En diciembre del año 2016, compartí con Rafael Bardas una reflexión sobre la promoción de la lectura en contextos de vulnerabilidad social:
http://librosvivientes.blogspot.com.ar/2016/12/sobre-la-promocion-de-la-lectura-en.html
Se
trataba del análisis de un artículo de Guillermo Saccomanno, que motivó un
conjunto de reflexiones en torno a la promoción lectora, en sintonía con una
serie de experiencias educativas vinculadas con políticas públicas de lectura. Me
pareció relevante incluir algunas impresiones de Rafael, considerando su pasado
como docente en distintas universidades, tanto nacionales como extranjeras, el
resultado es la siguiente carta:
Daniel:
Me ha gustado mucho este trabajo tuyo. Toca precisamente a la esencia de ese docente innato que hay en mí y que, de algún modo y en algunas circunstancias de mi vida, he podido poner en práctica.
Vos lo has referido de modo específico a las áreas llamadas “de vulnerabilidad social”, donde a todas luces, esta temática hace crisis.
Sin embargo, creo que bien podríamos extender la consideración al resto de la comunidad humana actual, acentuándola en el caso de los jóvenes adolescentes de hoy, ya sea que provengan o no de áreas carenciadas.
Está casi comprobado que el desenfrenado avance tecnológico que día a día nos sacude, ha incidido fuertemente en la mentalidad y las costumbres de nuestros adolescentes, incapacitándolos, cada vez más para absorber el esfuerzo que implica procurarse un libro y leerlo.
Asimismo, el simple hecho de que todo se nos presente servido con sólo apretar una tecla, adormece el natural ímpetu de acción que la sana curiosidad conlleva.
Paralelamente a todo esto, hay que tener presente que el adolescente del siglo XXI ha sido convertido en objeto primario y exclusivo de una feroz campaña comercial que le hace creer que él está por encima de los adultos y que, por lo tanto, sus apreciaciones y puntos de vista, son las correctas y las más acertadas, simplemente por ser las más actualizadas. De lo cual se sigue la obvia desautorización del maestro, frente al discípulo. Una realidad que, precisamente en áreas de bajo nivel socio-cultural (no necesariamente socio-económico), se extiende aun a los padres del adolescente. Estamos, pues ante una real inversión de valores.
Otro gran factor que no debemos olvidar es la generalizada urgencia de orden económico que atormenta hoy a la familia. Sobrevivir en condiciones de razonable dignidad -no hablo de lujos- es una dura tarea que ocupa no sólo el tiempo de los ciudadanos, sino también su mente. Y también aquí hay que pensar en todas las áreas, no únicamente en las más castigadas: un simple comerciante, un profesional, un docente o un empresario, pueden padecer, en mayor o menor grado estas urgencias que, sin duda van a incidir en su disponibilidad de tiempo y su interés por la lectura.
Desgraciadamente todo esto no es nuevo en el mundo actual. Te recuerdo la vieja anécdota que, seguramente te he contado, de mi triste experiencia cuando en mis primeras armas como docente, siendo aun estudiante universitario, me tocó enseñar matemáticas en un colegio secundario nocturno de Mataderos. El primer día, el Director del establecimiento me dijo: “No pensará hablarles de matemáticas, no? A lo sumo hábleles de fútbol, si quiere salir vivo” ¿te das cuenta? Mucho peor que las docentes que sucuchaban los fascículos, en el cuento de Saccomanno. Esto fue allá, por la década del ’50. También yo, en el 2004, aquí en NY, he tenido que echar del aula a un alumno. Y también he tenido que acudir a artificios ocasionales para conseguir la atención de los estudiantes. Y logré salir airoso y hoy me enorgullece que, en la calle o en el subte, a menudo, algún muchacho me grite: “Hey, Professor!!” y me abrace afectuosamente.
Evidentemente, frente a esta problemática, nadie debería permanecer indiferente. La cuestión es quién debe tomar las riendas y cómo debe hacerlo.
Ante todo, el Estado, debe plantearse la Educación Pública como tarea primordial e ineludible. Esto supone, de entrada, ofrecer a los docentes no sólo un salario correcto, sino uno que los incentive a “meterse en esa trinchera”. Hay que volver a la época en que ser “Maestro de grado” o “Profesor del secundario” eran una verdadera distinción profesional. Para ello, se requiere también una efectiva selección de los futuros docentes y una verificación periódica de su capacidad y actualización. (Yo aquí, una vez por año, tengo que asistir un día completo a clases de actualización. Si no lo hago, caduca mi licencia en el acto. Me toca en estos días).
O sea que es verdad lo que Saccomanno les dijo a esas docentes. Quien no tiene amor a lo que hace, inevitablemente lo hará mal. Gran parte -no todo- de los problemas es culpa de los docentes mal seleccionados, mal controlados y por supuesto, muy mal pagados. Pienso que antes de plantearse Planes Nacionales de Educación, hay que atender a una inmediata y real solución del problema docente.
Detrás del Estado, está muy prevalentemente, la
Familia. De ella depende en primer lugar la formación socio-cultural del
educando. Creo que se impone desarrollar fuertes, efectivas e inteligentes
campañas en orden a instruir a los padres sobe la educación de sus hijos. Y
esto sí que es en todas las áreas, sean o no vulnerables. Obvio que más
intensamente en las vulnerables. Pero no nos olvidemos del viejo tango…”Niño
Bien!”
Niño bien, pretencioso y engrupido,
Que tenés berretín de figurar;
Niño bien que llevás dos apellidos
Y que usás de escritorio el petit bar;
Pelandrún que la vas de distinguido
Y siempre hablás de la estancia de papá,
Mientras tu viejo, pa' ganarse el puchero,
Todos los días sale a vender fainá.
¡Qué sabias las letras de aquellos tangos! ¡No las olvidemos!
Y hablando de la necesidad de campañas de difusión, recuerdo ahora una que que no se hace y debería hacerse: la de mejorar el contenido de ciertas audiciones radiales y televisivas abiertamente destructoras de la Familia como tal. Una apología de la desunión de la pareja donde lo lógico y habitual -casi lo mejor- es “cornear” al otro, produce en el adolescente un impacto fuertísimo, que pone en duda todos los valores rescatables. Hay como una manía establecida de poner en evidencia todo lo negativo y sucio de la relación humana. Basta con escuchar los tramos farandulezcos de ciertos noticieros radiales. Muchos de ellos a las horas en que los padres llevan a sus hijos al colegio y van escuchando las noticias por radio. Vez pasada, íbamos con mi hijo y sus chicos, oyendo el noticiero y mi hijo tuvo que apagar la radio del auto. Esto confunde, bajo el pretexto de entretener. Mina la moral y la salud mental de los niños, de los adolescentes y aún de los adultos. Nadie dice ni hace nada por impedir esta forma de contaminación social.
Fuerte abrazo y gracias por seguir compartiendo!
Rafael.
NYC
Dic. 7/2016
PD: Esta carta de Rafael no ocurre en un día común, hoy, 21 de abril de 2021, se cumple un año de su partida, producto del Covid, parece mentira el paso del tiempo, que hayan sucedido tantos eventos, que este amigo no haya estado para contarlos, es algo que me ocupa, porque siempre que reviso el baúl donde guardo esas cartas, es como si saliera viento de la caja.
Todo tiene que ver con las ideas, como estas que comparto un poco atribulado, aunque esperanzado, en medio de tantas cosas.
Nota:
La imagen pertenece al
sitio Web Pixabay
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