa traducir algo que el tiempo guardó en la memoria.
Ojalá su nombre se siga descubriendo al paso de algún viento.
…y estas son sus pavesas
confinadas a un
diario
“Puedo ser el poema
pero no la poesía”.
Blog de Rodolfo Alonso
http://rodolfoalonso02.blogspot.com/
Fuente:
Murió
el poeta Rodolfo Alonso / Silvina Friera
https://www.pagina12.com.ar/318580-murio-el-poeta-rodolfo-alonso
Ha
muerto Rodolfo Alonso / Noé Jitrik