Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

martes, 12 de diciembre de 2017

El último viaje de Valentín Moreno


Recientemente, por intermedio de la artesana y maestra qom Ana Medrano, supe que falleció en noviembre el legendario Valentín Moreno, el más anciano del barrio toba de Derqui, según dijeron por un estado gripal mal curado. Ana comentó que el día que se fue para el hospital lo hizo caminando, por eso la sorpresa de la comunidad, que no esperaban este desenlace, también agregó que muchos chicos del barrio estuvieron llorando porque les gustaba pasar por lo de Valentín para escuchar sus historias, doy fe de ese comentario, a Don Valentín le gustaba conversar debajo de su árbol, cada vez que iba a visitar la comunidad el estaba hablando con investigadores, periodistas, profesionales de distintas disciplinas, pero también con pastores, docentes, alumnos, era lo que se dice una persona de conocimiento, que le daba un valor fundamental a la palabra.

Nunca podría olvidar la vez que lo entrevisté, porque fue mi primera entrevista para el Fondo Oral de la Biblioteca Qomllalapqi, recuerdo que desde la ventana de la biblioteca se veía su casa, que quedaba justo enfrente, esto fue un sábado de octubre de 2009, en donde Valentín Moreno ofreció un testimonio basado en los recuerdos, en las experiencias compartidas, en el duro recorrido que lo llevó de Chaco a Buenos Aires, verdadero libro viviente del Centro Comunitario Daviaxaiqui, hijo del cacique Don Francisco Moreno, un pi’oxonaq que curaba con diversas técnicas, y que tuvo un conocimiento profundo del monte chaqueño. Volví a escuchar el audio que comparto al final de este homenaje, contando que había nacido en una zona de cañaverales y bueyes, que había aprendido a andar a caballo a los 7 años, y de cómo lo había afectado la muerte de su padre, experiencia que lo marcó para siempre.

Hubo algo que Ana dijo que me dejó pensando: “que bueno que lo suyo quedó grabado”, a veces pienso que es el único consuelo de esa biblioteca, saber que se pudo recuperar algo de lo mucho que se sabe, algo de lo mucho que se perdió, el sencillo y profundo acto de guardar una memoria, de que lo aprendido se vuelva a compartir, que las verdades no formen parte del olvido.

Suya fue la idea de introducir la venta de artesanías en colegios de la zona, para generar un sustento por fuera de los trabajos temporarios que realizaban en la comunidad, lo que lo llevó a establecer un convenio con 400 escuelas del Partido de Pilar, fue uno de los 14 artesanos que dieron nacimiento a la cooperativa de trabajo en Ciudadela, entendió que solo desde el fortalecimiento de la identidad era posible persistir en un contexto cultural diferente, en tal sentido resultó histórico para el barrio el día que Valentín fue con sus artesanías a ver al director de un colegio, donde no solo vendió todo lo que había llevado sino que también le propusieron dar una charla para los alumnos, no lo supo en ese momento, pero esa experiencia motivaría que sus paisanos empezaran a producir artesanías para vender en la vía pública, en centros culturales, escuelas y colegios de la zona, fue una manera de encontrar una solución a la pobreza.

Hubo algo que recuerdo de aquella entrevista y era la preocupación de Moreno por la pérdida de la lengua materna, problemática que el libro viviente relacionó con la negación de la raza y con la división que provocó en algunos vecinos la intromisión de la religión, debilitando la cultura. Supo como pocos del Chaco profundo, ese que no aparece en los relatos periodísticos, ni en los manuales escolares, ese que tenía por contexto un monte impenetrable, allá en Las Palmas, donde había nacido.

La última vez que lo vi habrá sido a principios de agosto, salía de compartir un encuentro en la casa de Roque y Ana, cuando al llegar a la esquina lo veo como siempre debajo del árbol, me acerqué a saludarlo y me pidió un favor, que deja un poco al desnudo su modo de ser, por la confianza que solía tener en personas desconocidas, resultó ser que le habían pedido una foto histórica, en la que Valentín aparece vestido de soldado mientras hacía el servicio militar, esa foto se la solicitó una abogada para un trabajo de investigación, documento que nunca mas fue recuperado por Valentín, y del que tanto lamentó desprenderse, fue entonces que había quedado en averiguar quien tenía esa foto, un dato que finalmente no pude conseguir y que pensaba comentárselo en la última visita que tuve a la comunidad este año, a fines de septiembre, pero las lluvias y el barro me impidieron bajar a conversar, pienso en cuantos de esos documentos (fotos, videos, CD’s con grabaciones, libros, folletos), que formaban parte de lo poco que tenían, terminaron en otras manos bajo intereses ajenos.

Al finalizar la entrevista, Valentín, cuyo nombre originario es Onaxantac, dijo esta frase, que representa el sentido de su compromiso por la identidad cultural indígena:
“para que nosotros podamos recobrar algo de lo que significa un cacique”.

Descanse con los suyos Don Valentín, los antiguos qom, los que tuvieron que hacer el último viaje, porque anduvo mucho en esta vida, una bella parábola que lo llevó a cruzar un puente desde Chaco hasta Derqui, quienes formamos parte del Orejiverde, al igual que la comunidad del barrio toba de Derqui, deseamos que su memoria no se pierda, porque cultivó como pocos la sabiduría de una cultura, porque su palabra merece ser recordada, porque fue el primero de todos sus paisanos.


Testimonio de Valentín Moreno, libro viviente del Centro Daviaxaiqui

Versión para El Orejiverde:
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/3593-el-ultimo-viaje-de-valentin-moreno

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