Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.
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sábado, 18 de mayo de 2024

Homenaje a Carlos Martínez Sarasola

Es un honor compartir este evento, organizado por la Asociación Civil EMPO, para participar del Encuentro - Homenaje a Carlos Martínez Sarasola. Esta actividad cuenta con el apoyo de la Secretaría de Mujeres, Géneros, Diversidad y Derechos Humanos del Municipio de Morón.

Se realizará el Domingo 26 de mayo de 2024, a partir de las 15.30 hs.

El organigrama es el siguiente

•15:30hs Inicio:

Ceremonia Quechua homenaje a Carlos Sarasola, con Amalia Vargas y Oscar Pons, Aguarapiré Seacanderú, Suguasoné Bebe A Ba, entre otros.

•16:30hs Charlas: 

Daniel Canosa, Diario de los Pueblos Indígenas, Orejiverde.

Marcelo Valko.

•17hs intervalo:

•17:30hs:

Pepe Tasat.

Andrés Fortunato, sobre instrumentos musicales ancestrales y el disco Orejiverde. 

•18.30 hs. Sorteo del EMPO 

 •19 hs Concierto de CHIMBE.

Habrá stands de libros, instrumentos musicales en cerámica, y Feria de Artesanos del EMPO.

El lugar es el Espacio por la Memoria de los Pueblos Originarios, Predio Quinta Seré, Santa María de Oro 3035, Castelar, Municipio de Morón, Pcia de Bs As.

Los esperamos, se agradece difusión.

sábado, 10 de junio de 2023

John Palmer, el de los wichi

 

Como todo gran antropólogo, John Palmer, nacido en Inglaterra, desasnó un recorrido endógeno hacia otras formas de conocimiento, solo que, en este caso, su andar se mimetizó con las huellas de los paisanos, correspondido y aceptado en el silencio atento, a la vez que sus intervenciones fueron valoradas con respeto. En Tartagal, provincia de Salta, durante más de 30 años habitó una trinchera sin necesidad de levantar la voz, y fue consecuente con sus actos. Entendió la lengua wichi como pocos, se involucró con los problemas de la comunidad, formó una familia con una joven mujer aborigen, Tojueia, con quien tuvo 5 hijos que balbucean inglés, wichi y español, y contempló criterios que ampliaron el plano de entendimiento de su disciplina, enriqueciéndolo y extendiéndolo hasta donde el monte lo permitía.

De algún modo, les dijo a muchos de sus contemporáneos que era posible hacer las cosas de otra manera, representando las verdades de los silenciados, habilitando un modo genuino de pensar una problemática, con una conjunción acaso simétrica y poco transitada: el pensamiento crítico y el conocimiento cultural de la comunidad. Allí donde todo era sequedad, este renombrado antropólogo cultivó un jardín lleno de conceptos y arborescencias comunitarias, se lo recuerda andando en bicicleta, yendo a pie a los barrios, conversando con calma y obrando con prudencia.

Todo en John Palmer me recuerda a Carlos Martínez Sarasola, el equilibrio en la afirmación, la escucha atenta, el gesto solidario, ambos hombres-puente, cada vez que lo cruzaron, las culturas indígenas encontraron una manera amplia de acordar entendimientos, cada vez que terminaron su jornada, dejaron una respuesta y una eventual solución, una línea trazada para meditar colectivamente, y es un silencio que a partir de ahora se lamenta, porque se sabe que ciertas personas no se pueden reemplazar, donde el consuelo último es resignificar lo realizado, pero conscientes de que ante preguntas nuevas, no tendremos otra opción que aventurarnos en nuestro criterio, cuestionándonos secretamente bajo la forma de una interrogación ¿Qué diría John Palmer si ahora estuviera? ¿Qué diría Carlos?

En el documental del cineasta Ulises Rosell, titulado “El etnógrafo”, se aprecia la historia de John Palmer, quien, por su sincera preocupación, llega a ser representante legal de la comunidad Lapacho Mocho, ubicada en el Chaco Salteño, en un contexto de lucha por la posesión de tierras frente al avance de la agricultura intensiva y a la explotación minera en manos de empresas multinacionales.

No sé porque, me viene a la mente esta frase de Luis Chitarroni, también reciente -y lamentablemente- fallecido, desconozco si mide el acto colaborativo de John Palmer, ese que en silencio personificó cada día que le tocó estar en la comunidad, pero quizás algo acerca lo mucho que hizo mientras se dejó vivir, el texto dice así:

En términos de relato consecuente, morir implica, acaso con desgano, una sola peripecia anterior, que se denomina en tercera conjugación del infinitivo con un verbo de rima consonante: vivir. Que se derrama y se derrocha y se despilfarra en un pleonasmo o una redundancia”.

Y tal vez valga sumar esta disquisición, de que John Palmer reinventó de alguna manera el alcance de su disciplina -así como lo hizo Martínez Sarasola con el entendimiento de la identidad nacional- porque recogió verdades, porque plasmó en ellas su propia -serena, inconmensurable- sabiduría.

Se lo va a extrañar.

Versión para El Orejiverde: http://www.elorejiverde.com/toda-la-tierra-es-una-sola-alma/6735-john-palmer-el-de-los-wichi

sábado, 29 de mayo de 2021

Reflexiones de este tiempo sin Carlos Martínez Sarasola

Se cumplen 3 años de la partida de nuestro querido director y amigo, Carlos Martínez Sarasola, y pareciera que a medida que sucede el tiempo, las palabras se arremolinan buscando evitar la evocación o la nostalgia.

Pienso que hubiera dicho Carlos de todo esto que como sociedad nos está pasando, que hubiese analizado de cada conflicto comunitario de las familias indígenas, a lo largo y ancho del país, que cosas hubiese propuesto para intentar equilibrar el permanente desbalanceo del contexto jurídico y legal de las comunidades, que hubiese declamado, bajo la forma de un editorial, para habilitar un sentido reflexivo ecuánime y sereno, pero firme, con la intención de incluir voluntades y entendimientos, de cuidar entre todos ese fuego de otros tiempos, propios de la empatía, la concordia y el acuerdo.

Los representantes de los pueblos originarios hace 3 años que perdieron una voz pacífica que lograba tender puentes allí donde otros pusieron muros, y es responsabilidad de quienes estuvimos cerca de sus andares, intentar hacer bien nuestro trabajo para honrar esa memoria, de algún modo es dar un sentido a las ideas, en esta especie de crepúsculo que buena parte de la sociedad está transitando.

Escribir estas palabras apenas alcanza, para tener presente un silencio poblado de criterios que fueron forjados por el estudio de una problemática, desavenencias que nuestro país atravesó desde el origen mismo de su historia, y que Carlos supo describir, otorgando visibilidad a las matrices culturales que formaron parte de nuestra identidad como pueblo.

En El Orejiverde tenemos una práctica, que suele ser cíclica, consiste en difundir las ideas de su fundador, y lo hacemos no solo para no olvidar, sino para que todos sepan el porqué de tantas luchas a lo largo de los siglos, el valor que aún tiene la memoria, que nos permite saber, a través de sus palabras, de donde venimos y hacia donde queremos ir.

Nos damos cuenta entonces, los que seguimos en el diario, que haber continuado sin Carlos era una forma de prolongar su legado, diciendo con otras voces lo que este gran antropólogo supo cultivar a lo largo de su vida: un entendimiento genuino de un profundo problema social, histórico y cultural de la Nación Argentina, nuestros paisanos los indios.

De eso se trata esta inabarcable aventura.

Versión para El Orejiverde:

http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/6074-reflexiones-de-este-tiempo-sin-carlos-martinez-sarasola

viernes, 29 de mayo de 2020

Dos años bajo el cielo sabio



Dos años sin Carlos Martínez Sarasola, el hombre puente que completó un círculo con sus actos, el del paso firme, la palabra oportuna, el que fue llamado Colilonko/Colinao (cabeza colorada/jaguar colorado) por la Comunidad Lof Vicente Catrunao Pincén, el que dijo “los hermanos indígenas y su manera de estar en el mundo me ayudan enormemente a integrarme como persona y a articular mis campos temáticos, todo maravillosamente entrelazado bajo el cielo sabio y protector de la espiritualidad”, el que abrió puertas donde antes había muros, el primer Winka (hombre blanco) purrufe (danzante) en la danza del Choike Purrún del Nguillatún (Ceremonia mapuche) en la Comunidad de Chorriaca, Neuquén, el que comprendió como pocos el significado de una rogativa, el guía espiritual de una forma de entendimiento, el que recorrió los andares de la empatía, Carlos el de los abrazos, el de la sonrisa fraterna, el que cultivó la sabiduría, el que escribió hace unos 30 años un libro fundamental para comprender las culturas indígenas “lo que tengo frente a mí es una enorme incertidumbre. Sin embargo, los que creemos que la utopía de un mundo más justo todavía está vigente, y que su concreción es posible; los que sentimos que la vida es una lucha incesante por alcanzar cada día algo más de bienestar entre todos los hombres, cualquiera que sea su forma de vida; los que trabajamos pensando que la revaloración de la cultura de un pueblo es una meta permanente, nos vemos comprometidos a persistir en la tarea, sin bajar los brazos, a pesar de todos los obstáculos”.

Como bien dicen tus amigos mapuches, duele fuerte todavía tu ausencia. Golpea con la fuerza de tus firmes pasos y la grandeza de tus palabras… con esa rabia amorosa que nos empuja a seguir.

Lo seguimos intentando en tu nombre Carlos, continuando con tu legado del modo más honesto posible, porque sabemos que vale la pena encontrarnos en tu memoria.

Fuente:

lunes, 30 de diciembre de 2019

Nuestros paisanos los indios, en una Biblioteca de Guadalajara



Haber compartido recientemente el 33º aniversario del Coloquio Internacional de Bibliotecarios, dentro de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), significó algo más que plantear reflexiones en torno a los servicios de información para grupos vulnerables. En la mochila llevaba algo que para El Orejiverde representaba muchas cosas, se trataba de una edición de Nuestros paisanos los indios, de Carlos Martínez Sarasola, junto con uno de sus últimos libros, La Argentina de los caciques, o el país que no fue.

El libro de Carlos fue donado a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola”, que forma parte del proyecto del Centro Cultural Universitario (CCU) de la Universidad de Guadalajara, un ejemplar que ya se encuentra en el catálogo, permitiendo a sus lectores entender cómo es que ha sido, desde la Revolución de Mayo en adelante –donde los indígenas estuvieron momentáneamente integrados a una noción de país que no sobrevivió el tiempo de vida de sus principales líderes– que los argentinos no supimos integrar otras formas de conocimiento dentro del contexto político, social, cultural y educativo que por entonces se estaba forjando. Por el contrario, tal como lo afirmó Carlos, como ciudadanos fuimos enseñados en la negación de los pueblos indígenas, negación que aún hoy, en diferentes estratos sociales, ha generado importantes expresiones de discriminación, segregación y racismo.

Entender esa automutilación social, es comprender en parte lo que somos como país, la lenta conformación de variadas matrices culturales que plantearon el interrogante del ser argentino, en donde la ocupación, por parte del Estado, de los denominados territorios libres indígenas, significaron no solamente un despojo arbitrario sino esencialmente la destrucción de una forma de vida, cuyo eje siempre fue la espiritualidad, deuda social que aún sigue pendiente, y que la obra de Carlos Martínez Sarasola continúa interpelando.

Dejar ese libro en aquellos estantes es una forma de tributar la memoria de nuestro querido Director, y es también, a nuestro modo, una forma de completar el entendimiento cultural de la Historia Argentina.

Se trata de una verdad que tiene que ver con nuestra identidad, bienvenida sea esa posibilidad en el concurrido espacio de una biblioteca. 

Nota: la imagen corresponde al sitio Web del autor: 



jueves, 12 de diciembre de 2019

Testimonio de una vocación



El 11 de mayo de 2005 conocí a Carlos Martínez Sarasola en la Feria del Libro de Buenos Aires, el pretexto fue la presentación de una colección sobre Pueblos Originarios, por ese entonces recién me había recibido de bibliotecario, tenía publicado un estado de la cuestión sobre servicios bibliotecarios a las comunidades indígenas, razón por la cual decidí presentarme ante quien consideraba una palabra autorizada en el mundo de las culturas originarias, un hombre-puente, un conocedor de los patrimonios ancestrales. Cuando me acerqué al stand Carlos estaba firmando ejemplares, le conté que estaba investigando sobre bibliotecas indígenas, el tema le había sorprendido, desconocía la bibliografía en torno a esos trabajos, y quedamos en vernos en la hoy extinta Fundación desde América, el mismo espacio físico donde posteriormente funcionó el Orejiverde, Diario de los Pueblos Indígenas, para conversar sobre los eventuales alcances de aquella investigación bibliotecológica.

Siempre manifesté que el único círculo profesional que integré en mi vida fue el del Orejiverde, y el motivo de ese sentido de pertenencia era Carlos, su sola presencia habilitaba distintos puentes de entendimientos interdisciplinarios, creía mucho en ese plano de relaciones en donde todo tenía algún tipo de vínculo, bajo esa comprensión los saberes se entrelazaban y se enriquecían, avanzando hacia la completitud de los conceptos, desbrozando ideas, interpelando teorías, respetando la diversidad de los aportes.

Nunca olvidaré, en este esfuerzo por traer a la memoria lo vivenciado en tantos años, cuando en junio de 2017 compartimos un viaje hasta el pueblo mapuche de Los Toldos, en ocasión de la celebración, por primera vez en la historia, del izamiento de la wenufoye mapuche en una plaza pública, fuimos en mi auto, yo manejaba y Carlos cebaba mate, cinco horas de viaje y unas seis de regreso, recuerdo que había quedado azorado, mientras manejaba, al escucharle su experiencia con los Beatles, resultó ser que Carlos tocaba la guitarra en un dúo folk, junto a su amigo Eugenio Carutti, lo cierto es que ambos enviaron una cinta a la mismísima Apple Records, el sello donde los 4 de Liverpool grabaron sus discos más emblemáticos, y la respuesta que recibieron de Londres los había dejado perplejos, el ingeniero de sonido los invitaba a participar de una grabación, que fue escuchada entre otros por Lennon, McCartney y George Harrison, quienes compartieron un té con Carlos mientras escuchaban la cinta, Carlos recuerda que no estuvo Ringo Starr ese día, pero sí estaba Yoko Ono, el ingeniero de grabación les pidió un tiempo para ver la posibilidad de una producción, en ese lapso Carlos y Eugenio aprovecharon para recorrer París bajo el reciente mayo francés, y luego Italia, donde Carlos descubrió un libro sobre el Machu Pichu que le terminaría cambiando la vida, ya que lo llevaría al poco tiempo de regreso al país para estudiar Antropología en la UBA.

Carlos lo recuerda de este modo: La música me llevó a tener una banda de rocanrol y a creer en el sueño de cambiar el mundo. El hippismo, la beatlemanía y el “hagan el amor y no la guerra” inundaban el planeta y un día, junto a mi gran amigo y socio de aventuras, Eugenio Carutti, nos embarcamos con dos guitarras y bolsos a llevarle nuestras canciones a los Beatles. Era el invierno de 1969. Disfruté mucho vivir ese tiempo en Londres, pletórico de libertades individuales, de hippies con enormes melenas (en Ramos Mejía la policía de Onganía nos perseguía con tijeras para cortarnos el pelo), de pies descalzos, minifaldas mínimas, conciertos de rock, de un gran multiculturalismo puesto en acción. Luego fue París, donde observé lo que quedaba del Mayo Francés, en grafittis que convocaban a lo imposible. Y finalmente Roma. Una noche en que revolvía los estantes de la gran biblioteca –una más- elegí un libro que “devoré” en un par de días y que marcó mi vida. Era “Machu Picchu, la ciudad perdida de los incas” de Hiram Bingham.

En los Toldos percibí la dimensión de su persona, allí en medio de la nada, luego del acto había paisanos que se juntaron para pedirle una dedicatoria, una foto, una conversación, no hacía falta eso para darme cuenta lo que Carlos representaba para la Antropología Argentina, pero daba una idea del impacto que su trayectoria generaba entre los concurrentes, un recorrido imposible de igualar. Recuerdo la caída de la tarde, cuando culminó la rogativa del Nguillatún y nos quedaba aún atravesar la ruta, mientras el crepúsculo parecía tejer un manto en tonos pasteles, con mínimos nubarrones dorados, Carlos relataba historias en donde los temas antropológicos, artísticos, culturales, e incluso bibliotecarios, se enlazaban generando nuevas ideas, nuevos cruces de camino, nuevos entendimientos, daba la sensación que algo nuevo siempre estaba por comenzar.

Cada reunión del Orejiverde era un círculo en el que Carlos parecía estar naturalmente en el centro, y no fue casual que esa simbólica esfera tuviera por escenario su querida biblioteca, esa que ahora ocupa los estantes de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Carlos llegó a decir que si por un accidente esos libros se hubiesen quemado en un incendio su vida ya no tendría sentido, aquel espacio contó con ediciones únicas de temáticas antropológicas, etnográficas, históricas, literarias y artísticas, tanto musicales como pictóricas, muchos de esos libros los adquirió en sus innumerables viajes, otros los recibió en donación por parte de reconocidos referentes de las culturas originarias, documentos de gran valor que de aquí en más los lectores de la Biblioteca Nacional tendrán la oportunidad de consultar.

Hay un detalle que pocos conocen de Carlos, y era algo que lo emparentaba con los bibliotecarios, su biblioteca personal estaba catalogada en un archivo Word con criterios propios de clasificación, los libros estaban ordenados por temas, muchos de ellos ligados a sus intereses académicos, pero además el inventario añadía la cantidad total de registros según lo que Carlos denominaba “bloques temáticos”, detallando cuántos volúmenes, fascículos, suplementos, revistas, separatas, folletos, textos inéditos, cuadernillos informativos y videos tenía en relación a cada tema, recuerdo dos curiosidades: una gran colección sobre ovnis y programas con conciertos de Rock, además de tener registrado guías de actividades, catálogos editoriales, fichas y programación de cada Feria del Libro.

Los archivos incluían detalladas bibliografías según los temas más investigados por Carlos: Indigenismo/indianismo, Cuestión indígena en América, Pueblos indígenas de Argentina, Sudamérica y Norteamérica, Animales/Biodiversidad, Ufología, Chamanismo (muchos trabajos compartidos en colaboración con Ana María Llamazares), Derechos, Tierras y territorios, las referencias bibliográficas adoptaron normas APA (datos de apellido y nombre del autor, año de publicación, título, país de publicación y editorial).

En el catálogo, como prueba de la exhaustividad con que Carlos clasificaba su colección, aparecen listadas todas las temáticas que formaron parte de sus inquietudes personales, desde sus propios textos no publicados hasta materiales sobre pueblos indígenas de Argentina, colecciones varias de comics, cosmovisión indígena, teoría antropológica, arte originario, historia argentina y latinoamericana, documentos de la Fundación desde América, filosofía, historia de las religiones, diccionarios, enciclopedias, folklore, religiosidad popular, medicina, poesía, ciencia ficción, fotografía, conquista y colonización de América, etnografía, etnología, cosmología, guerra de fronteras y “Conquista del Desierto”, arqueología, prehistoria, culturas africanas, afrodescendientes, museos y Guías turísticas, música universal, etnomusicología, gauchos, expedicionarios, viajeros y sobrevivientes, educación, interculturalidad, “San Lorenzo querido” (lo que deja al desnudo una faceta no tan conocida de Carlos, como hincha fanático del club de Boedo), San Martín, Ejército de los Andes, etnoliteratura, genocidio, cine indígena, en definitiva todo lo que estuviera ligado con el mundo de los paisanos que tanto comprendió y que tanto quiso.
Muchos de esos libros llevan marcas de lecturas y notas que hacen más valiosa la colección, resulta imposible dimensionar el valor de esas escrituras, consecuencia de su paso por la docencia y la investigación.

La biblioteca personal Carlos Martínez Sarasola inició la catalogación en julio de 2014 y finalizó en junio de 2015, más de cuatro años después, por intermedio de su hijo Lucas, el destino quiso que toda esa obra, de la cual el gran antropólogo fue un ferviente lector, esté a disposición de nuevos investigadores.

Desde su partida, en mayo de 2018, medité mucho sobre los ciclos que se interrumpen, e invariablemente sobre la necesidad de continuar con los andares, en algún punto, estos libros que Carlos deja, representan simbólicas ofrendas, similares a las apachetas andinas cubiertas de piedras al costado de los caminos, es un testimonio de su paso por la vocación, y a la vez, la posibilidad que otros estudiantes sigan construyendo eventuales teorías en nuevos contextos, seguramente a Carlos le hubiera gustado que así sea.

Dedico estas palabras a quienes acompañaron a este gran amigo en sus numerosas aventuras, Ana María Llamazares, Lorena Ottolina, Fernanda Sakihara, Maria Andrea Franzoni, Daniel Pincén, Eduardo Javier Pincén, Héctor Martín Pincén, Carlos Santos Sáez, Amalia Noemi Vargas y tantos colaboradores y paisanos imposibles de nombrar.

Un especial agradecimiento a Lucas Martínez Sarasola por confiar en las buenas intenciones de proponer a la BNMM como recinto del legado profesional y académico de su querido y admirado padre.

A la memoria de Carlos y de Luis Eduardo Pincen.


Versión para El Orejiverde

Cuaderno de la BN

miércoles, 29 de mayo de 2019

Tanto nos iluminas y guias


Amigos

A un año de la partida de Carlos Martínez Sarasola, comparto estas sentidas palabras de los paisanos de la Comunidad Lof Vicente Catrunao Pincén, con quienes vivenció tantas resistencias, penas y alegrías, un camino signado por el amor y la esperanza, por el conocimiento, la espiritualidad y la empatía.

El tiempo vuela ciertamente, ahora que escribo estas palabras, tratando de encontrarlas, mientras a modo de homenaje escucho un disco de los Beatles, como a Carlos le hubiera gustado, trato de medir su ausencia sabiendo que no es posible, como bien lo dice Pincen, Carlos era y es irremplazable.

Desde su partida medité mucho sobre los ciclos que no se completan, aquello que se interrumpe por causas incomprensibles, como es tener que aceptar una despedida jamás imaginada, pero sentí que Carlos había dejado un hilo donde continuar el tejido de conocimiento que tanto cultivó a lo largo de su vida, el diario era parte de esa hilatura, su biblioteca, sus parlamentos con los paisanos, su tarea como docente, sus libros, todo eso era parte de ese ínfimo y perdurable hilo que unió nuestras vidas hasta hacernos partícipes de un círculo, y personalmente nunca había integrado un círculo, fue por Carlos que pude entenderlo, apreciar que por primera vez lo poco que sabía podía conectar con otros entendimientos, comprender que todo tiene relación con todo, que las ideas no necesitan espacios amplios para desarrollarse, que lo esencial se manifiesta en las construcciones genuinas, que todo se trata de seguir andando.

Un año sin tu amistad Carlos, quien diría, te seguimos extrañando, porque es cierto que las verdades no merecen olvidarse, porque es cierto que desde algún lugar nos estás guiando, que como dicen los paisanos, somos alma de una sola alma.


Tanto nos iluminas y guias

El 29 de mayo de 2018 nuestra realidad se desmoronó en un instante, nuestro hermano Colilonko/Colinao, conocido también como Carlos Martínez Sarasola, partió… ya no estaba. Todos sabemos quién ha sido y lo logrado en cada camino que ha recorrido. Pero… ¿qué ha hecho en nosotros su partida?

Nos preguntábamos: ¿Cómo seguiríamos sin él? ¿Cómo haríamos para ocupar ese lugar que dejó vacío y cubrir los espacios que tan sólo él alcanzaba? No teníamos respuesta. Colilonko/Colinao era y es irremplazable.

Aun así, desde su partida nos hizo sentir lo que sabíamos: que somos parte de un todo. Almas de una sola Alma. Que seguimos juntos. Que nosotros nos fuimos con él y él se quedó en nosotros. Nos reveló “el otro lado”, a donde llegan los que parten.

Fue el primer “Blanco tan blanco” (como lo define nuestro Lonko Luis Pincén) en recibir un ELUWÜN (Funeral Günün-a-küna/mapuche), una ceremonia que no se realizaba desde hacía más de cien años en la región pampeana. El funeral se realizó durante dos días donde acompañamos su viaje al encuentro con sus ancestros, quienes lo recibirían con alegría. Con esa alegría debíamos despedirlo: “como es arriba, es abajo”.

Colilonko nos enseñó cómo van de la mano el dolor y la alegría . Nos mostró cómo el amor puede lograr que uno cante, baile y ría por encima de las penas. Un hermano debe llevar en su viaje, todo el amor y felicidad que nos generó. Encontramos en nuestro haber herramientas que tan generosa y naturalmente nos regaló para seguir… porque de eso se trata todo, de seguir, de honrar. Honrar hoy su vida, sin llorar su muerte. Pudimos comprender lo aprendido en los años que compartimos este camino.

¿Cómo seguir?
El “saber y conocer”, a cada uno, no sólo nos compromete sino que nos impone una responsabilidad: generar buenas realidades, haciendo BIEN.
Sin duda, Colilonko/Colinao trasciende su propia vida.

¡PewkallalLamngen !

Tus Hermanos de la Comunidad Lof Vicente Catrunao Pincén
Colilonko/Colinao, Carlitos querido… siempre con nosotros. En cada momento.
Cuanto te extrañamos!! Cuanto te amamos!!

Fuente:
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/4967-tanto-nos-iluminas-y-guias

lunes, 24 de septiembre de 2018

Homenaje a Carlos Martínez Sarasola


Recientemente se llevó a cabo en la Sede Rectorado Centro de la UNTREF un sentido homenaje a Carlos Martínez Sarasola, reconocido exponente de los estudios indoamericanos y militante de las causas indígenas en nuestro país, recordado por los presentes por su labor académica, generosidad y compromiso político.

Fueron muchos los que expresaron el privilegio de haber compartido espacios y colaboraciones con Carlos, entre ellos el director de la Maestría en Diversidad Cultural, Hamurabi Noufouri, quien se refirió a la Especialización en Estudios Indoamericanos, de la que Martínez Sarasola era coordinador y artífice.

El evento sirvió para dimensionar el alcance de su obra, no solo desde el plano académico sino especialmente desde los testimonios recogidos por parte de los paisanos, que lo aceptaron como propio, no por nada este entrañable investigador fue el único blanco que participó en la ceremonia ancestral del Nguillatún, que desde hace años se realiza en las localidades de Chorriaca y Huncal, provincia de Neuquen, tal como lo rememoró el lonko Luis Pincén, máximo referente de la Comunidad Lof Vicente Catrunao Pincén y miembro del Orejiverde, cuando confesó que esta ceremonia era particularmente importante para Carlos, porque desde el 2010 había sido autorizado a purrucar, a bailar la danza del Choique Purrún, una distinción muy trascendente para aquellos hombres que han reunido las condiciones que les permiten ser purrufe, un danzante.

Asimismo Luis Pincen señaló de que para ellos el nombre originario de Carlos era Colilonko / Colinao (Jaguar colorado), un gesto que dice mucho de la trascendencia ética que Carlos tuvo entre los miembros de la comunidad, un hombre-puente, un líder sabio, que marcó un antes y un después en el entendimiento humano desde la antropología, en donde se evidenció un sincero acercamiento hacia las problemáticas de los pueblos originarios.

Fue muy interesante este concepto que expresó Luis Pincen con respecto al entendimiento del tiempo: “Nosotros tenemos la idea de que caminamos hacia el pasado, es una mirada sobre el tiempo, en la cual el futuro está atrás, el presente es efímero y adelante están nuestro orígenes, el lugar hacia el cual tenemos que volver”, esta comprensión tiene absoluta vinculación con el concepto de convergencias que tanto trabajó Carlos en sus artículos, y que lo llevó a colaborar en los distintos procesos de reetnización y espiritualidad emergentes en América Latina.

Una de las intervenciones más conmovedoras fue la compartida por Ana María Llamazares, para quien Carlos fue “mi más importante compañero de aventuras existenciales”, entre esos proyectos en los que se embarcaron juntos, la Fundación Desde América, representó para quien suscribe algo muy significativo, ya que permitió la creación del proyecto Biblioteca Indígena Qomllalaqpi, cuyos miembros, con Ana Medrano a la cabeza, lamentaron mucho la partida de Carlos.

Hubo muchas ponencias esa noche, y tratándose de Carlos no podía faltar la música, es así que destacados artistas como Carina Carriqueo, Beatriz Pichi Malen, Leon Gieco y Alejandro Iglesias Rossi (junto con la Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías) ofrecieron sentidas interpretaciones que intercalaron con anécdotas y recuerdos de lo que significó Carlos en sus vidas.

Personalmente aún me cuesta dimensionar que compartí con esta gran persona, algunas ideas y proyectos en torno a la bibliotecología indígena, que inevitablemente quedaron muchas cosas por hacer, que aún faltan cerrar muchos círculos, y que en cada uno de ellos estará este apreciado amigo guiándolos en silencio, que fue un privilegio compartir su tiempo, que hay que seguir aprendiendo si realmente pretendemos honrarlo, y que hay que continuar con los andares, porque como dije el día de su partida, en medio del dolor y la incertidumbre, que todos los que formamos parte del Orejiverde “somos Carlos Martínez Sarasola”.



Fuente:

El Orejiverde
Inauguración de la Especialización en Estudios Indoamericanos y Homenaje

El Orejiverde
¿Qué estrella fuiste a buscar, hermano querido?

Mundo Untref
Homenaje a Carlos Martínez Sarasola con la participación de León Gieco
http://www.untref.edu.ar/mundountref/carlos-sarasola-leon-gieco

miércoles, 6 de junio de 2018

La última ceremonia de Colilonko Colinao


Para Ana Llamazares y los amigos del Orejiverde

Es viernes 1 de junio, se comparte un encuentro que es a la vez una despedida, apenas puedo ver a Carlos envuelto en su poncho acaso tehuelche, no acepto su quietud y su silencio, pero está ahí, cobijado bajo un plano que siempre intentó comprender, a las 16 hs llegan las lamien (mujeres mapuche) y los hombres de la tierra con sus trajes ceremoniales, guiados bajo el mando del coordinador de los pueblos originarios del Orejiverde, Luis Eduardo Pincén (tataranieto del legendario cacique Pincén), pronto entonan un täiel (lamento sagrado que se sigue celebrando en las comunidades del sur) acompañados de un kultrún, las mujeres sostienen emotivamente el tono, que nunca decae, los hombres realzan el ruego con 4 gritos cada breves intervalos de tiempo, el tambor no cesa, el recinto tiembla, no es posible explicar lo que se manifiesta en un momento así, pero ahí está Carlos, digno destinatario de aquella ofrenda espiritual, el sabio líder envuelto en su poncho, aquel hombre que los mapuches conocen como Colilonko Colinao (Cabeza colorada / Jaguar Colorado), porque supo ganarse el honor, a través del mérito, de participar como danzante purrufe en la ceremonia del Nguillatún, la danza del Choique Purrún, el único blanco entre los paisanos.

Aquella tarde también elevaron su canto Amalia Noemí Vargas, colaboradora perteneciente a la cultura quechua, y el maestro Aguarapire Seacandiru, del linaje tupi guaraní. Muchos pusieron ofrendas que simbolizaron el viaje a un plano superior, para que el espíritu de Carlos pueda ascender sin interferencias y en paz.

No es fácil dejar de evocarte amigo, tal vez porque te quise mucho, quizás porque me supe querido, es así que un ciclo fecundo se cierra, mientras estamos en silencio juntando nuestros pedazos, para seguir camino, para seguir andando, sin perder la memoria, buscando entender lo que siempre supiste.

Es entonces que recojo algunas palabras:
Carlos Martínez Sarasola, Antropólogo, especializado en Estudios Indígenas, investigador, escritor, docente, músico, hombre-puente, creador de una revista, una fundación, un programa de radio, un portal de Internet, un diario indígena...el de la palabra equilibrada pero firme, el del conocimiento atravesado por la ética, el que tuvo las suelas de viento, el que partió con el alma intacta.

Espero no defraudarte Carlos, y que tu estrella brille siempre para consuelo nuestro.

domingo, 3 de junio de 2018

Un mundo sin Carlos Martínez Sarasola


Queridos amigos
Quienes formamos parte del Orejiverde nos encontramos en un momento muy duro por la partida imprevista de nuestro Director, pero sobre todo amigo, Carlos Martínez Sarasola. Resulta dolorosamente difícil dimensionar desde la palabra el recuerdo de esta gran persona, quizás porque uno entiende que el tiempo que se corresponde con Carlos es el presente, el día siguiente, el ahora, y no esto que nos dicen de que partió sin despedirse, a ser parte del viento como afirman los hombres de la tierra.

No sé donde estarás Carlos pero queríamos que supieras, si fuese posible, que con tu partida se fueron pedazos de nosotros, y que nos queda la tristeza de tener que imaginar, de aquí en adelante, un mundo sin tu presencia, un mundo sin Carlos Martínez Sarasola.

Ahora entendemos que el verdadero Orejiverde estaba delante nuestro, porque más que nadie supo escuchar al otro, verdadero hombre-puente entre culturas, sabio, líder, buen consejero, un guía que nos eligió para hacer un diario sobre culturas indígenas, en tiempos de convergencias, de respeto por la diversidad y la búsqueda de entendimientos, realmente pocos han logrado generar tanta empatía en el mundo de los paisanos, y como prueba quedará en el recuerdo los múltiples encuentros en ceremonias indígenas, la palabra siempre esperada, el profundo conocimiento de su vocación.

Tenemos que continuar con tu legado Carlos, no sabemos como, porque hemos quedamos huérfanos, pero creemos que es lo que hubieras querido, así que habrá que mirar hacia adelante querido amigo, pronto de este árbol crecerán nuevas hojas, ojalá te poses de aquí en más en algunas de esas ramas, porque ahora todos somos tus razones, somos el Orejiverde, somos Carlos Martínez Sarasola.

Que en paz descanse tu alma.
De parte del equipo del Orejiverde, a nuestro maestro.

El Orejiverde:

Se comparte un sentido texto de Claudio Bertonatti, Asesor científico de la Fundación Azara:

Se fue uno de los fundamentales: Carlos Martínez Sarasola (1949-2018)
http://www.elorejiverde.com/toda-la-tierra-es-una-sola-alma/4267-se-fue-uno-de-los-fundamentales-carlos-martinez-sarasola-1949-2018

¿Qué estrella fuiste a buscar hermano querido?
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/4269-que-estrella-fuiste-a-buscar-hermano-querido

Sitio Web de Carlos Martínez Sarasola
http://www.cmartinezsarasola.com/

martes, 4 de julio de 2017

El misterio y la espiritualidad mapuche de La Olla y La Azotea


La fotografía muestra a lo lejos la figura de Susana Carranza, abuela de conocimiento de la cultura mapuche, hablante de Mapuzungun, conoce el territorio de La Olla como la palma de su mano, y no baja a esta especie de cráter en medio del campo porque siente que en este día no puede contrarrestar la carga energética del lugar, después nos explicaría que tiene un control de la energía en donde sabe si su cuerpo le permite descender a este “agujero en la tierra” que suele ser considerado un centro energético, entonces decide quedarse y contemplar como bajamos.

Junto a Carlos Martínez Sarasola nos acompañaron Julio Galván –Responsable de la Subsecretaría de Cultura de la Municipalidad de General Pinto– y su esposa, Carina Carriqueo, la cantante mapuche que junto a su kultrún entonó dos canciones en la ceremonia del Winoy Xipantu, nos dice Carina que algunas veces ha venido de noche y que en medio del silencio se escuchan las pisadas de los topos, examinamos el suelo y efectivamente esta poblado de pequeños túneles cavados por estos animalitos, el silencio es absoluto y desde donde estamos no es posible ver el terreno plano, solo cielo y tierra honda, un camino que sabe de huellas cuyos anónimos caminantes han descendido en una única dirección (me hizo acordar un poema de Robert Frost, donde al final dice “Debo estar diciendo esto con un suspiro / De aquí a la eternidad: / Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo / Yo tomé el menos transitado,  / Y eso hizo toda la diferencia”…)

La imagen de las pisadas también remite a una canción de Atahualpa Yupanqui “de tanto dir y venir” cuyos versos dicen: De tanto dir y venir / Abrí mi huella en el campo / Para el que después anduvo / Ya fue camino liviano / En infinitos andares / Fui la gramilla pisando / Raspé mí poncho en los talas / Me hirieron pinchos de cardo / Las huellas no se hacen solas / Ni con sólo el ir pisando / Hay que rondar madrugadas / Maduras en sueño y llanto…

Luego siguieron las historias y los relatos fantásticos, dicen que cuando se inundó la zona hace unos meses, en La Olla paradójicamente el pasto estaba seco, cuando lo lógico era que la inundación naturalmente transformara el pozo en una laguna, también comentaron que en ciertas ocasiones los caballos bajan con desconfianza y suben con apuro, por un momento imagino lo que debe ser este lugar a medianoche, como no sostener la espiritualidad en semejante escenario, un hoyo en medio de la nada, y al que se llega con cierto conocimiento de los caminos, atravesando senderos estrechos donde aún quedan en pie varios ranchos y algunas taperas abandonadas, con sus paredes de barro cocido y sus ventanas desvencijadas. Estas circunstancias nos recuerdan relatos de otras épocas, de chacareros a caballo, cuando este pedazo de tierra era conocido como “Loma colorada” por el tono rojizo de sus pastizales, para algunos investigadores este extraño lugar se suma a otros espacios míticos y sagrados de la geografía Argentina, ligados a los ancestros de los pueblos indígenas y asociados a extraños acontecimientos, cuyos espacios suelen ser frecuentados  por numerosos turistas atraídos en su mayoría por prácticas esotéricas y por los secretos que los antiguos parecen guardar.

Tanto Carina como Julio nos contaron muchos relatos de personas que vivenciaron extrañas situaciones dentro de La Olla, verla a la abuela Susana en lo alto nos hacía pensar cuánto desconocemos de la cosmovisión originaria, el porqué de la espiritualidad, el sentido del kimun (conocimiento) mapuche.

En algún momento quise fotografiar La Olla desde arriba y ahí Carina me dijo que es imposible que una cámara pueda captar el sentido de este espacio, no hay modo de que la imagen represente el contexto de este hoyo de aproximadamente diez metros de profundidad, hay que bajar, mirar y escuchar, y si el silencio lo permite (porque de pronto abruma), meditar sobre esta experiencia.



El cementerio mapuche de La Azotea

Los tejidos de esta crónica se fueron hilando entremedio de la jornada sobre la ceremonia del rewe en el paraje Ruka Kimun, luego de presenciar el levantamiento de la wenufoye, en la plaza principal de Los Toldos, y antes de ir a la Olla, tuvimos la oportunidad de recorrer a pie el cementerio mapuche de La Laguna Azotea, en aquel territorio, la abuela Susana comentó que fue testigo de cuando se encontraron restos óseos, lo que llevó a la comunidad a iniciar toda una serie de solicitudes y trámites para declarar la zona como patrimonio cultural y llevar adelante los preparativos para organizar y construir el cementerio, donde buena parte de su terreno se encuentra inundado, luego fuimos caminando en dirección paralela a la laguna, hacia el monolito dedicado a la memoria del cacique Ignacio Coliqueo, fue entonces que Susana nos guio la vista hacia el crepúsculo, donde había unos restos de una tapera entremedio de unos árboles “allí vivió Coliqueo” nos dijo, en ese instante fue inevitable situarse mentalmente en aquel contexto histórico, si no fuera por los alambrados pareciera que estábamos en algún lugar del siglo XIX.

Si se tiene conocimiento del contexto, salir de la Azotea sin mirar atrás es casi imposible, de algún modo la vista siempre vuelve hacia el horizonte, a medida que nos alejamos da la sensación que el campo nos arrincona. No hay movimiento en los caminos, apenas algunas casas, una escuela vacía y el campo vasto, en cualquier punto cardinal donde miramos, el cielo todo lo ocupa, y el amarillo del campo es una línea que no divide, no faltan los caballos ni las tranqueras, y el alambrado interminable, separando las calles de tierra de los cardones amontonados.  

Luego volvimos a Ruka Kimun a compartir la finalización del rewe, en ese momento los lonkos estaban sacando las vasijas y las astas de caña, era el tiempo de la palabra que se cultiva, de las banderas plegadas, de hacer callar a los kultrunes, pero esa ya es otra historia.



A modo de epílogo, comparto algunas canciones de Carina Carriqueo para acompañar esta crónica, es un modo genuino de otorgar sentido a un relato, buscando entender el misterio de un canto que viene desde el fondo de los tiempos.

Canción de amor entre el sol y la luna

Lamento: homenaje a Aimé Paine

Versión para El Orejiverde

Fuentes consultadas:

El misterio de la Olla


Vaya como imagen final la lejana tapera de Coliqueo...

martes, 3 de junio de 2014

El Orejiverde



Comparto con ustedes una excelente novedad, punta de lanza de un proyecto que en lo sucesivo pretende ofrecer la más completa información sobre pueblos originarios de Argentina, abordando diversos aspectos de las numerosas culturas indígenas que pueblan el país, enmarcado en el respeto por la diversidad cultural y búsqueda de entendimientos. El mismo se inicia con un programa de radio que a partir del día jueves 5 de junio estará conducido por Carlos Martínez Sarasola, a este espacio el antropólogo argentino lo ha denominado El OREJIVERDE, Donde resuena el origen.

Tal como lo expresa el autor, se trata de un espacio dedicado a los Hijos de la Tierra, y a su legado, ese, que es su propio ejemplo de vida y a través del cual nos dicen que lo más importante es la fuerza del espíritu. Un espíritu que vuelve hoy bajo la forma de maravillosas enseñanzas. Y lo más extraordinario de todo es que estamos yendo a su encuentro.

El nombre del programa se debe a la existencia de un cacique de origen rankülche (ranquel) quien vivió en las pampas bajo el nombre de Carripilon (1770-1820). También se lo conocía como Carripilun, Carrilón o Carripilán. Fue un gran líder, uno de los primeros, defensor de la identidad de su pueblo, que dio origen a uno de sus principales linajes, gran guerrero, hombre espiritual y practicante cuando ello fue posible del encuentro pacífico con el hombre blanco. Su nombre significaba "Oreja Verde", pero todos lo conocieron como "El Orejiverde". No sabemos porqué se llamaba así, algunos dicen que Carripilon era el que mejor sabía escuchar a la tierra. Por tal motivo, este espacio multidisciplinario toma el nombre esperando honrar, como los pueblos originarios, el saber escuchar a la tierra.

Los esperamos en el aire de MANTRA FM 91.9

ELOREJIVERDE
Donde resuena el origen
Todos los jueves a las 16.30 hs Argentina, 14.30 hs. México y 21.30 hs. España, por Mantra FM 91.9
Repetición: todos los lunes a las 22.15-22.45 hs Argentina, 20.15-20.45 hs México y 3.15-3.45 hs España (consultar programación de la emisora en http://www.mantrafm.com.ar/programacion.html)

Idea y conducción: Carlos Martínez Sarasola
con la participación de Amalia Vargas Inca e Invitados especiales
Producción general: Lorena Ottolina

VIAS DE CONTACTO:
Facebook: ElOrejiverde

Podrán escucharnos en vivo a través de:
Tel: 5411 4781-0669 
WhatsApp: 54911 5832-0669
skype: mantrafm

Carlos Martínez Sarasola
http://www.cmartinezsarasola.com/home.html



lunes, 12 de mayo de 2014

Toda la tierra es una sola alma


Me parece oportuno compartir, mediante un acto simbólico, lo que ha sido un modo de construcción interdisciplinaria y de búsqueda de entendimientos, se trata de la presentación en la Feria del Libro del nuevo trabajo del antropólogo Carlos Martínez Sarasola “Toda la tierra es una sola alma”, ocurrido recientemente (lunes 5 de mayo) en la Sala Roberto Arlt, que vio colmada su capacidad al momento de iniciarse la presentación. Puedo decir que luego de finalizado el evento entendí el significado de la palabra celebración. Un encuentro atravesado por la interdisciplinariedad, en donde artistas, antropólogos, filósofos, chamanes, músicos e investigadores compartieron un sentido de construcción endógena basado en el respeto hacia otras formas de conocimiento y de manifestación cultural de valores ancestrales.

La gran convocatoria de Sarasola puede entenderse desde el camino ético recorrido por el profesional a través de su extensa obra, tan necesaria como imprescindible. Bastaron las palabras de los representantes de los pueblos originarios para certificar que Carlos Martínez Sarasola es un “hombre de la tierra”, buscando permanentemente entendimientos desde el aporte crítico de los diversos campos disciplinarios que suele analizar.

La particularidad de la presentación, en palabras de Carlos “poco convencional”, le otorgó un sentido genuino a la propuesta, ya que luego de unas breves palabras sobre un libro que recoge aforismos, testimonios y leyendas de pueblos originarios, el reconocido antropólogo cedió el espacio a diversas expresiones musicales de las culturas indígenas, en una sala que a esa altura ya mostraba gente de pie, aplaudiendo y cantando al compás de la música.

Se trató en definitiva de una celebración, y de un modo de comprender la investigación endógena en contextos multiétnicos, primero ejecutaron sus composiciones el grupo Albá Llaléq (música de la selva) de muy buen nivel vocal, tocando instrumentos autóctonos y rememorando músicas ancestrales del noroeste argentino, luego siguió Máximo Jorge (canto chelala, pueblo qom) aquel cacique que tuve la suerte de entrevistar en Derqui, quien ejecutó con n'viqué (el conocido violín de lata) tres canciones de su pueblo (la última de ellas con el público coreando los estribillos de una canción de cuna qom), posteriormente ocupó el pequeño escenario la reconocida Beatriz Pichi Malén, canto mapuche, acompañada de un kultrún (tambor sagrado de la cultura mapuche) y de una voz con muchos matices, finalmente ingresaron desde la Feria los Kay Pachamanta, música andina, con sus sikus, bombos, quenas y charangos, tocando y danzando en círculos, una especie de serpiente mitológica que se enroscaba en sí misma mientras el resto de los asistentes acompañaba con sus palmas y sus voces, para finalmente verlos salir tocando hacia los pasillos de la Feria, ante la sorpresa de los lectores que andaban en ese momento por ahí, para seguir haciendo música fuera del recinto, incluso Sarasola se unió con percusión y canto, lo que estaba ocurriendo era lo que el libro había generado “toda la tierra es una sola alma” dijeron, y tenían razón.

Personalmente hace tiempo que no recuerdo la presentación de un libro tan auténtica y sentida, y bien sabemos, el mérito del autor reside en su honestidad intelectual, tanto como su capacidad para lograr, desde innumerables intervenciones, un mundo “donde quepan muchos mundos”.