Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

domingo, 30 de agosto de 2020

Nota sobre un poeta oralitor



En 2017, compartí con varios escritores, el 5° Encuentro Internacional de EditorialesCartoneras, uno de ellos fue el poeta Alan Paillan Manquepillán, escritor, músico, artista visual y oralitor, quien compartió una serie de reflexiones sobre un libro que había publicado poco tiempo antes del evento, uno de sus poemas expresa el vínculo que lo une a la cultura de origen:

Ahorita
Que las flores brotan
Hermosamente ingenuas
En el jardín de mi Ñuke.
Me dispongo a contemplar
El vaivén de las macetas
Colgadas del limonero.
Es verano,
Pero desde hace algunos días
Una fría brisa de la costa
Me trae rumores de invierno;
Cuando la lluvia y el frío
Se sientan a cebar unos mates
Con el anciano que recuerda
Su niñez de huerta y ciruelos:
Refrescada de estero y faldeos nocturnos
Revelando constelaciones
O el fugaz misterio de nuestro destino.

(Del poema “Choyün”)

Pero algo que me había llamado la atención de la escritura de Alan Paillan Manquepillán, había sido la publicación de su tercer libro de poesía, titulado “Feo, flojo, borracho, lacho, potencial terrorista…” (edición de autor, 2016), un conjunto de poemas que de algún modo entrecruzan la literatura con la cultura, en donde se advierte un tono apacible en las imágenes pero también una queja amarga, que deja al desnudo las imposiciones sociales y políticas de la sociedad occidental en relación al mundo mapuche, como así también una firme postura crítica en torno a quienes van perdiendo los rasgos de la cultura, acaso el siguiente poema, Causalidades, da cuenta de dicha disyuntiva:

¡Enyugue los bueyes peñi!, le dijeron.
Y justo recibió una llamada para un congreso de Mapunchelogía
En la prestigiosa Universidad de Ciencias de las Ciencias Inexactas
De Talca, París y Londres.
Disculpe peñi, dijo.
Y se fue perdiendo en la pampa…, celular en mano.

Esta situación me hizo acordar el tono crítico de investigadores como Franco Limber, de Bolivia, quien trabajó sobre el concepto de representatividad de la whipala, y lo que implicaba su utilización en las comunidades andinas, un texto que interpeló la noción de identidad en relación a los diferentes planos de entendimiento de la cultura aymará. Otro vínculo, salvando las distancias, lo encuentro en la obra del escritor paceño Víctor Hugo Vizcarra, considerado por la crítica literaria como un "Bukowski boliviano" que, mediante cuentos, crónicas, relatos y memorias, estableció una cartografía marginal del submundo andino, a estas alturas ya considerado un clásico de la narrativa boliviana contemporánea. En esos textos, más allá del estilo narrativo, se recuperan entendimientos mediante un conjunto de voces quechuas, aymaras, campesinas, donde lo que se expresa es absolutamente representativo de su entorno, propio de manifestaciones desperdigadas a lo largo del altiplano sudamericano.

Manquepillán va hacia otro lugar, pero manteniendo ese mismo entendimiento de lo que menciona en sus poemas, en su momento, a través del Orejiverde, pude entrevistarlo para conocer su obra y sus reflexiones en torno a la realidad del pueblo mapuche, comparto sus respuestas:

-¿Alan, que significa ser poeta en el universo mapuche?

La experiencia poética está muy emparentada con un develar, abstraerse de las capas que sugieren un "hecho común y corriente" para de esa forma alcanzar otras comprensiones del mismo hecho, comprensiones que no saltan a simple vista y que dejan al descubierto, muchas veces, la esencia de aquello que se vivencia u observa, su magnitud, o por lo menos, la forma en que resuena en nuestro interior, de esta manera, el respeto hacia la palabra, hacia aquello que se nombra se vuelve un hecho inherente. En el pueblo mapuche este principio es un pilar fundamental de nuestro devenir.

- En la portada de tu último libro además de escritor te consideras músico, artista visual y oralitor ¿que nos podés decir de este último concepto? ¿Necesariamente se reduce a las culturas originarias?

Considero que la oralitura es patrimonio o un constructo de todo aquel pueblo que ve en las bases su fundamento, por tanto, el oralitor no se aleja ni construye a partir de abstracciones, si no que está atento a la memoria, la cotidianidad, a los sueños de su gente... y tiene la función de transmitirlo más que por obligación, por real vocación y destino.

- En tus poemas se advierten reminiscencias de la cultura oral ¿como ha sido el proceso de creación?

En el proceso escritural me interesa dialogar, construir a partir de historias, saberes... que he ido oyendo, aprendiendo en mi derrotero. Considero importante este ejercicio, pues, de esta manera, puedo contribuir a la difusión y perdurabilidad de parte de la memoria de mi gente, para esta y las futuras generaciones, que, con sano interés, precisen saber de lo nuestro. Este tránsito: comunidad-conversación-conocimiento-escritura, es a lo que me refiero cuando hablo de oralitura. Como te decía anteriormente, difícilmente escribo o canto a partir de abstracciones. Quizás, si se quiere hablar de abstracción, ella está más ligada a lo intangible que antecede al texto, me refiero al ritmo, el pulso..., en definitiva, a mi particular forma de percibir y hacer extensivo el canto.

- Existen posturas entre ancianos mapuche donde relacionan a la identidad con la práctica de antiguas ceremonias, la lengua materna y las expresiones artísticas, algunos incluso han sostenido que el día que no haya más Nguillatún no habrá más mapuche ¿Compartís este entendimiento de la cultura?

Claramente el mapuche se vincula con su raíz, su esencia, a partir de mantener vigentes sus dinámicas culturales, las cuales están en estrecha relación con el y los territorios. Por tanto, si se pierden, se dañan, se distorsionan... repercute de igual forma en la gente.

- Estuviste presente en el 5° Encuentro Internacional de Editoriales Cartoneras ¿Que sensaciones te deparó el evento?

La verdad medio que llegué por curiosidad a dicho evento, me parece que el movimiento de editoriales cartoneras es una buena opción a la hora de nutrir la comunidad, en tanto que al ser una alternativa de publicación a muy bajo costo y artesanal, se puede replicar en cualquier parte, para de esta forma hacer extensivo todo aquello que queremos difundir entre los nuestros, sin censuras de consejos editoriales con intereses ajenos a nuestras necesidades o intereses. Ahora bien, un desafío es de qué manera se logran posicionar estas publicaciones en la población, como se le da valor al objeto, de manera que haya un interés en tenerlo, conservarlo, promoverlo... para que no suceda que, al cabo de muy poco tiempo, este objeto termine en un tacho de basura u olvidado en algún rincón.

Cada tanto encontramos en algún estante, literatura que refleja un contexto cultural determinado, el rumbo del autor representa ese cruce de caminos, es de algún modo lo que ocurre con aquellos chamanes que hacen una maloca en medio de la selva, cuidando que la construcción no deteriore el paisaje, el poeta mapuche busca con su poesía tener presente esos valores, razón por la cual es posible imaginar el cuidado ante la elección de las palabras que formarán parte de los versos.

El autor ha publicado los siguientes libros: “Kutral: instala/zión fotopoética en bábilon warria” (2008) y “Allkütuwayiñ: oír nuestras voces, oír la memoria del silencio” (2010).

Fuente:

El Orejiverde

Sobre la apropiación acrítica de la Whipala

Sobre el 5° Encuentro de Editoriales Cartoneras, Santiago de Chile

La última curda

Las casas de las palabras de las comunidades amazónicas

jueves, 20 de agosto de 2020

Culturas extinguidas, silencios que se prolongan



Hace unos años, esta problemática sobre las culturas originarias que desaparecieron en el país, encontraba al final de los textos unos signos de interrogación. Es probable que, para representar esta disyuntiva, podamos utilizar la imagen de una caída en espiral, cuyo fondo nunca es visible, y en el cual quedaron atrapados, a lo largo del tiempo, los diferentes entendimientos que formaron parte de un territorio, hoy limitado a un triste listado del país que no fue.

Se trata de un conjunto de leyendas, mitos, tradiciones, cuentos, cosmovisiones, costumbres, lenguas, que lentamente se fueron perdiendo, en el cual sus prácticas quedaron reducidas a los confines de pueblitos apenas registrados por la historia, meras culturas extinguidas que nos hablan de recuerdos familiares, rasgos étnicos, aprendizajes y enseñanzas: todo aquello que invariablemente conforma una identidad, el sentido de pertenencia a una cultura, la conciencia histórica de un linaje y de un destino, una estadística que representa un conjunto de patrimonios extinguidos para siempre, la imagen de ancianos que se llevaron lo que supieron cultivar, memoria quemada, olvido que crece.

Algunos documentos certifican que numerosas culturas originarias de Argentina desaparecieron, divididos en grupos, tenemos los siguientes casos (Asociación Guadalupe, consulta julio 2020):

Regiones del Litoral y del Chaco, las etnias de los abipones, aguilotes, cainaróes, carcarañáes, chaná-timbúes, chandules o guaraníes del Delta del Paraná, cocolotes (guaykurues), gualachíes (kaíngangs), guaraníes de Santa Ana, mataráes, mbayás, payaguaés, querandíes, yaros y tapes (guaraniés). Dentro de la rama perteneciente a los wichis figuran los agoyáes o guisnay, taynoaés o noctenes y testas. Entre los grupos étnicos con vinculación al tronco vilela encontramos registro de los ataláes o atalayas, guamalcas, ipas, ocoles, pazaines, vacaas, y yecomoampas. Con respecto a la rama de los lules figuran los axostinés, casutinés, esistinés, guaxastinés, oristinés, toquistinés y tambostinés. De la rama perteneciente a los Charrúas o Kaíngangs se encuentran los bohanes. Con relación al tronco chaná figuran extintos los pueblos de los carcaráes, corondas, mepenes, timbúes y calcines. Luego tenemos los jaaukanigas o yaaucanigas (rama de los abipones) y los minuanes (rama de los charrúas). De las regiones del Noroeste, Centro, Cuyo y Patagonia hay informaciones de culturas extinguidas como las de los ayanpitín, capayanes, chichas, haush-manekenks, jujuyes, olongastas y yacampis. Dentro de la rama lingüística del pueblo ocloya encontramos a los amanatas, apanatas, estoybalos, gaipetes, opras, osas, paypayas, tactacas y tilcalaisos. Asimismo, del grupo de los jujuyes se desprenden las siguientes ramas: chirimanos, churumatas y palomos. Finalmente con respecto a los diaguitas existen dos ramas extintas: los pulares y los tucumanastas.

Un listado del olvido, cuya función estadística es cuantificar el olvido. Según la UNESCO, en Argentina figuran actualmente menos de 20 lenguas en peligro de desaparición (entre ellas kunza, avá-guaraní, chaná, puelche, yojwaja, guaraní mbyá, mocoit, selk’nam, pilagá, tapieté, aonikenk, qom, vilela, wichí), al menos el 43% de las 6.000 lenguas -que se estima aún son habladas en el mundo- están en peligro de extinción. De este porcentaje se desprende un caso interesante, la de las lenguas trasfronterizas, de las cuáles en el país, el quechua es un claro ejemplo. Para los lingüistas, ciertas comunidades de hablantes, en contexto de frontera entre países, continúan con las prácticas culturales, logrando comunicar experiencias en una lengua local común. Bajo este sentido, las lenguas transfronterizas son naturalmente dinámicas porque son utilizadas por personas pertenecientes a distintos países, con diferentes registros orales, en lo que pareciera estar ausente las cuestiones gramaticales, en este escenario los códigos lingüísticos van mutando en directa relación con la necesidad de interactuar, ya sea por cuestiones de comercio, actividades sociales o ceremonias compartidas. En el caso del quechua, histórica lengua del antiguo Imperio Inca, se ha convertido en una familia de lenguas indígenas relacionadas, habladas por unos 8 a 10 millones de personas en Perú, Bolivia, Ecuador, Chile, Colombia y Argentina.

Para la UNESCO existen diferentes niveles, que permiten clasificar la vulnerabilidad de cada lengua en relación al número de hablantes:

A salvo: todas las generaciones hablan la lengua y su transmisión de una generación a otra es continua.

Vulnerable: la mayoría de los niños hablan la lengua, pero su uso puede estar restringido a determinados ámbitos (especialmente el familiar).

En peligro: los niños ya no la aprenden en sus familias como lengua materna.

Seriamente en peligro: sólo los abuelos y las personas de las viejas generaciones hablan la lengua. Los miembros de la generación parental, si bien pueden comprenderla, no la hablan entre sí, ni tampoco con sus hijos.

En situación crítica: los únicos hablantes son los abuelos y las personas de las viejas generaciones, pero sólo usan la lengua parcialmente y con escasa frecuencia.

Extinta: sin hablantes, el Atlas contiene las referencias de las lenguas extintas desde el año 1950.

A pesar del contexto desfavorable, todavía quedan paisanos que se resisten a ser considerados fósiles por la sociedad. Se trata de libros vivientes que aún cultivan la pureza de la lengua, con un elevado entendimiento de las costumbres culturales, cuyas incidencias van asociadas a la práctica del lenguaje, a la historia y al capital social de cada comunidad.

Hablar en lengua significa muchas cosas, es por un lado un acto de resistencia identitaria, la noción de que los pueblos indígenas estuvieron ancestralmente ligados a un territorio, por un vínculo que respetó tanto el contexto natural como geográfico. La lengua es también un modo de desarrollo endógeno con repercusión en las prácticas agrícolas, mediante las cuales los chamanes supieron verbalizar conocimientos que más tarde beneficiaron a muchos científicos. En algún punto, el mecanismo de publicación no incluyó la mención por autoría o colaboración, lo que llevó a la invisibilización de los informantes indígenas, sin reconocimiento alguno por parte de la sociedad.

Es válido admitir que las bibliotecas indígenas, los centros de documentación, las radios comunitarias bilingües y los museos etnográficos, son algunos de los espacios vivos que permiten preservar, recuperar, crear y compartir conocimientos de los pueblos originarios,  que inciden positivamente en el fortalecimiento de la identidad cultural, desde donde sea posible generar una sinergia genuina con las prácticas lingüísticas, para lo cual es necesario vincular en dicho movimiento el accionar docente y la Educación Intercultural Bilingüe. Por otra parte resulta deseable incluir, en este contexto, a las editoriales cartoneras, con el fin de poder difundir conocimiento propio en el formato libro de cartón, que las voces bilingües pasen a la escritura y a la pintura, que no haya límites para que llegue lejos lo que cada uno sabe y conoce.

Por ende, es preciso que la biblioteca, como institución gestora de la memoria humana, como mediadora entre la comunidad y el mundo exterior, como espacio de encuentro y vehículo de comunicación, propenda a la equidad social, respetando las diferentes formas de conocimiento e integrándolas entre las etnias que conforman su radio de acción y servicio dentro de la comunidad, es importante que se puedan trabajar materiales bilingües en forma oral y escrita, que el espacio articule actividades con la escuela, que los documentos sirvan de soporte para los docentes, para lo cual será necesario que el bibliotecario dedique tiempo a la investigación de la propia cultura, con ayuda de colaboradores locales y apoyo interdisciplinario.

Será un modo, probablemente utópico, de evitar que el listado de lenguas en peligro se siga extendiendo al paso de los años.

Bibliografía consultada:

UNESCO. Día Internacional de la Lengua Materna:

Moseley, Christopher (ed.). 2010. Atlas de las lenguas del mundo en peligro, 3ra edición. París, Ediciones UNESCO. Versión en línea:  http://www.unesco.org/culture/en/endangeredlanguages/atlas

Endepa. Equipo Nacional de Pastoral Aborigen

Asociación Guadalupe



Nota: la imagen pertenece al sitio Pixabay.

miércoles, 12 de agosto de 2020

Despierta: decires y escritos de las Bibliotecas Rurales de Cajamarca

Una vez fui a la comunidad de Yunchaco, a unas 15 horas de viaje y casi 8 horas caminando. Casi al momento que llegué a la casa del Coordinador, apareció corriendo un niño que me preguntó: “¿Tú eres Alfredo, el que lee?”. “Sí”, le dije. Cinco minutos después estaban casi todos los niños de la comunidad, reunidos, para que les leyera. Es una fiesta. Libros nunca llegaron al campo. Hasta helicópteros han llegado: libros, jamás.


Alfredo Mires Ortiz, cofundador y Asesor Ejecutivo de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca.

Recientemente, desde esta red que pronto cumplirá ni más ni menos que 50 años de servicio en las comunidades andinas de Cajamarca, se publicó un nuevo número de la serie titulada “Decires y Escritos”, en este caso compartiendo una exposición virtual de Alfredo en el conversatorio organizado por Helen Heery y el Equipo de Sarah's Rural Library Fund, Inglaterra.

Dice este bibliotecario que cuando Helen le propuso hablar sobre la historia de la Red, pensó que efectivamente había una historia que contar: el recorrido de una marcha que comenzó en una comunidad campesina, a 6 horas de caminata de donde vivía el Padre Juan Medcalf, en la cordillera al norte de Cajamarca, una marcha que aún hoy va sumando nuevos andares entre los paisanos, quienes cultivan el entendimiento a través de las chacras, las lecturas y los libros que ellos mismos van construyendo: arado, siembra, alimento, identidad, cultura, naturaleza, conocimiento, los términos no se agotan, cobran otro sentido, inspiran un camino, salen al ruedo con una mochila al hombro, hilvanan junturas y abrigos.

Dijo Alfredo: Era la década posterior a los años 60, un tiempo lleno de cambios y conmociones sociales: como que los países y las ideas se estaban reconfigurando. Pero los que seguían sin ser protagonistas de estos cambios, eran los de siempre: las mayorías, los hambrientos, los ignorados por la historia, los pobres y explotados del mundo.
Se intentaron cambios: en el caso de Perú, hasta la primera mitad de la década de los 70, hubo una reforma agraria y una reforma educativa. Pero en un contexto de analfabetismo mayoritario, sin conexión de carreteras ni comunicaciones, nadie sabía realmente qué estaba pasando. Fue en esa situación que Juan empezó con el préstamo de libros en el campo, con lo que él llamó al inicio “Bibliotecas en casa”, y con la idea de posibilitar que –aquel que había aprendido a leer y escribir–, tuviera el material con qué practicar. Porque los libros en el campo no solo estuvieron siempre ausentes: también fueron siempre ajenos.

América Latina, con sus pueblos uniéndose y peleando por liberarse, pasó a llamarse en ese tiempo “El continente de la esperanza”. Pero quizá por eso se fueron instaurando entonces las dictaduras militares. En los años 80 se desató también en el Perú una de las más terribles violencias internas. Aquí en el Perú hay un dicho cargado de racismo: “El indio leído es indio peligroso”. Durante la guerra interna de los años 80, nosotros fuimos perseguidos, encarcelados, nuestros libros fueron quemados; el miedo se convirtió en una sombra y algunos de nuestros “amigos” nos abandonaron. Pero los que nos quedamos, a pesar de todo, seguimos andando.

Bibliotecas Rurales no nació como un proyecto preconcebido: hemos sido siempre como una semilla que germina y vuelve a germinar, regenerándose siempre. O mejor aún, como una chacra a la que siempre hay que cultivar, que es la misma, pero siempre es nueva. Y en este proceso, los más humildes nos dieron la pauta y el ejemplo: ellos han sido siempre los artífices de este camino que no acaba y siempre empieza.
Hoy, tenemos más de 400 bibliotecas rurales repartidas en toda la región Cajamarca, y seguimos siendo una organización autónoma y sin fines de lucro que trabaja sobre la base del voluntariado.

El Contexto
El contexto actual de Perú y Cajamarca es complicado. Somos en este momento el quinto país con mayor número de infectados en el mundo y algunos medios dicen que las cifras de muertes por COVID-19, podrían ser hasta cinco veces más altas que el número registrado por el Ministerio de Salud. Perú ya ha superado los 300 mil casos. Y van en aumento. Cajamarca registra hasta ahora 4500 contagios y 100 fallecidos. En una escala regional del 1 al 26, estamos en el número 17: no somos la zona en las peores condiciones. Pero el virus ha demostrado ser muy comercial: el número de casos se multiplica donde circula el dinero y la población se aglomera para comprar y vender.

Es cierto también que el virus “exhibe las debilidades de la historia de éxito de Perú”: la desigualdad y corrupción siguen frustrando las medidas que se toman para responder a la pandemia. Algunos dicen que “en vez de ser aplaudido como modelo, Perú se ha convertido en uno de los epicentros más críticos del coronavirus en el mundo”. Y en lugar de desatarse la solidaridad, se ha desatado, por ejemplo, la especulación: una bomba de oxígeno que normalmente costaba alrededor de 30 dólares, se encontraba hoy –con suerte– a 1,800 dólares.

En el revés, las Rondas Campesinas de Cajamarca han logrado detener la difusión del virus aplicando los sistemas propios de protección comunitaria. Hay que decir también que en los primeros 15 días del aislamiento, los vehículos –solo en Lima– habrían dejado de emitir unas 90 toneladas de gases tóxicos. En ese lapso se habría evitado también la muerte de unas 120 personas en los casi 4,000 accidentes de tránsito que “normalmente” se producen en el Perú.
A nivel educativo, nosotros pensamos que –en lugar de reinventarse y aprovechar esta crisis– las medidas que se toman son para salir del apuro. Entonces se ha adecuado la enseñanza a la tecnología disponible, aunque los más pobres no dispongan, por ejemplo, de conectividad a internet.

¿Para quiénes es Bibliotecas Rurales?
Debo decir primero que el Coronavirus no vino porque quería hacer turismo: está claro que la alteración o destrucción de los ecosistemas da lugar a la mutación y traslación de enfermedades causadas por diversos patógenos. Es decir, si ejercemos la insolente estupidez de escupir al cielo, deberíamos estar listos para sufrir las consecuencias.
Hoy por hoy, estamos en medio del colapso sanitario y ambiental más grande en toda la historia humana. Esta es una crisis que afecta profundamente nuestra comprensión de la vida, nuestra relación con el mundo, nuestros niveles de sensibilidad y nuestra capacidad para ser solidarios. Ahora es cuando puede medirse el equilibrio entre la codicia y la generosidad; entre el interés privado y el interés comunitario.

Al final esta es una lucha por restituir la esperanza, esa esperanza por la que siguen muriendo tantos. Esa esperanza que anida en la Tierra y en los niños. Como la tierra, los niños son vulnerables, pero son una promesa. Y como los niños, la Tierra es fecunda y anticipa la primavera. Este camino sin descanso es por los niños y la Tierra.

¿Cuál es el impacto de la Red?
Juan Medcalf decía algo muy preciso: “¿Para qué tanta escuela; para qué enseñar a leer si al final no hay nada para leer…?”. El Ministerio de Educación tiene en estos momentos unos 53,000 centros de Educación Inicial, Primaria y Secundaria: ¿cuántas bibliotecas tiene? Cajamarca tiene casi 10,000 instituciones educativas: ¿cuántas bibliotecas? Que yo sepa, ni una sola.

Pero no se trata solo de tener libros, sino de que estos sean apropiados a la vida campesina. Puedo decir con humilde orgullo que nosotros sí tenemos ese tipo de bibliotecas y ese tipo de propuesta. Y propugnamos una lectura y escritura que reivindique la creatividad y la justicia, la dignidad y la soberanía, el abrazo y la alegría.

Los caminos de la vocación
Suelo compartir los trabajos de Alfredo entre bibliotecarios y bibliotecarias que buscan un sentido a la profesión, que buscan un propósito mientras se abren camino con experiencias y proyectos.

Alguna vez, entre amigos, dije que si tuviera que elegir 10 profesionales de la información que hayan inspirado mi vocación por la disciplina, seguramente este bibliotecario peruano sería uno de ellos.

Habría que hacerse la simple pregunta de porque una persona, logró que su llegada a una comunidad sea recibida con alborozo por un grupo de niños, y la respuesta solo es posible admitiendo la vocación de servicio a lo largo del tiempo, permanentemente la profesión genera noticias, a veces relevantes, en ocasiones de carácter secundario, pero cada vez que leo lo que se hace en las bibliotecas rurales cajamarquinas, encuentro elementos propios de una bibliotecología crítica y profundamente humana, que permite vincular el contexto de una chacra con el quehacer bibliotecario, sentido que pervive en su rol social, acaso ejemplos vivos y endógenos que deberían ser material de lectura para los futuros estudiantes.

El recorrido de Alfredo Mires Ortiz deja huellas marcadas en la tierra, imposibles de borrar, por más viento que haya en Cajamarca.

Fuente: Comunicación correo electrónico con Alfredo Mires Ortiz.
Publicación: Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. Serie Decires y Escritos Nº 9. Despierta: Caminos de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. Versión bilingüe español – inglés. Primera edición: julio 2020. Exposición de Alfredo Mires Ortiz, Coordinador de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, en el conversatorio virtual del 9 de julio 2020, organizado por Helen Heery y el Equipo de Sarah's Rural Library Fund, Inglaterra.

Versión para El Orejiverde: