¿Cuál sería la mayor fortaleza de una biblioteca? Muy
probablemente el poder ofrecer a sus usuarios documentos que no podrán obtener
en ninguna otra unidad de información.
Producir documentos desde el conocimiento endógeno permite
fortalecer el patrimonio cultural intangible de la comunidad, barrio, ciudad o
pueblo. Pensemos en las bibliotecas
populares que cuentan en sus acervos con idénticos materiales de referencia y
de “temas generales” (incluyendo videos), con lo cual se constituyen en
espacios impersonales, lo que allí encontrará el usuario será lo mismo que
podrá encontrar en otras bibliotecas populares ubicadas en el norte, sur, este
u oeste del país. Todas estas bibliotecas dispondrán de materiales valiosos,
distribuidos por un ente rector, que permitirán ofrecer respuestas al usuario,
pero del mismo modo –y siempre considerando el acervo bibliográfico- todas
estas unidades carecerán de identidad, aquello que la comunidad conserva como
saber (historia local, biografías, anécdotas) no se encontrará representado.
Pensemos cuántas bibliotecas se toman como premisa el
producir documentos que permitan identificar la identidad local. Acaso una de
las herramientas más pertinentes lo constituyen los archivos orales
(documentales audiovisuales, registros sonoros y entrevistas pautadas por el
bibliotecario a miembros de la comunidad), pero no solamente en aquellas
comunidades o pueblos pertenecientes a minorías étnicas, lingüísticas y/o
culturales, pensemos en los ancianos y jubilados que se encuentran cerca de una
biblioteca popular o pública, cuántos aportes, desde el conocimiento directo,
puede generar este grupo social apelando a la memoria y el lenguaje, y no solo
el testimonio oral, también los documentos personales (fotografías antiguas,
recortes de diarios y revistas que probablemente ya no existan, folletos de
época, artefactos y materiales), lo que convierte a este usuario potencial en
un referente válido para representar la identidad local a través de documentos
y fuente directa de consulta para aquellos investigadores que desean publicar
sobre la historia de sus barrios.
Toda biblioteca tiene por objetivo un anhelo tal vez
utópico: la búsqueda de representatividad en los acervos bibliográficos. El
trabajo con archivos orales permite una comprensión más profunda de la vida
social de las familias, habilita el aporte de métodos, conceptos y marcos
teóricos que contrarrestarán las informaciones tradicionales que sobre estos
grupos existen.
Recoger historias orales implica una profunda complejidad de
significado y de sentido, donde toma valor la memoria y la subjetividad del
libro viviente. Por medio de una conversación, y con un conocimiento previo del
tema a documentar, se comparte entre las personas un proceso intelectual a
partir del cual se produce conocimiento, activado por los recuerdos del
entrevistado. Incluso la comunicación genera información contextual que no es
verbalizada por el emisor, y que debe ser registrada en el documento por el
bibliotecario (gestos, silencios, ilustraciones simbólicas). La interpretación
de las narrativas orales (costumbres, mitos, cuentos, anécdotas, chistes,
canciones, saberes) permite la recuperación de identidades y de una historia
que no siempre figura en los documentos oficiales sobre la cultura. Rescatar la
memoria permite recrear escenarios olvidados, indagar sobre sucesos
tendenciosamente registrados, recuperar, valorar y compartir biografías cuyas
historias de vida representan un modo de entender el pasado de una cultura.
Es necesario pensar a las bibliotecas como malocas o
mambeaderos, lugares de encuentro donde se recrea la palabra, donde la
coexistencia habilita el diálogo, la conversación, el conocimiento y la
consecuente producción documental endógena. Documentos “con” la cultura, y no
“sobre” la cultura. Bibliotecas cuya fortaleza sea compartir colecciones que
ninguna otra unidad de información pueda ofrecer sobre el patrimonio tangible e
intangible de las diversas culturas locales.
En el artículo titulado “Oralidad y memoria en la
construcción social del conocimiento” he citado a
Pedro Falcato “
La
identidad tiene relación también con el contexto vital y con las raíces de los
seres humanos, por lo cual las bibliotecas deberían interesarse especialmente
en incorporar documentos sobre lo local y diferente, lo que tiene que ver con
la propia región, vidas e idiosincrasia, para que ese caudal no se pierda y
mediante las posibilidades que ofrecen las tecnologías de la comunicación,
forme de hecho y de derecho parte del patrimonio de toda la humanidad”.
Crear el propio acervo permite asegurar una presencia en el
mundo de la información. La construcción social del conocimiento fortalece la
identidad, recupera tiestos de una cultura móvil, donde la lengua materna
resulta un vehículo cohesivo, tanto de manera individual como colectiva. En
dicho proceso de producción documental, es esencial la intervención del
bibliotecario que no limite su trabajo a la mera catalogación y clasificación
de lo producido, sino que elabore registros arborescentes, agregando notas
marginales, comentarios y documentos desde lo que cada persona puede aportar
subjetivamente con su conocimiento.
Es una tarea pero también una toma de posición para entender
la profesión desde otro lugar, un concepto mucho más dinámico, proactivo, con
un carácter interrogativo, en el que los usuarios participen, logrando nutrir
el propio acervo ¿Qué mejor lugar que la biblioteca para recoger y valorar la memoria?
Centro neurálgico de todo tipo de expresiones, es allí donde
debemos focalizar el sentido de preservar un patrimonio, ofreciendo evidencias
mediante registros bibliográficos representativos.
Por último, y sin pretender por supuesto ofrecer un catálogo
exhaustivo de archivos orales, se recomienda la consulta del proyecto
Association for Cultural Equity sitio web que recoge las grabaciones de Alan
Lomas (materiales de vídeo, fotográficos, entrevistas, programas de radio),
quien fuera nombrado Director del Archivo de Música Folk Americano en 1937, y
colaborador habitual de la Library Of Congreso, máximo responsable de haber
aportado documentos y estudios en el campo de la antropología musical y la
etnomusicología en diversos países del mundo. Para mayor información consultar
este
documento.
Asimismo se recomienda, desde el campo de la bibliotecología
indígena, consultar sobre el proyecto
Biblioteca Digital Maya, a cargo del
bibliotecólogo Robert Endean Gamboa, un necesario espacio de colaboración que cuenta con
testimonios locales sobre la cultura maya.
Breves apuntes sobre la construcción de documentos orales.
Cuando un bibliotecario, en consenso con la comunidad,
decide conformar la creación de un documento, es deseable considerar las
siguientes opciones:
-
Registrar previamente el conocimiento de las personas que
conforman la comunidad, para ello se requiere tiempo y un interés genuino,
alejado de todo paternalismo, para que el documento final sea realmente
representativo de los valores y conocimientos de la comunidad.
-
Hacer una selección de los principales temas que se desean investigar.
Una vez decidido el tema que se va a trabajar, es necesario interpelar a los
referentes comunitarios que poseen conocimientos sobre la cuestión (ancianos,
artistas, investigadores locales, referentes culturales, representantes
políticos) se decide invitarlos a la biblioteca para que expongan sus
conocimientos.
-
Analizar previamente, con sumo cuidado, la variedad de
preguntas con el objeto de no dejar librado al azar ningún dato que pueda
resultar de interés para el usuario interesado en consultar sobre este tema. Se
recomienda tener una noción de los temas a consultar como así también seguir
una estructura de preguntas que tengan la virtud de generar un diálogo, lo más
relajado posible, respetando los tiempos de cada persona que en ese momento intentarán
explicar lo que recuerdan o conocen.
-
Es deseable anexar datos históricos y geográficos a los datos
que ofrece cada informante, si hubo autores locales que publicaron sobre el
barrio es preciso consultar la fuente, intentar el contacto e investigar sobre
la bibliografía utilizada por dicho autor.
-
El paso siguiente, una vez grabados los relatos, es la etapa
de edición, donde será necesario respetar en lo posible la estructura de las
entrevistas pactadas. Es interesante como criterio respetar un esquema de
bloques temáticos, como por ejemplo el siguiente: breve introducción con los
datos de las personas entrevistadas -
testimonios del entrevistado -
recolección de información contextual - aportes interdisciplinarios –
musicalización en caso que sea pertinente.
-
Posteriormente conviene realizar correcciones con los miembros
de la comunidad, corroborar datos, discutir interpretaciones, a fin de que lo
registrado represente genuina y pluralmente el saber local, incluso prestar
atención, en el momento de la grabación, a la gestualidad, aquí es preciso
consignar entre corchetes los gestos o señas empleados por los entrevistados
para reforzar el entendimiento de lo que se ha querido transmitir.
-
Una vez editado el material, se graba en un CD y se ingresa en
la base de datos, catalogando, clasificando e indizando el contenido del mismo.
El CD (o libro parlante), generado desde la radio o desde la biblioteca, es
posteriormente rotulado en el estante de la biblioteca, a fin de facilitar su
disponibilidad para los miembros de la comunidad.
-
Es interesante destacar el criterio adoptado para los
descriptores que permitirán, de manera unívoca y sin ambigüedades, recuperar el
contenido del documento sonoro. El abordaje debería ser exhaustivo, y para que
esto sea posible el bibliotecario debe escuchar en su totalidad el documento
oral y detenerse en cada concepto para luego representarlo mediante notas de
contenido y términos descriptivos que permitan recuperar dicha información.
-
Entre los criterios adoptados figuran el consignar nombre y
apellido de los referentes consultados, a la manera de descriptores que
permitan identificar y también localizar a la persona en caso que el usuario
decida contactarse con motivo de aportar información al documento existente. Esta opción permite revisar la posibilidad
de reedición del testimonio, sumando voces en un verdadero proceso de
construcción colectiva del conocimiento, agregando contenidos hasta alcanzar un
punto de fijeza, idea de completitud posiblemente inabarcable en este tipo de
tarea.
Asimismo es necesario destacar que esta clase de biblioteca genera su propio
acervo, y el modo de construcción de un documento tiene similitud con lo que
sucede con ciertas enciclopedias virtuales, donde son los usuarios quienes
proponen un término y editan sus contenidos, con la diferencia que en este caso
los usuarios no pueden borrar la información existente.
Quien suscribe considera de enorme importancia que la
biblioteca tenga contacto directo con una radio local, resulta un espacio ideal
para complementar la tarea de recuperación de información, no solo por lo que
implica en sí mismo el vínculo social y educativo de los medios de comunicación
con bibliotecas y escuelas, sino también las posibilidades tecnológicas con las
que cuenta y especialmente la sinergia que genera la emisora entre quienes
precisamente valoran la palabra como vehículo de expresión de conocimiento. Es
realmente necesario que el bibliotecario trabaje con los representantes
radiales en forma asociativa, aprovechando las herramientas de un medio de
comunicación que no requiere, en estos escenarios, la presencia de locutores
profesionales. El bibliotecario como investigador y como periodista para
favorecer la construcción de documentos genuinos que fortalecerá un patrimonio
cultural en permanente riesgo.
Me aventuro a creer que esta concepción de la disciplina
permitiría agregar algunas variables en el excelente artículo de
Zunilda Roggau
sobre el estereotipo del bibliotecario, allí la autora refiere lo siguiente:
El poder esquiva la realidad que se presenta
cotidianamente y que es exigida por la biblioteca "real": un
organismo vivo, que interactúe con la gente, que crezca en cantidad y calidad
porque los libros se usan, se arruinan, se extravían y deben ser reemplazados,
cuyo mobiliario y edificio suponen mantenimiento, reposición o ampliación, que
necesita iluminación, personal competente, equipamiento y software, etc., etc.
Esta es la biblioteca que intenta democratizar el saber. Pero la
"biblioteca sagrada" permite camuflar a la "biblioteca
real". Si la biblioteca real no existe, no se necesitan libros, ni
presupuestos ni bibliotecarios reales, alcanza con el estereotipo del
bibliotecario, con el estereotipo de la biblioteca, que solamente permanecerá
allí para cuidar que nada cambie. Si nada cambia (dice el profesional con el
estereotipo internalizado) yo no tengo que cambiar; si nada cambia (dice el
funcionario con el estereotipo asumido) no hay por qué cambiar, cerrando el
ciclo de retroalimentación. La imagen elitista de las bibliotecas se da la mano
con la imagen estereotipada del bibliotecario, el poder se sirve de esa alianza
para sus fines y por su parte la comunidad "ve" lo que quiere ver.
Se trata de una intervención social, cultural y profesional
que a su vez permite conservar un saber, representando conocimiento desde la
identidad y la valoración de la memoria, y para lo cual se requiere asumir
un compromiso crítico y ético con nuestra vocación.
El firmante agradecerá de parte de los lectores la difusión
de ejemplos concretos de producción documental en bibliotecas, museos, archivos
y centros de documentación en los que hayan intervenido, con el fin de agregar
prácticas y experiencias que puedan conocerse y replicarse en otros espacios.
Valoraré mucho cada opinión.
Cordiales saludos.
Daniel Canosa
Bibliotecólogo. Docente-investigador.
Nota: la imagen de esta entrada pertenece
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