A veces, el ejercicio de la lectura atenta, aunque fortuita y efímera, acerca algunos descubrimientos que no parecen estar visibles en la portada del documento, sin embargo, dejan una enseñanza que excede el objetivo de la publicación, y aporta un modo de concebir la profesión dejando una marca que el paso del tiempo ignora, en donde lo humanístico en su conjunto pierde un elemento de significación de lo construido.
Algo de eso ocurrió hojeando un libro titulado “Historia de la Comisión”, de un tal Bailey Willis, geólogo de profesión, quien publicó en 1911 el resultado de una investigación – ejemplar obsequiado al Museo de la Patagonia "Perito Francisco P. Moreno"- en la que formó parte precisamente de la Comisión de Estudios Hidrológicos, entre 1911 y 1914, en el norte de la Patagonia -el ofuscamiento blanco de un territorio que por entonces seguía siendo un desierto- donde el autor llevó adelante una descripción pormenorizada de las actividades llevadas a cabo con relación a los estudios geológicos y mineros, mientras realizaba la primera cartografía detallada del sur de la Provincia de Río Negro. Una de las propuestas era proveer de agua potable a San Antonio Oeste, y facilitar el tendido de una línea férrea al lago Nahuel Huapi y a Chile, en un contexto en el que se daba inicio -a decir de Bailey Willis- a una de las más importantes obras públicas de gobierno, que de este modo llevaron a un mayor acercamiento entre la Capital Federal y la Patagonia.
El material documentado es de singular importancia, ya que sus estudios y exploraciones sirvieron de base para el trazado y desarrollo del Parque Nacional Nahuel Huapi, información que el autor hizo llegar a la Dirección de Parques Nacionales y Turismo en calidad de donación, junto con el envío de sus planos, estadísticas e impresiones personales. Cabe señalar un dato que aportó este reconocido geólogo, que si bien era cierto que los especialistas del relevamiento eran todos estadounidenses, quien respaldaba todo ese proyecto era el Estado Argentino, y que hubiera sido difícil, para quienes formaron parte del proyecto, haber llegado a conclusiones satisfactorias si no hubieran contado con la experiencia de un ayudante argentino, el ingeniero D. Emilio E. Frey.
Habría que hacer el ejercicio mental de imaginar el contexto en el cual la Comisión de Willis, trasladándose a caballo y viviendo en campamentos precarios, llevó adelante este proyecto, ni mas ni menos que la Patagonia de principios de siglo, con sus rigores, desafíos y una soledad poblada de asperezas y privaciones. Se sabe que hay un libro titulado "Un yanqui en la Patagonia", del propio Bailey Willis, que explica en detalle lo que significó la experiencia de trabajar en esas campañas, pero su lectura no es motivo de este abordaje, como tampoco detallar el alcance de la obra, sino más bien una práctica que intuyo, en líneas generales, se está perdiendo (acaso un ejemplo similar, lo representa un testimonio del destacado topógrafo Felipe Enrique Godoy Bonnet cuando comentó que las últimas camadas de geólogos y topógrafos ya no hacen toponimia al registrar sus trabajos de campo, característica que nutrió buena parte de las primeras hojas geológicas de principio del siglo XX).
En este caso el hallazgo fue la inclusión de una fotografía en donde 4 obreros, sentados ante un fogón, comían con sus cuchillos un poco de carne asada, paisanos cuyos nombres propios quedaron vinculados al contexto del trabajo. No recuerdo una situación igual, de parte de un autor que, al registrar las tareas propias de una obra marcada por la geología y la minería, se haya tomado la gentileza de incluir los nombres de quienes, a pico y pala, avanzaron en el territorio siguiendo las órdenes de sus patrones. La foto muestra a ese grupo de trabajadores en un alto de la tarea, descansando seguramente luego de una dura jornada, y de alguna manera, inmortalizados para la posteridad por quienes supieron de sus labores, modificando el territorio al paso de los días.
Creo que es un gesto notable que lamentablemente ya no es común. Sin esas historias apenas reconocidas en los libros, no se podría comprender, en su cabal concepción, el sentido de las obras que avanzan merced a la conjunción de tiempo y ejercicio, donde la tierra cede a la presión de los instrumentos que esas manos sostuvieron en largos meses de trabajos forzados. Nada de todo eso se hubiera podido llevar a cabo, el progreso, o la idea de tal entendimiento, sin los obreros de por medio, no tendría lugar, reconocerlo es hacer visible la historia misma del desarrollo humano, el motivo por los cuales las sociedades crecen, y lo que implica la necesidad de construir algo.
El ejemplo sienta un precedente, si es que pretendemos entender lo que hay detrás de una obra colectiva, cuyo alcance beneficia a un país en su conjunto, aportando datos a las ciencias de la tierra, dejando un testimonio que no debería olvidarse.
Fuente consultada:
Willis, Bailey. (1943), Historia de la Comisión de Estudios Hidrológicos del Ministerio de Obras Públicas: 1911 – 1914. Ministerio de Agricultura, Dirección de Parques Nacionales y Turismo. Buenos Aires, pp. 1-170.
Riccardi,
Alberto (2020). Bailey Willis: Un geólogo yanqui y el desarrollo del norte de
la Patagonia. Disponible en: file:///C:/Users/Usuario/Downloads/mlizrraga,+08-archivo_v3.pdf
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