Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

viernes, 16 de noviembre de 2012

La fuerza de las palabras



En esta ocasión quisiera ampliar la mirada sobre un tema que alguna vez difundí, pero que por su relevancia merece una cobertura más amplia. La singular experiencia de un hombre llamado José Alberto Gutiérrez, conductor de un camión de la basura en los barrios del norte de Bogotá, Colombia, que ha logrado recolectar miles de libros desde 1998, con los cuales ha organizado cerca de 20 bibliotecas barriales.
Libros condenados al abandono fueron salvados para ofrecer acceso a la cultura a barrios carenciados. El transportador de residuos ha logrado que en el barrio La Nueva Gloria, localidad de San Cristóbal Sur, se inaugurase la primera biblioteca pública con materiales encontrados en la basura. Este “ratón de biblioteca” tal como gusta llamarse, ha denominado a esta unidad de información “La Fuerza de las Palabras”. 

Cuenta la leyenda que uno de los primeros libros que José encontró fue la novela Ana Karénina, de León Tolstoy, reconocido novelista ruso del siglo XIX, fue tal el impacto de la obra que incluso un retrato del escritor decora un ambiente de su casa. A partir de allí el bibliotecario-recolector empezó a gestar la idea de construir una biblioteca comunitaria, incluso fomentaba entre sus compañeros de trabajo lo interesante de cada libro leído, habría que tomar este ejemplo para evaluar el impacto de la promoción de la lectura en espacios vulnerables, como incluso las conversaciones laborales cambiaban su rumbo cuando aparecía José el “ratón de biblioteca”.

Lo que arroja la gente es realmente inquietante: en el caso colombiano se registraron colecciones históricas de las guerras mundiales, enciclopedias completas de Salvat y Cumbre, colecciones de filosofía griega, pasando por antologías exclusivas de obras de Borges y Cortázar.
Si los libros están rotos, José Alberto contará con la ayuda de su esposa, Luz Mery Gutiérrez, quien es la responsable de restaurar las solapas y portadas de los diversos materiales que a diario rescata su marido. Todo un ejemplo de trabajo colaborativo. Ellos han logrado que su propia casa, que es donde funciona la biblioteca, se convierta en centro de reunión de la comunidad.
Es para imitar, pero también para analizar.

Desde el mundo de los libreros se encuentran anécdotas sorprendentes, quien suscribe a conocido la librería “recuperador urbano” que tiene una particularidad, su dueño le compra cajas de libros a los cartoneros, quienes separan lo que encuentran de la basura mientras realizan sus recorridos habituales, el librero posteriormente clasifica y los pone en venta, muchos de esos libros son ejemplares únicos para coleccionistas, por lo general primeras ediciones de novelas históricas como así también colecciones completas de revistas culturales y deportivas. A todo esto se le suman discos de vinilo, artefactos varios, objetos decorativos y hasta pinturas.

En otra ocasión -no recuerdo la fuente (salió publicado en un periódico, años 90)- se realizó un concurso de poesía en un barrio de Capital Federal, Buenos Aires, entre las normativas de la convocatoria figuraba presentar los poemas en carpetas anilladas, al final de los requisitos se advertía que las obras no seleccionadas serían destruidas en la vía pública. Dicha tarea quedó en un integrante del comité seleccionador, quien tuvo el encargo de hacer destruir las carpetas no retiradas por sus autores, pasado el tiempo reglamentario, como las carpetas que quedaron en la sede de esa asociación eran muchas, esta persona no se animó a romperlas y tuvo un gesto piadoso, afuera sobre la vereda habían dejado un volquete seguramente para materiales de una obra en construcción cercana, el hombre decidió poner allí las carpetas, y desde la ventana tuvo curiosidad por observar las reacciones de los ocasionales transeúntes, recuerda el primer caso, una señora (o señor) que se detuvo, hojeó unas carpetas, se quedó con algunas, desechó otras y se retiró, luego vino una joven, quien apoyó su cartera y empezó a hojear tranquila, se llevó varias carpetas bajo el brazo, en un momento había más de 3 personas hurgando poesía, seleccionando, descartando, guardando, al final del día el volquete quedó vacío.

Esto es algo mucho más significativo que la serendipia, que como se sabe es aquello que terminamos eligiendo sin haberlo ido a buscar de antemano. Encontrar un libro en el suelo o en un basural y salvarlo de dicho destino, es asignar valor a lo que ha sido despreciado, habría que desarticular esta palabra (valor) y cifrarla por dentro para entender porque suceden estas cosas.
Y otro hecho que he notado, es poco el tiempo que el bibliotecario destina a las colecciones antiguas que no han sido revisadas o ingresadas a los catálogos, en especial con instituciones públicas y educativas,  así encontré una vez un libro de Almafuerte, autografiado por su autor, en un estante de libros descatalogados,  pero de acceso abierto para los alumnos de un colegio, así también hace un tiempo alguien encontró una caja con cartas de escritores en la SADE, de enorme valor histórico, con textos que se creían perdidos, lo mismo ha ocurrido en el campo de la cinematografía con el hallazgo de Metrópolis.

Viene bien recordar, de tanto en tanto, aquel prólogo que Borges escribió para la colección que lleva su nombre.

Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni retórica. La rosa es sin porque, dijo Angelus Silesius; siglos despues, Whistler declararia El arte sucede. Ojalá seas el lector que este libro aguardaba”.

Todavía recuerdo una noche, en una calle de barrio del sur bonaerense, encontrar un libro escrito en árabe, y en una de sus páginas, un retrato de José de San Martín

2 comentarios:

  1. I like much to read, my passion was born in first year of childhood... invite and sustain the readers! I appreciate much the people doing a little for book!
    Elena S.

    ResponderEliminar
  2. I'm happy for every person invite the childrens to read! Or adults who forgot the books... I love to read... this was born in first class school in my childhood... my parents, grandmother learned me poetry and wok up in me the curiosity for more...my relatives - one of aunts teacher. Much time grades 1-7 school library , my homeroom teacher , teacher native , inspired my love of caring for books and librarian called me ! I read school books from the Library , and I bought and added to the small library of parents - (AS Makarenko - book for parents and others how to care vine, Habits of insects - IHFabre , medical dictionary.. for moment what I remember the titles off book of poetry Eminescu Romanian , G.Cosbuc .. many others) I liked much the documentair about Jose Alberto Gutierrez las forza de la palabra!

    ResponderEliminar