Se comparte el documento presentado en el Primer Encuentro Internacional de Editoriales Cartoneras en Costa Rica, organizado en forma virtual por la Escuela de Bibliotecología y Ciencias de la Información (EBCI), de la Universidad de Costa Rica, donde resultó muy ameno intercambiar experiencias relacionadas con la realidad de las Editoriales Cartoneras en los distintos escenarios donde sus producciones se manifiestan.
Un gusto realmente haber formado parte de la mesa redonda con Jania Kudaibergen, Sergio Rodríguez y la moderación de Mayra Giménez.
Les
agradezco a los organizadores, en especial Diego Mora y Dessire Rodríguez, así
como la gentileza de los comentarios compartidos por Olga Cartonera, Paloma
Celis Carbajal y Adrián Vila.
Ojalá
la próxima edición sea presencial.
Un abrazo.
Reflexiones sobre la permanencia cartonera en el contexto editorial
Resumen
Se comparte una serie de reflexiones sobre la permanencia social de las editoriales cartoneras en el contexto literario. Se vinculan algunas ideas manifestadas por recolectores, cartoneros y recuperadores urbanos, estableciéndose puntos en común que representan, bajo el plano de la cultura popular, una poética de la resistencia en relación al cooperativismo, desde donde se ofrecen respuestas genuinas ante la problemática del acceso a la lectura, el reciclado y el cuidado del medio ambiente.
Origen cooperativo de las editoriales cartoneras
Ya casi todos saben cómo empieza esta aventura, el origen cooperativo de las editoriales cartoneras, nacido en medio de asambleas barriales y populares, cartones, pinturas y verduras, lleva un nombre de mujer, Eloísa Cartonera, hay un momento acaso icónico que es fundacional, ocurre en el año 2003, que es cuando el poeta argentino Washington Cucurto, caminando junto al artista visual Javier Barilaro, y el poeta mexicano Hernán Bravo Varela, se encuentran en la calle con un desconocido en situación de indigencia, a cambio de unas monedas esta persona les vende un pedazo de cartón, Cucurto toma el cartón, lo dobla en forma de libro y lo muestra a sus amigos con una sonrisa, sin saberlo se le ocurre una idea que dará la vuelta al mundo.
A partir de allí, historia conocida, en ese mismo año surge Eloísa Cartonera y empiezan a publicar libros cartoneros, pintados a mano, bajo el concepto copyleft, copiar y dejar copiar, reflejando de este modo la filosofía de la editorial, con la intención de publicar y difundir libros baratos, accesibles al lector. Hay que detenerse simbólicamente en el exacto momento que Washington Cucurto cruza esa avenida con un cartón en la mano, porque de alguna manera es el motivo por el cual estuvimos conectados, desde diversas latitudes, en el Primer Encuentro Internacional de Editoriales Cartoneras en Costa Rica.
Sin embargo siempre me ha resultado curioso un antecedente previo en el mundo editorial cartonero, que fue ignorado en muchas revisiones, antologías y ensayos, se trata de Ediciones El Mendrugo, de la poeta argentina Elena Jordana, quien a principios de los años 70’ publicó libros encuadernados con cartón corrugado, impresos en papel kraft (o estraza) y atados con hilo sisal, con tipografía de sellos de goma, cada edición era distribuida personalmente por la propia Elena, en sus viajes a México, Estados Unidos y Argentina, incluso algunos libros iban acompañados de un morral de yute para que los lectores lo pudiesen llevar más cómodamente, técnicamente podemos decir que ha sido la primera experiencia editorial de libros cartoneros. Elena Jordana, conocida como la “editora-maga”, quien tuvo una intensa vida dedicada a la literatura, fallece en diciembre de 2008, cinco años después del surgimiento de Eloísa.
El otro caso que se discute es el del poeta y narrador paraguayo Carlos Martínez Gamba, un verdadero referente de la literatura oral guaraní, en su vertiente campesino indígena. Según lo ha testimoniado su hijo, Rodrigo Martínez Gamba, el escritor “guaraní-parlante” publicó en el año 1971 lo que se entiende como el primer cuento paraguayo en lengua guaraní, titulado "Hógape ojevýva karréta nandi rehevéma" ("Del que vuelve a su casa con la carreta vacía"), escrito e impreso en forma artesanal, con tapas del libro hechas de cartones de embalaje, a este libro le siguió otro, titulado "Hógape ojevýva rembihasakue ipy'a tarovarante" ("Del que retorna a su casa solo para desesperarse"), publicaciones que fueron leídas por la colonia de exiliados paraguayos en Argentina, donde el poeta vivió en su exilio, la leyenda dice que estos libros, a paso de canoa, ingresaron a Paraguay en forma clandestina, y que aún quedan trabajos sin publicar
Se trata de dos experiencias que merecen, a mi entender, un abordaje exhaustivo por parte de quienes investigan el contexto de los libros cartoneros.
También podemos mencionar, si extendemos un poco más este arco, la experiencia maya del Taller Leñateros, que nace en México en 1975, por intermediación de una poeta y editora, Ámbar Past, que propone a comunidades indígenas del barrio Cuxtitali la publicación de libros artesanales escritos, ilustrados, impresos y encuadernados con antiguas técnicas empleadas por ancestros mayas. Probablemente se pueda discutir en este caso el concepto editorial cartonera, cuya experiencia directa se vincula con una edición especial de libros de cartón, pero lo que no se puede dejar de reconocer es una forma original de producción basado en criterios de reciclado, recogiendo en este caso desperdicios agrícolas e industriales para transformarlos en verdaderos objetos artísticos. Esta mención al taller leñateros viene a cuento por un intercambio de mails entre editores y bibliotecarios, donde se discutió el alcance del concepto editorial cartonera, trazando un hilo precario que separaba un poco el caso de las editoriales artesanales, que ofrecían objetos en diferentes formatos, donde no estaba ausente el cartón.
Yo creo que hay que analizar diferencias, lo de Carlos Martínez Gamba fue un proyecto individual de publicación de libros cartoneros, en cambio Elena Jordana, si bien publicó sus propios libros en ese formato, creó una editorial donde difundió textos de otros autores, entre ellos escritores como Octavio Paz y Ernesto Sábato, quienes cedieron derechos de publicación para ediciones especiales. A pesar de la originalidad de su propuesta, la misma transitó un camino no correspondido con la difusión masiva, mientras que la editorial que soñó Washington Cucurto tuvo la virtud de otorgarle un espíritu colectivo a la propuesta, una idea que se transformó en necesidad y que terminó originando un movimiento social representativo, llegando por intermedio de una cooperativa, a lectores que, de este modo, no vieron postergadas sus posibilidades de acceso a la lectura.
La inquieta arborescencia de las editoriales cartoneras
En
este punto cabe hacernos una pregunta: ¿Por qué surgieron las editoriales
cartoneras?
Entre otras cosas, porque hubo una crisis, más precisamente en diciembre de 2001, en Buenos Aires, y en consecuencia hubo que empezar a buscar alternativas de subsistencia, alternativas que, desde el universo cartonero, consistieron en otorgar una respuesta social al cual supieron vincular el eje de la cultura con el eje de la asociación y/o cooperativismo.
No sorprende que en un rincón de Latinoamérica haya sucedido este fenómeno, porque bien sabemos que en esta parte del continente las crisis son cíclicas, generan movimientos populares que expresan una resistencia hacia los poderes políticos, pero no se limitan al repudio colectivo, sino que ofrecen ideas que, en este caso, han sido replicadas en 28 países a nivel mundial (19 de ellas en nuestra querida Abya Yala), con más de 300 experiencias de editoriales cartoneras, y si esto que sucedió cobró otras formas y repercutió en distintas sociedades, es porque supo instalar el eje democrático del acceso a la cultura sin intermediarios de corporaciones editoriales, sin que nadie se crea con la autoridad de imponer reglas de mercado, de vehicular los componentes de una expresión artística, la respuesta es conocida: libros de cartón sacados de la basura y pintados a mano, pasaron casi 19 años de esa idea, y es hoy que algunos escritores reconocidos eligen publicar en ese tipo de editoriales.
La alternativa se instaló, y difícilmente corra riesgo de osificarse, es preciso analizar que este fenómeno editorial habilita una serie de perspectivas que dejan al desnudo la importancia de lo que significa, en estos escenarios, el alcance de palabras como resiliencia o empoderamiento, por cierto, una sinergia acaso inevitable, dado el revestimiento de la carencia en la que inicialmente suelen estar recubiertos estos proyectos comunitarios.
Las editoriales cartoneras plantean una inquieta arborescencia, surgen de una necesidad comunicativa que el tiempo transforma en movimiento, son pocas las que se han replegado o han callado, y es en la multiplicidad donde encuentran su sentido, con sus variadas adscripciones (culturales, sociales, políticas, económicas, ideológicas, ecológicas, artesanales), así como sus tipologías (escolares, universitarias, indígenas, campesinas, carcelarias), se trata de un espacio social de resistencia, nacido en contextos tan urgentes como vulnerables, representan por si mismos la posibilidad de territorializar una demanda que necesita ser articulada desde el voluntariado y la colaboración.
Similitudes cooperativistas entre editoriales cartoneras y huertas colectivas orgánicas
Hay otro ejemplo que sería interesante vincular, se encuentra dentro del plano del mercado agroecológico: las huertas colectivas orgánicas, que asocia el cultivo del propio alimento, en algunos casos son entendimientos identitarios, con anclaje en lo social, que implican por sí mismos una alternativa necesaria, con focos de resistencia organizados desde lo urbano, porque es en la urbanidad donde se plantean los problemas complejos generados por la carencia de políticas públicas entre las comunidades más vulnerables.
Hay una idea que plantea que producir tus propios alimentos es revolucionario, entre otros motivos, porque no depende del sistema capitalista para generar esa posibilidad autosustentable, no hay que pagar para producir, todo te lo da la calle: materiales, excedentes de las verdulerías, espacios de trueque de semillas, esa idea aplica para el universo de los libros cartoneros, modifica esa concepción de las cosas que otorga valor a lo que otros desechan, instala un nuevo esquema que incluye emergentes circuitos de producción, con un anclaje filosófico puesto en el acceso a la cultura, de este modo se empieza a tener una idea distinta en relación al valor. Lo desechado vuelve a generar un circuito, se integra a otros componentes, y ofrece un servicio a la comunidad.
Esas personas, recicladores, recuperadores, recolectores, cartoneros, instalan una concepción que equilibra las permanentes disrupciones del sistema, son ellos los que entienden que desde el reciclado y la recolección, nacen otras escalas valorativas cuyo criterio nunca debió perderse, realmente si no fuera por ellos, hoy existiría un problema grave con la basura, con el medio ambiente, con la sustentabilidad, la ecología y la propagación de enfermedades absolutamente evitables, estos temas nos interpelan y deberían ser material obligado de estudio en las escuelas primarias y secundarias.
Las editoriales cartoneras supieron aplicar un formato y un método de trabajo, en muchos casos favoreció la cohesión social entre espacios marginados por el sistema, esos libros cartoneros, totalmente dispares, íntimos, plurales, heterogéneos, representaron para las inmensas minorías una verdadera conquista social que difícilmente sea arrebatada, por lo tanto, no veo inoportuno asociar a una editorial cartonera como una trinchera, donde la cultura popular literaria encontró otro modo de decir las cosas, se trata de una posibilidad que no debe limitarse a un entendimiento estético de divulgación editorial, sino que por el contrario, nunca debemos perder de vista que lo que cada editorial ha publicado es una expresión literaria, en muchos casos, subyacente de su contexto y su tiempo político.
Por ende, percibo una correlación, desde el punto de vista cooperativo, entre las huertas colectivas orgánicas y las editoriales cartoneras, en las huertas el concepto de compostaje, que básicamente se trata de poner en un tacho un puñado de tierra con desperdicios orgánicos de yerba, café, té, frutas y verduras, implica por sí mismo un entendimiento revolucionario ¿por qué? Porque no es necesario contar con dinero, porque todo se encuentra en la basura, hay quienes afirman, como Carlos Briganti (un referente del colectivo El Reciclador Urbano en Buenos Aires, quien desarrolló un innovador sistema de huertas en terrazas de edificios y canteros de neumáticos en veredas públicas), que con el compostaje cambias el mundo, que a través del “basureo”, tu vida cambia paulatinamente, ya que el trabajo de recolección subsume la noción de reciclado, lo cual deriva en este caso, en la cosecha gratuita de alimentos más sanos. Hay que prestar atención que hay mucha gente que va hacia el mismo lugar, con múltiples intereses (editoriales, agroecológicos, artesanales, artísticos), pero que no se conecta o no conoce lo que otros hacen, y de pronto descubren el poder de lo que implica la asociación y el cooperativismo, o el mero intercambio de ideas.
En las editoriales cartoneras se advierte un proceso similar al de las huertas colectivas orgánicas, el acto de compostaje se encuentra representado en este caso por el cartonero que junta los cartones que la gente tira a la calle, no solo limpia el espacio público, no solo contribuye al medio ambiente, sino que integra su tarea a un proceso de producción que deriva a su vez en la creación de un objeto de consumo popular, el libro cartonero es esa verdura que nace del compostaje, y ahí lo que estamos consumiendo, es cultura.
Entendimientos endógenos de la identidad cartonera
En este punto, resulta preciso analizar el conjunto de personas que conforman el universo cartonero, no solo los que participan del proceso editorial, sino de las ideas que surgen en contextos alternativos de quienes adscriben, desde un punto de vista filosófico y cultural, a entendimientos endógenos en relación al concepto de valor, estamos hablando de una forma de comprensión que aplica tanto para el reciclador como para el recuperador urbano y el cartonero, lo que unos desechan en la vía pública sin asociar un costo al artefacto, otros le dan utilidad social asignando un valor.
Ahora bien ¿Qué ocurre con esta lógica? Que esta idea que llamamos editoriales cartoneras, se instala desde lo cultural para intentar equilibrar socialmente el constante desbalanceo del sistema, que en ocasiones requiere la intervención de una política asistencial por parte del Estado que no soluciona el problema de fondo. Quienes publican en este tipo de editoriales, no están ajenos al contexto social que sostiene este modo de comercio.
No nos olvidemos que, en Argentina, según lo afirma la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores, hay en el país entre 150 y 200 mil personas que viven de la recolección de materiales entre los basurales, con realidades muy heterogéneas, ese número de trabajadores crece y decrece en función de la realidad económica y social que vive el país. Hay quienes lo toman como un trabajo diario y es su única ocupación, y otros lo practican de manera intermitente, pero también es una realidad que muchas de esas cooperativas cuentan también con merenderos y hacen ollas populares, acercando alimentos a las viviendas que se encuentran en situación de riesgo, si en ese contexto no surge espontáneamente el eje de la asociación y el cooperativismo, atravesado necesariamente por el eje de la cultura popular y la educación (donde las editoriales representan un eslabón de la cadena), las comunidades recorrerían un lento camino hacia la extrema pobreza y la consecuente marginalidad.
Por lo tanto, en este territorio donde no hay cuchillos sin rosas (parafraseando el nombre del taller de Eloísa Cartonera), la literatura ha podido contar con una alternativa encuadernada con tapas de cartón, lo que representa todo un paradigma: un artefacto de palabras y colores nacido desde la precariedad, para llegar a los lectores bajo el entendimiento empático de la libertad editorial.
Es un buen lugar para sostener un acto de resistencia. Así como está planteada la propuesta, la respuesta al problema del desecho, en todos sus contextos, la encontramos siempre en la calle, y eso realmente nos hace invencibles.
Bibliografía consultada
Del catálogo de Biblioteca: Ñorairö Ñemombe'u Gérra Guasúrö guare, Guaraní Ñe'êpu Joapýpe. Como un vehículo de su lengua guaranía: entrevista a Rodrigo Martínez Gamba. Tempo. Año 2. N° 9, diciembre de 2018. Disponible en: https://issuu.com/correodelaapm/docs/tempo9_244479c7802086
Almagro
Revista. Carlos Briganti, un hombre que quiere cambiar el mundo con las huertas
y el compostaje. Disponible en:
Los
chamanes alquimistas de las letras mayas. El Orejiverde. Disponible en:
http://www.elorejiverde.com/buen-vivir/3305-los-chamanes-alquimistas-de-las-letras-mayas
Federación
Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores
Sitio Web: https://faccyr.org.ar/federacion/ (consulta marzo 2021)
Eloísa
Cartonera
Sitio Web http://www.eloisacartonera.com.ar/ (consulta marzo 2021)
Directorio
Editoriales Cartoneras. Olga Cartonera.
Sitio Web: https://olgacartonera.cl/editoriales-amigas/ (consulta marzo 2021)
Encuentro Cartonero en territorio virtual de Costa Rica
Primera
Jornada 21 de abril
https://www.youtube.com/watch?v=73--rneFwLw
Segunda
Jornada 22 de abril
https://www.youtube.com/watch?v=uk9xuMEP5WI
Tercera
Jornada 23 de abril
Muy hermosa tu reflexión, Daniel! Muchas gracias por compartirla! Trataré de seguir pensando en esto de las huertas... Agamben tiene un texto en el cual compara el hacer poético al plantío. Creo que se llama Idea de Poesía, pero no estoy segura... No sé si lo conocés. Voy a seguir pensando en esto :)
ResponderEliminarDaniel, una cosa que nunca terminé de entender es la expresión "no hay cuchillo sin rosas". Por favor, podrías contarme cómo la entiendes?
Muchas gracias, muchos saludos!
Muchas gracias por el mensaje, el tema de vincular huertas con cartoneras también tiene su arraigo en un emprendimiento de Eloísa Cartonera, conocido como "Agricultura Popular", en donde los integrantes de este colectivo construyeron, en un predio de Florencio Varela, un espacio denominado "La Casa del Sol Albañil", básicamente una huerta orgánica que trabajan en forma comunitaria para generar conciencia del valor de la tierra en el cultivo de alimentos sanos, es como dicen en su sitio Web "no se asusten, no dejamos los libros, simplemente los llevamos al campo", me parece válido como emprendimiento y como asociación de conceptos. En cuanto al texto de Agamben se titula "idea de la prosa", pero no lo leí. Con respecto a la frase "no hay cuchillos sin rosas", tal como lo consulté a una referente de la editorial, significa que no hay cosas malas que no traigan cosas buenas, ahora bien, cuando concebí la frase hace un tiempo, la situé en el contexto de un taller de libros cartoneros, entendiendo que eran necesarios los cuchillos (como herramientas editoriales) para poder ofrecer literatura a los lectores (en este caso simbolizado en las flores), más allá de cómo lo podrá entender cada uno (prefiero la versión de Eloísa), no deja de ser cierto que la frase es muy original. Saludos y gracias!
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