Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

viernes, 10 de julio de 2020

El acto de imitar a la naturaleza



En un documental que refleja la vida de Miles Davis, el genial trompetista, aparece un testimonio en donde afirma que Davis solía ir al bosque con su trompeta, tratando de imitar los sonidos de la naturaleza, si por ejemplo escuchaba un pájaro cantando, intentaba representar ese sonido con su instrumento, se trataba de un proceso de imitación y de creación original (que sobrevuela en parte la Poética de Aristóteles) que lo llevaba a componer dentro de un contexto determinado, lo mismo ocurría con el sonido del viento entre las ramas, el aroma de la lluvia, los colores de las flores, todo le era permitido representar, recuerdo que cuando escuché esto le vi absoluto sentido a ese modo de entendimiento, un verdadero acercamiento a la práctica de experimentación artística, en donde necesariamente se deja de lado la teoría académica, el no acatamiento a discernimientos comunes, el dejar de concebir a la educación como un depósito de conceptos a ser interpretados en un aula, el resultado refleja una comprensión diferente, es posible afirmar que desde el punto de vista musical Miles Davis generó nuevas aproximaciones y nuevas lecturas de la realidad.

El documento fílmico me hizo retrotraer a una experiencia compartida en la comunidad Qom de Derqui, la vez que el libro viviente Mauricio Maidana contó sobre un músico del Espinillo, en la provincia de Chaco, cuyas canciones, ejecutadas con el violín de una sola cuerda (n'viqué), lograba imitar el sonido de los diferentes pájaros del monte chaqueño, así como recrear musicalmente el tono de las conversaciones que algunas personas podían compartir bajo la sombra de un algarrobo.

Parecería que la respuesta la tenemos siempre delante nuestro, y sin embargo en variadas ocasiones, mucha gente se empeña en manifestar una copia de lo que ya ha sido descubierto, es algo que se evidencia no solo en las creaciones artísticas, también lo vemos en las aulas, en los cursos que se ofrecen por la Web, en las noticias que se comparten por redes sociales, la ciclicidad de dicho criterio recae en como nombrar lo que ya existe como si fuera novedoso.

Las expresiones propias, que conllevan tiempo y trabajo, suelen beber de ciertas orillas cuyas aguas han aportado cauces genuinos en un determinado campo profesional, a veces suelo observar ciertos planos, plausibles de ser emulados bajo adscripciones académicas, en donde resulta evidente que para algunos educadores alcanza con que los alumnos tengan una descripción externa de la caverna de Platón, otros optan por entrar siguiendo una estructura vinculada con información contextual, finalmente los hay quienes deciden aventurarse a pensar-refutar-relacionar ideas, acompañando a los estudiantes hasta dónde llega la “madriguera de los conejos”, y de allí al resplandor terrenal, discutir el porqué del circuito, la razón detrás del argumento.

Sería interesante entonces, en este ejercicio, trasladar una inquietud a nuestro campo profesional, ingresar a un depósito lleno de libros, quedarnos un largo tiempo analizando los materiales conservados en esos estantes, pensar en la información que contienen esos documentos, reflexionar sobre la construcción de conocimiento, y salir de ese recinto con la idea de cambiar las cosas, porque uno de los problemas es la ausencia de lecturas de todo aquello que forma parte de nuestro contexto laboral, porque sin abordajes específicos no es posible la articulación con las ideas, ni tener conocimiento de las eventuales demandas de los usuarios, no es viable asignar etiquetas de aquello que se desconoce, trasladado a una biblioteca, y en especial a un catálogo, aplicar este criterio implica construir artefactos con notas marginales, acervos comentados, testimonios orales, multiplicar las notas de contenido, potenciar la noción de “sociedad del conocimiento”, tender puentes allí donde hay caminos.
                                                                                             
Podríamos empezar por emular procesos creativos presentes en la naturaleza, entendimientos ilustrativos que surjan por intermedio de la observación atenta: concebir la arquitectura de un panal, registrar la circularidad de una tela de araña, imaginar la subterránea construcción de un hormiguero, advertir la curva perfecta del nido de hornero, variaciones que terminan incidiendo en una suerte de collage, tejido bajo el plano de múltiples posibilidades, en el que infinidad de temas condensarán diversidad de entendimientos, conceptos nuevos concebidos sin intermediarios, acaso un modo de corresponder la realidad con discernimientos propios, una manera probablemente genuina de no homogeneizar la capacidad de raciocinio, de pensar bajo otra lógica nuevas problematizaciones, de no alambrar el concurrido recinto del aprendizaje.

Si bajo estos métodos la información se dinamiza, el rol del agente social cobraría otros matices, tendría el mismo valor de quienes en un museo observan por un largo tiempo una pintura, o de quienes escuchan con atención un disco, o leen con cuidado un libro: se trata de destinar tiempo para cultivar un inevitable plano cubierto de arborescencias.

En tal sentido son muchos los momentos en que me pregunto si los alumnos de Bibliotecología acceden a estas posibilidades de construir conocimiento en las aulas, cuantas veces optamos por encontrar consuelo en las evidencias, a instancias de un docente que las comparte sin incluir la desconfianza, sin necesidad de preguntarnos si vale la pena refutar lo que parece destinado a conformar y aplacar, en modo complaciente, el mínimo atisbo de un pensamiento crítico, aplanando invariablemente la curiosidad de algunos estudiantes. La pregunta es, cuándo permitimos como docentes que el alumno se interne solo en el bosque, luego de darle algunas herramientas, y encuentre, o al menos trate de hacerlo, su propia voz y su propio criterio para correlacionar prácticas y pensamientos.

El tiempo pasaría a ser una variable a considerar, porque no alcanzaría para acompañar todas las eventuales construcciones, un problema bibliotecológico puede llevar meses de resolución, pero que valdría la pena intentarlo no me cabe duda, ya que al igual que en la filosofía, su abordaje nos llevaría a la creación genuina de conceptos.

Algo así me ocurrió una vez en un aula de Bibliotecología, luego que una alumna aportara datos lingüísticos y descripciones de costumbres sociales sobre la cultura guaraní, cuyas impresiones atravesaban el texto trabajado en clase, a los pocos minutos un debate sobre las diferencias culturales en el seno de las propias comunidades (indígenas, inmigrantes, afrodescendientes) ocupó el recinto, y modificó la tarea pensada para la otra clase, hubo un momento en que nadie quería quedarse afuera de compartir experiencias ligadas con recuerdos familiares, y cómo dicha práctica tenía sentido con el rol social de la profesión, creo que ese día todos aprendimos algo.

A veces, es la estructura la que otorga una impensada libertad.

Fuente:

The Birth of Cool: La historia de Miles Davis y su música (2019). Duración 112 min. Estados Unidos. Stanley Nelson, dir. Coproducción: Estados Unidos-Reino Unido; Firelight Films.

Documento oral sobre el violín N’viqué. Entrevista a Mauricio Maidana (2013). Disponible en: http://librosvivientes.blogspot.com/2013/02/documento-oral-sobre-el-violin-nvique.html

Nota: la imagen pertenece al sitio Web Pixabay.

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