Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

domingo, 26 de mayo de 2019

Sobre el valor de catalogar plantas medicinales



Recientemente se publicó en El Orejiverde ese tipo de notas periodísticas que provocan una pausa en la lectura, producto de la inevitable reflexión que sus construcciones van generando, por que suelen representar un contexto en donde el entendimiento interdisciplinario habilita una respuesta a las problemáticas sociales. Es el caso de María Eugenia Suárez, investigadora del CONICET,quien luego de más de una década de trabajo, que incluyó la convivencia con el pueblo Wichi, logró reunir y catalogar las plantas medicinales utilizadas por este pueblo originario, y describir sus usos terapéuticos y las formas de preparación y aplicación.

El gran obstáculo que en líneas generales padecen la mayor parte de las comunidades indígenas, ha sido el desmonte creciente que irremediablemente atenta contra la sustentabilidad de estos recursos. Como se registra en la nota, el pueblo wichí reside en un área que abarca parte de las provincias de Salta, Chaco y Formosa, y una pequeña franja de tierra del sudeste boliviano. Un sitio que ofrece un singular atractivo para quienes se dedican a la etnobiología, una disciplina que estudia los vínculos que los grupos humanos establecen con el resto de los seres vivos y con el ambiente, en un contexto cultural, espacial y temporal determinado.

Resulta importante la necesidad de incorporar conocimientos, desde la bibliotecología, sobre la construcción de herbarios, especialmente en bibliotecas indígenas que brinden servicios en áreas rurales, donde las condiciones geográficas favorecen la recolección de plantas curativas. Registrar la farmacopea tradicional es probablemente una de las mayores fortalezas que hacen a la colección de este tipo de unidades de información, pero dicho catálogo tendrá sentido si el bibliotecario facilita el contacto del libro viviente con el usuario que consulta por una dolencia determinada, no nos olvidemos que este tipo de biblioteca crea su propio acervo, y es un acervo de personas que comparten lo que saben, de allí a incorporar colaboraciones con médicos y hospitales públicos, resulta un paso que es necesario experimentar.

Quien suscribe recuerda el trabajo que la comunidad Qom de Derqui, a través del proyecto Biblioteca Qomllalaqpi, llevó adelante mediante registros propios de la farmacopea tradicional indígena, reconstruyendo a través de la memoria y el conocimiento un listado de plantas medicinales que los propios paisamos utilizaban, encargando a sus familias del Chaco el envío de plantas que crecían en el monte, como el palo santo, quebracho blanco (utilizada para la fiebre y los resfríos), el peiqo (resfríos, gripe, una de las pocas especies que los paisanos pudieron encontrar en Derqui), la vainilla, salvia (para la mujer con dolores en la menstruación), ajenjo, alcanfor, menta, margarita (que algunas familias qom han utilizado como infusión para te o mate, sobre todo para la presión alta), también se habló del pasto colorado (para fortalecimiento del pelo en la mujer) y de las propiedadades del algarrobo, árbol identitario de la cultura, conocimientos que en aquella oportunidad (noviembre de 2012), fueron recopilados a través de la memoria de Roque López, Ana Medrano y Adelio Medrano, quienes solían viajar a Chaco, donde vivían parte de sus familias, trayendo semillas y plantas que por lo general no crecen en Buenos Aires, por no reunir las condiciones climáticas apropiadas.


Por este y otros motivos es que la destinataria de este artículo, docente de Ciencas Exactas en la UBA e investigadora del CONICET en el Instituto de Micología y Botánica (INMIBO), merece apoyo y recursos por parte del Estado, porque ha dedicado gran parte de su tiempo a estudiar la etnobiología de los wichís, y solo por eso no nos podemos permitir el lujo de desperdiciar una experiencia consustanciada con la investigación y el aprendizaje de otras formas de conocimiento. Los paisanos wichi han compartido con María Eugenia la explicación de una cantidad considerable de plantas que se utilizan en el monte, no solo la clasificación sino el proceso de preparación, lo cual ha generado un catálogo de enorme valor social.

Se recomienda la lectura completa del artículo periodístico, porque nos acercaría no solo al acopio de un conjunto de plantas, que en estos contextos son consideradas sagradas, sino también a la función crucial que cumplen los chamanes con la manipulación de esas especies nativas, esto no deja de representar un alerta, considerando que cada vez son menos los ancianos que conservan estos saberes y que ejercen estas prácticas, se trata de una forma de vida que corre riesgo de desaparición.

En tiempos en donde es visible el deterioro del tejido social (producto de la ausencia en buena parte del capital social), resultan determinantes estos aportes colaborativos que propician una reparación y sobre todo una oportunidad para empezar a hacer las cosas bien. Si la investigadora del CONICET contara con mayores recursos para hacer su tarea, las condiciones sanitarias de las comunidades locales se verán sin dudas más favorecidas, es un paso para equilibrar aquello que permanentemente se encuentra inclinado, el actual contexto exige entre otras cosas sensibilidad, consideración y voluntad, y que el trabajo de más de una década encuentre su aplicación sistemática en un sistema de salud intercultural e interdisplinario, para mejorar las vidas de quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad social.

El trabajo está hecho, es tiempo de multiplicarlo.


Fuente consultada:
El Orejiverde

nexciencia.exactas.uba.ar 



Fotografías:

Pablo Fernández Elisegui.


Nota relacionada:
Que Sabe Quien
Farmacopea tradicional qom


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