“Este no es un traje para ir de paseo, se usa
para rituales… en este caso el ritual de la palabra"
Boniface
Ofogo.
Aquellos
que lo escucharon quedaron hipnotizados con sus cuentos, y para prueba basta
con ver algunos videos que circulan por Internet, estamos hablando del cuentero
camerunés Boniface Ofogo Nkama, quien dice ser cuentero de nacimiento, práctica
que frecuenta desde los 3 años de edad, cuando narraba historias delante de su
familia, acompañando a su padre en el Árbol de la Palabra, donde se reunía el
Consejo de Ancianos y la gente. Las imágenes que pueblan los recuerdos de su
infancia, que marcaron a fuego su memoria, son las de un grupo de niños
descalzos sentados bajo la sombra de un árbol y rodeando a una anciana mientras
ella contaba historias.
La
colorida túnica que Boniface utiliza para narrar cuentos es tejida a mano por
las mujeres de su tribu, los Yambasa, quienes la bordan con hilos de algodón
sobre una tela negra, una tarea que les puede llegar a deparar hasta dos años
de trabajo. La tribu de Boniface, perteneciente a la comunidad Omasa, está
ubicada a 150 kilómetros de la capital de Camerún (Yaundé), una comunidad
horadada por casas de barro y techos de
corteza de palma tejida, donde según el cuentero “nadie pasa hambre, uno puede entrar a cualquier finca y comer fruta, es
algo completamente legal”.
Allí
donde iba Ofogo con su vestido de príncipe (como hijo de un rey), la gente se
reunía para escucharlo, en escuelas, en festivales, en comunidades, en centros
culturales, y lo que escuchaban, de modo magistral y con destacada presencia
escénica, eran relatos que trataban de explicar la vida, la naturaleza y las
relaciones entre hombres, entidades y animales. A través de sus narraciones
recordaba hechos, historias, leyendas, canciones, proverbios, mitos, fábulas y
versos de la tradición oral africana, incluso incursionó en los cuentos
eróticos y en algunos relatos supo recrear los sonidos y movimientos de los
animales selváticos. Tiene un libro titulado “Una vida de cuentos”, que
contiene su biografía y un disco con música y cuentos tradicionales. Suele
afirmar que la cuentería es un arte que representa “el espíritu y el alma” de
una sociedad, y que para valorarla hace falta una audiencia sensible.
Bienvenidos
al mágico mundo de un cuentero que ya es leyenda entre su gente.
Sembrando cuentos bajo el
árbol de la palabra
Una
vez Boniface contó (para variar) que cuando nació, le cortaron el cordón umbilical y lo enterraron a la sombra
de un árbol, que esa era la tradición de su pueblo, dice el autor “Ese lugar es mi centro del mundo, puedo
recorrer infinidad de países, pero si no vuelvo a mi pueblo todos los años no
tengo inspiración. La mejor manera de ser universal es amando a mi pueblo”.
Además de cuentero por convicción, el destacado narrador es también filólogo
hispánico y documentalista.
Cuando terminó el bachillerato
se ganó una beca para estudiar filología en Madrid (España), de allí viene su
excelente dominio del español (año 1988 en adelante), potenciado por sus viajes
a Colombia ya en calidad de cuentero. Esta historia es
una de las tantas que Boniface Ofogo relató ante un auditorio, muestra un poco
la moraleja existente detrás de cada cuento, con el que siempre busca sembrar
una enseñanza:
“Había un anciano en mi pueblo que era el más viejo, no trabajaba y, sin
embargo, era el más importante del pueblo. Él se sentaba en la plaza y todos
acudían a pedirle consejos.
Un día llegó un joven con una forma de caminar muy
insegura y le dijo que quería quedarse a vivir en el pueblo porque en su hogar
había mucha sequía.
El anciano que estaba fumando una pipa le preguntó: cómo
es la gente del pueblo de dónde usted viene.
El joven contestó que muy buena, amable y que allí se
respetaba a los ancianos. Además, que los conflictos se resolvían hablando.
El anciano respondió que la gente de este pueblo era igual
y que sería bien recibido: ¡bienvenido joven!
Al rato llegó otro joven, de caminar desafiante y también
pidió vivir allí. Sin embargo, a las preguntas del anciano respondió con
alevosía y habló mal de sus parientes.
El anciano le dijo que la gente de este pueblo también
era mala y no sería bien recibido.
La moraleja de la historia, más allá de las respuestas
del anciano es que quien cree en el sentido de la amistad y ama sus raíces,
vaya a donde vaya siempre le irá bien”.
El escritor español Manuel Rivas
solía asegurar que los cuenteros escriben en el aire y que sus palabras no son
arrastradas por el viento, sino que germinan en la imaginación de los
espectadores, Boniface logra captar en el público oyente esa mágica sentencia,
y hace que cada uno encuentre algo dentro de sí mismo, haciendo posible que
todos en algún punto sean mejores, que todo merece ser aprendido.
El "puente cultural"
entre África y los cabildos cimarrones de Colombia
Hay
un espacio muy trascendente en la vida de Boniface Ofogo, que es cuando visitó
Colombia en 2005, con motivo de una
invitación para participar en Bucaramanga en el Festival Iberoamericano de
Cuenteros, un año antes había sido invitado por el cuentero colombiano Pacho
Centeno, pero Bonifice lo había tomado como una forma de hablar y no creyó que
la invitación era real. Dice que descubrir Colombia le cambió la vida, y la
prueba es que en esas tierras caribeñas tuvo audiencias de unas 1.000 personas
que podían escuchar cuentos durante horas. La cantidad y calidad de festivales
internacionales de cuenteros entusiasmó al representante camerunés, supo de
verdaderos semilleros de Cuentería, especialmente de la Sede Norte, donde fue
posible rescatar la antigua tradición oral que por años ha cautivado a los
públicos de Yarumal, del Bajo Cauca y Urabá. Se dice que el Norte antioqueño es
cuna de un sinnúmero de relatos de espantos, plantas prodigiosas, brujas,
hechizos y entierros; cuentos contados de generación en generación como el de
La Barbacoa y Cueva Bonita, que han surgido para narrar las creencias de los
habitantes de este pedazo verde y montañoso de Antioquia.
Estas visitas paulatinamente
lo llevaron a Boniface a grabar un documental sobre el "puente cultural" entre África y
los cabildos cimarrones de la región. Incluso ciertos temas propios de la
cultura palenquera, como el ritual fúnebre conocido como Lumbalú –que ha sido
considerado como “como la última costumbre de profunda raigambre cultural
Africana entre los pobladores cimarrones” – fueron documentados y utilizados
por los cuenteros, incorporando temas representativos de la cultura africana en
las presentaciones orales de los artistas.
Es
muy significativo como la tradición oral de los cuenteros permanece viva en
Colombia (solamente en Medellín existen festivales que ya llevan 30 años
premiando cuenteros), se tratan de historias que en su mayor parte no están
escritas, simplemente la gente las escucha y las sigue contando, tal como dice
el profesor Camilo Andrés Sánchez Contreras,
coordinador de un semillero de cuenteros que originó una serie de talleres y
organización de festivales “Cuando son historias contadas del bisabuelo al
abuelo, del abuelo al padre, y de este a su hijo, se convierten en
tradición oral”, del mismo modo Mauricio Orrego (coordinador de una de las
sedes) resalta una característica que diferencia a la cuentería de otras artes,
y que es precisamente la conexión con el público en relación al material
utilizado, los cuenteros a veces hacen variaciones de las tradiciones orales de
los pueblos que visitan, en otros casos resaltan mitos o leyendas, o
directamente inventan monólogos incluyendo la participación del espectador a
través de un enfoque lúdico.
La oralidad ha sido motivo de
estudio en el norte de Antioquia,
muchos cuenteros se han visto atraídos por las tradiciones orales, pero
a la vez trabajaron en talleres algunas técnicas para mejorar la espontaneidad
y exposición, modulación, desenvolvimiento corporal, vocalización y estudio de
aspectos psicológicos que les permitían en poco tiempo realizar verdaderas
“construcciones orales”. Estos procesos de formación tuvieron el apoyo, entre
otras instituciones, de la Universidad de Antioquia. Muchos cuenteros han
pasado de la timidez a una exposición permanente con pequeñas audiencias,
incluyendo interacciones con el público que ha transformado sus vidas,
favoreciendo un crecimiento que les ha permitido lograr metas como por ejemplo
iniciar estudios académicos de disciplinas humanísticas.
A modo de ejemplo, el profesor Camilo recuerda una
presentación nocturna donde los cuenteros acondicionaron un espacio público
para narrar historias de terror, lo llamativo es que el público terminó
participando con sus propias historias, lo cual habla de un espacio vivo que
permanentemente se renueva, y de un arte que no se apaga con el paso del
tiempo. Según el docente “el aire es la palabra, el resto es el corazón que
se le pone y a través de uno hablan todos los ancestros”, Boniface Ofogo ha
respetado esta construcción de sentido, y en ocasión de una presentación en un
pueblo del sur de Colombia (donde según la tradición los abuelos se quitan los
zapatos para contar los cuentos, prenden velas y tienen un vaso de agua o
aguardiente para acompañar la lectura) realizó un ritual de invocación al fuego
para rescatar lo sagrado de la palabra, todo lo que vino después fue un vínculo
tejido por el encanto de los cuentos míticos y mágicos.
Boniface, el documentalista
Resulta imposible olvidar, y
es algo que Boniface siempre tuvo en cuenta, que detrás de los cuentos se
percibe la legendaria resistencia a la esclavitud de las comunidades
afrodescendientes, así como los tambores han representado una poética de la
resistencia cultural, han sido los cuentos los que permiten enlazar el pasado
con el presente, robusteciendo con cada relato la identidad de los comuneros “Yo cuento a África, para las demás historias
ya hay mucha gente a su servicio, me dedico a esto porque África necesita ser
contada y muchas veces no se hace bien. Yo soy hijo de África y hablo por ella”,
contó alguna vez Boniface, un relato que va más allá de la oralidad y la
palabra. Suya fue la obra de tender un puente artístico y cultural entre el
corregimiento de San Basilio de Palenque y Camerún, y en tal sentido los
palenqueros (artistas, sabios, rezanderas, picoteros, amas de casa, niños,
curanderas y ancianos) entendieron como pocos aquella presentación titulada “Un
pedazo de África en Colombia”, resaltando los vínculos con la música y el arte,
pero esencialmente en el convencimiento de los pobladores de sentirse
africanos, es por eso que el documental fue rodado en las calles de San Basilio
y formó parte del Festival de Tambores y Expresiones Culturales de Palenque,
contando cómo un nativo africano llega allí, cómo lo reciben y como lo adoran
porque ven en él a un ancestro.
Según Boniface, África ha
sido la raíz y Palenque, su fruto, filosofía que le bastó para exaltar las
costumbres del indiscutido patrimonio cimarrón. Cabe señalar que la UNESCO
declaró a Palenque San Basilio como Patrimonio Cultural Inmaterial de la
Humanidad, por ser considerado el primer pueblo libre de América.
En la producción de su
documental, Boniface consideró que Palenque “es un concepto que va más allá del territorio propio”, y para
muestra bastó con analizar el porqué de algunas canciones tradicionales que ya
no se escuchan en Camerún pero que sin embargo siguen disfrutándose en los
palenques, la raíz africana que se torna visible en los carnavales de
Barranquilla, los monumentos que hacen referencia al Palenque de los esclavos liberados y del éxodo, el valor de la
oralidad y de los ritos fúnebres, la exaltación de la alegría a pesar de tantas
historias desgarradoras.
Alcanza con escucharlo, una
vez más, al hombre de los cuentos orales:
“Somos la misma gente, solo
la historia nos separó”.
Fuentes consultadas:
San Basilio de Palenque, luces y sombras de un legado
aborigen
Cuentero camerunés de paso por Cúcuta:
Documental “en memoria”:
La oralidad del norte de Antioquía, “a viva voz”:
Nota:
las imágenes pertenecen a estos sitios:
Versión para El Orejiverde:
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/1423-boniface-ofogo-la-voz-de-los-ancestros
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