Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

martes, 16 de febrero de 2016

Las casas de las palabras de las comunidades amazónicas


El paisaje es un libro que se lee...
Hace años, en un congreso sobre interculturalidad y Biblioteca Pública que se realizó en Bogotá, Colombia, el filósofo, investigador, docente, poeta y fotógrafo Fernando Urbina  Rangel compartió conocimientos que le fueron confiados por paisanos huitotos y muimanes (nación amerindia que habita en la Amazonia colombo-peruana) a los cuales frecuentó por mucho tiempo, y que le llevó a comprender que “el paisaje es un libro que se lee, si se deteriora no se puede leer”.
Esta frase provocó múltiples reflexiones sobre el sentido de las bibliotecas en comunidades indígenas, tenía relación directa con la idea de representatividad de las casas de las palabras en contextos multiétnicos, y fue entonces que escuché por primera vez sobre las malocas, casas comunales del amazonas, que son tenidas como duplicados del universo, duplicados hechos a escala del hombre, pero que comprenden (resumen, sintetizan) la totalidad.
Su construcción no puede ser arbitraria, debe respetar la ubicación de las estrellas y realizarse según el criterio arquitectónico indígena, de lo contrario, una maloca puede “deteriorar el paisaje”.

Es el lugar ritual por excelencia, la síntesis Universo-Memoria, donde el abuelo (eje de los mundos y de los tiempos), es la autoridad máxima, cuya misión es enseñar, curar, entregar las plantas, hacer los bailes, dirigir y señalar a las personas que deben encargarse de la construcción y reparación de la maloca, de la hechura del maguaré (tambor ritual), la simbología tradicional ubica al abuelo sentado en el mambeadero (útero de la madre-maloca, el lugar más sagrado de la gran choza comunal), engendrando la palabra, (el saber) a la comunidad humana, sentados en media luna en bancos-de saber, de mínima altura. Junto al abuelo permanece en vela su esposa, que es su respaldo, y en cierta medida, su mayor fiscalizadora. Estos espacios suelen ser frecuentados en rituales (eventos cósmicos totalizadores) como en tareas colectivas de interés comunitario (donde es preciso que las palabras se transformen en obras).
El canasto del saber...
Para estas culturas la palabra tiene una importancia decisiva, según Fernando Urbina su poder creador, vitalizador y cosmológico la convierte en la noción y realidad fundamental del sistema, “Es la primera concreción de los murmullos primordiales: la ausencia-aire-Palabra, que una vez configurada le confiere existencia a las cosas nombradas entre los sueños de los demiurgos primigenios”, el hilo de la palabra va tejiendo la trama del canasto, “el canasto del saber” que lo es todo, los hombres que pretenden vivir a plenitud han de tomar el hilo de la historia y a partir de el y siempre en el, ir tramando el tejido de su vida que será su propio canasto, cuyo contenido será el saber, el total entendimiento de las cosas.
Cabe aclarar que el etnónimo –término para denominar una etnia– fue producto de un “acuerdo” entre lingüistas y autoridades tradicionales indígenas, sin embargo para el autor  la importancia del nombre propio en la lengua de origen es un problema cultural profundo que no se resuelve con una declaración formal entre lingüistas y antropólogos, su estudio obliga a remontarse varios siglos atrás. Dice Fernando Urbina: Tanto los muimanes como los huitotos poseen una lengua emparentada con el bora (que también denomina otra nación amazónica), razón por la cual los lingüistas la denominan «muinane-bora», cuando el reconocido investigador les pregunto a los muinanes cómo llaman a los uitotos, le respondieron diciendo que los llaman murui; este entendimiento se debe a la ubicación geográfica que en el caso de los huitotos equivale a las cabeceras de los ríos que fluyen hacia oriente (de hecho occidente lo conocen como murumio) ya que los uitotos eran gente de cabeceras en tanto que los muinanes lo eran de las bocanas. Así pues, «los uitotos son de arriba», en tanto que «los muinanes son de abajo», con lo cual a los que vivían hacia el occidente los llamaron murui, mientras que aquellos que eran vecinos de los muinanes, o sea los que vivían más abajo, hacia oriente, los denominaron muina o «muinanes no propios», como si fueran muinanes pero sin serlo. Reuniendo los dos tendremos entonces la denominación murui-muina, que algunos antropólogos usaron para designar a los uitotos.
La razón principal para proponer la denominación murui-muina para los uitotos tiene relación con las malocas indígenas, ya que tradicionalmente se han venido escalonando a lo largo de las riberas de los ríos, que son la principal vía de transporte. Así, cuando la gente de una maloca invita a las de otras a un baile, los invitados han de concurrir desplazándose desde arriba –cabecera del río–, o desde abajo –a donde fluye el río–; se dice entonces que «quienes llegan desde arriba, vienen como murui», y «quienes llegan desde abajo, vienen como muina».
Sería para discutir en otro artículo el complejo tema de las auto-denominaciones indígenas y los términos con los que sin embargo son representados por la sociedad occidental, en muchos casos se conservan denominaciones despectivas de culturas consideradas inferiores, desconociendo que los paisanos son gente, y que como tales se reconocen en su lengua materna, lejos de las interpretaciones erróneas que desde hace décadas fueron volcadas en los libros y enseñado por los maestros en las aulas.

Pensando bibliotecas como malocas
Hay preguntas y cuestionamientos que son inevitables, nacen desde la vocación pero deben hilarse bajo un ejercicio crítico, donde sea posible abrirnos a las verdades de los otros, proponiendo las nuestras sin apagar las otras, una genuina coexistencia de las ideas. Si por algún momento nos fuera dado situarnos en el contexto de la selva amazónica, allí donde no existen bibliotecas y probablemente no exista necesidad de ellas, que un bibliotecario, luego de comprobar en base a sus investigaciones que la cultura oral de una comunidad corre riesgo de perderse y que, siempre atendiendo a su criterio académico y desde una posición respetuosa hacia otra cultura, considera necesario proponer la instalación de una biblioteca en medio de la selva para salvaguardar dicho conocimiento, esa acción, aún contando con buenas intenciones y favoreciendo la recuperación de un patrimonio ¿no deteriora en cierto modo el paisaje?
¿Debemos pensar bibliotecas como malocas?

Hay una enorme disyuntiva: el corpus académico de las ciencias de la información puede contribuir a preservar conocimientos orales que hacen al patrimonio cultural, pero el carácter orgánico de su estructura interna (la sola idea de su arquitectura) puede significar una intromisión, un elemento ajeno a la cultura, una imposición desde otra vereda. Es necesario tomar herramientas propias de la descripción densa para entender de qué estamos hablando. Seguramente la construcción, si resulta aceptada, debería seguir los criterios y fundamentos de una maloca, pero probablemente no podría tener un vínculo genuino con la gente, ya que históricamente nunca lo necesitaron. Si corremos el contexto y lo ampliamos, como bibliotecarios estaríamos ante un debate complejo sobre la idea de concebir bibliotecas en comunidades, la respuesta solo es posible de obtener con un diálogo profundo, en modo horizontal, generando propuestas bajo la representación canónica del tiempo en las culturas orales: el círculo.
Toda maloca es circular, la palabra se genera desde un plano horizontal, la construcción no altera la biodiversidad ecológica y respeta una ubicación cosmológica.
Toda biblioteca debería prolongar en diferentes soportes el sentido de la palabra compartida, pero eso significaría fijar las palabras para luego poder recrearlas, con lo cual estaríamos alterando un orden primigenio, una construcción de sentido. Desde el punto de vista intercultural el resultado podría generar intercambios enriquecedores, desde el punto de vista nativo el modelo sería difícil de comprender, porque simularía un laboratorio donde buscar adaptar un sistema de entendimiento ajeno, para poder expresar al resto de la sociedad como entendemos lo que los paisanos entienden, con lo cual perdería sentido.  Así planteado, las personas podrían malinterpretarse como unidades de análisis y no como usuarios que generan su propia información.
No existen protocolos, directrices o normativas  que impliquen por sí mismos guías adecuadas para generar modelos representativos como las malocas, porque en dichos contextos no se incluye el entendimiento local de quienes viven bajos otros parámetros culturales,  limitando en algunos casos la interpretación ajena  (explicando explicaciones) como modo de concebir una intervención o proyecto. Así también resultan comunes las actitudes paternalistas que buscan modificar los comportamientos suponiendo un beneficio social que en el fondo no comprenden. No suele ser frecuente la  necesidad de cultivar conocimiento con informantes locales, visitando realmente los sitios de interés, estableciendo comunicaciones directas con los libros vivientes que por lo general no figuran en las citas correspondientes luego de haber sido consultados, el foco parecería estar puesto en nombrar conceptos para luego instalar etiquetas asociadas con el nombre propio del investigador, mientras estas situaciones prevalezcan solo estaremos interpretando Interpretaciones en modo acrítico, lejos de entender siquiera el interior de una maloca, el verdadero significado de una biblioteca.
Es preciso que la idea tenga un cuerpo. Muchos bibliotecarios, desde diferentes países de América Latina, han aportado teorías, metodologías y trabajos de campo, pero el cuerpo aún es una tibia discusión que necesita fundamentos sólidos para ser representado.
Las malocas suelen ser recintos donde la memoria encuentra un eje desde donde fortalecer la propia identidad, las bibliotecas fijan en soportes los tiestos de esa memoria ¿cómo emparentar ambos espacios y porqué? Los ancianos marchan y la memoria histórica se va modificando, el accionar bibliotecario recupera aquello que desde siempre los ancianos supieron compartir, les otorga elementos a los más jóvenes para tener conciencia de su pasado, no podemos plantear estas ideas desde los centros urbanos sino bajo un entendimiento periférico, que es desde donde se urden los conocimientos endógenos de aquellas culturas que bordean los ríos. Una maloca se comparte en comunidad, al igual que las bibliotecas, su principal fortaleza es la gente, y su acervo es absolutamente inmaterial. Lo que una maloca comparte es la palabra en un contexto oral, lo que una biblioteca comparte es el conocimiento perpetuado en un soporte. Deberíamos empezar a discutir un plano en el que ambos entendimientos encuentren un puente poblado de parábolas, que la construcción del mismo fortalezca lo que cada comunidad guarda en su memoria colectiva. Es una tarea que requiere de una profunda comprensión intercultural, cuyos límites no fueron frecuentados por quienes estudiaron las anónimas obras que los paisanos grabaron en una piedra.
A modo de epílogo, considero valiosas estas palabras del autor:
"Toda realidad cultural se diversifica hacia atrás en un montón de raicillas cuya conjunción produce el origen de algo. Todo problema cultural es como un árbol con muchas raíces que se van diversificando hasta volverse hilos imperceptibles que son, precisamente, los orígenes de las cosas. Por eso este tipo de problemas (el del origen) nunca se acaba, lo apasionante es tratarlos, porque hay una vocación irremediable del espíritu humano por entender los inicios del universo y el destino. Esas son las dos preguntas fundamentales de la existencia: de dónde es lo que es y para dónde va".
Así entonces, deberemos empezar, una vez más, la construcción.
Bibliografía consultada:
Las palabras del origen. Breve compendio de la mitología de los uitotos / Fernando Urbina Rangel. Consultar enhttp://www.banrepcultural.org/sites/default/files/89037/04-Las-palabras-del-origen-Breve-compendio-de-la-mitologia.pdf

Un hombre camuflado en los mitos / Fernando Urbina Rangel. Consultar en:  http://historico.cartauniversitaria.unal.edu.co/ediciones/02/06.htm

Las palabras del origen: breve compendio de la mitología de los huitotos / Fernando Urbina Rangel Consultar en:
Notas para un "diálogo de saberes" / Fernando Urbina Rangel. Consultar en:
El autor de los artículos consultados, Fernando Urbina Rangel, nació en Pamplona (Colombia) en 1939, graduado en Filosofía en la Universidad Nacional de Colombia, ejerció como profesor en dicha institución desde 1963 hasta 2004. Ha realizado treinta y dos trabajos de campo entre comunidades indígenas de Amazonia, Orinoquia, Chocó y Guajira, sobre estos temas ha publicado 6 libros y alrededor de 40 artículos. Su último libro es DÏÏJOMA - El hombre serpiente águila - mito uitoto de la Amazonía, basado en el relato del abuelo muinane don José García, quien compartió mitos amazónicos narrados en lengua uitoto, en la Amazonía colombiana. Como fotógrafo ha presentado exposiciones individuales. Fue fundador y codirector del Grupo de Estudios sobre Pensamiento Abyayalense (Amerindio) y fundador y curador del concurso "La esquina del poema" (Universidad Nacional de Colombia - Casa de Poesía Silva)
Nota: las imágenes pertenecen a estos sitios Web:
http://www.heeyaiagodobakari.info/ 
(Hee Yaia Godo – Bakari El Territorio de los Jaguares de Yurupari)

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