Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

domingo, 24 de marzo de 2019

Sobre las interpretaciones de interpretaciones



Existe una pintura en la Galería Nacional de Oslo, Noruega, que aún hoy despierta controversias entre los criticos de arte, se trata de El Grito, acaso el cuadro más famoso del pintor y grabador noruego Edvard Munch (1863-1944), cuyas obras ejercieron una influencia notable en el expresionismo alemán de inicios de siglo XX. De esa pintura existen cuatro versiones originales, producto de la necesidad de experimentación del pintor en un contexto de profunda angustia existencial.
El grito presenta a una figura andrógina en primer plano, cuyo gesto angustiado transmite una notable expresividad y fuerza psicológica, al fondo de la imagen se pueden apreciar dos figuras con sombrero que parecen ajenas a lo que ocurre con el protagonista de la obra, en teoría serían los dos amigos que acompañaron a Munch en una caminata por un mirador de la colina Ekeberg, desde donde se podía apreciar el paisaje de Oslo, experiencia que el pintor registró en su diario en 1891:

Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho (...) Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza.

Considero que son pocas las personas que se detienen largos minutos a observar una imagen, ese bello ejercicio de sentarse a contemplar una pintura, fijar la vista en los trazos, los contornos, la rugosidad de la tela, la gama de colores, las distintas expresiones de los cuerpos y los objetos, el fondo, la forma, las ondulaciones, las simetrías, los remolinos abigarrados de tonos sombríos, la luminosidad, la opacidad, todo aquello que hace a una obra de arte, lo que se encuentra dentro de la obra y lo que queda necesariamente afuera, sería inabarcable discurrir teóricamente en relación a esta imagen que ha sido incorporada en la cultura popular, muchos han querido ver en el cuadro la condición del artista como hombre profundamente atormentado, hay motivos para suponerlo, pero las controversias que aún subsisten tienen que ver con la interpretación de El Grito, uno de los más viejos debates en torno a este cuadro es si la figura grita u oye un grito, cabría suponer, por el testimonio del autor en su diario personal, que ese rostro andrógino está oyendo un grito, y el hecho de que las otras dos figuras parezcan ajenas a la situación nos hace suponer que lo que escucha aquel hombre esta imbricado en un plano psicológico, incluso se puede llegar a dirimir que la boca abierta del protagonista no emite en realidad sonido alguno, representa la imperiosa necesidad de gritar sin poder hacerlo.

No deja de ser una tarea fascinante, elucubrar impresiones en torno a una interpretación que desde el punto de vista del arte cobra dimensiones abrumadoras.

Hace tiempo, trasladando este infrecuente ejercicio a nuestra praxis profesional (si acaso es posible establecer un vínculo filosófico entre la interpretación icónica y la representatividad de los conceptos en bibliotecología) que empiezo a darme cuenta -seguramente uno de tantos descubrimientos tardíos- que las meras interpretaciones de interpretaciones, que pueden encontrarse en el pequeño y vasto mundo de las bibliotecas, son resultado de las escasas prácticas interdisciplinarias, con las que buscamos vanamente ofrecer respuestas a problemáticas sociales, atravesadas por diferentes planos, en la que cada profesión solo puede habilitar soluciones parciales, propias de sus ejes curriculares trazados en un contexto que en muchos casos ha ido mutando en otras necesidades, es entonces cuando pienso en la frase del poeta británico-estadounidense Thomas Stearns Eliot, cuando dijo “no hemos de cesar de explorar, y el fin de nuestra exploración será regresar a donde empezamos, y conocer el lugar por primera vez”, si pudiéramos otorgarnos un tiempo para rigurosas relecturas, así como otros eligen detenerse horas en un cuadro, tal vez nos daríamos cuenta de la diferencia sustancial entre interpretar entendimientos sin analizar datos originales o aportar conceptos genuinos producto de un estudio consciente, pero para eso, es de vital importancia poner en práctica una frase de Marc Augé, que debería estar inscripta en las aulas de bibliotecología: "la búsqueda debe desconfiar de la evidencia".

Sin estas prácticas lo que nos queda son prédicas balbuceadas desde un escritorio, acaso recibidas con beneplácito por consumidores acríticos cuyo único deseo consista en replicar lo supuestamente comprendido sin ningún tipo de filtro.

Podríamos hablar de aproximaciones, la necesidad imperiosa de abordar nuestras problemáticas desde un enfoque interdisciplinario, en donde no podemos dejar de considerar la transversalidad de las ideas aplicadas desde diferentes profesiones (y acaso para nuestro campo dirimir el alcance de la transtextualidad en contextos áulicos), hay en esto un deseo de conformar núcleos de conceptos que necesariamente se transformen en otra cosa, y acaso toda esta situación tenga que ver con algunas discusiones en torno a reformar la base educativa bajo un entendimiento multidisciplinar, en este punto se sugiere la lectura de los conceptos de endogamia y exogamia por parte de Alejandro Parada, un texto de bibliotecarios para bibliotecarios, de esos que no estamos acostumbrados a recibir.

Hay conceptos intensos que requieren una apertura por parte del docente, y que tiene una profunda relación con el conocimiento que el alumno conserva antes de entrar al aula, en este caso la palabra experiencia cobra valores significativos.

Hacia estas disquisiciones me ha llevado la contemplación tardía de una soberbia pintura, en un día cuya memoria no debe olvidarse. 

Fuente consultada:
Endogamia y Bibliotecología/Ciencia de la Información:

sábado, 2 de marzo de 2019

El problema de Chiapas en los cuadernos de Saramago


En 1998, el año en que José Saramago fue galardonado con el premio Nobel de Literatura, una serie de reflexiones políticas del escritor portugués fueron guardadas en su computadora, en uno de esos textos, planteó una serie de interrogantes sobre la situación de Chiapas en relación a los recursos naturales y la conflictiva realidad social, que hoy, más de 20 años después –y en un ejercicio crítico que podría abarcar, salvando las  distancias, contextos diferentes pero similares como las salinas del norte argentino, las reservas de gas de Bolivia y el petróleo Venezolano– siguen teniendo vigencia en la región.
Cuando Saramago escribía su diario inédito, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), al mando del mítico subcomandante Marcos (“el comandante es el Pueblo”), ya llevaba 4 años de existencia, mostrando al mundo otra forma de entendimiento bajo la experiencia de prácticas revolucionarias de carácter comunitario, se sabe que el poeta lusitano estuvo reunidos con líderes indígenas en marzo del mismo año –días antes de confirmarse el premio Nobel, que lo convertiría en el primer escritor en lengua portuguesa en ganar este galardón– situación que afianzó su compromiso con la realidad de los pueblos originarios mexicanos.
Vale la pena leer a continuación que pensaba Saramago, en aquel tiempo, de lo que ocurría en Chiapas, analizando lo que diversos medios hegemónicos se ocuparon de invisibilizar al resto de la sociedad, y cómo, en ese contexto (llegando hasta nuestros días) es posible advertir la concordancia  entre las líneas editoriales de los medios de comunicación hegemónicos y los intereses político-económicos de los poderes de turno, prácticas que actualmente ya son frecuentes en buena parte de América Latina. El libro que reúne sus reflexiones, y que por diversos motivos había quedado pendiente de publicación durante 20 años, fue titulado “El cuaderno del año del Nobel”, en donde simplemente tituló con fechas cada texto, el que hace referencia a Chiapas fue escrito el 22 de enero.

Texto de Saramago:
Algunos datos estadísticos de Chiapas para ayudar a comprender el mundo. Además de ser el primer productor de café y plátanos, el segundo de miel y cacao, el cuarto en el sector pecuario; además de generar el 46 por ciento de la energía eléctrica del país, en Chiapas se encuentran los nichos más importantes de hidrocarburo de México, con reservas que se calculan entre veinte y sesenta mil millones de barriles. A pesar de estas riquezas, el 60 por ciento de la población (casi un millón de habitantes) no tiene ingresos o gana menos que el salario mínimo, el analfabetismo alcanza el 30 por ciento, variando entre el 50 y el 70 por ciento en las áreas indígenas. ¿Adónde va, entonces, el dinero, si no ha sido puesto al servicio del desarrollo de Chiapas? ¿Qué papel representan los indígenas en todo esto? Un funcionario del Gobierno mexicano, un tal Hank González, a quien tenemos que reconocer el mérito de la franqueza, aunque brutal, si no preferimos antes denunciar su cinismo, acaba de dar la respuesta: «Sobran cinco millones de campesinos», ha dicho. Este es el problema que el neoliberalismo triunfante quiere resolver de forma radical: hacer desaparecer poco a poco (un genocidio a escala planetaria causaría demasiado escándalo), quitándoles o negándoles condiciones mínimas de vida, a los cientos de millones de seres humanos que sobran, sean indios de América o indios de la India, o negros de África, o amarillos de Asia, o subdesarrollados de cualquier parte. Lo que se está preparando en el planeta azul es un mundo para ricos (la riqueza como una nueva forma de arrianismo); un mundo que al no poder, como es obvio, librarse de la existencia de los pobres, solo estará dispuesto a conservar a los que sean estrictamente necesarios para el sistema.
Fuente consultada.
El Cuaderno del año del Nobel / José Saramago. Buenos Aires: Alfaguara, 2018.