Cada vez hay menos cosas en el mundo, si tuviéramos que reducir la expresión al pequeño espacio de nuestra profesión, la partida de Robert Alexander Endean Gamboa, ocurrida meses atrás, no deja de ser una triste verificación de lo que significan estas palabras.
Se trató de un bibliotecario inquieto, con múltiples intereses culturales, desprendido, participativo, crítico, constructor de nuevas posibilidades -técnicas y humanas- en nuestra disciplina. Analizó e interpeló conceptos, se involucró con grupos vulnerables –destacándose un soberbio trabajo, como coordinador, de la Biblioteca Digital Maya U Kúuchil Na'at– discutió sobre aspectos políticos, gremiales y educativos de la Bibliotecología, entre otros proyectos fue Jefe del Departamento de Acervos del Conservatorio Nacional de Música, dedicó mucho tiempo a la docencia, y ejerció una ética laboral que fue reconocida por sus pares.
Ausencias como estas no son posibles de reemplazar, la huella es honda, y para el que viene detrás, muchos entendimientos ya representan un camino sin malezas.
Leerlo recientemente ha sido redescubrir aspectos desconocidos de su personalidad, en muchos correos electrónicos compartidos entre colegas se encuentran sus palabras, marcadas por un contexto, acaso una suerte de guía de la cual aferrarse, para entender mejor los problemas, generalmente direccionados hacia distintos planos de comprensión. La palabra “Problemas” es clave en su obra, porque fue de los pocos que supieron interpelar el alcance de la Bibliotecología en sus innumerables escenarios, no privado de un amplio abordaje filosófico, donde cada término pronunciado encontraba fundamento al final de la frase, una permanente invitación a la construcción crítica, cívica y social del conocimiento.
Recuerdo una vez un escrito suyo, donde daba cuenta de una reunión entre colegas que lo había dejado desconcertado, Robert llegó a decirles que no existen las bibliotecas sin bibliotecarios, la razón de aquel enojo fue haber advertido cómo muchos bibliotecarios habían “caído en la trampa del sueño progresista, que exalta las tecnologías como la solución para todo, sin necesidad de que intervengamos las personas. Esta trampa es también la escotilla de la ignorancia, y gran cantidad de bibliotecarios jóvenes se encuentran presos de la ilustre ignorancia de los tecnólogos".
Hace unos años, había llegado a mis manos el número 43 de la Revista Fuentes de Bolivia, allí me detuve en una excelente reflexión de Robert titulada "la identidad de los bibliotecarios latinoamericanos", tema complejo si los hay, de múltiples aristas, en donde el autor tuvo por criterio recuperar, en la primer parte del texto, las actividades de algunos bibliotecarios, de esos que podemos ubicar como imprescindibles en contextos de "trinchera", como habitualmente se los suele llamar, labrando tareas en espacios comunitarios, con un fuerte sentido de responsabilidad social y ética profesional. Para este excelente y entrañable colega, la identidad bibliotecaria no existe o no es asumida o reconocida como tal, para lo cual era necesario "pensar al bibliotecario latinoamericano desde adentro".
Tenía motivos para reflexionar
de esta manera, en su querido México, notó que las actividades culturales en
contextos de fracturas sociales –ocasionadas por intervenciones políticas–
invariablemente perdían apoyo gubernamental luego de un cambio del partido en
el poder, en ese grupo estaban las bibliotecas. Se involucró con los problemas,
así fueran sobre la situación de la Biblioteca Nacional, los repositorios, los
gremios, el desempleo, los salarios, el individualismo, el derecho laboral, la
formación del bibliotecario, la ética profesional, el rol social, en un listado
que no pretende ser exhaustivo, a cada intervención le puso nombre y apellido,
a través de foros, aulas y blogs.
En sus mensajes, siempre había espacios para los cambios de rumbo, para los interrogantes filosóficos, para habilitar las necesarias construcciones.
Decía esto de la profesión:
Es
una bella disciplina, a veces ciencia y otras, arte, para cuyo ejercicio puede
saberse poco o mucho. Se aprende algo de ella en las pláticas que dan los
bibliotecarios, o en las visitas guiadas a las bibliotecas. Así, cualquier
usuario se adentra en los misterios de un universo lleno de símbolos que le
resultan desconocidos, y que como en las matemáticas pueden ser aburridos o
fascinantes, dependiendo de las habilidades del guía.
Puede
ser seria o lúdica, dependiendo de la ocasión y en una dialéctica que se me
antoja necesaria para vivirla. Pues vivir la bibliotecología es más arte que
ciencia, y por lo tanto tiene su propia estética que aporta una mirada especial
a todos los que compartimos esta disciplina.
Vivir
la bibliotecología es también participar en los problemas de esta disciplina y
tener la posibilidad de negarse a padecer los problemas que se le imponen. Esto
puede lograrse porque como toda gran disciplina, la bibliotecología tiene
muchas entradas y salidas. De esta manera conviven en ellas quienes indican que
el usuario es la razón de ser de la bibliotecología, aunque nunca quieran
tratar con un usuario (este es un problema de la bibliotecología). Otro
problema de la bibliotecología es el síndrome de la disciplina asediada, que
lleva a minusvalorar todo el quehacer profesional. También están quienes
dicen que la bibliotecología es una disciplina abierta, o quienes la adjetivan
como cerrada e incapaz de jugar a la interdisciplina con otras profesiones,
incluso de citar obras no-bibliotecológicas (estos son problemas impuestos a la
bibliotecología).
Se
enseña en escuelas, aunque las mismas no inculquen la vivencia de la
bibliotecología, sino sólo su parte técnica, y recientemente algunas
reflexiones deshilvanadas o almidonadas que quieren nombrarla ciencia. De esta
manera, desde hace varias décadas se discute un problema impuesto que trata
sobre la adscripción de la bibliotecología a alguna área disciplinar, así como
se decide en cual capilla se verá mejor la estatuilla de un santo.
Varias veces mencionó sobre
el paradigma de la profesión, las preguntas que compartió Endean Gamboa
provocaron múltiples respuestas entre colegas, habilitados a participar por el
mecanismo crítico impulsado por este gran bibliotecario yucateco, quien
afirmaba lo siguiente: “Yo puedo desear
que todo el mundo tenga acceso a la lectura, y repartir libros en las calles,
plazas, jardines, playas, mercados y hasta bajo las piedras, quizá con la
esperanza de que cualquier receptor lea el libro que le doy, y que no le vea
cara de pan y se lo coma. Al respecto, viene a colación algo que leí hace
mucho, en una novela de la poetisa mexicana Rosario Castellanos, cuando decía
que le daría vergüenza dar uno de sus poemas a un pordiosero que le pide
limosna.
¿La lectura puede cambiar el mundo? Freire ha propuesto un cambio personal con la lectura de libros, siempre que se realice luego de una lectura del mundo. Y es que la lectura, aun cuando se colectivice, redunda en un acto personal. De donde arribamos al valor de la persona, que a veces se olvida entre frases grandiosas y abstracciones divinas. ¿Toda lectura es parcial? Quizá esta cuestión tenga que ver con una fenomenología de la realidad que permite captar la lectura. De cierto, es muy común darnos cuenta de que, en la lectura, cuando se da, hay una selección. ¿Cómo se vincula la lectura al paradigma que pensamos?
Y las preguntas, infaltables en su abordaje, deberíamos tratar de encontrarles respuestas, si es que podamos pensar en una continuidad de su obra:
“Un paradigma de la bibliotecología es algo que suena muy serio. Tal vez deberíamos partir de preguntarnos algunas cosas, como ¿qué estudia la bibliotecología? ¿Cómo lo estudia? ¿Qué tipo de enunciados hace sobre eso que estudia? ¿Cuáles son los referentes de eso que estudia? ¿Quiénes se dedican a la bibliotecología? ¿Cómo se hace la bibliotecología? ¿Dónde se manifiesta la bibliotecología? ¿Cuál es su entorno? ¿Cómo se relaciona con ese entorno?...
Podemos
pensar que es más fácil decir lo que no es la bibliotecología, y así decir que
no es medicina, derecho, agricultura o música. Sin embargo, la bibliotecología
contiene una bibliotecología médica (incluso con asociaciones, publicaciones,
congresos, etc.), una bibliotecología jurídica, una agrícola y una musical, sin
las cuales las primeras difícilmente serían como las conocemos. Y aquí surge
otra cuestión paradigmática: ¿cuáles son las fronteras de la bibliotecología?
Nos surge de inmediato el vértigo, pues la bibliotecología parece no tener
límites. Está presente en todas las áreas disciplinares, a veces conducida por
personas que no son reconocidas como bibliotecarios…
En alguna oportunidad, este bibliotecario fue muy claro al observar el derrotero histórico de las bibliotecas y la bibliotecología, al afirmar que “notamos que esas bibliotecas, los recursos que poseen y las redes de comunicación e información que se establecen alrededor de ellos, están insertos directamente en el orden social, político y cultural característicos de un entorno específico. También siguiendo la historia, Shera ha señalado un antes (con un bibliotecario erudito) y un ahora (con un bibliotecario funcional). A esto podemos agregar los intentos para hacer visible el quehacer bibliotecario en todos los países. Entonces surge una duda: ¿qué tan conveniente es que seamos invisibles? ¿Qué seamos sólo técnicos? ¿Qué tan conveniente para nuestra profesión es asumir esa situación de invisibilidad como una ventaja y sacarle partido?
Me resulta imposible una semblanza sobre su obra sin tomar como recurso el insertar sus comentarios, con la simple intención de poder mostrar cómo se analiza nuestra disciplina desde un criterio tan personal. En ocasión de discutir en las listas de Bibliotecología (práctica que lamentablemente se ha perdido), sobre la necesidad de establecer una estructura asociativa más horizontal para facilitar la comunicación entre los bibliotecarios, Robert consideró esencial abordar algunas barreras para poder concretar la idea:
1) la existencia de vacas sagradas como cabezas de gremio, que tienden a acaparar todo el poder de un coto delimitado por medio de una representatividad que acumulan en las escuelas, los colegios profesionales, algunas bibliotecas y las asociaciones. Para garantizar su sobrevivencia, establecen una red de lealtades, un sistema de méritos y fomentan el mito de la disciplina asediada como distintivo determinador de un eje nosotros-los otros. Al respecto del mito de la disciplina asediada, me refiero a la tendencia en los colegios a "educar" a los alumnos en un entorno en el que están perdiendo puestos de trabajo por su ocupación por personas ajenas a la profesión; también se inculca a los alumnos para salvaguardar su saber y no compartirlo con otras disciplinas, a fin de evitar su pérdida o enajenación por personas ajenas a la profesión.
2) la diferencia entre bibliotecarios profesionales y no-profesionales, que se basa en el sistema de méritos mencionado en el punto anterior y no en modelos de desarrollo profesional e individual.
3) la distinción entre bibliotecarios profesionales y empíricos, que delimita y desmotiva la participación de aquellos que han aprendido en cursos o diplomados, más que en las escuelas reconocidas. Al respecto, he conocido personas que han tomado tantos cursos de capacitación y diplomados, que podrían equipararse a una licenciatura e incluso a estudios de posgrado, pero que no tienen ningún reconocimiento en nuestro ambiente profesional.
4) la tendencia a uniformar criterios de colegios profesionales y asociaciones. En este caso, es oportuno señalar que en México cada vez más se exige a los miembros de las asociaciones que estudien en las escuelas, y se les empieza a segregar de capacitaciones y actividades exclusivas para bibliotecarios profesionales.
Para finalmente objetar, con su ya clásica mirada crítica: “Mientras los profesionales bibliotecarios seamos hacedores de nuestras propias torres de marfil, más que personas capaces de comunicar el conocimiento, será muy difícil romper las barreras que aquí menciono, mientras seguimos festejando días del bibliotecario en un jolgorio que se antoja más catártico que intento por comprender la realidad. Mientras no descubramos nuestro propio poder y sigamos sirviendo a los "poderosos", difícilmente podremos entablar un diálogo constructivo”.
Le debo a este bibliotecario haber incluido el concepto de neutralidad en la profesión, para debatirlo en una serie de encuestas con alumnos y alumnas pertenecientes a diferentes instituciones educativas de Buenos Aires, con el fin de corroborar si el tema se mencionaba y se trataba en clase. Por otra parte, compartí la preocupación que significa, como responsabilidad social, la incidencia que tienen los bibliotecarios/as al poner información en las manos de cualquier persona, la necesidad de solucionar los problemas causados por los cambios que permanentemente nos impactan como profesionales. En tal sentido, este maestro de Bibliotecología no ha caído en perpetuidades, ni se ha dejado enceguecer por los constantes deslumbramientos que, como fulgores, suelen apreciarse de manera profusa en el ámbito académico.
Robert Endean Gamboa escribió en 8 blogs que funcionaron como si fueran heterónimos, donde se permitió reflexionar sobre cuestiones ligadas con la información en sus diversos conjuntos, uno de ellos, Mexicanum Est Universale Mortem, daba cuenta de su fascinación por el tema de la muerte, escrituras que empezó a pergeñar a partir de los 50 años, profundamente influenciado por la pérdida de su abuela, un interés que vinculó su pasatiempo con las fotografías en panteones, acaso producto de haber presenciado la partida de parientes y amigos, probablemente una forma de salir adelante en medio de la tristeza.
En el blog Tianguis Libresco, escribió desde 2012 a 2019 textos relativos a cuestiones históricas, literarias y académicas, con revisión de archivos y documentos, básicamente sobre la historia de los libreros de mercado que hubo en la ciudad de México, quienes “junto a las cebollas y los jitomates, las blusas de china poblana y los huipiles, las carnes y los pescados... se instalaban con sus libros e invitaban a los paseantes a detenerse, mirar, hurgar y llevarse alguno de los volúmenes que tocara su corazón o su entendimiento.” La intención de este espacio fue promover la cultura y la lectura a través de la circulación de libros, el pequeño y vasto mundo de los manuscritos, los grabados y los dibujos en territorios marcados por la vocación.
Asimismo, en el blog Pro Patrimonio Documental de México, pretendió identificar, defender y fomentar el patrimonio documental de la Nación, así como contribuir a la conservación, organización, difusión, preservación y recuperación del patrimonio archivístico, bibliográfico y documental del país.
Pero si hubo un blog que me pareció cálido y ameno, fue “Una familia Gamboa de Hoctún, Yucatán” (la imagen de este texto fue extraída de ese espacio), cuyos contenidos versaban sobre temas familiares y estudios genealógicos, allí confiesa que lo que más le gustaba era la conversación “no hay nada más sabroso que platicar o escuchar las pláticas de otros. Por eso, era fanático de estar pegado a la sobremesa que se armaba cada domingo en casa de tía Frida. Por la misma razón, me gusta tanto mi familia, pues si algo sabe hacer muy bien es platicar”.
Llama la atención la necesidad de Robert por recuperar la memoria de sus ancestros: “como muchas familias de esta tierra, la mía está plena de historias y misterios, incógnitas y descendientes atolondrados que miran su pasado como una bruma que se pierde en la molicie de lo antiguo difícil de nombrar, casi imposible de invocar”.
En el blog Bibliotecas Mexicanas, que nació como complemento del blog “Problemas del Campo de la Información”(donde figuran la mayoría de los textos compartidos en esta semblanza), llevó adelante un lindo ejercicio, el de realizar crónicas sobre las bibliotecas que visitó, donde intentó mostrar las diferentes realidades de espacios bibliotecarios en contextos urbanos y rurales, especialmente visitas a bibliotecas públicas y universitarias, así como una semblanza, muy bien elaborada, sobre la Biblioteca Nacional de México, ubicada al sur de Ciudad Universitaria de la Universidad Autónoma de México (UNAM), en la cual Robert trabajó, durante más de una década, en la Hemeroteca Nacional, una suerte de tributo a su querido país.
Librarians' creativity fue otro de sus blogs, un tanto breve en este caso, escrito en inglés, sobre temas vinculados con las bibliotecas y el conocimiento. Finalmente, el blog “Notas de un impertinente y entrometido”, resultó un espacio donde discutió como pocos la realidad mexicana, política y bibliotecaria, en el que se intuye una influencia del poeta yucateco Ernesto Albertos Tenorio, figura literaria bajo la cual Robert encontró un paralelo con una biografía sobre Rimbaud, que marcó el tono de estas escrituras en cuanto a la claridad de los conceptos y las ideas que se requerían para formularlas, basta leer sus textos, agradables contrapuntos consustanciados con el compromiso profesional, para darnos cuenta que lo pudo lograr.
Podría estar horas incluyendo las reflexiones de este querido colega, verdadero artífice creador de universos simbólicos de información y conocimiento, por eso me parece válido recordar como finalizaba sus textos, expresándole al lector que, dada la complejidad del tema propuesto, corresponde seguir tratándolo en otra oportunidad…
Dice la tradición: “los antiguos mayas creían que, después de la muerte, el alma emprendía un camino al Xibalbá, o Inframundo, donde debía atravesar un río ayudado de un perro (el xoloitzcuintle), si llevaban una pieza de jade las cosas en el otro mundo les serían más fáciles…”
Ojalá este imprescindible bibliotecario yucateco haya tenido ese sereno tránsito.
Mtro. Robert Alexander Endean Gamboa (1962-2020)
Blogs del autor consultados:
Problemas del campo de la información
Mexicanum Est Universale Mortem
Pro Patrimonio Documental de México
Una familia Gamboa de Hoctún, Yucatán
Notas de un Impertinente y entrometido
Fuentes consultadas:
Sobre la identidad de los bibliotecarios latinoamericanos [Blog Que Sabe Quien, septiembre de 2016]
http://librosvivientes.blogspot.com/2016/09/sobre-la-identidad-de-los.html
Robert Endean Gamboa y el paradigma de la biblioteca en contextos multiétnicos [Blog Que Sabe Quien, octubre de 2012]
http://librosvivientes.blogspot.com/2012/10/robert-endean-gamboa-y-el-paradigma-de.html
me perdiste cuando dijiste que lo de mortem fue a partir de su abuela, ya que es una mentira completa, ya que su gran perdida realmente fue su tía
ResponderEliminarestimada o estimado (no figura su nombre), buen día, sinceramente no entiendo el sentido del comentario, ya que lo realmente importante es el homenaje sincero a un bibliotecario que me ha acompañado con sus reflexiones por mucho tiempo, sin embargo atendiendo su mensaje, inferí que al nombrar a su querida abuela en los dos primeros textos de ese blog, de alguna manera habilitaba ese entendimiento, jamás tendría por intención incluir una mentira con un tema tan sensible, pero al menos con su mensaje estamos abriendo otra comprensión de aquella pérdida, creo que podrá entenderlo, un cordial saludo.
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