Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

jueves, 3 de julio de 2025

La Biblioteca indígena de la cultura Sapmi, en Jokkmokk, Suecia

En Europa del norte, se encuentra la región geográfica del territorio Sápmi (conocido por el exónimo Laponia, considerado despectivo por los lugareños, derivado de ciertas descripciones que los clasificaban como paganos, primitivos e incivilizados por los círculos académicos de la sociedad hegemónica), cuyos territorios son habitados por la comunidad sami, también conocidos como pueblos lapones o saami, sabme o same, sus habitantes se refieren a sí mismos como Sámit (los samis), o Sápmelaš (de la familia Sami), se trata de un grupo étnico que habita el norte de Escandinavia, una región que se extiende por los países nórdicos de Noruega, Suecia, Finlandia y la península de Kola (al norte y noroeste de Rusia). Si bien no existen estadísticas oficiales de su población, se estima que aproximadamente son unas 82.000 personas, de los cuales el 60% viven en Noruega, 24% en Suecia, 12% en Finlandia y menos del 3% en Rusia. Son considerados una minoría nacional oficial en Suecia y una de las comunidades indígenas más antiguas del mundo. El nombre lapón no aparece hasta el siglo XIII, cuyo idioma pertenece a la familia de las lenguas finesas, formando parte del grupo ural, subgrupo ugro-finés, se tiene conocimiento de la publicación de gramáticas en "lengua lapona" en Stuttgart (1940), Cristianía (1850) y Estocolmo (1891), y se reconocen sobre estos pueblos la lectura de traducciones de obras religiosas y una literatura popular con poesías líricas y poemas míticos y heroicos.

Es para destacar que en los idiomas sami existen unas 400 palabras para representar el término “reno”, así como muchas descripciones para la palabra “nieve”, y a pesar de ser una lengua muy minoritaria, hay una palabra sami que se ha extendido por todo el mundo: "tundra" (propio del contexto, ese concepto representa el entendimiento de “llanura sin árboles”, derivado del ruso тундра, o “tierra infértil” del lapón tūndâr), un bioma caracterizado por su subsuelo helado y pantanoso, cubierto de musgos, líquenes y turberas. Parte de la cultura originaria de este pueblo se encuentra atravesada por las prácticas chamánicas, que encontraron un punto de quiebre con la progresiva intervención de la monarquía sueca, que al mismo tiempo dirigía la Iglesia Luterana, esta situación llevó a un lento proceso de conversión forzada al cristianismo, tomando como punto de convergencia lugares como Jokkmokk (en lengua sami de Lule significa curva del río), por el comercio de aquellas ciudades, cuyos mercados tienen aproximadamente unos 400 años de antigüedad, lo que facilitó la catequización y la alfabetización de los futuros misioneros de etnia sami.

Los inicios de la Biblioteca Sami

Este escenario presenta una experiencia singular, a partir de 1989, conocida en sus inicios como Ája, una Biblioteca Sami en Jokkmokk, ciudad del municipio homónimo en Norrbotten, provincia histórica de la Laponia sueca, concebida para representar la cultura sámi y al territorio Sápmi, lo que implica asociar a esta unidad de información como una biblioteca indígena. En aquel momento, el espacio incorporó una serie de documentos (textos, material fotográfico y grabaciones de audio) sobre la cultura sami, por intermediación de la propia comunidad indígena, quienes se unieron para financiar la creación de la biblioteca. Es aquí que entra en contexto un trabajo de campo llevado adelante por la bibliotecaria portuguesa Paula Sequeiros (*), desde donde intentó comprender la utilidad que los propios samis le otorgaban al uso de las colecciones. En su recorrido, recogió parte de la historia de Ája, con testimonios orales de quienes habían participado, ya sea con donación de documentos y algunas colaboraciones con el espacio público. Según la autora, una de las personas que promovió el proyecto fue Peter Sárri, experto de la cultura sami, quien era uno de los consultores del Parlamento Sami, y al que Sequeiros contactó en los inicios del proyecto.

Allí el representante sami narra sobre la propuesta consensuada con las autoridades, que consistía centrar la organización en tres espacios, ubicados en Kiruna, Jokkmokk y Östersund, donde las bibliotecas estuvieran vinculadas a instituciones sami específicas. La biblioteca de Jokkmokk fue destinada, en el año 2004, a formar parte de Ájtte (“almacén” en sami), un museo especializado en la naturaleza de montaña y un archivo sobre la cultura sami, además de desarrollar un servicio que tendría por tareas colaborar con las actividades de investigación sobre los samis y sus asuntos tanto en Suecia como en el extranjero. Algunos años más tarde el proyecto se reconfiguró y fue aprobado y también financiado por el estado sueco y el Parlamento. De esta manera, la documentación del Ája (que es anterior a la creación de Ájtte) se incorporó en el complejo cultural. Hoy en día se habla de Ájtte solamente, un centro cultural que asocia diferentes tareas y unidades de información con distintos gestores: biblioteca, archivo (especialmente sonoro) y museo.

La Biblioteca Sami proporciona a la comunidad una bibliografía en lenguas sami o sobre los samis, independientemente del idioma de publicación. La biblioteca alberga alrededor de 15.000 monografías y 550 publicaciones periódicas. Las colecciones bibliográficas de la Biblioteca Sami y del Centro Cultural de Ája comparten el mismo espacio físico y algunas estanterías. Sin embargo, ambos fondos tienen catálogos y procedimientos de préstamo diferentes. Los usuarios los utilizan comúnmente y los consideran una sola biblioteca. En virtud de la Ley de Bibliotecas de 2013, la Biblioteca Sami se integró en la red nacional de bibliotecas públicas. Como biblioteca especializada y singular, recibe la visita de investigadores de diversas nacionalidades y, además, ofrece acceso a información bibliográfica al público en general.

La biblioteca colabora con la Biblioteca Comunal, garantizándole la custodia y preservación de los archivos parroquiales, cruciales para la búsqueda de parientes e historias familiares en una región marcada históricamente por sucesivas migraciones. En los últimos años, la dotación de bibliotecarios disminuyó y los proyectos iniciales, innovadores, laboriosos y especializados, como el desarrollo y mantenimiento de una lista de Encabezamientos Temáticos Sami (una herramienta de indexación bibliográfica) o el registro analítico de artículos y fragmentos de libros, se suspendieron. Cabe destacar que los sucesivos modelos organizativos y denominaciones del patrimonio bibliográfico sami parecen reflejar las tensiones entre los propósitos institucionales y los diferentes intereses en cuanto a la relevancia de cada uno de sus componentes (Museo, Bibliotecas/Archivos, Centro Cultural), tanto en la sociedad local como en la nacional. Como una de las pocas instituciones donde se puede encontrar bibliografía sobre los samis en idiomas distintos del sueco, y como institución patrimonial, la Biblioteca Sami es considerada unánimemente como un "tesoro" por diferentes agentes culturales samis.

En este escenario se plantea una situación que vincula el acceso de información con criterios derivados de la preservación del contexto geográfico en el cual están insertos, ya que desde la biblioteca se recopila material bibliográfico sobre el conocimiento ancestral, pero en donde ciertos asuntos ligados a esos temas permanecen bajo la tutela de personas samis o no samis a quienes se les permitió el acceso —como por ejemplo destinar información sobre la ubicación de ciertos manantiales de agua pura— lo que representa un tema sensible que la comunidad resuelve según vayan surgiendo las consultas, dada la situación de una comunidad étnica que actúa en el contexto de la esfera pública. Es para resaltar que esta pequeña biblioteca de la comuna de Jokkmokk, con una población mayoritariamente sami y que vive en condiciones climáticas extremas, los visitantes se llevan a casa en préstamo numerosos libros y vídeos, sin embargo, la literatura en las lenguas sami originales, registra un uso mínimo, desconociéndose si la literatura publicada representa o no las características culturales del grupo étnico.

En resumen, la biblioteca cuenta con tres opciones para la comunidad: la Biblioteca de Ájtte, los Archivos de Ájtte y la Biblioteca Sami. La Biblioteca de Ájtte es una unidad de información centrada en la cultura sami, la naturaleza y la vida en las montañas y las zonas árticas. La colección incluye ficción, tesis, ensayos y monografías, incluyendo una colección única de literatura antigua. La biblioteca recopila principalmente literatura sobre la etnografía sami, la vida social y cultural, documentos sobre naturaleza e información sobre las montañas, así como también documentación sobre el Ártico. Por su parte, el Archivo de Ájtte – Ája permite la consulta sobre la cultura originaria a través de documentos, películas, fotografías (un archivo de imágenes con alrededor de 100.000 fotografías con motivos sami y lapones), objetos y grabaciones de audio, conservadas para resaltar la relación de la cultura sami con la región montañosa. El Archivo incluye documentos desde la época anterior a la formación de Ájtte, luego como Museo Jokkmokk y hasta la actualidad, como inventarios y estudios arqueológicos, conservación y restauración del entorno cultural, documentación etnológica, producciones expositivas e información sobre el Jardín de Montaña Ájtte. También es posible consultar archivos personales donados a la institución (fotografías familiares, escritos y cartas), destacándose el archivo de Lennart Wallmarks, quien fue director de la escuela secundaria popular Sami, y el archivo de Gun y Nils Hövenmark que incluye una gran colección de grabaciones de audio tanto de yoik (tipo de canto o expresión musical utilizado por el pueblo sami desde tiempos remotos), como de material hablado desde principios de la década de 1950 hasta la década de 1980. La colección de archivos individuales de Ájtte también incluye los archivos de la Escuela Secundaria Popular Sami.

Es interesante el aporte que realiza Sequeiros a través de métodos de observación etnográfica, al analizar la incidencia del concepto “biblioteca indígena”, en donde observa varios aspectos que reflejan en buena parte una realidad crítica presente en esta área específica de la bibliotecología social: la escasez de sus unidades de información, el no gozar de un amplio reconocimiento (incluso entre pares), la situación que implica que buena parte de los proyectos no perduran en el tiempo, e incluso que muchas de sus unidades no satisfacen las expectativas de los lectores originarios. En el carácter interrogatorio de su trabajo (planteando el paradigma de la oralidad y de la cultura impresa) surgen cuestiones que por mucho tiempo han significado problemáticas concretas vinculadas con procesos de planificación. Todo esto en un contexto educativo que habilita de alguna manera la intervención de la biblioteca en la comunidad, al advertir la existencia de escuelas sami en cinco localidades del norte, que atienden a estudiantes desde preescolar hasta el final de la educación obligatoria, en algunos casos con asignaturas optativas sobre la cultura sami y currículos opcionales con programas sami después del séptimo grado, independientemente del origen étnico. Cabe destacar que en Jokkmokk se encuentra la única escuela secundaria con un currículo integrado de Artes y Oficios Sami, lo que plantea una interesante discusión para el contexto de EIB presente en Argentina, en cuanto a relacionar actividades propias de la cultura en vinculación con los contenidos educativos.

La observación que Sequeiros hace sobre la comunicación intergeneracional en lengua materna reviste indicadores similares a los registrados en las culturas originarias de Argentina, en donde se percibe cómo, los niños educados en una lengua recreada, no son comprendidos por sus abuelos, que hablan la lengua vernácula, la cual rara vez se transmitió a los niños debido al miedo generado por décadas de estigmatización y exclusión, ese temor es común a buena parte de las culturas originarias consideradas como minorías étnicas en las distintas sociedades que integran, un conocimiento de las lenguas originarias que suele ser insuficiente para disfrutar de la literatura local, así sea en lengua sami, así sea en las lenguas indígenas sudamericanas. Por otra parte, se destaca otro aporte de la autora al recobrar desde los testimonios orales una historia olvidada por las actuales generaciones, como lo ha sido la creación de la primera biblioteca pública de Jokkmokk, por iniciativa de Eigil Högström, un sami que llegó a Jokkmokk a principios del siglo XX, quien era un maestro de escuela primaria que entre otras participaciones supo promover círculos de estudio y la práctica deportiva de esquí local.

Resulta también muy interesante la historia del primer libro escrito por un sami en lengua sami, Muitalus sámiid birra (Narración sobre los sami), la cual es singularmente significativa. Publicado en 1910 en danés y en sami del norte, profundiza en los relatos orales, manuscritos e ilustraciones de Johan Turi (1854-1936), cazador de lobos y guía autodidacta. Al escribir sobre los orígenes y las costumbres, la cosmovisión, las creencias y las curas tradicionales, Turi expresa su pesar por la opresión de los Estados Nórdicos y la consiguiente invisibilidad de su pueblo. La recepción pública del documento, que inicialmente fue positiva, lo impulsó a mencionar el chamanismo en una edición posterior. En Muitalus, los críticos destacan los entendimientos de la proximidad entre especies animales, humanas o no, y su transmutación recíproca para construir la metáfora sobre esos animales desconocidos que viven una vida difícil en su propia tierra, un acercamiento genuino a un ámbito poco frecuentado por el resto de la sociedad, que deja en evidencia las tensiones entre la discriminación y la curiosidad por el "Otro" en Suecia. Materiales de ese tipo refuerzan el entendimiento de colecciones pertinentes en bibliotecas indígenas, y una marca de identidad sobre el conocimiento de un pueblo originario.

A modo de conclusión

En una aparente paradoja, los espacios samis en las bibliotecas suecas no contribuyen a un reconocimiento respetuoso de su cultura, sino que hacen patentes las deficiencias y debilidades de estas áreas especiales. Se percibe un acercamiento folclórico desde el espacio del museo, que habilita de alguna manera las escasas investigaciones sobre su cultura, en donde sea posible, bajo una perspectiva endógena, dar a conocer los conocimientos, oficios y expresiones artísticas, desde la periferia de la transmisión oral en lengua materna. En un país conocido por sus altas tasas de alfabetización, la consideración de una cultura sin un sistema de escritura propio —aunque muchos samis sabían leer y escribir en sueco o en los calendarios rúnicos, por ejemplo— dan lugar a juicios estigmatizadores, propiciado desde el paradigma dominante basado en la impresión de materiales en soporte papel o electrónico sobre una cultura originaria.

Si bien las soluciones implementadas en Ájtte pueden no estar a la altura de lo esperado en el contexto del Estado sueco, la falta de visitantes —inherente a las colecciones especializadas, debido a la escasez de hablantes de sami y a la posterior y deficiente inversión en educación sami— puede erigirse como argumento para ocultar la responsabilidad de quienes custodian este patrimonio documental, cuya existencia genera discusiones en cuanto a la necesidad de abordar las prácticas culturales que permitan un discernimiento genuino en cuanto a la adquisición, producción y tratamiento de la bibliografía, situación que exige la participación activa de los profesionales y las organizaciones sami. En este contexto también se considera apropiado el entendimiento de la preservación de dicho patrimonio cultural en el territorio indígena y en la sociedad que lo creó, y que sigue siendo el sujeto privilegiado de la atribución de significado.

Hay una cuestión fundamental que logró desentrañar Sequeiros, que es la comprensión de los diferentes conceptos de cultura que se genera entre los líderes y agentes culturales sami y los funcionarios estatales. Varias personas samis con las que conversó la investigadora se refirieron a su cultura como un todo intersectorial, que realizan y recrean en sus diversas prácticas cotidianas —a menudo no profesionalizadas ni competitivas—, aprendidas en el círculo cultural sami. Estas prácticas pueden abarcar desde las artes tradicionales hasta el joik, desde la fotografía hasta el vídeo o la orientación y la supervivencia en entornos naturales, extendiéndose al teatro contemporáneo, el romance y la danza. Se trata de un entendimiento que no encuentra sincronía con las políticas neoliberales que apuestan por el concepto de eficiencia desde el punto de vista financiero, la devaluación de la(s) historia(s), la turistización y la mercantilización de la cultura como un objeto estático y folclórico (que no coincide con el espíritu nómada de estos pueblos que históricamente desarrollaron sus actividades en permanente movimiento).

El contexto presenta un debate sobre los conceptos de autodeterminación intelectual y soberanía intelectual que puede aportar contribuciones sustanciales desde el espacio de la biblioteca. Para Sequeiros, una biblioteca sami, que se encuentra precisamente al norte del norte sueco, debería ser principalmente para el pueblo sami. Un lugar donde se pueda debatir sobre el derecho a la lectura, resignificado por las culturas originarias, para repensar los enfrentamientos y el silenciamiento a los que estuvieron expuestos los samis, asumir el derecho a una “lectura pública” como un componente de los derechos culturales colectivos, estrechamente vinculado a los derechos lingüísticos, que representan en sí mismos una demanda actual de las minorías culturales y los pueblos originarios. Se trata de una reivindicación sobre los entendimientos comunitarios del buen vivir, en su dimensión placentera y fructífera, sin que necesariamente tenga que ser de carácter productivista.

Por último, una problemática afín a muchas comunidades originarias: los trabajos de traducciones de conocimientos empíricos de los pueblos indígenas, la posibilidad de que una eventual biblioteca sami integre una red de conocimiento cultural. En tal sentido, la historia del libro “Muitalus” puede significar una metáfora inspiradora, dada la comprensión de la transmutación de “seres desconocidos” en un pueblo reconocido que tendrá muchas historias que leer y contar, como sujetos de esas historias. La condición lingüística resulta clave para la revitalización de las lenguas originarias, un campo de acción donde se puedan analizar las narrativas en pugna, los mapas discursivos y los intercambios culturales con otras formas de conocimiento. Como lo expresa la autora, un tesoro puesto a disposición del público, que pueda ser “desencantado” por un uso emancipador.

(*). Paula Sequeiros es Licenciada en Historia por la Universidad de Oporto, posee un Posgrado en Biblioteconomía y Ciencias de la Información, Máster en Sociedad de la Información y del Conocimiento, por Universitat Oberta de Catalunya, Doctorado en Sociología. Su tesis ha sido sobre los usos y representaciones de la biblioteca pública y las interacciones inscritas de los lectores, el espacio e Internet. Impartió docencia en cursos de posgrado de Ciencias de la Información y la Documentación, y fue bibliotecaria especializada en empresas y directora de bibliotecas universitarias. Se puede consultar su trayectoria académica en el siguiente enlace: https://www.cienciavitae.pt/portal/C014-613D-4CF6


Fuentes consultadas:

El planeta viajero (2010). La tundra ártica de Laponia. Disponible en: https://elplanetaviajero.blogspot.com/2010/05/la-tundra-artica-de-laponia.html

Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Espasa Calpe, Madrid, Barcelona. Tomo 29, p. 782-785.

Johan Turi. Biografía disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Johan_Turi

Sarri, Peter (2002). Creating a Library Plan for the Sámi in Sweden. World Libraries. Vol.12, No. 1. Disponible en: http://www.chrisdaydesign.com/worldlib/vol12no1/sarri_v12n1.shtml

Sequeiros, Paula, 2017. The Sámi Library, North of the North: colonialism, resistance and reading in a public library. Sociologia: revista da Faculdade de Letras da Universidade do Porto [em linha]. 2017. no. 34, p. 115–134. DOI 10.21747/08723419/soc34a6. http://eprints.rclis.org/32178/

Espacios consultados:

Centro de Investigación Sami (CeSam) de la Universidad de Umeå. Página Web: https://www.umu.se/en/vardduo-centre-for-sami-research/

Museo Etnográfico de Ájtte. Página Web: https://www.ajtte.com/

Laponia: cultura Sami. Disponible en: https://laponiaviajes.com/descubre-laponia/conoce-la-cultura-sami

Nota: las imágenes fueron extraídas de los siguientes sitios:  

https://www.umu.se/en/vardduo-centre-for-sami-research/

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:I_Lappmarken_%2831689850094%29.jpg

Versión para El Orejiverde

https://www.elorejiverde.com/toda-la-tierra-es-una-sola-alma/7001-la-biblioteca-indigena-de-la-cultura-sapmi-en-jokkmokk-suecia

jueves, 12 de junio de 2025

Una investigación sobre bibliotecas en la Educación Intercultural Bilingüe (provincia de Chaco)

Se comparte un trabajo de investigación sobre el estado de las bibliotecas en la Educación Intercultural Bilingüe, tomando como caso un conjunto de experiencias registradas en la provincia de Chaco. Este trabajo complementa una investigación realizada en el año 2023 sobre la correspondencia cultural de los acervos bibliográficos ubicados en bibliotecas de escuelas primarias de modalidad Educación Intercultural Bilingüe (EIB), en la región noreste de Argentina (provincias de Chaco, Corrientes, Formosa y Misiones), por tratarse de una de las áreas geográficas con mayor población indígena del país, por tal motivo, desde el año 2024 se evaluó la realización de un estudio comparativo de las colecciones y servicios presentes en las escuelas primarias y secundarias de la provincia de Chaco. 

Si bien existen elementos para considerar una potencial utilidad de las colecciones por parte de los docentes y bibliotecarios (en especial herbarios, mapas y fotografías), los mismos no tienen incidencia en el inhabitado plano de la investigación escolar. Para este trabajo se realizó una consulta al Registro Oficial de Instituciones Educativas, donde se tomó como población de estudio a los responsables de las bibliotecas ubicadas en las escuelas secundarias del Chaco, modalidad Educación Común, Jóvenes y Adultos nivel primario, y Servicios Complementarios. Los datos fueron extraídos y analizados, bajo un criterio metodológico cuali-cuantitativo, mediante encuestas con  preguntas abiertas y cerradas.  

La  investigación  realizada  permite  comprender cómo la correspondencia cultural de los acervos bibliográficos va perdiendo incidencia en cuanto a los documentos orales, piezas de museo y servicios de extensión bibliotecarios que se requieren para sostener la modalidad EIB desde sus bibliotecas, situación que sigue la lógica del porcentaje decreciente de instituciones que ofrecen esta alternativa a los estudiantes indígenas que deciden continuar en algunos de los diferentes niveles educativos de la escuela secundaria.

Este documento evidencia de algún modo el escenario crítico de la EIB en Argentina, y repara en una cuestión que simboliza el posterior recorrido de la educación indígena en contextos vulnerables, que es cuando se crea, en el año 2006, la Ley Nacional de Educación, en donde se advierte una lógica subyacente en el carácter compensatorio que tuvo la modalidad en su origen, cuya finalidad fue preservar y fortalecer la identidad étnica, lingüística y cultural de los pueblos indígenas. "Compensar" no es entender el alcance de una problemática, casi 20 años después, la utilización de ese verbo refleja buena parte del estado actual de la EIB. 

Las estadísticas de este trabajo, donde se evalúan las escasas herramientas educativas para hacer frente a una diversidad -a pesar del abnegado trabajo de los docentes que no cuentan con los elementos apropiados para ejercer su tarea- reflejan en modo inevitable aquel rumbo jurídico que transitó la EIB en Argentina. La percepción inicial del complejo problema con la cual aquellas autoridades políticas plantearon dichas medidas, de alguna manera habilitó el rumbo a seguir -desde el mismo sistema educativo-para proponer una educación que no permitió cultivar la propia sabiduría de quienes dominan otras formas de conocimiento, sino más bien cumplir los requerimientos mínimos que no hacen otra cosa que contribuir al concepto de muerte cultural, registrado a lo largo de los años por numerosos lingüistas y antropólogos.

El problema que se sigue advirtiendo es la exclusión del componente cultural conformado por los miembros de las propias comunidades, quienes tienen por parámetro la educación familiar oral. Cuando este criterio no es contemplado por las autoridades educativas, representa una disyuntiva que nos impide reconocer qué representa esa comunidad en el contexto de una sociedad, qué significa esa comunidad dentro de la noción de pueblo, qué la une culturalmente a nivel ciudadanía.

El trabajo está dedicado a los maestros y maestras que participaron de la encuesta, quienes día a día, sin otro amparo que la vocación, sostienen el necesario puente de la Educación Intercultural Bilingüe.

El documento, publicado en la revista Información, Cultura y Sociedad, perteneciente al Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas de la Universidad de Buenos Aires (No. 52, junio 2025), p. 99-118, se puede consultar y descargar en formato PDF a través del siguiente enlace:

Bibliotecas en la Educación Intercultural Bilingüe. Estudio comparativo sobre la correspondencia cultural de los acervos bibliográficos presentes en escuelas primarias y secundarias de la provincia de Chaco

http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/ICS/article/view/15372 


viernes, 30 de mayo de 2025

Sobre el entendimiento de la autoidentificación indígena


Pautar un entendimiento del concepto “indígena” remite a la necesidad de comprender, por parte de la ciudadanía, la importancia de la autoidentificación como pueblo indígena de cada hombre o mujer que sea descendiente de la cultura de un pueblo originario. Las lenguas indígenas van asociadas a una comprensión simbólica del universo, cuyas formas de conocimiento son únicas, y que suelen estar vinculadas con la interacción del medio ambiente y el respeto a los ecosistemas. La relación establece un equilibrio que en la mayoría de los casos tiene por obstáculo el conjunto de prácticas de las propias sociedades hegemónicas, desconociendo esa sabiduría y limitando el cuidado de sus recursos naturales.

Según las Naciones Unidas (ONU), hay más de 476 millones de pueblos indígenas repartidos en 90 países, que representan alrededor del 6,2% de la población mundial, y es realmente significativo que este organismo no ha adoptado una única definición oficial del término “indígena”, dirimiéndose en muchos aspectos terminologías que solo encuentran lugar en un contexto enciclopédico, sin lograr representar el sentido comunitario e identitario de las culturas originarias. En algunas situaciones, parecería que buena parte de la preocupación está centrada en cómo denominar, desde el atril de un comité especializado, aquello que en la mayoría de los casos no se comprende, ya sea por falta de interés como de cierta ligereza para situar en un plano más equitativo el concepto básico de persona o gente.

En líneas generales, a esta parte de la sociedad se los considera descendientes, según una definición común, de quienes habitaban un país, un territorio o una región geográfica en la época en que llegaron personas de diferentes culturas u orígenes étnicos, lo que originó que las poblaciones recién llegadas, se terminaran convirtiendo en dominantes mediante la conquista, la ocupación, el asentamiento u otros medios.

Según lo ha definido la Secretaría del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la ONU (UNPFII), la concepción de una terminología que identifique aspectos característicos de los pueblos originarios está basada en lo siguiente:

• Autoidentificación como pueblos indígenas a nivel individual y aceptación por la comunidad como miembro.

• Continuidad histórica con las sociedades precoloniales y/o anteriores a los asentamientos.

• Fuerte vínculo con los territorios y los recursos naturales circundantes.

• Sistemas sociales, económicos o políticos distintivos.

• Lengua, cultura y creencias distintas.

• Formar parte de grupos sociales no dominantes.

• Mantener y reproducir sus entornos y sistemas ancestrales como pueblos y comunidades distintivos.

Pero invariablemente, el problema del nombre encuentra un concepto tan complejo como central para intentar describir el sentido de esta problemática, ese concepto es el de identidad, lo que hace que, en buena parte de la discusión, se pierda tiempo en definir el alcance de una palabra (bajo criterios ajenos a la propia cultura) en vez de identificar qué significa pertenecer a un pueblo originario. Allí resulta inevitable prestar atención, desde el propio terreno de los derechos humanos, a lo que implica comprender el criterio fundamental de la autoidentificación, desde una escucha atenta y bajo una perspectiva intercultural. Según diferentes diccionarios, la etimología de la palabra "identidad" proviene del latín tardío identĭtas, -ātis, y este derivado del latín ídem “el mismo”, “lo mismo”. Por lo tanto, la identidad se refiere a la cualidad de ser idéntico, es decir, de ser uno mismo o de tener las mismas características.

Tal como lo plantea la UNPFII, el término "indígena" ha prevalecido como término genérico durante muchos años. En algunos países, puede haber preferencia por otros términos, como tribus, indios, aborígenes, pueblos tribales, pueblos originarios, pueblos nativos, naciones indígenas, grupos étnicos, o denominaciones aún más despectivas o prejuiciosas como ha ocurrido en Argentina con el término “cabecitas negras” que englobaba no solamente a los descendientes de culturas originarias y grupos migrantes de las provincias, sino también cuestiones asociadas a la pobreza y marginalidad. Asimismo, surgen otros términos de carácter social y geográfico como cazadores-recolectores, nómadas, campesinos, o vinculados con los lugares que habitan, como montañas, valles, selvas y llanuras entre otros.

Lo que no se puede negar es que esa concepción del término en muchos casos va ligada a una serie de connotaciones negativas, con base en el desconocimiento, la estigmatización, la desvalorización y las generalizaciones comunes, lo que ha llevado a muchos paisanos a no interesarles revelar ni definir su origen, situación que invariablemente afecta a los descendientes familiares y que se encuadra dentro de la discriminación existente hacia estas poblaciones, sin valoración alguna por la cultura de la que forman parte y del conocimiento que cultivan al interior de sus comunidades, tanto desde contextos medicinales como ecológicos, artísticos y alimenticios. El vínculo con la tierra que los rodea es fundamental para comprender su supervivencia física y espiritual, ideas sostenidas desde los valores y los desarrollos colectivos basados en el bien común y la reciprocidad, conceptos que Carlos Martínez Sarasola reivindicaba bajo la necesidad de construir puentes que permitan un encuentro genuino con otras formas de conocimiento.

Es necesario adscribir a los procesos endógenos de reidentificación indígena, que tal como lo expresó el autor de Nuestros paisanos los indios, deriva el concepto de reetnización como vía para llegar a la eventual restitución de sus derechos como pueblos originarios. El término es vital porque habilita la reflexión crítica sobre el delicado tema de la construcción (y reconstrucción) de identidades en poblaciones de ascendencia indígena, así como el concepto de “etnogénesis”, en el sentido que le dio el antropólogo y etnólogo estadounidense William Sturtevant, cuando a principios de la década de 1970 lo define como el “establecimiento de la distintividad grupal”.

Siguiendo estos criterios, resulta un aporte el entendimiento de una investigadora estadounidense de Bibliotecología Indígena, Loriene Roy – primera presidenta indígena de la Asociación Americana de Bibliotecas (ALA) en el año 2007– quien expresó, ante la pregunta "¿quién es indígena?", que las comunidades tribales son las que determinan quiénes son sus miembros, definidos desde las propias familias indígenas, situación que requiere comprender los orígenes, la continuidad y la singularidad de las comunidades nativas. Es para destacar que, para muchos pueblos indígenas, el acto de definir replica una actitud colonial de detallar y puede percibirse como una disminución del conocimiento y el reconocimiento de los pueblos originarios. Definir estrictamente a los pueblos indígenas puede, por lo tanto, percibirse como un paso hacia el cuestionamiento de sus identidades y la perpetuación de la tediosa nomenclatura de clasificar a los pueblos indígenas como “el otro” o “los otros”, incluso hasta llegar al punto de que un investigador externo a la cultura puede adjudicarse el hecho de interpretar quién pertenece a una nación tribal y quién no.

Esta situación genera un problema si se eluden prácticas éticas, ya que inventar una definición de la identidad de los pueblos indígenas habilita luego crear obstáculos dentro de los límites de esta definición, lo que hace que buena parte de quienes son objeto de estudio no tengan acceso a sus propios registros escritos y desconozcan todos los detalles de su propia historia, posición que invariablemente obliga en cierto punto a que dichas categorías sean aceptadas,  en un escenario académico de homogeneización de los grupos humanos examinados, limitados en su conjunto a ser herramientas teóricas sin posibilidad de elevar voz alguna, y quedar anclados en consecuencia a una suerte de codificación binaria del mundo. Esa perspectiva dominante instala las concepciones peyorativas bajo las cuales son descriptos los paisanos al resto de la sociedad, es por eso que se resalta la postura de Loriene Roy –quien además pertenece al grupo de pueblos indígenas anishinabe, culturalmente relacionados en la región de los Grandes Lagos de Canadá y Estados Unidos, y miembro de la tribu chippewa de Minnesota– bajo la cual se comprende las características de los pueblos indígenas desde sus propias autopercepciones, entendimiento que es compartido por instituciones como la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias (IFLA) para evitar actitudes colonizadoras a la hora de tratar de comprender quienes son aquellos que forman parte de una comunidad indígena.

Bajo este contexto resulta interesante el espacio que la Secretaría del Foro Permanente de la ONU le otorga a la participación política de los pueblos originarios, desatención marcada por los innumerables casos de genocidios, etnocidios y destrucciones comunitarias que muchas comunidades padecieron en nombre del Estado, lo que repercutió en una absoluta ausencia de representación y participación política, con realidades marcadas por la marginación económica y la pobreza, la falta de acceso a los servicios sociales y la permanente discriminación sufrida en forma cíclica por las distintas generaciones. Esta disposición –marcada también por el histórico entendimiento del “día de la raza”- nos lleva a dedicar un espacio mayor a los derechos indígenas, que muchas veces, desde la letra escrita de las constituciones, habilita una defensa pero que en la realidad no se ejecuta ni se respeta, esos problemas comunes impactan en sus identidades, en sus formas de vida y en su derecho a las tierras, territorios y recursos naturales tradicionales, donde terminan siendo desplazados de sus propias viviendas, a pesar de la legislación internacional que habilita la recuperación de sus derechos.

Nombrar o categorizar algo ubica al autor en un plano jerárquico en el que la idea de autoridad estará siempre visibilizada desde la punta de una pirámide. Bajo esa lógica, los que se encuentran en la base de esa figura deben aceptar dicha denominación sin lugar a la interpelación. Se requiere la necesidad de un diálogo y de un encuentro, desde un plano horizontal y sin ningún tipo de paternalismos, en donde las conductas deben reflejar un criterio moral y ético basado en el intercambio genuino de conocimiento, con base en las argumentaciones y estudios realizados a conciencia.

Tenemos que preguntarnos por qué nadie cuestiona que las puertas de una comunidad indígena siempre se encuentran abiertas para que ingresen los investigadores, sin embargo, las puertas de los hogares de quienes investigan a esas familias, no suelen estar abiertas para los paisanos, aún si existiera de parte de ellos la necesidad de una visita y una conversación. Durante mucho tiempo se tornó habitual obtener información sin dar nada a cambio, y acaso algo más cuestionable, obtener datos vinculados con áreas de interés como la medicina, la farmacopea tradicional, el chamanismo o la etnomusicología, sin retribuir reconocimiento alguno a la autoría intelectual de dichos conocimientos. Quienes cierran sus puertas son los que se permiten definir conceptos sobre las personas, al final del día, solo queda una etiqueta, visible en una enciclopedia, un artículo científico o un libro.  

En esa ausencia de acuerdo, los nombres propios quedan invisibles, y los problemas “de los indígenas” siguen sin resolverse.

Fuentes consultadas:

Escolar, Diego (2007). Los dones étnicos de la Nación. Identidades huarpe y modos de producción de soberanía en Argentina, Prometeo, Buenos Aires.

Library services to indigenous populations: case studies. Compiled and edited by Loriene Roy (Anishinabe), PhD & Antonia Frydman, MSIS. Disponible en: https://www.ifla.org/wp-content/uploads/2019/05/assets/indigenous-matters/publications/indigenous-librarianship-2013.pdf

Martínez Sarasola, Carlos (2010). De manera sagrada y en celebración: identidad, cosmovisión y espiritualidad en los pueblos indígenas. Buenos Aires: Editorial Biblos. Colección Biblios/Desde América.

Martínez Sarasola, Carlos (2012). Pueblos Originarios, Procesos de Reetnización y Reconstrucciones Comunitarias: El caso de la comunidad günün ä küna-mapuche Vicente Catrunao Pincén en las pampas argentinas. Disponible en: http://www.diversidadcultural.net/articulos/nro004/04-05-carlos-martinez-sarasola.pdf

Naciones Unidas. Los pueblos indígenas: respeto, NO deshumanización. Disponible en: https://www.un.org/es/fight-racism/vulnerable-groups/indigenous-peoples

Naciones Unidas. Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas. Disponible en: https://www.un.org/development/desa/indigenouspeoples/wp-content/uploads/sites/19/2018/11/UNDRIP_S_web.pdf

United Nations. Department of Economic and Social Affairs Indigenous Peoples. Disponible en: https://www.un.org/development/desa/indigenouspeoples/miembros-del-foro-permanente.html

United Nations Permanent Forum on Indigenous Issues. Indigenous Peoples, Indigenous Voices factsheet. Disponible en: https://www.un.org/esa/socdev/unpfii/documents/5session_factsheet1.pdf

Nota: la imagen fue publicada en el siguiente sitio: https://argentina.indymedia.org/2023/02/16/el-arcoiris-ajedrezado-la-wiphala-decodificada-por-rafael-bautista-s/

domingo, 4 de mayo de 2025

Algunas (breves) reflexiones sobre el paradigma de la Bibliotecología


Hace unos días, cruzando ideas entre bibliotecarios, me dejó pensando un comentario de Mirta Pérez Díaz sobre la necesidad de replantear el paradigma de nuestra profesión, y cómo la transversalidad era una forma de prolongar el alcance del servicio, es algo que tiene que ver con el sentido del rol social profesional de la Bibliotecología. Pensé que para articular ese concepto de carácter interdisciplinario era necesario discutir, dentro del mismo plano, el entendimiento de otro concepto ya estudiado en diferentes artículos: el del bibliotecario incrustado o embebido.

Cuando observamos ciertas ideas en el mundo del arte, como las profesadas por Marta Minujín, se puede advertir que la obra requiere apropiarse de una experiencia estética que supone participación del público, a punto tal que lo observado genera construcciones artísticas, literarias o filosóficas, incluso musicales o cinematográficas, que habilitan la creación de artefactos propios, interrelacionados desde la noción fractal y arbórea de las ideas, situación que convierte en creadores a los que simplemente participan de un evento colectivo.

Cuando nos preguntamos por el futuro de la disciplina, surgen los fantasmas vinculados con el avance de la tecnología, se habla de lo prescindibilidad de la profesión, que somos demasiados técnicos, que no entendemos las urgencias de las consultas, en definitiva, que no asociamos esa idea de que "todo tiene que ver con todo", y a su vez, nos invita a interrogarnos porqué, ante discusiones de carácter social y política, los bibliotecarios/as no somos considerados/as para opinar sobre hechos concretos en los que sí suelen tener visibilidad y presencia profesionales de otras disciplinas, como los antropólogos, etnógrafos, psicólogos, sociólogos, filósofos o docentes, de quienes se espera un aporte según su práxis académica, la posibilidad real de aportar soluciones -o inferir posibilidades- a los problemas que aquejan a una sociedad, sea cual sea su conflicto.

El bibliotecario incrustado fue un modo de comprender nuestra visibilidad en contextos de investigación, de transitar algunos planos donde poder articular nuestro oficio, pero pareciera que no alcanza, y es allí donde creo que debemos pensar a conciencia el concepto de transversalidad de nuestra disciplina, ver hacia dónde podemos llevar la técnica en virtud de otorgar respuestas desde el rol social bibliotecario, y no perder en el camino nuestro sentido humanista, escenario de disputa intelectual. Necesitamos atravesar todos los planos posibles, que la Biblioteca no se vuelva irresoluta, que el alcance de nuestro quehacer conecte al conjunto, caso contrario seguiremos apartados en esa invisibilidad que ciertamente no nos representa.

Así como la destacada artista expresa que "todo es arte", bien podríamos decir que "todo es información", y en tiempos de Inteligencia Artificial, no podemos dejar de transformar nuestras prácticas para lograr entre la ciudadanía alertar sobre lo visibles que podemos ser ante la urgencia de un requerimiento de carácter informativo, cultural, político, vale recordarnos que sin usuarios las bibliotecas no tienen sentido, y allí también es necesario incluir en esta discusión, el alcance genuino de las bibliotecas humanas y la idea -siempre innovadora e inquietante- del concepto "tercer lugar", ya frecuentado en teorías y ensayos bibliotecológicos.

Un texto de Jesús Tramullas abre algunas líneas reflexivas para evaluar: “Hannibal ad portas, o los futuros perfiles profesionales de la información”, en donde me dejó pensando sobre cierta preocupación expresada por el autor con relación a los perfiles profesionales, que vendría a ser según sus palabras "la pretendida invisibilidad de la profesión", es una idea que se percibe en esa reinvención de la rueda que otras disciplinas hacen con nuestro campo de trabajo, y que preanuncia un escenario ya citado por Tito Livio en alusión a las famosas batallas ganadas por Aníbal: “Sabes vencer, Aníbal, pero no sabes qué hacer con la victoria”.

Hay un hecho que atraviesa la conjetura, lo expresó Liangzhi Yu al decir que “una profesión desaparece cuando su misión se convierte en irrelevante para la sociedad o todas las actividades requeridas para su misión pueden ser automatizadas”, esa preocupación (y es esta una palabra que atraviesa buena parte del texto), también está relacionada con los perfiles profesionales, en donde se percibe que si referentes de otras disciplinas reinventan la rueda en nuestro campo profesional, habilita indirecta y progresivamente la pretendida invisibilidad de la profesión. Así también lo observa Tefko Saracevic cuando menciona sobre la interfaz o comunicación que debe darse entre las personas y los registros del conocimiento humano. El punto es que el entorno cambiante exige adaptaciones rápidas de los bibliotecarios/as, lo que lleva, casi sin advertir el contexto, a una inevitable vigilancia del entorno y al replanteo del alcance profesional bajo un proceso continuo.

Las profesiones suelen definirse a través de las competencias y habilidades de los profesionales, y en este escenario resulta muy positivo que entre dichos atributos se encuentre la capacidad para resolver problemas, trabajar en equipo y proponder al aprendizaje permanente. El problema que esta posibilidad genera es que la identidad profesional de los bibliotecarios/as evoluciona en forma constante, donde pareciera que no alcanza con adquirir nuevas habilidades vinculadas con la innovación, los entornos digitales y la inteligencia artificial, aquí es necesario reflexionar sobre los cambios culturales y nuestro papel como gestores de la información, si realmente entendemos al destinatario de nuestros servicios y de nuestra vocación.

Hay una reflexión muy acertada de Mirta, que aporta claridad en medio de los conceptos transitados por el profesor de la Universidad de Zaragoza, cito sus palabras: El arte, como una particular manera de expresar emociones y percepciones sobre una realidad, independientemente de los valores estéticos, es transversal a todos los grupos humanos, épocas y espacios. Y también lo es la información, sin considerar las intencionalidades que subyacen. Pero creo que el punto crítico está en el receptor. Se modelizan conductas sociales con baja o nula capacidad crítica, se estimula la alienación colectiva con gran dependencia tecnológica, y se anula la interacción social. Sobre lo que no hay duda, es aquello que tan bien señalaba Tramullas años atrás, “la vigilancia del entorno y los replanteamientos profesionales deben ser un proceso continuo. La Sociedad de la Información no puede arriesgarse a perder”. 

En un entorno tan volátil, dinámico, de cambio rápido y continuo desarrollo profesional, deberíamos preguntarnos o cuestionarnos si ya no es un poco tarde para revertir este contexto. Por lo tanto, resulta ineludible discutir porqué, como bibliotecarios/as, no realizamos aportes concretos para evitar esa nula capacidad crítica y dependencia tecnológica observada por Mirta en aquella mesa de café, pensar si de alguna manera estamos haciendo algo para evitar esa anulación de la interacción social, si realmente nos interesa o tenemos conciencia de lo que significa la necesidad de trabajar algunas ideas para comprender el paradigma de la transversalidad, he allí un punto crítico, y Anibal está a las puertas, una vez más.

PD: la mesa de café, que incluyó a Mirta Pérez Díaz y Javier Areco, pareciera ser una práctica en riesgo de extinción entre bibliotecarios, me hizo pensar sobre lo bueno que resulta, de tanto en tanto, intercambiar reflexiones sin una pantalla de por medio, podría ser también un tema para analizar, en medio de tantas cosas que se están perdiendo.                                                                                      

Textos consultados: 

Tramullas, Jesús (2016). “Hannibal ad portas, o los futuros perfiles profesionales de la información”. El profesional de la información, v. 25, n. 2, pp. 157-162. Consultar en: https://zaguan.unizar.es/record/70750/files/texto_completo.pdf?version=1

Marta Minujín y su plan de operaciones. Alejandra Varela. Página 12. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/805559-marta-minujin-y-su-plan-de-operaciones

lunes, 21 de abril de 2025

Un día como hoy


Este espacio suele tratar sobre cuestiones reflexivas vinculadas con la Bibliotecología, con sus intermitencias, con sus sobrevuelos, pero es también un espacio personal, donde suelo recoger, en ocasiones con cierta perplejidad, algunos conocimientos revelados, algunos pretextos que me permiten no olvidar ciertos cruces de caminos, ciertas verdades compartidas, luminosas, incompletas, certeras, arborescentes, acaso horizontales, acaso fractales, siempre manifestadas a través de la vocación.

Pero este no es un día más, ya que fue un 21 de abril de 2020 que un gran amigo, Rafael Bardas, marchó hacia otro plano luego de una vida intensa. Si estoy evocando esta circunstancia, luego de 5 años de ausencia, fue por una noticia que hoy dio la vuelta al mundo, el fallecimiento del Papa Francisco, quien fuera ni más ni menos que un amigo de Rafael en su adolescencia, justo el mismo día, con 5 años de diferencia.

Encontré un correo electrónico, en ocasión de la asunción de Jorge Bergolio como Papa, allí Rafael comentó que “la máquina del tiempo arrastra pesados vagones”, que luego de las noticias había optado por apagar todo y que intentó rememorar las tardes de fútbol y volley que compartió con su amigo Bergoglio en asados domingueros, sin sorprenderse cuando se enteró que viajó a Roma en clase turista. Recordó haberlo encontrado una vez en la estacion de Liniers, esperando el tren Sarmiento con su típico traje negro, por aquel entonces ya era Cardenal Primado de Argentina, para confiarme que no podía salir a decirle a todo el mundo "mi amigo es Papa", porque lo consideraba “romper un codigo de honor y una imperdonable falta de respeto y fidelidad amical”.

En aquella época, Rafael estaba intrigado por la teología, finalmente la inquietud por la filosofía inclinó la balanza y siguió otros caminos. Antes de partir a EEUU se pudo despedir, brindando con un vaso de vino “de la casa”, que Bergoglio sostenía, mientras recordaban a algunos compañeros, jesuitas, profesores, alumnos, las tardes de fútbol y las “nada tranquilas tertulias sobre los vaivenes de la Política Argentina”. Cuando salieron a la calle, se separaron en la esquina de la avenida Santa Fe, lo vió alejarse por última vez hacia la parada del colectivo, Rafael dijo que en ese momento no pudo evitar esta reflexion: "Ahi va el Arzobispo de Buenos Aires".

El tiempo a veces es extraño, si Rafael hoy hubiese estado, este día hubiera sido muy difícil de sobrellevar, y si algún oráculo le hubiese dicho que ambos se irían el mismo día, seguramente algo parecido a una sonrisa se hubiera instalado en su rostro.

Como sea, prefiero que las verdades no sean olvidadas, mientras anochece.

domingo, 6 de abril de 2025

Nunca olvidar


Recientemente, un fotógrafo registró una bellísima imagen del Cementerio de Malvinas, un trabajo colectivo que contó con un contexto impactante de luna llena, en un escenario que nunca nos será indiferente.

La técnica del uso de un drone, con el que se generó un haz de luz sobre la cruz central del cementerio argentino, permitió registrar, en una sola toma -con una cámara Sony A7IV y lente 16-35 GM- una imagen que seguramente será recordada por mucho tiempo.

Como indican sus autores, esta hazaña técnica fue también un acto de respeto, de arte, de memoria viva. Y es cierto que esa luz no solo atravesó la noche: atravesó el tiempo.

Fuente consultada:

Por: (daniponcefilmmaker)
©️ Dani Ponce G. Menendez F Ruiz
Por: Operación Malvinas. Para no olvidar. 

https://www.instagram.com/p/DH4cinwA4p3/

PD: agradezco a Mirta Pérez Díaz haber compartido la noticia.

domingo, 30 de marzo de 2025

En memoria de la Argentina rebelde

A propósito de la triste e innecesaria destrucción del monumento a Olvaldo Bayer, uno como ciudadano imaginó que había límites que no iban a cruzarse, sin embargo, ocurrió una verdadera provocación sin ningún tipo de respeto con las adscripciones identitarias propias de la memoria popular, donde ya no tiene sentido adjetivar lo sucedido, y que ciertamente la capacidad de asombro se encuentra lejos de agotarse. Lo acontecido parecería representar el prolegómeno de una batalla cultural perdida, por el hecho de advertir que no existe del otro lado de la comunicación un interlocutor racional, que exprese con cierta coherencia el porqué de su desprecio, el porqué de su violencia.

Se cree que cuando un contexto es representado por la obra colectiva de un autor -el autor que se nutre del testimonio, que revisa las fuentes, que cita trabajos previos, que objetiviza desde la propia subjetividad para interpretar lo sucedido- el resultado habilita una herramienta para fundamentar sobre las causas y consecuencias de cualquier proceso histórico, sin la cual no existiría referencia de lo ocurrido. Esto suele pasar con el aporte de los historiadores y los investigadores, del cual Osvaldo Bayer hizo un postulado ético y crítico, para desbrozar un territorio en el que las ideas en disputa suelen obviar, ante los argumentos, los componentes de una verdad, y bien valdría recordarnos, una vez más, que la etimología del concepto "verdad", según los antiguos griegos, era "no olvidar". 

Con sus convicciones, Osvaldo Bayer le dio una sentida reparación a la memoria de los obreros de la Patagonia cruelmente asesinados por defender sus derechos, les dio correspondencia a esas vidas, les dio alivio a sus familiares, pero esencialmente puso en un lugar a resguardo, la trascendencia de las personas que cultivaron en lo más profundo el entendimiento de la dignidad -con lo poco que tenían a su alcance- y que, lejos de silenciarlos o amordazarlos, al paso del tiempo tuvieron nuevas voces, muchísimas voces, que fueron tales porque antes hubo lecturas y escrituras de un historiador que parece que aún sigue molestando a cierta parte de la sociedad.

Que curiosa paradoja, dado el contexto que estamos atravesando, ya que, de algún modo, quienes adherimos a la defensa de los derechos humanos, la tolerancia, el pensamiento crítico, y la empatía, estábamos necesitando que la gente lea a Osvaldo, y ahora con este hecho irracional, de una insensatez penosa, muchos que no lo conocían están aprendiendo que fue lo que realmente ocurrió en la Patagonia a principios de siglo, que pasó con los pueblos originarios en la denominada “campaña del desierto”, el porqué del racismo en la política, las numerosas matanzas en comunidades indígenas, el origen del movimiento obrero argentino, entre tantos otros temas. Como se suele decir, a estos funcionarios les salió el tiro por la culata.

Lo que hizo Bayer con sus andares es como el dibujo de Rep que ilustra este texto, un jardín hermoso que seguirá siendo regado por quienes aprendieron de sus ideas, no hace falta aclarar que la memoria nunca se marcha, que no es un monumento -por más que esto sirva para simbolizarla- que su ejercicio fortalece la identidad, algo que se cultiva en forma permanente, porque siempre habrá alguien que aporte un poco de discernimiento para que las ideas busquen representar las condiciones y los desarrollos de un mundo más equilibrado. Es lo que sucede con las verdades cuando se las aborda con criterio ético, con compromiso social, terminan representando una alternativa para las demandas más elementales, por eso mismo, que bueno que ahora se vuelve a sumar aquel que nunca se fue, nuevamente Bayer tiene otros brazos para sostener lo creado, la esperanza vuelve al ruedo…

La historia dirá que, en la Patagonia de los años 20, las huelgas de los trabajadores rurales fueron reprimidas por el ejército nacional, con un trágico saldo de más de mil quinientos trabajadores asesinados. Bayer supo registrar lo ocurrido en su libro “Los vengadores de la Patagonia trágica” (conocido luego como La Patagonia rebelde), y que luego el director Héctor Olivera estrenó una recordada versión cinematográfica en 1974, en donde Bayer aportó el guion junto con el mismo Olivera y Fernando Ayala. Era simbólico lo que expresaba el monumento que acaban de derribar los actuales funcionarios: “Usted está ingresando a la tierra de la Patagonia Rebelde”.

Cuando la pala mecánica de Vialidad Nacional tiró abajo el homenaje a Osvaldo Bayer -un retroceso a tiempos que creíamos superado- algo parecido a la vergüenza y la incredulidad se instaló en buena parte de la conciencia social, y es que por hechos como este estamos siendo observados en el mundo, una imagen tan insensata como cuando se quemaron libros en la dictadura, algo de lo que pensábamos no íbamos a volver a presenciar, pero vuelve a suceder, y eso nos obliga a reflexionar, una vez más, contra la barbarie.

Este concepto me hizo acordar unas palabras que pronunció Pedro López López, profesor en la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense de Madrid, en noviembre de 2016, en ocasión de una conferencia sobre derechos humanos y bibliotecas brindada en el Instituto Superior de Formación Docente N° 35 de Montegrande:

Una democracia formada por una masa amorfa de consumidores compulsivos que aceptan acríticamente un modelo comunicativo (especialmente en lo que se refiere a la televisión) y de consumo absolutamente alienantes, que no participan en la colectividad, que son indiferentes a la injusticia social, es solamente la cáscara de una democracia. La democracia se protege fortaleciendo la ciudadanía, y esto sólo – o principalmente- puede hacerse a través de la educación. Pero no sirve cualquier tipo de educación. Conseguir un alto nivel cultural no protege contra la barbarie, como demostró la Alemania de los años treinta y cuarenta, el país más adelantado de su época, tanto cultural como científica y tecnológicamente. El nazismo, barbarie en estado puro, tuvo dirigentes con exquisito nivel cultural. Podemos decir, con Voltaire, que la civilización no suprime la barbarie, sino que la perfecciona. Como decía Soledad Gallego-Díaz en una columna publicada en el diario El País “Desde entonces, como escribió George Steiner, ‘sabemos que los hombres pueden leer a Goethe o a Rilke por la tarde, interpretar a Bach y a Schubert por la noche, e ir a la mañana siguiente a su trabajo diario en un campo de concentración’. La cultura, toda la cultura europea, no fue capaz de protegernos de la barbarie y desde entonces todos sabemos también que, como escribió otro sabio alemán, T.W. Adorno, la única cultura verdadera es la que alienta la crítica, la que alimenta la ciudadanía, la capacidad de resistencia frente a la inhumanidad y sus dogmas... Desde Auschwitz todos deberíamos saber que lo que importa es mantener engrasados los mecanismos que permiten el libre conocimiento de los hechos frente a la propaganda... El conocimiento de los hechos y la capacidad crítica son los diques de la barbarie”.

El agravante de lo que señala Pedro, más allá de pertenecer a otro contexto geográfico y temporal, es que, en el caso ocurrido en Santa Cruz, ni siquiera estamos observando un alto nivel cultural, sino más bien, todo lo contrario. La historia debería servir para alertar sobre estos hechos, para tratar de superarlos, para aprender de los errores y desde allí construir valores ciudadanos en los cuales podamos reconocernos.

A modo de epílogo, sirve como ilustración una reflexión de carácter premonitoria que hace años hizo Carlos Busqued, un destacado escritor argentino, fallecido en 2021 a la edad de 50 años, considerado por muchos críticos como una de las voces más originales de la literatura argentina del siglo XX. Mencionando sobre la ideología de derecha, llegó a decir que en la ultraderecha había algo parecido a lo que siente alguien de izquierda, que es un mundo hacia el que uno quisiera ir, pero que lo que hay en la ultraderecha es mucha gente lastimada, y ofreció como ejemplo el nazismo, Busqued dijo que si aquellas personas hubieran sido criadas con amor, el nazismo no existiría, que básicamente el nazismo es gente destruida buscando venganza, buscando una compensación, y además, necesitada de sentirse mejor que el otro.

Salvando las distancias, vaya coincidencia con estos tiempos que nos aquejan.

Fuentes consultadas:

La Patagonia Rebelde / Osvaldo Bayer. Buenos Aires: Hyspamerica, 1985. (Biblioteca Argentina de Historia y Política).

¿Reconocimiento social sin compromiso social? / Pedro López López. Artículo publicado en Educación y Biblioteca, nº 176, marzo/abril 2010.

Entrevista a Carlos Busqued. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=D3jYzDYBF5E

Nota: la imagen, realizada por el dibujante Rep, es el afiche del documental Awka Liwen ("Rebelde amanecer" en mapuche) film con guión y libro cinematográfico de Osvaldo Bayer, realizado por Mariano Aiello y Kristina Hille.