Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.
Mostrando entradas con la etiqueta Radios indígenas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Radios indígenas. Mostrar todas las entradas

viernes, 10 de agosto de 2018

Cuando una radio indígena se apaga en silencio

Biblioteca Indígena Sisa Jan Inakt'tiri (Flor inquieta)
Siempre consideré que un elemento esencial en el espacio de una biblioteca indígena, es contar con una radio local, para que las informaciones originadas en el contexto radiofónico generen un circuito de producción documental a ser resguardo en la biblioteca, el abanico informativo es amplio, pensemos a modo de ejemplo lo que implica la realización de un debate radial sobre problemática de tierras en comunidades indígenas, en el que un representante de un pueblo originario pueda discutir al aire con un funcionario público, un referente de un organismo indigenista y un abogado especialista en dicha temática, todo lo que resulte de esa conversación es un documento oral que, editado desde la biblioteca, constituye información, datos y testimonios a ser registrados para eventuales consultas, lo expresado en el programa puede resultar concerniente tanto para los vecinos de la comunidad como para los especialistas interesados en el tema, porque es un hecho que el testimonio, desde el entendimiento del plano periodístico, es información que se puede citar, refutar, discutir, tanto para avalar o sostener posturas como para utilizarla desde la inexactitud de lo expresado, y allí radica su valor, información que se transforma en documento, lo que convierte a la biblioteca en un espacio dinámico, profundamente orgánico, endógeno y representativo.

Esta situación nos lleva a plantear el rol del bibliotecario-periodista, vinculado con la comunidad, en donde tendrá la responsabilidad de representar con conceptos los entendimientos debatidos en el recinto, acordados y consensuados con los protagonistas. Mención aparte si consideramos en el catálogo de una biblioteca indígena el criterio de un registro arborescente, que permita al usuario relacionar otros documentos relativos a la problemática, en este caso con situaciones puntuales de litigio de tierras, productividad, conflictos, reclamos y conceptos jurídicos tal como los entienden desde las comunidades.

Imaginemos entonces la infinidad de situaciones y entendimientos que se generan en este tipo de espacios, junto con lo que  implica compartir noticias locales en los propios códigos culturales y lingüísticos, otorgar una voz a quienes históricamente no tuvieron posibilidad de expresarla públicamente en los medios, cuando justamente las mismas comunidades indígenas son las que desde el fondo de los tiempos hicieron de la oralidad y la memoria un rasgo característico de su cultura.

Este enfoque que comparto surge luego de haber corrobado, en un reciente viaje a Jujuy, que la radio Luna Azul 97.7 Humahuaca ha dejado de transmitir desde marzo de 2017, por el costo energético que supone el mantenimiento de una emisora, pero sobre todo porque se trataba de una radio no comercial, que no aceptaba restricciones en su programación, razón por la cual los llevó a perder ingresos por pautas publicitarias, y si bien cuesta aceptar la cabina vacía de esta radio jujeña, cuyo silencio es lo más parecido a una muerte cultural, lo que convierte todo esto en una inmensa posibilidad perdida para el pequeño universo de la bibliotecología indígena, es que dicho espacio constituía un elemento fundamental de la biblioteca indígena Sisa Jan Inakt'tiri (Flor inquieta), espacios que se retroalimentaban tomando como eje las problemáticas barriales en directa vinculación con la culturas originarias del norte argentino, es posible afirmar que esta experiencia humahuaqueña era de las pocas en el mundo en el que una biblioteca indígena contaba con su propia radio para desarrollar e interpelar su acervo bibliográfico.

Hay cuestiones que no podemos dejar de discutir, que un funcionario público otorgue una licencia radial no implica colocar una mordaza al locutor para que este diga lo que el otro quiere escuchar, la radio no es complaciente con el poder de turno, es inevitable el disenso porque la realidad siempre es compleja, por lo visto Sergio Daniel González –responsable de ambos espacios– no se ha callado y lo pagó de la peor manera, teniendo que desconectar el micrófono por temor a que sus equipos fueran confiscados, ya pasó con Sixto Zuleta Toqo con su canal de televisión, Indio Omaguaca, ahora pasa con Luna azul 97.7, justamente Flor inquieta se caracterizó por auspiciar todo tipo de evento que incluyera el saber originario, y la radio era uno de sus espacios fundamentales para asegurar que buena parte de los paisanos se enteren de lo que pasa entre estos cerros, silenciar un medio de comunicación es denegar un derecho, el mensaje instala un patrón absolutamente defenestrable: el aceptar con resignación que no es posible el pensamiento crítico, ya que invariablemente dicho ejercicio puede (y debe) afectar intereses, tanto con los empresarios que sostienen la publicidad como con el gobierno de turno –que en teoría debería garantizar la libre comunicación– lo que terminamos escuchando, lo que la audiencia termina escuchando, es una tergiversación de la realidad que los mismos usuarios comprueban inequívocamente al salir de sus casas, son conscientes que les mienten en la cara, y sin la radio, no tienen elementos para defender sus razones como ciudadanos supuestamente libres.
Para quienes tuvieron la posibilidad de escuchar contenidos de Luna Azul en Internet, notarán que el espacio crítico era muy valorado en el barrio, realmente se debatían al aire temas que hacían a las problemáticas diarias de la comunidad, por su enfoque y compromiso esta emisora ha sido visitada por representantes de Bolivia, Ecuador, Chile, discerniendo sobre temas relativos a culturas originarias, desde donde se discutieron situaciones políticas, ambientales, educativas, ecológicas, laborales, sanitarias, todo aquel que quisiera presentar un libro, recitar cuentos, promocionar discos nativos, hacer una denuncia o promover cuestiones artísticas podía hacerlo en la 97.7, allí se presentaron caciques, copleros, músicos, pintores, poniendo énfasis en lo local y comunitario, un verdadero espacio intercultural en un medio de comunicación alternativo.
                                                                                Radio Luna Azul 97.7

En una reciente conversación telefónica con Sergio, conocido también como Ser Jatún Inti (gran sol en quechua), llegó a decir que muchos líderes comunitarios indígenas no valoran el potencial que tienen los medios de comunicación como herramienta de lucha, y si una radio se apaga, si un canal de televisión desaparece, lo que tenemos por delante es impunidad y resignación, por lo tanto como profesionales de la información no podemos menos que lamentarnos de este panorama, al sacar una voz del aire, de alguna manera te están diciendo que tenés que escuchar, y eso en una comunidad con otros patrones culturales no solo representa una involución social bajo una absoluta falta de equidad, sino que instala el prolegómeno de un vacío cultural, porque no valoramos lo que poseemos desde otras formas de conocimiento, para los paisanos es una posibilidad truncada de poder acceder a una verdad compartida, la que ellos conocen, sin intermediarios políticos que interpretan desde la ignorancia, manipulación o conveniencia lo que no quieren que otros sepan, es entonces que nos seguimos preguntamos porque molesta una radio indígena, porqué incomoda una radio campesina, y porqué, en medios de alcance masivos, donde no existen restricciones para opinar de lo que sea, haya locutores que se preguntan el para qué de una radio comunitaria, justificando su inhabilitación por el tamaño y situación de sus audiencias, es como cerrar una escuela por el simple hecho de contar con un solo alumno, claramente representa una forma de entendimiento que escapa a la comprensión de quienes confunden servicios sociales con negocios especulativos, es algo más que una inversión y un derecho, pero todo indica que desde las altas esferas del poder político-económico-empresarial vean esta situación (sin reconocerlo públicamente) como una forma de coacción, donde inevitablemente perjudicarán a las minorías en sus derechos y en sus desarrollos.
Se trata de una mesa social inclinada, un permanente desbalanceo, y es aquí donde aparece el concepto de resistencia, en todos los planos informativos se supone que si alguien tiene algo importante para decir, de algún modo aparecerán nuevas formas y nuevos lugares donde decirlo, pero esa idea solo funciona bajo un contexto económico favorable, ya que toda palabra es política cuando de medios de comunicación se trata, y más si la palabra incomoda a quienes supuestamente deben garantizar su libre circulación, es cierto entonces que hay muchos medios, y que si una radio cierra existe la opción de abrirla en forma clandestina en otro espacio, pero cuando hay que pagar la luz a fin de mes sin contar con una pauta publicitaria, esa idea se reduce a cenizas, a palabras vanas sin sustento, una cosa es hacer un trabajo a pulmón, sin ningún tipo de beneficio económico, otra muy distinta es correr el riesgo de perder los equipos para siempre, por mero decreto o resolución por parte del Estado.

Entonces allí no hay modo de entender esa correlación que indica que si es importante lo que tenemos para decir se abrirán nuevas formas para poder decirlo, con las comunidades no funciona ese criterio, y lo que se pierde es una forma de conocimiento que corre riesgo de desaparecer, vaya paradoja, ya que estamos hablando de derechos en medios de comunicación que el propio Estado se encarga de mantener desnivelado, allí también se instalan dispositivos que permean la realidad alejándola de su criterio de verdad, volvamos a preguntarnos porque tenemos que aceptar que las radios indígenas y campesinas no posean sus propias líneas editoriales, y que desde sus informes habiliten un espacio de discusión para mostrarles a sus audiencias que otra realidad es posible, que los paisanos se merecen estar informados, que pueden optar, decidir y elegir sin otra acción que la propia voluntad, es por eso que lamento mucho que el proyecto de Luna Azul no tenga por el momento otro destino que el silencio, bastante silencio hay en esos cerros, como para que los paisanos tengan que callar lo que piensan, ojalá evolucionemos como país y nos permitamos una pluralidad de voces cuya ausencia no se extienda indefinidamente hacia el olvido, nos enriquecería como sociedad, habría mucha más información, lo que llevaría a contar con más ciudadanos informados, y la información en contextos rurales puede no solo instalar legítimamente el criterio de igualdad de derecho, sino también mejorar la calidad de vida de los más desfavorecidos, construir puentes de entendimiento, alimentar nuestra identidad cultural.

Esto también tiene relación con lo que alguna vez dijo Carlos Martínez Sarasola, en relación a la patria naciente que excluía en su visión a los pueblos originarios, solo que me permito para esta ocasión modificar el verbo: el país que no es.

Comunicación personal con Sergio Daniel González, responsable de la Biblioteca Sisa Jan Inakt'tiri (Flor Inquieta) y radio Luna Azul en Humahuaca.

Versión para El Orejiverde:
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/4421-cuando-una-radio-indigena-se-apaga

miércoles, 1 de agosto de 2018

Sobre la necesidad de una conciencia política indígena


Recientemente Sergio Daniel González, un referente de la cultura colla, mencionó sobre la incidencia de los medios de comunicación en comunidades indígenas, en este caso puntual relacionadas con el norte andino, aunque incluyendo la problemática que particularmente se visibiliza en la región mapuche bajo el entendimiento de los “terroristas indios”.

Es para analizar lo acalorado del debate en torno al artículo, se podrá o no estar de acuerdo pero no deja de ser cierto que el tono es comulgado por buena parte de los paisanos que desde hace años luchan por sus derechos. Son invisibles, pero toman conciencia del contexto históricamente desfavorable, y cuando las circunstancias lo permiten, lo difunden en los escasos medios de comunicación (radios indígenas, contextos rurales) que tienen a su alcance.

El profesor Sergio Daniel González (cuyo nombre originario es Ser Jatun Inti) critica no solo a los referentes periodísticos de los medios hegemónicos sino también a los paisanos que optaron por asumir una posición pasiva, sin participar de los debates, en este punto hay algo interesante, y que tiene que ver con los dispositivos que se instalan a nivel social: la noción de “verdad” que muchos originarios (como también no indígenas) aceptan sin cuestionar la fuente, sin ir a los orígenes de los hechos, sin contextualizar los hilos que la historia va tejiendo en el entramado de cada noticia, cuya difusión tiene relación con intereses políticos y económicos, es allí donde los medios locales no alcanzan para contrarrestar lo que sobre ellos se afirma, para Ser Jatun Inti es deseable cumplir dos objetivos: concientizar y despertar conciencias en los demás, para de este modo generar un capital que permita a las comunidades auto-sustentarse.

Estos conceptos tienen relación con la dignidad, con la libre expresión, con la participación comunitaria, y es desde esa postura que el profesor González considera necesario la creación de un partido indígena, que cuente con sus propios medios de comunicación, es ese paisano el que podrá tener un control de su destino, discusiones que cada vez más, serán inevitables sostener.

En tal sentido desde El Orejiverde se recuerdan los casos de “Indio Canal 13 Televisión Omaguaca” ubicado en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy, un canal de televisión indígena argentino, que fue llevado adelante en forma irregular por el legendario Sixto Zuleta Toqo, cuyo espacio no ha contado con el permiso del entonces Comité Federal de Radiodifusión, mientras que desde la cultura mapuche se encuentra el reciente caso del  Canal Mapuche Walkintun TV, ubicado en San Carlos de Bariloche, Provincia de Río Negro, difundiendo noticias bajo un criterio de comunicación intercultural.

Asimismo en el contexto latinoamericano existen variadas iniciativas, acaso una de las primeras corresponde a Colombia, donde se registró la experiencia del proyecto Kankuama TV, un canal de televisión étnico, ubicado dentro de un resguardo indígena Kankuamo, cuyos inicios se remontan al año 2005, con un taller sobre videos documentales de la etnia, que motivó a sus colaboradores a elaborar la propuesta de un canal local.

Como notará el lector, se trata de un camino que desde el punto de vista de la comunicación oral no tiene principio ni fin, sino que va cambiando de forma, sin embargo algo prevalece en esos destinos, y es la ausencia de equidad a la hora de expresar lo que las comunidades esperan escuchar: contenidos de sus realidades en sus propias lenguas.

Fuente:
Poder, cacería, medios y medio / Sergio Daniel González
Radio Luna Azul 97.7 Humahuaca

Fuentes secundarias:
Gra Scorzo
Entrevista a Sixto Vazquez Zuleta Toqo

La televisión indígena. XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Tucumán, San Miguel de Tucumán, 2007.

Televisión étnica: el ejemplo colombiano del proyecto Kankuama TV

Kankuama TV
http://kankuamatv.blogspot.com/

Versión para El Orejiverde:
http://www.elorejiverde.com/toda-la-tierra-es-una-sola-alma/4377-el-entramado-de-cada-noticia

martes, 27 de febrero de 2018

La Voz del Pueblo Guna


Recientemente, en el marco del Día Mundial de la Radio, el pueblo guna (kuna) de Panamá, dio inicio el 13 de febrero a la transmisión de la Radio Comunitaria “La Voz del Pueblo Guna”, cuyo esquema de trabajo contemplará 3 días consecutivos de transmisión y que tiene un alcance a más de 22 comunidades indígenas del Corregimiento Número 1, ubicadas dentro de la bella comarca del mar Caribe panameño.

Tal como lo ha informado el vocero indígena Anelio Merry, “aquí el pueblo guna ha tomado la iniciativa de impulsar una radio comunitaria, conducido por los propios hijos de la Comarca de Guna Yala”.

Detrás de estas palabras habita un anhelo genuino que es propio de numerosas culturas indígenas de Abya Yala, el poder expresar, en lengua madre, los propios conocimientos heredados de los antiguos, que aún hoy marcan el sendero de quienes se aferran a los valores de una cultura históricamente oral.

Más allá de los datos técnicos de la programación, que difiere según las comunidades, las temáticas abordadas por esta emisora no encuentran lugar en las distintas radios del país, entre ellos la realidad cotidiana de la Comarca de Guna Yala, la defensa territorial, la organización marítima, terrestre, cultural y la educación bilingüe, cuyo abordaje requiere de una profunda discusión interdisciplinaria.

Según se comparte en El Orejiverde, el propio Anelio Merry López, de acuerdo con el último censo de 2010, afirmó que la población de Guna Yala supera las 60 mil personas, la mitad de esta población vive fuera de la Comarca distribuida en diferentes provincias, especialmente en las ciudades de Panamá y Colón. De las 51 comunidades que forma la Comarca, 38 están ubicadas en islas y 13 están localizadas en la parte continental, en su mayoría en las áreas costeras. Solo dos comunidades, Gangandi y Mandiyala, están alejadas de la costa a una y a dos horas aproximadamente de caminata.

Pensemos en el auxilio que pueden y deben brindar las radios comunitarias, el territorio de Guna Yala está dividido en 4 Corregimientos: Número 1: Nargana (28 comunidades); Número 2: Ailigandi (Agligandi), con 11 comunidades; Número 3: Tubualá (Dubwala) con 10 comunidades y finalmente, el Número 4: Puerto Obaldía, con dos comunidades: Puerto Obaldía y La Miel, las cuales sus pobladores son no gunas, no indígenas. La mayor parte de estas comunidades no tiene modo de compartir información local en sus propios códigos lingüísticos, ni mucho menos posibilidades de generar documentación sobre las diferentes problemáticas jurídicas en las cuales muchos de sus representantes tienen causas sin resoluciones concretas, en tal sentido resulta ilimitado el campo de acción que puede cubrir una radio comunitaria indígena, contexto de trabajo que se vería complementado y enriquecido con la conformación de una biblioteca indígena, y mucho más aún si lo generado desde el punto de vista de la oralidad es compartido en las escuelas que cuenten con educación intercultural bilingüe, las diversas experiencias registradas en América Latina sobre servicios bibliotecarios a comunidades indígenas dan cuenta del alcance y valoración que puede llegar a tener este esquema cultural, basado en los valores de las familias, respetando el saber de los ancianos (que a su vez formarían parte del circuito educativo) y generando nuevo conocimiento.

Quizás el proyecto “La Voz del Pueblo Guna” habilite la concreción de estos anhelos, ciertamente la radio es un comienzo, quedará en los paisanos kuna propiciar la integración de nuevos espacios, que les permita resguardar lo que sus abuelos conservaron en la memoria.

Fuentes consultadas:

El Orejiverde


Guna Yala en resúmen
http://www.gunayala.org.pa/gunayala_en_resumen.htm

martes, 5 de septiembre de 2017

Yandê: la primera radio indígena online de Brasil


Cabe señalar esta noticia difundida recientemente en El Orejiverde, un interesante proyecto que busca la unión de los pueblos sin fronteras, promoviendo la convergencia de medios originarios a través de su rol informativo y nuevas formas de transmisión oral de saberes. Se trata de una nueva radio indígena, que en este caso tiene la particularidad de ser considerada la primera en formato online.

En tupí-guaraní, la palabra "Yandê" vienes de Iandé significa al mismo tiempo "nosotros" y "nuestro". No es casual, el vocablo bautiza la primera radio online indígena de Brasil, creada en 2013 por tres amigos indígenas: la periodista y guionista Renata Machado, de la etnia tupinambá, el artista, publicitario y diseñador Denílson Monteiro, etnia baniwa, y el comunicador Anápuáka Muniz, etnia tupinambá y con formación en marketing.

Mas allá del impacto (en cuatro años el número de oyentes ya ha superado los 500.000 y ha sido escuchado en más de 70 países) y de las condiciones (no cuentan con patrocinio o apoyo financiero, sus locutores trabajan en forma independiente y autónoma) lo que resalta de este proyecto es el respeto a las expresiones autóctonas, especialmente la música, ya que las canciones indígenas tradicionales y contemporáneas son el éxito de la programación musical, el 80 % de las canciones que se transmiten son en lenguas indígenas de Brasil.

Es importante aclarar que este criterio contempla el abordaje de noticias con un trasfondo educativo, abriendo el espacio para que todos los indígenas que quieran participar puedan divulgar sus contenidos en inglés, español, portugués y otras lenguas originarias. Tal como lo expresa la periodista indígena Renata Machado: ''Las narrativas indígenas son vivas, no son limitadas, no siguen un patrón. Cada pueblo indígena tiene su comunicación y filosofía. Por mucho tiempo los discursos coloniales han contado historias que no los representan. Es fundamental que los pueblos indígenas tomen la palabra siendo protagonistas''.

Recientemente una de las coordinadoras, Daiara Tukano, lanzó en facebook un video convocando a indígenas para participar de Yandê Connection, un programa de conversación con pueblos indígenas alrededor del mundo. ''Tomar la palabra con el espíritu y las raíces sin fronteras. Queremos libertad. Que las palabras puedan siempre ser semilla en los sueños de las futuras generaciones, combatiendo el racismo y trayendo luz. Así es la comunicación indígena, no tener muros'', dijo Renata.

En lo personal siempre he considerado a la radio indígena bilingüe como un medio de comunicación representativo del conocimiento tradicional y cultural de las comunidades, no solo porque permiten informar de las necesidades puntuales bajo los propios códigos lingüísticos sino que también constituye un espacio que reúne diferentes expresiones de la cultura indígena, tales como registros musicales, entrevistas a líderes nativos, difusión de cuentos populares, relatos, leyendas, tradiciones como así también información actualizada sobre prevención de enfermedades, farmacopea, derechos humanos, jurisprudencia, manifestaciones artísticas y experiencias que permitan mejorar la calidad de vida de la comunidad.

En el contexto latinoamericano los programas radiales indígenas generan participación comunitaria en la producción del saber, permiten detectar conocimientos y recrear costumbres, incluyendo una aproximación a las llamadas sociedades de la información, habilitando la posibilidad genuina de trabajar en forma colaborativa con maestros, lingüistas, antropólogos, investigadores y bibliotecarios. Y lo interesante es que en este tipo de espacios todos tienen la posibilidad de expresarse, incluso en comunidades plurilingües, donde es posible compensar las desigualdades que suponen, en una misma región, la coexistencia de numerosas variantes dialectales y diferentes prácticas lingüísticas. Los hablantes de distintas lenguas pueden compartir la programación de una única emisora. A su vez favorece el intercambio de conocimientos entre las etnias y una mayor integración cultural. Probablemente se trate de un desafío en el futuro de Yandê, la posibilidad de ofrecer a sus oyentes programas radiales en cada una de las lenguas conocidas en el contexto geográfico de la emisora, su condición de radio online deja esa puerta abierta. Por otra parte no es un dato menor que en Brasil la población indígena representa menos del 1% del total de la población, sin embargo sus comunidades hablan un aproximado a 170 lenguas originarias, clasificadas en unas 20 familias de lenguas diferentes, muchas de ellas en lento proceso de extinción.

Como ya fue expresado en diferentes oportunidades, conducir un programa radial en lengua indígena permite identificar a la audiencia y resguardar las expresiones de la cultura local. Día a día los oyentes, mediante la comunicación telefónica, aportan datos y recrean sus costumbres, poblando de anécdotas y recuerdos el espacio que la radio les ofrece. Otorgan una voz a los que desde hace siglos viven condenados al silencio. Por tal motivo es para analizar los conceptos que se generan dentro de los documentos radiofónicos, por lo que implica para los paisanos nombrar los distintos aspectos de la realidad de la que forman parte, resulta un ejercicio dinámico en el que permanentemente están favoreciendo la visibilidad de cada problemática, la discusión de las eventuales carencias, mediante un vocabulario que el oyente pueda replicar y compartir en su realidad cotidiana.

En este punto cabe señalar la importancia de las redes radiofónicas en comunidades rurales, indígenas y campesinas, desde donde favorecen la libertad de expresión de las minorías étnicas. Muchas de esas radios, denominadas populares, educativas, comunitarias o alternativas, han permitido este derecho, y han generado la constitución de redes, entre ellas ABRACO en Brasil.

Hay diversas situaciones de carácter jurídico que simbolizan en parte la realidad de estos pueblos en relación a los medios de comunicación, se trata de frecuentes procesos judiciales que desde hace años el poder político brasileño viene llevando a cabo contra las radios comunitarias en contextos rurales, lo que llevó a padecer clausuras por parte de los municipios, detenciones a los conductores radiales y confiscación de equipos por parte de la policía, en buena parte de los casos se los acusó de ilegales por no tener la concesión necesaria, pero a su vez son los comuneros los que afirman que desde el Estado no se les otorga elementos para que puedan expresarse en sus propias lenguas, de algún modo pareciera que fueran una amenaza y en cierto sentido eso representan, porque informan lo que otros medios pretenden ocultar.

Por tal motivo, cada vez que estas emisoras fueron desplazadas se terminaron multiplicando entre los cerros y las selvas, haciendo llegar sus voces con envíos irregulares y tecnología inadecuada, lo cual evidencia una conquista social que lejos se encuentra de perder territorio. Como muestra bastan las múltiples intervenciones radiales en situaciones de conflicto (inundaciones, denuncias, allanamientos, reclamos) en ocasiones llegando antes que la guardia civil, brindando asistencia a los pueblos de los cuales forman parte. Allí se observa una particularidad que los diferencia del resto de las radios comerciales: porque sus oyentes son como ellos, porque ellos padecen las mismas injusticias que sus oyentes.

Fuente:
El Orejiverde

Povos indígenas no Brasil

Portal ABRACO
http://www.abracors.org.br/

miércoles, 30 de agosto de 2017

El espíritu deportivo en las culturas originarias


Recientemente, esta nota publicada en El Orejiverde, relativa a un artículo perteneciente a la colección “Cuadernos de Historia Popular Argentina” (publicado en formato revista en el mítico Centro Editor de América Latina) habilitó reflexiones sobre el entendimiento del espíritu deportivo en las comunidades indígenas de América Latina, la necesidad de documentar aquellas prácticas, que de alguna manera trazan un puente con ciertos tópicos que forman parte del contexto latinoamericano, rasgos identitarios que aún nos diferencian en relación a otras culturas. El texto, titulado  “Los juegos indígenas”, bajo la autoría de Guillermo Magrassi, Mónica Berón y Juan Carlos Radovich,  da cuenta de los orígenes de algunos deportes que ya existían en América antes de la conquista española, vale detenerse en esta reflexión del suizo Alfred Métraux, uno de los que tanto han hecho desde el campo de la antropología en favor de los pueblos originarios argentinos, quien en 1940 expresó lo siguiente:

"Desde que regresé de la República Argentina, en cuyo Gran Chaco estuve cerca de un año viviendo entre los indios, muchos me han preguntado cuál es el espectáculo humano que en aquellas tierras mayor impresión han dejado en mi mente. Y cada vez que me ha sido formulada tal pregunta he contestado sin vacilar: los grandes partidos de hockey disputados a orillas del Pilcomayo. En el transcurso de una existencia errante he asistido a muchos encuentros de fútbol. He visto jugar a los admirables equipos argentinos y uruguayos. He presenciado los "Big Games" en Palo Alto, California. Pero ninguno de ésos acontecimientos deportivos me han proporcionado tanto placer como los partidos de hockey disputados en el Chaco por los indios tobas o los matacos."

Este recuerdo del antropólogo deja paso a una reflexión de Guillermo Furlong, que aún hoy es ignorado por buena parte de la sociedad: "Si es verdad que nada nuevo hay bajo el sol, esta verdad está hoy plenamente confirmada en lo que respecta a los juegos y deportes. Pero lo que más podrá extrañar (a algunos) es que para confirmación de este aserto no es menester ir a consultar los anales de los germanos, galos o visigodos, ya que, por lo que a América toca, nuestros indígenas conocían el base-ball, el hockey y el fútbol y practicaban otros deportes que nosotros desconocemos. Los citados juegos y deportes, aunque con otros nombres, existían entre ellos desde mucho antes del descubrimiento de América".

Hilando fino, se podrá corroborar que fueron muchos los deportes con origen autóctono americano más que europeo, que fueron divulgados mucho después del descubrimiento de América, si bien es cierto que desde los barcos españoles, italianos y portugueses llegaron a difundirse muchos deportes y juegos (entre ellos los de azar con barajas, los dados cúbicos, las corridas de toros, la taba con astrágalo de vacuno o lanar, el cricket, el golf, las carreras de caballos y de perros o con carromatos, las cacerías con armas de fuego, etc.), sin embargo, fueron menos de los que llevaron a su conocimiento y difusión en Europa desde América y otras partes del mundo. Ello debido a que durante la conquista y colonización de América fue escasa la inmigración de jóvenes y adolescentes, quienes habrían podido ser los portadores de juegos y prácticas deportivas que no fueran las mencionadas, más adecuadas para gente madura. En cambio el traslado forzoso de nuestros indígenas a las cortes, ferias, circos y mercados de esclavos de Europa fue casi exclusivamente de jóvenes, varones y mujeres, mayor al comienzo y desde el mismísimo primer viaje de Cristóbal Colón.

Desde el Orejiverde se han compartido informes relativos a los juegos indígenas, incurrir en el abordaje de este artículo nos a llevado a documentar el poco reconocido escenario de los deportes indígenas, muchos de ellos negados desde la historia a pesar de las crónicas existentes, como por ejemplo el  juego con pelotas de goma, antecesor indígena de nuestro fútbol actual. Según los autores del artículo todos los juegos con pelota de goma son patrimonio cultural de exclusivo origen indoamericano. La totalidad de las plantas que producen caucho, goma natural, goma elástica o goma de mascar ("chicle") pertenecen a la flora indígena americana y sus primeros empleos fueron aprendidos por los europeos de nuestros antepasados aborígenes. La única excepción la constituye la goma arábiga (que se obtiene de una acacia común en la península del mismo nombre), cuya sustancia viscosa disuelta en agua sirve para pegar o adherir. El caucho o hule, en cambio, es una sustancia elástica  indisoluble en agua y que circula por los vasos laticíferos de ciertos árboles y plantas, líquido generalmente lechoso del cual se obtienen distintos tipos de goma vegetal. La gomorresina, a su vez, que fluye del árbol del chicozapote al practicarse incisiones en su tronco, es la que proporciona el "chicle" que gustaban mascar los antiquísimos nativos mesoamericanos desde milenios antes que los norteamericanos adoptaran la costumbre y la difundieran como parte de su "humanidad de goma". Hoy tenemos absoluta seguridad de que hace por lo menos 3.500 años existían en América juegos con pelota de goma. Al menos desde el tiempo de los llamados mecas arqueológicos cuyo nombre precisamente quiere decir "los hombres o habitantes del país del hule", allá en el golfo de México.

La propia palabra cancha nos remite a un origen indígena (qeshwa o quichua) incorporada al castellano o español como muchos otros vocablos aborígenes. En su expresión inglesa, el fútbol es muy moderno, pero como deporte ya existía en toda Europa en el siglo XV antes del "cubrimiento" de América. Claro que no se utilizaban entonces las pelotas de caucho inflables y recubiertas con cuero, sino que se empleaban vejigas de animales llenas de aire. Recién "cuando arribaron a América los conquistadores españoles, pudieron ver cómo los indígenas jugaban al fútbol, con excelentes pelotas de goma, sin comparación más perfectas que las de aire…Tenían campos a propósito, de anchura y largo señalado, con rayas equivalentes a las porterías (arcos), con asientos de piedra alrededor para los espectadores, y aún tribunas de honor donde los caciques y señores se acomodaban en duhos o asientos preciosamente tallados."

Hay algo que atraviesa en todo momento este informe y es el resaltar del espíritu deportivo, que en el contexto indígena no sabe de nombres que se destaquen individualmente sino que la fortaleza del entendimiento encuentra lugar en lo colectivo, en la suma de voluntades. Dicen los autores en el apartado titulado “Nuestros indios argentinos”, que los paisanos se valían del mangay, que es un árbol bello, “para hacer sus pelotas” y su juego “se practicaba con la cabeza y con el empeine de los pies", la fuente que registra estos hechos fueron consignadas hace más de doscientos años por el sacerdote jesuita Sánchez Labrador, aclarando posibles dudas respecto al origen indígena del balompié o fútbol. Incluso  Magrassi afirma que en nuestra pampa, el mismo cronista consigna en el siglo XVIII un juego con pelota de goma distinto, ya que en este caso se empleaban las manos, y lo jugaban doce personas en círculo, todos desnudos sin hilo de ropa sobre sus cuerpos “y esto aunque sea en el rigor del invierno”.

Los autores afirman que “este juego deportivo era tradicional en nuestra tierra y muy difundido” también lo confirma, con algunas variantes en su forma, otro cronista aventurero cien años después. Se trata del explorador inglés Musters, quien además de espiar para la corona británica cuáles serían las mejores tierras patagónicas donde erigir luego sus inmensas estancias, nos dejó un valioso relato de su Vida entre los patagones (nuestros tehuelches históricos) entre 1869 y 1870. Su registro del deporte presenta algunas variantes en la forma que pueden estar dadas, tanto por los cambios habidos en el transcurso del tiempo, como también por el hecho de estar constatado el anterior entre nuestros aborígenes del Río de la Plata y éste entre los habitantes de Patagonia quienes no disponían allí de árboles de la goma. El mismo viajero afirma que el juego de la pelota estaba limitado a los jóvenes y que encuentra similitudes entre los Mapuche que lo practicaban con el nombre de pitma o pilmatún, y los Ranculche (gente de los carrizales, llamados vulgarmente ranqueles), quienes los realizaban con otras variantes aunque coincidiendo en considerarlo más como ejercitación física que como entretenimiento deportivo.

Incluso los articulistas encuentran un antecedente bastante particular en la acción conocida en el fútbol como “palomita” que como se sabe es arrojarse al suelo buscando impactar la pelota con la cabeza, al respecto existe un antecedente en Bolivia donde la regla era utilizar la cabeza en vez de las manos o pies para pegar a la pelota, situación que fue registrada por los misioneros presentes en las plazas públicas donde solían realizarse estos encuentros. Según Sánchez Labrador también nuestros mocovíes de Santa Fe practicaban un juego con pelota en donde participaban aproximadamente 200 personas, consistiendo el juego en pasarla con la cabeza hacia el otro lado, con lo cual perdía aquel que no lograse evitar el contacto de la pelota con el suelo.

Vale la reflexión final de los autores, cuando expresan que “nuestro fútbol indígena se parecía mucho más a nuestros sanos y populares “partidos de potrero" que a los controlados y muchas veces aburridos espectáculos comerciales efectuados en monumentales estadios”.  En ese imaginario de hombres desnudos ataviados con plumas en sus muñecas, cabezas y piernas, muchas cosas fueron cambiando en aras de favorecer un espectáculo masivo cuyos costos actualmente rozan la obscenidad, en algún punto los potreros siguen conservando ese espíritu que lleva a los adolescentes a “jugar a la pelota”, probablemente ese entendimiento se deba a como lo concibieron nuestros paisanos siglos atrás, cuando todo lo que tenían por delante era un campo ilimitado y una simple pelota por disputar.

Nota: este informe es apenas un resumen de la publicación titulada “Los juegos indígenas y otras diversiones” / Guillermo Magrassi, Mónica Berón y Juan Carlos Radovich. Cuadernos de Historia Popular Argentina. Centro Editor de América Latina. Se recomienda vivamente su lectura.

Fuente:
El Orejiverde
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/3085-el-espiritu-deportivo-en-los-pueblos-originarios

sábado, 4 de junio de 2016

El ejemplo jujeño de las radios y bibliotecas indígenas


Un ejemplo de la problemática existente entre los medios de comunicación ubicados en comunidades indígenas lo podemos encontrar en territorio jujeño. Allí, los paisanos que están al frente de la Biblioteca Sisa Jan Inak´tiri “Flor inquieta”, afirman que el espacio bibliotecario es un gran complemento de las radios que forman parte del proyecto comunitario (Libertad 104.1 y Luna Azul 97.7),  donde suelen ofrecer a los visitantes y oyentes parte del conocimiento de sus abuelos. En la Pequeña Biblioteca “Flor Inquieta” los usuarios pueden encontrar libros de autores bolivianos, argentinos, y de otros países latinoamericanos, el servicio cuenta también  con una videoteca y un archivo sonoro de charlas y discursos referentes al mundo andino.

Pero lo que resulta clave es el porqué de esta iniciativa, y para ello es preciso remontarse a las fuentes. En Jujuy, como en buena parte del noroeste argentino, la lucha de las comunidades originarias por la recuperación de sus territorios se hizo sobre la base de la preexistencia de los pueblos originarios (esto implica afirmar que los pueblos indígenas ya estaban cuando se empezó a conformar lo que hoy es el Estado Argentino), en tal sentido los pueblos originarios figuraban como dueños protectores de la tierra que actualmente reclaman, sin embargo los procesos históricos que se fueron desarrollando desplazaron paulatinamente a las comunidades de sus derechos legítimos, potenciándose la problemática al no poder contar con los instrumentos legales, políticos y sociales necesarios, incluyendo la ausencia absoluta de los medios de comunicación indígena.

Es allí que, conforme el paso del tiempo, las problemáticas empezaron a visibilizarse en los distintos poblados andinos, pero no encontraron eco en los medios de comunicación, teniendo que soportar la distorsión informativa en relación a conflictos internos, como por ejemplo la noticia del Segundo Malón de la Paz en el año 2006, y el corte de ruta en Purmamarca, en donde los paisanos fueron caracterizados como victimarios, no teniendo el derecho a réplica desde el único canal local (que respondía a los intereses del gobierno de turno)  que a su vez contaba con una red de medios radiofónicos, con lo cual el arco informativo desprotegía a las comunidades negando sus reclamos y en mayor medida obstaculizando sus derechos.

Ese silencio y esa presencia invisible terminan generando una construcción de sentido, en donde lo único que cuenta, como modo de evaluación, es la tendencia informativa que en muchos casos se limita a difundir opiniones en modo potencial, no pudiendo probar en el contenido de la nota lo que en primeria instancia se difunde como verdad objetiva.

Otro punto a destacar –y es una problemática frecuente en el resto del país–  es el contenido de la programación de las radios y canales de televisión que no incluyen la temática originaria, ofreciendo en muchos casos informes que nada tienen que ver con la cultura y la identidad de las audiencias que forman parte de la amplitud de las frecuencias comunicacionales. En el caso de Humahuaca, la mayoría de las radios que permanecen suelen tener por criterio una gran inclinación hacia una comunicación débil en contenidos culturales autóctonos, éstos son superficiales y algunos responden a intereses propios de los gobiernos ocasionales.

De este modo, programaciones con tendencia hacia el entretenimiento, a la música comercial y de moda, permiten esta forma de aculturación por no tener en muchos pueblos la posibilidad de otras opciones informativas locales y propias. En ese contexto muchas radios FM solo se limitan a replicar los contenidos de las radios comerciales ubicadas en las grandes ciudades, buscando parecerse y negando con tal acto los valores y conocimientos de sus propios ancestros.

Por tal motivo, las radios indígenas representan un espacio de resistencia, concepto que no se reduce a la difusión cultural en lengua materna sino también, y sobre todo, a la defensa del espacio que muchas veces sufre persecución y violencia por parte de organismos del Estado, cuyos funcionarios, bajo el pretexto de requerimientos jurídicos y legales, lo que en realidad buscan es silenciar otro tipo de voces, defender intereses políticos, debilitar un patrimonio cultural basado en los valores de la espiritualidad, y en consecuencia dominar el espacio informativo para inocular los diversos matices de un único relato.

De este modo, los oyentes están condenados a consumir aquello que no les representa.

Lo grave es que en los pueblos indígenas no solo no faltan ideas creativas, sino también hay voluntad de expresar las mismas desde los propios códigos lingüísticos y culturales. Cuando un paisano escucha como única opción una cumbia comercial en vez de bagualas y coplas ejecutadas por los propios comuneros, lo que termina recibiendo es una imposición, basada en preceptos comerciales, cuya inevitable contribución es la aculturación producto de no querer representar las verdaderas necesidades de información de quienes viven en la periferia de las grandes ciudades. Así, un entretenimiento oculta una carencia, que no encuentra modo de tornar visible y audible la urgencia de un reclamo, que si se mantiene erguido es por el doliente recurso de la paciencia y la perseverancia.

Estos verdaderos hijos de la Pachamama encuentran refugio en muy pocos medios, donde es posible corroborar el sentido de pertenencia que los identifica con la audiencia, entre ellos el programa Kussi Killa, donde los locutores difunden el aprendizaje de la lengua quechua, tomando como base el entendimiento de la gramática del Runa Simi. Asimismo el espacio radial permite compartir aspectos de la lengua materna centrados en los cuentos, historias, recetas de comidas regionales y cuestiones lingüísticas.

Otro programa representativo, “Relatos Bajo Poncho”, invita a compartir aquellos cuentos que los paisanos solían escuchar de sus abuelos, de este modo es posible compartir historias, relatos, mitos y leyendas de la cultura originaria, acompañados de la clásica música andina.


Ejemplos sencillos pero necesarios, verdaderos centros de aprendizaje de las culturas originarias cuyos contenidos radiales enriquecen los materiales de las escuelas y las bibliotecas, brindando apoyo y asesoramiento, logrando que las comunidades tomen conciencia de la importancia de una biblioteca indígena y del servicio que presta, de la enorme incidencia de los medios de comunicación en los poblados que dependen de tareas agrícolas para la subsistencia diaria. Es necesario que los conceptos sean compartidos en las propias lenguas y dialectos, que el habla cotidiana refuerce la práctica de la lengua materna, que quienes tienen la posibilidad de transmitir desde un micrófono cuenten historias que fortalezcan el sentido de la identidad.

Se trata de una función social básica, que el Estado debe garantizar sin diferencias de ningún tipo, permitir que los medios de comunicación sean lugares de encuentro y de intercambios de ideas, proyectos y experiencias. Lugares donde se pueda investigar respetando la cultura propia, si el Estado efectivamente se limitara a cumplir su función, los paisanos no necesitarán que nadie les diga como hacer las cosas, hace tiempo que ellos saben que hacer con sus ideas y pensamientos, no necesitan ninguna ayuda, solo necesitan que les saquen las manos de encima.

Bibliografía

Pequeña Biblioteca Indígena Sisa Jan Inak´tiri (Flor inquieta)

Radio Libertad 104.1 Humahuaca

Luna Azul 97.7 Humahuaca

Nota: las imagenes pertenecen a estos sitios:

miércoles, 1 de junio de 2016

Las voces que reclaman desde las radios indígenas


En esta nota del Orejiverde me permito complementar algunos aspectos esbozados en el artículo sobre bibliotecas y radios indígenas, considerando el actual contexto político y social, que difiere notablemente  en cuanto al abordaje que motivó la construcción del documento.

En la crónica periodística, once emisoras de pueblos originarios y organizaciones campesinas de distintos puntos del país se presentaron en la Defensoría del Público para protagonizar una clase abierta con estudiantes universitarios: “Venimos a contarles para qué nos sirve tener nuestras radios comunitarias, para qué nos sirve tener nuestra propia voz. Venimos para contarles nuestras alegrías, nuestras tristezas, nuestra rebeldía. Pero la rebeldía tiene que ver con la lucha diaria que tenemos en esos lugares por el mantenimiento de nuestros territorios”. De esta manera dio la bienvenida Jorge Ñancucheo, dirigente mapuche y presidente de la Organización de Naciones y Pueblos Indígenas de Argentina (ONPIA) a la clase abierta “Voces del territorio. La lucha comunicacional de los medios campesinos e indígenas”. El acto sirvió de excusa para profundizar sobre los proyectos comunicacionales gestionados por los pueblos originarios ava guaraní, qom, guaraní, huarpe, mocoví, vilela y wichi, de Chaco, Formosa, Salta, Santa Fe y Santiago del Estero, y las organizaciones campesinas de Mendoza, Misiones y Neuquén.

Margarita Gómez, integrante de FM Del Monte del MoCaSE – Vía Campesina, explicó que “buscamos otra clase de comunicación. Que nosotros seamos las y los comunicadores. La radio se creó para difundir nuestra lucha por el territorio”. No es posible abstraerse del pensamiento común que aún sostienen algunos periodistas, aquella pregunta ¿para qué queremos una radio wichi? Encuentra diversos componentes en un plano regido por los intereses de clase y la monopolización de las comunicaciones. Las respuestas son múltiples, tantas como comunidades existen, una radio indígena se sostiene por un conjunto de necesidades y urgencias que merecen un espacio propio, pocos podrían entender lo valioso que representa para quienes viven en comunidades poder escuchar en sus propios códigos lingüísticos las problemáticas relatadas por quienes frecuentemente las padecen, teniendo la posibilidad de hacer escuchar una voz, ya sea para alertar, para compartir, para aconsejar, para convocar, para reclamar, para hacer reflexionar, para divertir, para informar…cuesta entender porque molesta tanto a los que precisamente dominan el amplio espacio de las comunicaciones en el país. La precaria antena de una radio campesina contra todo un monopolio de radios, programas de televisión y de cable, diarios, revistas, internet…la pregunta tiene respuesta, pero a nadie le importa interpelarla, lo que si importa es silenciar a los que quieren ser comunicadores de los que necesitan ser escuchados.

Vaya un ejemplo que permite medir un alcance del valor que significa para los pueblos indígenas y campesinos poder decir que hay otra realidad, y que existen formas distintas de comunicarla, construyendo conocimiento, o como en este caso recuperando una memoria con raíz en la identidad, ocurrió también en el Auditorio de la Defensoría del Público, cuando integrantes de la radio comunitaria La Voz Indígena de Tartagal, Salta, presentaron un radioteatro que recuperó parte de la historia wichi, cabe señalar que dicho colectivo de comunicación reúne en calidad de colaboradores a miembros de pueblos originarios wichi, tapiete, qom, guaraní, chulupi, chorote y chané, entre todos aportaron testimonios que permitieron analizar conceptos como memoria histórica, identidad y territorio. La gente de la radio logró representar una parte de la historia de los antepasados de Nancy López, la directora wichi de la emisora, he allí una respuesta. Vale aclarar que el relato cuenta el proceso de conquista y colonización de las comunidades del río Pilcomayo y es parte de un trabajo sobre sus luchas y reivindicaciones, en el que se incluyen las problemáticas que más afectan en sus familias, como lo es en este caso el daño de las fumigaciones con agrotóxicos producto de la expansión de la frontera agropecuaria.

Las comunicadoras Nancy López, Felisa Mendoza (directora guaraní), Lidia Maraz (directora qom), María Miranda, Edith Martearena y Leda Kantor prestaron sus voces para contar sobre los 13 capítulos que componen el ciclo e ilustraron con fotos y música el contexto en el que viven. Y el ejemplo que comparto viene a cuento porque de lo que estamos hablando es de un documento radiofónico que tendría muchísimo valor en el espacio de una biblioteca indígena. En parte fue el motivo por el cual investigué en el artículo sobre radios y bibliotecas indígenas: demostrar que era posible llevar adelante un circuito de producción documental entre los contenidos que genera la radio comunitaria para ser recuperados posteriormente desde el catálogo de una biblioteca. El circuito respeta el recorrido que hace la información en el contexto televisivo, donde nace con el reporte del periodista en exteriores, pasando el material por la cabina de edición para finalmente ser difundido en el noticiero. La cinta de esa noticia queda en el archivo del canal, pero su formato permite la reutilización en caso que el informe requiera su abordaje por un tiempo prolongado. En ese proceso es posible advertir el valor de una serie de datos que finalmente producen información y se transforman en documento. En el imaginario contexto radiofónico rural los documentos con nombres propios, son generados desde el lugar de los hechos, el material en “crudo” es finalmente editado en la biblioteca, agregando testimonios, informes y contenidos para finalmente conformar un documento oral cuyo acervo permite conservar un patrimonio cultural. La idea de conservación no se expresa en un sentido museístico, sino más bien son entendidos como documentos vivos que sirven de prueba para justificar reclamos, para recurrir a ellos en todo momento, para fundamentar razones y sobre todo para que tengan utilidad social.

Como dice Claudia Herrera, vicepresidenta de la ONPIA e integrante de la productora audiovisual Huarpe Raíces Ancestrales, no sólo se trata de difundir luchas, resistencias y conflictos, sino también de aportes. Basta leer la sección “Buen vivir” del diario El Orejiverde, para darnos cuenta de cuanto pueden aportar los pueblos originarios en temas de diversidad cultural, equilibrio ecológico, alimentos, farmacopea, espiritualidad, entre algunos temas de una lista larga y compleja. La idea de la radio va asociada a la de territorio, y es atravesada en su concepción por el entendimiento de la resistencia cultural, que no significa otra cosa que persistir en los valores de la cultura, con igualdad de derecho, buscando fortalecer la identidad, valorar la memoria, apreciar a los libros vivientes de las diferentes comunidades.

En este sentido es preciso dejar en claro el rol de los medios indígenas campesinos en una sociedad regida por el avance de la globalización, Juan Burba, integrante de Radio Tierra Campesina de Mendoza y comunicador del MNCI, lo explica claramente “el discurso hegemónico pone nuestras experiencias en un lugar pintoresco. Tengan presente que las radios campesinas, indígenas y comunitarias venimos a disputar”. Probablemente exista una mirada folclórica sobre estos movimientos que indirectamente busquen instalar el sinsentido de la construcción de una radio en una comunidad bilingüe, son los mismos que se preguntan el para qué de una radio indígena, desde esa supuesta autoridad se creen con el criterio moral necesario para discernir públicamente que es o que no es una radio.

Algunas de estas radios, que en la clase abierta recibieron agradecimientos por parte de Nelson Cardoso, profesor titular del Taller de Comunicación Comunitaria de la UBA, formaron parte de la capacitación solicitada a la Defensoría del Público por el MNCI y la ONPIA sobre la realización de campañas y creatividad radiofónica para fortalecer sus medios de comunicación, vale la pena conocer algunos de sus nombres:

FM Qom La'ataq (pueblo qom - Colonia Aborigen, Chaco), FM del Monte (pueblo vilela - Quimilí, Santiago del Estero), FM Aim Mokoilek (pueblo mocoví - Colonia Dolores, Santa Fe), FM Tierra Sin Frontera (COTRUM - Cabureí, Misiones), Productora Audiovisual Raíces Ancestrales (pueblo huarpe - Uspallata, Mendoza), FM La Arriera (MCNN - Chos Malal, Neuquén), FM La Voz Indígena (Tartagal, Salta), FM El Nevado (UST - Punta del Agua, Mendoza), FM Tierra Campesina (UST - Jocolí, Mendoza), Radio Alfa y Omega (pueblo wichi - Ingeniero Juárez, Formosa), Comunidad Iguopeigenda (pueblo guaraní - Orán, Salta) y Comunidad El Caballito (pueblo ava guaraní - Orán, Salta).

La actividad contó con el apoyo de la Red de Carreras de Comunicación Social y Periodismo (REDCOM); la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires; la Maestría Interdisciplinaria en Estudios sobre Servicios de Comunicación Audiovisual de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA; la Red Interuniversitaria de Comunicación Comunitaria, Alternativa y Popular (RICCAP); y el Taller Anual de Comunicación Comunitaria -Cátedra Magarola-, el Taller de Comunicación Comunitaria -Cátedra Cardoso- y de Taller de Expresión 3 -Cátedra María Rosa Gómez- de la Carrera de Comunicación de la UBA.

Posiblemente el nombre de esta radio mapuche simbolice el actual escenario en el campo de las comunicaciones, y sirva de aviso para quienes aún sostengan que no vale la pena que los indígenas puedan comunicar aquello que necesite ser comunicado, Petü Mogeleiñ es el nombre de una radio ubicada en El Maitén, Chubut, con más de ocho años compartiendo verdades entre paisanos, significa, en mapudungun, “aún estamos vivos”.

Fuente:


Defensa del público. Acompañamiento a medios

Nosotros nos tenemos que levantar para que nuestra palabra sea escuchada

La comunicación en lenguas originarias

 Radios indígenas: aprovechamiento de experiencias para desarrollar colecciones de audio en bibliotecas indígenas
http://eprints.rclis.org/11291/1/Radios_ind%C3%ADgenas-_Bibliotecas_ind%C3%ADgenas.pdf

sábado, 1 de junio de 2013

Sobre la representatividad de las radios comunitarias


Alguna vez, hace años, conocí una pequeña radio ubicada en la provincia de Río Negro, la FM alas (89.1 del dial) ubicada en las cercanías de una comunidad Mapuche. Fui de visita y como ese día se ausentó el telefonista me ofrecieron atender el teléfono para anotar el pedido de los oyentes, dos horas después, no dejaba de asombrarme la cantidad de personas que querían salir al aire para comentar sobre las recetas tradicionales de las comunidades aledañas, tal había sido la consigna de aquel programa. Todos aportaban algo, entre todos hacían una recreación de las costumbres alimenticias de los lugareños, ofreciendo recetas del tiempo de los abuelos, contando como se preparaban los platos y agregando leyendas en torno a ciertos alimentos. Verdaderos documentos radiofónicos. Una inestimable construcción que posibilitó al oyente ejercer la libre participación y el derecho a la información, recuperando parte de la identidad cultural. El hecho demostró la incidencia que puede lograr la radio en el desarrollo de una comunidad.

Por otra parte difundían a músicos locales, facilitándoles la presentación en festivales y la grabación de discos (entre ellas la Agrupación de Músicos Populares).  Pero acaso el dato más significativo, que puso de manifiesto la estrecha relación entre la radio y la gente, aconteció cuando se registró un caso de hantavirus en la zona de El Bolsón. Fue en la puerta de la FM que los vecinos convocaron a organizaciones sociales y autoridades del hospital para tratar espacios de discusión e información y de este modo poder enfrentar el problema. Otra característica particular de esta radio era la de transmitir desde el lugar de los hechos (en general zonas de difícil acceso, llegando en ocasiones antes que los bomberos y Defensa Civil). Esto posibilitaba que según la urgencia, los pobladores pudieran acudir a la radio para juntar donaciones en casos de inundación o incendios.

Se trata de un medio de comunicación que posee las condiciones necesarias para aportar documentos a las bibliotecas locales, fortaleciendo la identidad colectiva, ya que suelen representar las reales necesidades de información de quienes conforman una comunidad.

Para aproximarnos a este concepto de representatividad, debemos remitirnos a las experiencias radiofónicas encomunidades indígenas y rurales de Latinoamérica. Cada una de estas experiencias, respetando el modo de comunicación de sus oyentes, enriquecen con sus leyendas y cuentos la cultura popular, aquella tan menospreciada por siglos, y que sin embargo conforma un mosaico multicultural invaluable.
En cada comunidad se registran modos de expresión que los diferencian de otras sociedades o pueblos, modos que responden al entorno y al contexto. Por lo general quienes conducen esas programaciones lo hacen respetando esos códigos.
Es verdaderamente importante que el bibliotecario pueda resguardar ese tipo de programaciones, se trata de un material que permitiría a sociólogos y lingüistas poder investigar características del lenguaje, conformando mapas lingüísticos de los diferentes barrios.

Desde hace un tiempo consideré que la vinculación de radios con bibliotecas genera una sistematización de experiencias cuya producción puede resultar de utilidad para el desarrollo de colecciones representativas de eventuales bibliotecas comunitarias.
Por lo general estas radios implican la posibilidad de democratizar la comunicación a escala comunitaria, son medios que favorecen la expresión y la participación y que valoran la cultura local, ya que comparten las mismas preocupaciones y problemas. Otorgan una voz a los que desde hace siglos viven condenados al silencio.

Por tal motivo me pareció valioso difundir las actividades de la organización FARCO (Foro Argentino de Radios Comunitarias) quienes conforman un grupo de emisoras que ejercen la radiodifusión como un servicio a la comunidad y la comunicación, como un derecho de todas las personas. Es una red de radios que busca construir un camino común para apoyarse y fortalecer la comunicación de cada comunidad. La misma se encuentra dividida en 5 zonas geográficas:
Patagonia, Centro, Cuyo, Noreste y Noroeste.

Quienes integran la red FARCO tienen por misión el promover la democratización de las comunicaciones como condición indispensable para la democratización de la sociedad. Fortalecer las radios comunitarias y que éstas favorezcan la participación. Impulsar la articulación de organizaciones populares y sociales que aporten a la construcción de una sociedad más justa y solidaria. Fortalecer la identidad y la cultura popular, como así también nuevas formas de construcción política y ciudadana. Luchar por el reconocimiento legal de las emisoras de las organizaciones sociales o entidades sin fines de lucro, sin limitación de potencia ni contenidos ni a su sostenibilidad económica.
Por tal motivo apoyan con convicción y coherencia el pleno funcionamiento de la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual.

La red de radios comunitarias busca fortalecer la heterogeneidad, la diversidad cultural y la difusión de otras formas de conocimiento. La radio debe vencer el aislamiento, construir desde el respeto de la identidad, encarnar la resistencia de la cultura comunitaria. En los montes, en las villas, en los pueblos pequeños, en los cerros, existen radios que con mínimos recursos, apenas una consola, antena, micrófono, logran ofrecer posibilidades a una realidad carente de medios, informando y documentando porque son conscientes que si algo pasa les pasa a todos.

Se trata de un espacio de convocatoria, que representa para el oyente algo más que una compañía, donde cada conocimiento se transforma en documento, y es realmente alentador comprobar como la red de radios comunitarias va creciendo año a año. Quienes estamos ligados a la información y la comunicación debemos cuidar ese compromiso, porque sus locutores tornan visibles a los invisibles, porque les permiten multiplicar voces y defender derechos, porque acaso sin darse cuenta conforman día a día un patrimonio.