Finalmente,
tal como se había prometido, Pedro López López estuvo disertando en el ISFD 35
de Montegrande y en la Biblioteca Popular Florentino Ameghino en Luis Guillón,
compartiendo conceptos nuevos, analizando problemáticas de carácter político,
cultural y educativo, habilitando la visibilidad de la Bibliotecología en
contextos interdisciplinarios, motivando nuevos horizontes de lecturas críticas
bajo el entendimiento de la responsabilidad social del bibliotecario.
Supe
de este colega en tiempos de “Educación y Biblioteca” la emblemática
publicación sobre temas relativos al rol social bibliotecario, muy apreciada
por toda la comunidad profesional de bibliotecarios, archiveros,
documentalistas y docentes, en donde Pedro colaboró a lo largo de los 23 años
de vida de la revista, que por su calidad editorial y de contenido tanto me
recuerda al actual Fuentes de Bolivia del entrañable Luis Oporto, y ya por
entonces Pedro marcaba un camino que muchos intentamos replicar. En aquel
momento (años 2007-2008) ciertos debates políticos surgidos en listas
bibliotecarias contaron con sus oportunas intervenciones, lo cual nos permitió
abrir los ojos en más de una oportunidad, sabiendo que más allá de las
posiciones compartidas teníamos que defender el derecho a la libre expresión,
un criterio básicamente ético, que a pesar de su valor generó algunas resistencias
entre colegas, cuestionaría en este caso sepultar dicha anécdota con un verbo
en tiempo pasado, y si se cree que no es acertado pensarlo de este modo,
preguntémonos porque aún hoy tratar temas políticos en ciertas listas
bibliotecarias genera actitudes disruptivas entre los profesionales de la
información, y sobretodo, preguntémonos porqué aún hoy esos temas no se
discuten ni se habilitan en las aulas.
Pedro
López López es ciertamente un referente ético de la disciplina, cada
intervención suya permitió zanjar diferencias, mediante un entendimiento
sensato que buscó por sobre todo ejercer críticamente la profesión. Bienvenidos
sean los bibliotecarios como el, porque no solo son necesarios, sino
esencialmente son imprescindibles. El sábado 5 de noviembre ocurrió un evento
que el paso del tiempo no borrará de la memoria, me preocupé en comentarles a
los alumnos presentes que intenten hacer una construcción con las palabras de
Pedro, que valiera la pena su gentileza de compartir semejante experiencia, que
trabajáramos más adelante con estos conceptos teóricos, plagados de
problemáticas políticas y culturales, bajo el sentido amplio de la
responsabilidad social profesional.
Vale
hacer un pequeño resumen de algunas ideas esbozadas luego de una hora y media de
alocución ininterrumpida, permitiendo un tiempo para las preguntas del público,
agradecidos de escucharlo luego de comprobar que aquello fue lisa y llanamente
una conferencia magistral.
En
primer lugar, a las 15 hs, Pedro disertó en el ISFD 35 de Montegrande sobre
Derechos humanos y bibliotecas.
En
algún punto resaltó el concepto crítico de la democracia:
“Una
democracia formada por una masa amorfa de consumidores compulsivos que aceptan
acríticamente un modelo comunicativo (especialmente en lo que se refiere a la
televisión) y de consumo absolutamente alienantes, que no participan en la
colectividad, que son indiferentes a la injusticia social, es solamente la
cáscara de una democracia. La democracia se protege fortaleciendo la
ciudadanía, y esto sólo – o principalmente- puede hacerse a través de la
educación. Pero no sirve cualquier tipo de educación. Conseguir un alto nivel
cultural no protege contra la barbarie, como demostró la Alemania de los años
treinta y cuarenta, el país más adelantado de su época, tanto cultural como
científica y tecnológicamente. El nazismo, barbarie en estado puro, tuvo
dirigentes con exquisito nivel cultural. Podemos decir, con Voltaire, que la
civilización no suprime la barbarie, sino que la perfecciona. Como decía Soledad
Gallego-Díaz en una columna publicada en el diario El País “Desde entonces,
como escribió George Steiner, ‘sabemos que los hombres pueden leer a Goethe o a
Rilke por la tarde, interpretar a Bach y a Schubert por la noche, e ir a la
mañana siguiente a su trabajo diario en un campo de concentración’. La cultura,
toda la cultura europea, no fue capaz de protegernos de la barbarie y desde
entonces todos sabemos también que, como escribió otro sabio alemán, T.W.
Adorno, la única cultura verdadera es la que alienta la crítica, la que
alimenta la ciudadanía, la capacidad de resistencia frente a la inhumanidad y
sus dogmas... Desde Auschwitz todos deberíamos saber que lo que importa es
mantener engrasados los mecanismos que permiten el libre conocimiento de los hechos
frente a la propaganda... El conocimiento de los hechos y la capacidad crítica
son los diques de la barbarie”.
También
Pedro ha dejado en evidencia que el retroceso de los derechos humanos en los
últimos años está siendo palpable, tanto en los derechos civiles y políticos,
con un modelo de lucha contra el terrorismo que en realidad lo está
alimentando, y que justifica el recorte de estos derechos para todos, como en
los derechos sociales, con un modelo de globalización sustentado por una
ideología antisocial que justifica su desaparición.
En la
presentación el autor remarcaba algunas frases con las cuales construía un
discurso sólido, sustentado en fuentes bien documentadas, enlazando
pensamientos críticos y trasladando contextos con reflexiones concisas, que
habilitaban el interrogante y la arborescencia, una verdadera construcción de
sentido. El aplauso cerrado que lo recibió dejó a las claras lo mucho que
necesitábamos de su palabra, fue también el aplauso del reconocimiento de su
extensa carrera, de su inquebrantable compromiso con la ética, de su criterio
en relación al rol social de la profesión.
El
concepto de derecho humano fue analizado desmenuzando sus características
principales, apoyándose conceptualmente en diversos autores, recuperando experiencias,
como si se tratara de un artefacto al que conviene desarmar para que entendamos
de que componentes está constituido, que plano habita, que interrogantes
depara, nos recordó que ciertos documentos (como el Manifiesto IFLA/UNESO,
incluyendo declaraciones a favor de las Bibliotecas Públicas por parte de
organismos e instituciones), proclaman que “la libertad, la prosperidad y el
desarrollo de la sociedad y de la persona son valores fundamentales que sólo
podrán alcanzarse si ciudadanos bien informados pueden ejercer sus derechos
democráticos y desempeñar un papel activo dentro de la sociedad…”.
Y es
que precisamente (siguiendo a Susan George) una de las razones por las que
elegimos una profesión es la ambición por cambiar la realidad social, y nada de
esto tendría sentido si no esbozáramos una crítica constructiva al discurso de
la Sociedad de la Información. Allí Pedro observó otras variables, alertándonos
del discurso tecnológico que enmascara un discurso ideológico destinado a
desactivar la crítica política, lo cual nos llevaría invariablemente en el
futuro a ser testigos del pronunciamiento de comunidades tecnocientíficas sin
ningún tipo de ideología.
En
este escenario el intento por formular políticas públicas quedaría
deslegitimado, primando la doctrina de gestión empresarial (cuanto de nuestro
actual contexto como país se ajusta a esta comprensión) un enfoque que se
presenta como técnico, neutral, aséptico, no ideológico, pero impulsa nuevos
valores cargados de ideología: desregulación, privatización, mercantilización
de toda actividad humana y todo recurso natural antes considerado bien común,
lo cual afirma Pedro, no deja de ser un discurso tecnocrático, optimista,
futurista de la Sociedad de la Información, que oculta una operación ideológica
para la gestión neoliberal de la globalización. Diría el refrán “más claro
echarle agua”.
Por
otra parte me pareció sumamente interesante la relación establecida entre los
llamados “señores del aire” (dueños de las redes, por intermedio de unas pocas
empresas) con el concepto Neofeudalismo, destacando que los siervos en la edad
media pertenecían a la tierra, que a su vez pertenecía a los señores. Los
“señores del aire” tratan de generar en los usuarios una relación de
pertenencia, identificación y fidelidad a sus dominios informacionales, y
resulta revelador incluir en este punto la analogía entre el súbdito feudal y
el “telesúbdito”, según Pedro:
1) El
telepolita depende de su señor del aire (proveedor de servicios) para existir y
actuar a través de tecnologías que el proveedor diseña y controla. La imagen y
la identidad la proporciona el proveedor.
2)
Todos nuestros pasos son controlados y archivados. Además, pueden ser objeto de
transacción comercial para el cruce de datos. Dinero electrónico, televisión,
teléfono, internet, aportan datos sobre nosotros que escapan a nuestro control.
3)
Cuando un “señor del aire” adquiere o conquista su teledominio a otro (OPAS,
alianzas estratégicas, compra, intercambio de acciones, etc.), los usuarios de
un señor pasan a depender del comprador.
En
este contexto queda claro que los “señores del aire” se arrogan un auténtico
derecho de “pernada digital” (vale el término) imponiendo contratos abusivos y
exigiendo datos personales e íntimos. Siguiendo esta lógica los “señores del
aire” ofrecen seguridad, protección, cortafuegos, sistemas criptográficos… Son
estrategias típicamente medievales, salvando el contexto tecnológico.
Mientras
tanto persiste el hambre en millones de personas, la falta de medicamentos, la
falta de condiciones para una vida digna…Las instituciones democráticas y los
ciudadanos cuentan cada vez menos en graves decisiones que les afectan,
incluyendo en toda esta complejidad las trabas a la libre circulación de la
información.
Conclusión:
la tecnología no está resolviendo los problemas ni haciendo la sociedad más
democrática.
Ya en
un artículo de 2010 Pedro se preguntaba si era posible el reconocimiento social
sin compromiso social, aquel interrogante lo ha trasladado a este contexto, me
permito acercarlo por la coherencia con que se relaciona en el tiempo con su
actual presentación, en aquel texto Pedro decía lo siguiente:
“Una
de las quejas más extendidas en las profesiones del ámbito de Biblioteconomía y
Documentación es, sin duda, aquella que se refiere a su escaso reconocimiento
social. Desde mi punto de vista, nos encontramos ante una queja que tiene su
razón de ser, pero que a menudo es formulada por aquellos que muy
frecuentemente dan la espalda a problemas sociales que requieren compromiso
social. En mi opinión, sin compromiso social no puede exigirse reconocimiento
por parte de la sociedad”.
Y
aquí debemos resaltar la crítica hacia quienes se consideran “neutrales”, ya
que como lo remarcó Pedro, el concepto de neutralidad no corresponde para una
profesión como la nuestra.
“Un
sector de nuestros profesionales considera de muy mal gusto pronunciarse sobre
problemas sociales y cuestiones políticas….Intervenir como profesionales en un
debate como el de la llamada recuperación de la memoria histórica ya cae a años
luz de sus planteamientos pretendidamente asépticos. Reivindicar la República
Española y condenar el golpe de estado de 1936 y la posterior dictadura
criminal que dejó ciento y pico mil muertos en las cunetas y miles de niños
robados, según está ya sobradamente documentado (algunas estadísticas mencionan
la terrible cifra de 300.000 robos de bebés) y todo esto es una cuestión más
actual de lo que parece a primera vista)… eso ya debería ser motivo para
retirar el título a cualquier profesional, según los que creen ser neutrales.
Pero,
entonces, si cuestiones de esta relevancia política y social, nos son ajenas,
¿qué reconocimiento puede pedirse a la sociedad? Si no hay compromiso con la
democracia y los derechos humanos, ¿qué fuerza moral hay para pedir
reconocimiento social?
Como
se puede observar, entre estas escrituras y su presentación en Buenos Aires hay
un hilo que une muchos tejidos.
A
modo de conclusión Pedro López López sostuvo lo siguiente:
Los
derechos humanos están retrocediendo. Principales amenazas: gestión neoliberal
de la globalización, gestión de la lucha contra el terrorismo.
La
sociedad de la información debería facilitar el disfrute de derechos gracias a
las nuevas tecnologías, pero en los últimos años contemplamos recortes en los
derechos humanos.
Solo
una ciudadanía activa que exija sus derechos puede revertir estos procesos.
No
todos los días nos pasan estas cosas, cuánto queda por discutir de todo lo
compartido por Pedro, cuantas construcciones por realizar, y es entonces que
debemos aportar nuestro propio enfoque crítico, y preguntarnos si después de
aplaudir estas palabras no debamos cuestionarnos –especialmente para aquellos
docentes que musitan un total desinterés por asuntos sociales y políticos– la
absoluta necesidad de introducir conceptos relativos a la responsabilidad
social, a la promoción de los derechos humanos, a las críticas de los valores
democráticos, éticos y políticos, para que se integren en la formación
académica de los futuros profesionales ¿cuándo podremos hablar de gremios en
alguna materia? (tal como lo pronunció en su momento Robert Endean Gamboa desde
México), ya que no todo lo que se pretende brillar en nuestra disciplina es el
componente técnico, hay también un componente humanístico que habilita
muchísimos cuestionamientos que solo cobran vida en algunos foros virtuales (y
por cierto muy resistidos por algunos colegas), la conferencia de Pedro no solo
es útil para estar alertas y discutir conceptos, es sobre todo necesaria para
poder abrir espacios de resistencia que nos brinden elementos que permitan
justificar nuestro reconocimiento social en contextos interdisciplinarios, si
realmente queremos llegar a ese lugar (y en consecuencia tornarnos “visibles”)
antes debemos exigirnos estos compromisos genuinos y estas construcciones acaso
filosóficas.
Por
todo esto lo de Pedro López López ha sido tan necesario y tan valioso.
Vaya
la gratitud hacia su persona de todos los alumnos y docentes que lo escucharon.
PD:
por cuestiones de espacio compartiré en otro texto la disertación que Pedro
López López ofreció horas después en la Biblioteca Popular Florentino Ameghino.
Referencias
consultadas:
Homenaje
a la desaparecida revista Educación y biblioteca:
http://www.elprofesionaldelainformacion.com/notas/homenaje-a-la-desaparecida-revista-educacion-y-biblioteca/"
Nota: la imagen fue cedida gentilmente por el fotógrafo Hernán Esteban Martínez.
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