Recientemente, como miembro de la Revista Fuentes, llegó a
mis manos el número 43 de la querida publicación, deteniéndome en una excelente
reflexión de Robert Endean Gamboa titulada "la identidad de los
bibliotecarios latinoamericanos", tema complejo si los hay, de múltiples
aristas, en donde el autor tuvo por criterio recuperar en la primer parte del
texto las actividades de algunos bibliotecarios, de esos que podemos ubicar
como imprescindibles en contextos de "trinchera", como habitualmente
se los suele llamar, labrando tareas en contextos comunitarios con un fuerte
sentido de responsabilidad social y ética profesional. Existen tantos casos
como bibliotecas y sin embargo en el imaginario social cuesta encontrar a la
bibliotecología entre las disciplinas capaces de ofrecer respuestas a
problemáticas de índole social, cultural y/o educativa.
En primer lugar, quiero plantear que me enriquecen estos textos críticos, suele ser una práctica común en Robert Gamboa, en tal sentido quisiera aportar una mínima contribución con respecto a la conclusión del artículo de que es imposible la identidad bibliotecaria (según Robert o no existe o no es asumida o reconocida como tal) personalmente creo más bien esto último.
Nuestra disciplina, en líneas generales, no tiene un reconocimiento social por fuera de la profesión, no es especialmente visible en contextos interdisciplinarios, cuando profesiones como la psicología, antropología o sociología si son tenidos en cuenta por la sociedad al momento de abordar problemáticas o encrucijadas de diversa índole, todas aportan fragmentos y elementos de su praxis profesional, sostenida, reconocida y apreciada en la crítica por los medios de comunicación, encontrando eco en los eventuales lectores que aceptan y reconocen esos aportes, pero que seguramente se sorprenderían de encontrar en la bibliotecología respuestas afines a dichas problemáticas (una entre tantas, la llamada "inclusión social").
Deberíamos dejar de aceptar la sorpresa ajena como elemento común en nuestras intervenciones, pero nos excede, parece parte del contexto asumido como natural, lo "normal" en esos contextos es la invisibilidad, y entonces hurgamos un poco y encontramos como consecuencia, en algunos casos, cierto complejo de inferioridad a causa de esa ausencia de reconocimiento, lo que nos lleva a renombrar conceptos para que tengan un mayor impacto, a "publicar o perecer" pero mas que eso, a "publicar para no desaparecer". Yo creo que existe una identidad bibliotecaria, y que la biblioteca, cuando interviene en su comunidad, fortalece esa noción de identidad. Quiero creer que este concepto se extiende más allá de las bibliotecas comunitarias, campesinas e indígenas, donde la creación del propio acervo es su principal característica y fortaleza, quiero creer que allí radica nuestro discernimiento, nuestra construcción. Tal como lo expresa Robert al final de su texto, es necesario "pensar al bibliotecario latinoamericano desde adentro".
Eso si Robert sería un verdadero despertar de América Latina.
En primer lugar, quiero plantear que me enriquecen estos textos críticos, suele ser una práctica común en Robert Gamboa, en tal sentido quisiera aportar una mínima contribución con respecto a la conclusión del artículo de que es imposible la identidad bibliotecaria (según Robert o no existe o no es asumida o reconocida como tal) personalmente creo más bien esto último.
Nuestra disciplina, en líneas generales, no tiene un reconocimiento social por fuera de la profesión, no es especialmente visible en contextos interdisciplinarios, cuando profesiones como la psicología, antropología o sociología si son tenidos en cuenta por la sociedad al momento de abordar problemáticas o encrucijadas de diversa índole, todas aportan fragmentos y elementos de su praxis profesional, sostenida, reconocida y apreciada en la crítica por los medios de comunicación, encontrando eco en los eventuales lectores que aceptan y reconocen esos aportes, pero que seguramente se sorprenderían de encontrar en la bibliotecología respuestas afines a dichas problemáticas (una entre tantas, la llamada "inclusión social").
Deberíamos dejar de aceptar la sorpresa ajena como elemento común en nuestras intervenciones, pero nos excede, parece parte del contexto asumido como natural, lo "normal" en esos contextos es la invisibilidad, y entonces hurgamos un poco y encontramos como consecuencia, en algunos casos, cierto complejo de inferioridad a causa de esa ausencia de reconocimiento, lo que nos lleva a renombrar conceptos para que tengan un mayor impacto, a "publicar o perecer" pero mas que eso, a "publicar para no desaparecer". Yo creo que existe una identidad bibliotecaria, y que la biblioteca, cuando interviene en su comunidad, fortalece esa noción de identidad. Quiero creer que este concepto se extiende más allá de las bibliotecas comunitarias, campesinas e indígenas, donde la creación del propio acervo es su principal característica y fortaleza, quiero creer que allí radica nuestro discernimiento, nuestra construcción. Tal como lo expresa Robert al final de su texto, es necesario "pensar al bibliotecario latinoamericano desde adentro".
Eso si Robert sería un verdadero despertar de América Latina.
La siguiente reflexión estuvo motivada en el artículo “La
identidad de los bibliotecarios latinoamericanos”, de Robert Endean Gamboa, en
su habitual columna de Fuentes.
Texto completo:
La Identidad de los Bibliotecarios latinoamericanos
Maestro Robert Endean.
Maestro en Bibliotecología. Vicepresidente de la Academia Mexicana de
Bibliografía de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Presidente de
la Sección de Políticas de Información de la Asociación Mexicana de
Bibliotecarios.
En algunas partes del territorio latinoamericano,
ocasionalmente se reconoce a los bibliotecarios que muestran con hechos su
disposición a realizar actividades que superan las tareas rutinarias que tienen
asignadas. De esta manera, los bibliotecarios José Guillén (Venezuela), quien
ha sido responsable de la salvaguarda y el resguardo de obras con valor
histórico que ahora están en la Biblioteca Nacional de su país; o Emilsen
Rubeslein Suárez Ballén (Colombia), quien ha tenido a su cargo un programa de
recuperación del patrimonio cultural de su comunidad desde la biblioteca
pública; o David Ramírez (México), quien se ha dedicado a mantener por años una
red regional de bibliotecas públicas, incluso usando para convencer su arte
como pintor; o Aurelio Higuita (Colombia), quien dormía en la biblioteca para cuidarla
por falta de puertas y ventanas, son algunos casos señalados con la distinción
de ser bibliotecarios ejemplares.
Son conocidos también los incidentes ocurridos a varios
bibliotecarios del Cono Sur, que en el pasado sufrieron persecuciones, o que padecieron
expurgos o destrucciones de sus bibliotecas. Otras situaciones no menos
terribles ocurrieron con bibliotecarios en Guatemala, Nicaragua, El Salvador o
Perú, donde algunos incluso perdieron la vida en situaciones de extrema
violencia.
Las características señaladas como distintivas de estos
bibliotecarios ejemplares son su mística, amor y disciplina, además de su
compromiso con sus comunidades.
En contraparte, hay algunos países de la región en donde lo
que se reconoce con las premiaciones es únicamente la antigüedad o permanencia
en un puesto de trabajo, a pesar de que en el mismo el bibliotecario no haya
mostrado más que el cumplimiento de las rutinas laborales. Esto incluso llega a
exaltarse como una virtud, como notamos en México con los ejemplos de buenos
bibliotecarios que biografió Juan B. Iguíniz, o en la obra Forjadores e
impulsores de la bibliotecología latinoamericana (2006) de Estela Morales.
Esta oposición aparente que se hace al enfatizar el mérito
sobresaliente del bibliotecario contra la virtud de su permanencia en las
rutinas es una constante en América Latina, que podemos encontrar manifestada
en todos los ámbitos y para toda clase de bibliotecas y bibliotecarios. Por
supuesto, es resultado de las estructuras de poder de cada lugar.
Un caso aparte lo encontramos en el Perú del siglo XIX con
el llamado "Bibliotecario Mendigo", que fue el apelativo que se dio
al escritor y político Ricardo Palma (1833-1919) cuando, luego del saqueo que
padeció la Biblioteca Nacional de su país, fue de casa en casa pidiendo libros,
y también pidió a personalidades extranjeras que hicieran donaciones para
rehacer el acervo.
Las oposiciones aquí señaladas apuntan a que la identidad
del bibliotecario es una cuestión que debe ser pensada como un tema para el
cual se requiere una sesuda reflexión, aún más si consideramos la existencia de
formas de reunión de bibliotecarios en asociaciones, clubes y sindicatos.
Tenemos así que los bibliotecarios tienen asociaciones, que
a veces pueden sólo admitir a quienes acrediten haber realizado estudios de
biblioteconomía. En esta situación de exclusividad se encuentran el Ascolbi
(Colegio Colombiano de Bibliotecología), el Colegio Nacional de Bibliotecarios
(México), el Colegio de Profesionales en Ciencias de la Información (Bolivia),
el Colegio de Bibliotecarios de Chile, la Asociación Panameña de Bibliotecarios
o la Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina (ABGRA),
entre otros, que tienen como misión la defensa del campo de trabajo de los bibliotecarios
profesionales.
También hay asociaciones que admiten a todo tipo de
personal que labore en las bibliotecas, como son los casos de la Asociación de
Bibliotecarios, Archiveros y Museólogos del Perú y de la Asociación Mexicana de
Bibliotecarios. Cuando así ocurre, la misión de estas agrupaciones se enfila
más hacia el mantenimiento de espacios de convivencia, comunicación y
colaboración entre los pares, para la formación de los bibliotecarios por medio
de la capacitación y la actualización, así como al desarrollo bibliotecario de
sus respectivos países.
Otra situación es la del Club de Bibliotecarios Escolares
de Perú, que se integra con estudiantes que realizan tareas como bibliotecarios
en cada institución educativa. De esta manera, bajo la conducción de un docente
bibliotecario o del mismo bibliotecario técnico, las bibliotecas escolares se
organizan y promueven actividades bibliotecarias y culturales diversas, además
de mantener una comunicación directa con la comunidad académica y estudiantil.
Los sindicatos de bibliotecarios se han promovido en
Argentina y México. Mientras que en el primer país se viene trabajando desde
hace años para establecer un organismo que vele por las mejores condiciones
laborales para que los bibliotecarios puedan trabajar y cumplir su encomienda,
en México se declaró en el año 2014 que el Sindicato de Bibliotecarios del
Estado de Morelos era ilegal, no admitiéndose su existencia ya que en este país
no se permite que haya sindicatos gremiales.
Al respecto de la existencia de un sindicato de
bibliotecarios, Óscar Maya Corzo realizó una reflexión en 2004, indicando lo
siguiente:
El bibliotecario no es obrero ni patrón, sino que sólo
trabaja en la biblioteca. Su materia no es tangible.
Cada bibliotecario pertenece a una clase distinta, que no
se determina por el espacio laboral, sino por el origen económico o por la paga
recibida.
El bibliotecario levita por sobre la vulgaridad del mundo,
dado que trabaja con ideas como materia prima.
No hay una entidad que cohesione a los bibliotecarios.
El bibliotecario vive en total alejamiento, decidido y
reconocido, de las responsabilidades políticas y sociales.
Con estas ideas, concluyó que es imposible la identidad
laboral bibliotecaria, pues o no existe o no es asumida o reconocida. Además,
si existiera sería incompleta, y si se reconociera sería borrosa y ubicua.
Este breve recorrido nos muestra que la identidad de los
bibliotecarios latinoamericanos no corresponde sólo al asunto de cómo los
reconocerían los no-bibliotecarios, esto es, a una mera cuestión de su imagen,
sino que apunta a una cuestión más compleja, por ser diversa, que tiene
profundas raíces en las muchas historias que han fraguado la realidad actual de
América Latina.
Ser bibliotecario en nuestra región puede llevarnos a
transitar por senderos muy recorridos por las rutinas hasta momentos de gran
riesgo para nuestras propias vidas y para el mantenimiento de nuestros acervos.
Pero esto ocurre porque no parece haber un modelo de bibliotecario que nos
identifique, sino más bien habría un amplio espectro de conductas posibles ante
los fenómenos del coleccionismo y el servicio de información en cada una de las
formaciones sociales donde se puede llegar a instalar la biblioteca.
Pensar el bibliotecario latinoamericano no es algo nuevo,
pero sí sería una primicia pensarlo desde adentro, y no sólo hacerlo a partir
de lo que dice la literatura extranjera a la región. Esto sí sería un verdadero
despertar de América Latina.
Fuentes, Revista de la Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea
Legislativa Plurinacional
versión impresa ISSN 1997-4485
Rev. Fuent. Cong. v.10 n.43 La Paz
abr. 2016
A modo de epílogo, se recomienda
la lectura de otro artículo del autor (publicado en su blog personal) sobre el
tema de la identidad bibliotecaria, en este caso extendiendo la reflexión sobre
el ser y parecer del bibliotecario:
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