Recientemente, por intermedio del
paisano Ser Jatun Inti (referente de la Biblioteca Sisa Jan Inakt'tiri - Flor
inquieta), tuve conocimiento de este trabajo de Franco Limber sobre la
representatividad de la whipala, y lo que implica su utilización en las
comunidades andinas. Se trata de un extenso planteo que deja al desnudo las
adscripciones acríticas que algunas comunidades hacen de los símbolos
culturales, y que por desconocimiento en muchos casos se vincula con la comprensión de la identidad. Considero que el texto resulta válido para
interpelar los diferentes planos de entendimiento de la cultura aymará.
El autor establece tres
propósitos para desarrollar el concepto: en primer lugar hacer conocer la
historia objetiva de la wiphala basándose en elementos históricos que ha
considerado como referentes puntuales, en segundo lugar aclarar dudas de
quienes buscan conocer la construcción de la wiphala moderna utilizada hoy como
símbolo del mundo “indígena”, y por último “apartar
elementos imaginativos con el cual se ha venido construyendo diferentes
idearios esotéricos a lo largo del tiempo hasta el presente, despejando
conceptos ilusorios que carecen de fundamentación real, las diferentes
argumentaciones ficticias que se ha proliferado en escritos que contextualmente
tendieron a ser más ideológicos que veraces”, no deja de resultar una tarea
necesaria, que permite urdir entendimientos endógenos, entretejidos bajo siglos
de interpretaciones que en su mayoría prescindieron de la investigación.
Según lo considera el autor
diferentes pensadores Indios afirman que el termino bandera es una “imposición
occidental”, el cual tiene cierta valides, pero la misma no cambia la
naturaleza humana de construir símbolos de acuerdo a eventuales motivaciones
sociales, por ello Limber recurre a la vexilología (estudio de las banderas en
un sentido amplio) para así comprender de la forma más racional la construcción
de la wiphala en la historia.
Hay un dato interesante, y es el
origen de la bandera como portadora de un sentido de pertenencia cultural, el
imaginario colectivo trazaría sin dudar dicha ubicación geográfica-temporal en
alguna región europea medieval, pero en verdad tiene un origen Asiático,
exactamente en la actual Birmania. Para encontrar la primera bandera
documentada históricamente nos tenemos que trasladar al Imperio Persa, que
durante la Dinastía Aqueménide (550 – 330 a.C.) se utilizó ininterrumpidamente
la bandera Derafsh Kaviani como símbolo identificativo del imperio (se trataba
de un rectángulo de cuero cubierto con una fina capa de seda, adornada con
piedras preciosas que formaban una estrella de cuatro puntas con forma de aspa,
indicando los cuatro puntos cardinales), diversas ilustraciones han permitido
conocer sus colores: escarlata, amarillo y magenta, algunos historiadores
sostienen que esta bandera desapareció después de la conquista musulmana.
Para Limber la historia real de
la wiphala es improbable de verificar, debido a que sus referencias son
contadas, incluso mucho de ellas son imposibles de comprobación, por ello en su
gran mayoría los intelectuales Indios recurrieron a la imaginación para llenar
un vacío, que en algún punto tiene relación con la inexistencia del concepto
“bandera” en la América precolombina, lo cual lleva a una inevitable congoja
intelectual, perdiéndose la esencia del significado de sus orígenes.
Esta situación ha ocasionado
intensos debates en relación a las características principales de la whipala,
como por ejemplo el significado de los colores o la supuesta utilización de la
bandera como calendario astronómico, una interpretación que para Limber no
tiene forma de sostenerse con argumentos fidedignos.
Vale replicar estas palabras: “En
los tiempos que acaecen es necesario separar lo real de lo imaginativo, para
así poder avanzar en los nuevos retos que los pueblos Indios enfrentan. El
esoterismo folclórico ha ido mermando las aspiraciones históricas de los indios
como la búsqueda del poder político y económico, búsqueda que se ha
materializado en los diferentes levantamientos y procesos políticos de los
indios que fueron acompañados por la Wiphala”.
Lo que murmuran en silencio los
tejidos y las vasijas
El análisis impacta, en primer
lugar el entendimiento de la wiphala como artesanía Pre-colonial (creada antes
de la llegada de Cristóbal Colón a tierras de Abya Yala), para el investigador
boliviano en este periodo encontraremos algunas referencias graficas muy
interesantes, parecidas en su conjunto a la actual wiphala moderna, las
culturas andinas tenían cierta valoración del manejo de múltiples colores en
sus trabajos manuales, esta característica se mantiene hasta el día de hoy,
especialmente en los aymaras, incluso se puede apreciar en su arquitectura
urbana, en los denominados “Cholets” (edificaciones parecidas a los chalet’s
europeos, pero con características nativas aymaras, sobre todo en la ciudad de
El Alto de La Paz, que mantiene la característica de usar diversos colores
intensos, que hacen referencia a los tejidos como el Awayu -prenda de las
mujeres que usan para abrigar o cargar - y motivos Tiwanakotas como la
Chakana). El militante indígena registra la similitud con antiguas piezas
talladas en piedra o imágenes tejidas en telares andinos, es precisamente en
las artesanías de la época pre-colonial donde ha encontrado los primeros indicios
de la forma cuadriculada de la wiphala y sus colores actuales, pero
sostiene que es imposible descifrar su significado original, y que no es
prudente asociar la idea de un símbolo, usado desde aquella época, con lo que
actualmente se entiende por whipala en la sociedad actual. Mucha agua ha
corrido debajo del puente, y aún quedan interpretaciones que los tejidos y las
vasijas acompañan en silencio.
Franco Limber se ha tomado el
trabajo de analizar las imágenes, lo que le da un alto valor a su investigación,
desde una Chuspa para la coca del periodo Tiwanakota (un tejido que aún
utilizan los yatiris, considerados chamanes o médicos en la cultura andina), en
donde se aprecian figuras similares a la wiphala actual, hasta ilustraciones
plasmadas en vasos ceremoniales Qiru, donde es posible identificar un guerrero
portando una wiphala, y en muchos casos sostenida por un mástil, lo que para el
investigador es parte importante en la vexilología, ya que da origen a la
bandera propiamente dicha. En diferentes museos se encuentran vasos de este
tipo pertenecientes a la época precolombina, estilo que debió ser transmitido
entre generaciones, y copiado por artesanos de los diferentes pueblos de la
región altiplánica.
Posteriormente incluye ejemplos
de pinturas realizadas a comienzos del siglo XVIII en la actual Bolivia,
realizadas por pintores barrocos coloniales, donde confluyen ángeles con
ropajes propios de la moda femenina europea, advirtiéndose sobre la espalda un
manto similar a la whipala (estos ejemplos nos recuerdan de algún modo los
ángeles arcabuceros de la iglesia de Uquía, en Jujuy, donde conviven en
silencioso sincretismo las dos culturas que interpelaron la memoria de los
pueblos andinos), otras pinturas son propias de la Escuela Cusqueña (siglos
XVII o XVIII) donde se visualizan arcángeles y whipalas.
Para Limber ya es posible
analizar, desde los levantamientos indígenas del periodo colonial, sobre la
existencia de símbolos utilizados en contextos de insurgencia India,
concretamente los del pueblo Aymará, incluso afirma que los Aymaras son los
poseedores de la tradición y creación de la wiphala, y aquí toma como referente
la figura de German Choquehuanca, considerado ni más ni menos que el padre de
la wiphala moderna, responsable de la reconstitución de dicha bandera, y
especialmente de su divulgación como símbolo entre los indios.
Este líder, originario de la
provincia de Omasuyos, nace a la vida militante en la secundaria, cuando era
panfletero del Movimiento Universitario Julián Apaza (MUJA), en los 60. En
1999, se alió con Felipe Quispe “el Mallku”; con él y otros cinco indígenas
formaron el MIP (Movimiento Indígena Pachacuti) y lograron ingresar a la Cámara
de Diputados, donde asistía con una vestimenta indígena y una pluma en la
cabeza. Fundó la Universidad Indígena Tahuantinsuyo, donde se enseña
conocimiento y prácticas de los pueblos indios. Es docente desde 1984 en la
Universidad Siglo XX y luego en la UPEA (Universidad Pública de El Alto) y la
UMSA (Universidad Mayor de San Andrés).
Su inquietud lo llevó a
investigar y escribir, siendo para Limber el autor más prolífico en materia de
wiphalas, compartiendo artículos y estudios relativos a whipalas comuneras y
banderas coloniales. Según Choquehuanca la Wiphala ha sufrido algunas
modificaciones desde las épocas de la colonia y la república. Por ejemplo, la
bandera que levantó Pablo Zarate Villca (un caudillo y militar boliviano) era
de 11 por 12 cuadraditos (total de 132 casillas), la que flameó en la localidad
de Ayo Ayo antes de 1852 era de 20 por 20, en total 400 cuadraditos.
Choquehuanca dice que incluso se
vio en la película Nación Clandestina una whipala con colores negro y café, en
otras banderas hasta habían agregado el rosado y el guindo. Es así que el
historiador decidió diseñarla en 1979, sobre el modelo de una wiphala plasmada
en un vaso qiru (o kheru) expuesto en el museo Abad de Cuzco, Perú, la cual
tenía siete por siete cuadraditos.
La wiphala que hoy vemos fue
diseñada según los criterios de Choquehuanca, su trabajo no solo se limitó al
diseño de la misma, también en su divulgación como símbolo indio entre los
Aymaras, tarea que no fue fácil, ya que cuando los indianistas empezaron a usar
este símbolo, no solo fueron objeto de agresiones por parte de los “q’aras”
sean de izquierda o derecha, sino también de aymaras. En su
afán de defender la autoctonía de la wiphala se tomó el
trabajo de buscar en la prensa boliviana las primeras menciones a este objeto y
he aquí que halló notas sobre la "huifala"
y la "wipala" (sic), entre 1930 y 1950. En ambos
casos, los artículos de prensa que Choque consultó indican que se trata
de un "emblema de los indios", "inventado por ellos".
Lo que sigue, vale la pena
consultarlo en los escritos de Franco Limber, quien también ha publicado
poesía, objetivando la utilización de la Whipala en los movimientos
Indianistas-Kataristas de la segunda mitad del siglo XX, donde deja en
evidencia el carácter emblemático del símbolo multicolor en contextos de
manifestaciones, luchas y reclamos de las comunidades andinas; la vinculación
del emblema tanto con personajes políticos ideológicos (en el que resulta
valioso detenerse en la figura de Fausto Reinaga, considerado uno de los
mayores representantes del indianismo), como con los movimientos políticos
indígenas, cuyos líderes sostuvieron la whipala emparentándola con el
entendimiento de la resistencia cultural e identitaria.
Se trata de un símbolo unificador
que ha permitido visualizar la realidad de complejos movimientos sociales
ligados por conflictos de poder, un instrumento de lucha con un fuerte sentido
de pertenencia y un vínculo con ideas revolucionarias cuya utilización sembró
adscripciones y críticas en numerosos escenarios políticos, razones fundadas
por variados motivos en donde no es posible desconsiderar lo que para Limber es
un punto central indiscutible: que el carácter inspirador de rebeldía de la
whipala “se pierde acompañado del
discurso indianista con el que nació. El debate puede centrarse: si es
que existe la posibilidad de volver a darle la cualidad rebelde con la que
nació, o dejar que se mantenga dentro de la mecánica jurídica estatal, en todo
caso su futura reconstrucción está en manos de su legítimo dueño, el pueblo
aymará”.
Fuente consultada:
Limber, Franco. Breve historia
real de la Whipala - ilustrada
Nota:
Para ampliar la información sobre
la problemática propuesta, se recomienda consultar el blog de Franco Limber,
investigador boliviano, quien estudió en Universidad Mayor de San Andrés y
publicó numerosos artículos indianistas que hacen a la identidad cultural indígena
de los pueblos andinos:
Blog:
Facebook:
Las imágenes pertenecen a los
siguientes sitios:
Birmingham
Museum of art
Comechingonia virtual
El cafetín de las 5
Versión para El Orejiverde:
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/4633-la-apropiacion-acritica-de-la-whipala