Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

viernes, 14 de marzo de 2014

Cooperativas y bibliotecas

Hace un tiempo tuve ocasión de conocer en una feria artesanal a algunos miembros de la Cooperativa Eloísa Cartonera, quienes ya llevan más de 10 años trabajando, desde que un grupo de escritores y editores se juntaran con cartoneros para elaborar en conjunto la publicación de libros de poesía con materiales de cartón pintados a mano. El contexto social de entonces (Buenos Aires,  plenas crisis 2001)  en donde surgieron muchas cooperativas, microemprendimientos, asambleas, agrupaciones barriales y movimientos sociales,  motivó la inclusión de trabajadores en situación de calle, quienes recogían cartones en sus recorridos habituales facilitando la materia prima de la editorial, a su vez recibían un importe por cada libro vendido. Así, desde la primavera de 2003, que es cuando empieza oficialmente la cooperativa, la idea de cooperativismo y autogestión marcaron la identidad de esta agrupación, entendiendo el trabajo como un bien común, con un carácter dinámico y colaborativo.

Eloísa Cartonera (nombre que refiere a una mujer descendiente de bolivianos que conquistó el corazón de uno de los fundadores del grupo, Javier Barilaro) fue creciendo y adquiriendo impacto. Inicialmente fueron 10 familias las que encuadernaban fotocopias, cortaban cartón, pintaban las tapas y se encargaban de vender y distribuir los libros, entre ellos el poeta Washington Cucurto (su verdadero nombre es Santiago Vega),  que logró entre otras cosas la colaboración de destacados escritores, quienes cedían sus derechos ofreciendo textos inéditos para la editorial.

Hay algo singular en este narrador, inventor y cultor del llamado “realismo atolondrado” (según el autor una mezcla de cosas malas y cosas buenas, habla oral, popular, mezcla de registros, ‘cruza’ de lenguajes), alguna vez lo he visto en un encuentro de poetas en la Boca, arengando al público para que consumiera poesía, en su momento llegué a preguntarme si mucho de lo que hacía era literatura, sin embargo creo que su prosa logra reflejar como las aguafuertes porteñas de Roberto Arlt– un contexto urbano con descripciones asfálticas de una Buenos Aires que hierve en calles hediondas y personajes marginales (muchos de ellos recorriendo las "bailantas" de Constitución, inmigrantes paraguayos y bolivianos,  historias de repositores en supermercados y verdulerías) un mundo que le pertenece y del cual forma parte. 

Desde el plano editorial, lo que propone Washington Cucurto es recuperar el libro, hacer que el libro fuera una “buena noticia” en la vida de las personas. Lejos de hacer una estetización de la pobreza, lo que buscan como cooperativa es compartir la alegría propia de un trabajo digno, hacer entender que lo que hacen es un producto cultural, que no se trata únicamente de un recurso económico de gente en situación de pobreza.

Vayamos a las ideas simples de este emprendimiento que ya fue replicado en más de 20 países. Es una evidencia que una de las fortalezas más significativas de toda biblioteca lo represente la producción del propio acervo. Las bibliotecas deberían destinar un espacio para la producción local de documentos, ya sea historias de vida, biografías, historia local y/o costumbres entre otros. Un modo genuino es mediante la realización de entrevistas sustentadas en trabajos previos de investigación (una práctica frecuente en comunidades indígenas y rurales),  constituyendo un archivo oral, y la posibilidad de que el usuario pueda escuchar en un dispositivo el testimonio, pero es cierto que mucha gente prefiere leer en papel, por lo cual este tipo de producciones comunitarias (artesanales, de bajo costo, sumamente prácticas) permite sumar ingenio, sentido estético e inclusión social, ofreciendo la posibilidad de transcribir las grabaciones en objetos decorativos y representativos del acervo local.

Documentar la memoria es un trabajo que desde hace siglos vienen haciendo quienes incursionan en bibliotecas, archivos, museos y centros de documentación, registrar aquello que por diversos motivos no forma parte del circuito editorial y cultural implica una tarea valiosa que requiere del trabajo interdisciplinario, permitiendo la inclusión social de aquellas personas sin recursos. Seguramente los miembros de esta cooperativa aportan un buen ejemplo desde el plano literario, ya que suelen ofrecer materiales que difícilmente puedan encontrarse en el circuito de las librerías.

Mientras tanto Eloísa Cartonera tiene un nuevo proyecto.  Piensan comprar un terreno en Florencio Varela (una hectárea de extensión), construir una casa y hacer una huerta orgánica, en el futuro también aparece la posibilidad de crear una escuela agraria, en eso están aquellos que nacieron bajo una crisis política y social, y desde entonces encarnan una poética de la resistencia.



Sitio Web:
http://www.eloisacartonera.com.ar/