Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

miércoles, 22 de abril de 2020

Rafael




… una piedra, una hoja, una puerta ignota; de una piedra, una hoja, una puerta. Y de todas las caras olvidadas. Desnudos y solos llegamos al desierto. En su oscuro seno, no conocimos el rostro de nuestra madre; desde la prisión de su carne, vinimos a la prisión indecible e inexplicable de este mundo. ¿Quién de nosotros conoció a su hermano? ¿Quién de nosotros observó el corazón de su padre? ¿Quién de nosotros no estuvo siempre prisionero? ¿Quién de nosotros no será siempre un extranjero solitario? Erial de perplejidad, en los ardientes laberintos; perdidos, entre brillantes estrellas, en esta tediosísima ceniza, ¡perdidos! Recordando sobrecogidos, buscamos el gran lenguaje olvidado, el perdido sendero que conduce al cielo, una piedra, una hoja, una puerta ignota. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¡Oh fantasma perdido, batido por el viento, vuelve a nosotros!

Tom Wolfe, El ángel que nos mira

Alguna vez compartí este texto con mi amigo Rafael, siempre me pareció clarividente el inicio de “El ángel que nos mira”, un libro que aún espera ser leído, en su momento me bastó una versión cinematográfica para darme cuenta (y no darme cuenta) que lo que allí decía representaba una clamorosa invocación hacia las antiguas formas de concebir la literatura -especialmente la poesía- el deseo de que la belleza y la verdad, luminosamente descubiertas, vuelvan desde los ardientes laberintos a poblar los nuevos cielos de los poetas, hoy pienso si alguno lo ha logrado, ahora que las formas de la literatura encuentran otros esquemas, otros métodos, otros tipos de composición, algo une sin embargo: el trabajo con las palabras.

Podría trasladar esta forma de entendimiento a los esenciales documentos que antiguos bibliotecarios nos legaron, podría simplemente compartir una digresión, acaso furtiva, en medio de este contexto, cuando de algún modo tiene que ver con mi ejercicio diario, mi trabajo como profesional de la información.

Rafael llegó a decirme que “volver al encuentro desnudo y virginal, del poeta con la belleza y la verdad es el único objetivo que justifica el trabajo con las palabras”, esto lo dijo en un momento en que un tratamiento oncológico lo estaba llevando a experimentar “la prisión indecible e inexplicable de este mundo”.

El martes 21 de abril, por si faltaba algo más que acelere lo inextricable del destino, mi amigo Rafael Bardas se fue de este mundo luego de haber contraído coronavirus, en un hospital de New York, quiero homenajear lo que representó para mi su ayuda desinteresada, las traducciones que hizo, las opiniones siempre valiosas, desde la mirada de un filósofo con título de arquitecto, era inevitable compartir varios mails a la semana, invariablemente a las pocas horas aparecía su respuesta.

Los irremplazables se van yendo, lo que sigue es la complicada tarea de enfrentar nuevos problemas sabiendo que no tendremos referentes para poder solucionarlos de la mejor manera posible.

Como hojas de otoño, van cayendo sus palabras:  
no puedo dejar de aceptar ésta, mi curiosidad de hoy. Una curiosidad muy amiga de la duda. Emparentada con la ignorancia. Con la incertidumbre. Con el no saber. Con el silencio. Con la no respuesta. Una curiosidad condenada a ser una eterna incógnita. ¿Eterna? ¿Qué es la eternidad? “Algo” que no tiene principio ni fin, dicen. Pero no tener principio ni fin es un sin sentido. Entonces…ese “algo” ¿es o no es? Parece que sí es…pero como no lo podemos entender, lo hemos llamado “misterio”.

Lo que escribió Wolfe nos recuerda lo que otros pudieron, y le pedimos secretamente a ese fantasma, a ese modo de creación y de entendimiento, que vuelva a nosotros.

Así también espero que este gran amigo, esté donde esté, pueda completar en otro lugar lo que no supo o no pudo en esta vida, vaya mi profunda gratitud por haberme acompañado con su amistad.

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