donde hay peligro, crece lo que nos salva
Hölderlin
El tiempo pasa de otra manera, los silencios se acumulan, las imágenes no registran movimiento, el temor adquiere muchos rostros, lo inevitable va tejiendo penumbras con el mismo hilo de la incertidumbre, las curvas que trazan los matemáticos auguran pesadillas propias de una dolorosa crisis sanitaria, ya no asistimos al trabajo, cambiamos las costumbres y cumplimos en lo posible con las normas.
Las consecuencias del Coronavirus provocaron cambios en la naturaleza, que de algún modo terminan equilibrando el permanente desbalanceo que la sociedad genera, ya se advierten disminuciones de la contaminación del aire en el norte de Italia, así como una reducción dramática de las concentraciones de dióxido de carbono en algunas regiones de China, consecuencia de las medidas adoptadas por los gobiernos (cierre de fábricas, vacío de personas circulando por las calles, cese de actividades comerciales, interrupción del turismo en contextos fluviales, entre otras), con el fin de poder detener la propagación de la enfermedad.
Es preciso orientar la reflexión, los bibliotecarios gestionamos
información, lo cual nos ubica en un plano cercano a las trincheras que tantos
médicos, enfermeros y científicos están ocupando con valor, no aprender de esto
sería un retroceso cultural y social muy grande, va a ser difícil evaluar en el
corto plazo este escenario, porque lo terrible es que aún no sabemos cuántos son los infectados, esa invisibilidad limita toda construcción, la pregunta que
deberíamos plantear es si sabremos interpelar aquello que el destino nos
provocó, no se trata solamente de medir con palabras estos tiempos críticos.
No
sé porqué pensé en las bibliotecas humanas, una vez Mirta Pérez Díaz, a propósito
de esta experiencia comunitaria, se preguntó como bibliotecaria que nos estaba
pasando como sociedad, que para lograr un encuentro de personas hubo que
pautar la iniciativa desde una biblioteca, en vez de que se diera naturalmente, nos
habíamos dado cuenta, tardíamente, que nos estábamos perdiendo la posibilidad
de un encuentro con el otro, ahora no hay forma de comunión posible, al menos
desde la noción de lo que significa compartir el espacio, es una lucha de
resistencia desde el propio lugar de encierro, donde simplemente esperamos,
mientras descubrimos nuevas formas de entendimiento, es curioso que desde el
aislamiento estemos comunicando la eventualidad de una esperanza, algo que nos
ayude a pasar el día, algo nuevo que aprender.
Esta pandemia nos pone a prueba como civilización, ya aparecieron los héroes tanto como los villanos, presenciamos gestos nobles, escuchamos aplausos, y vimos hasta que punto la imbecilidad se cubre íntegramente con los atavíos del egoísmo.
Esta pandemia nos pone a prueba como civilización, ya aparecieron los héroes tanto como los villanos, presenciamos gestos nobles, escuchamos aplausos, y vimos hasta que punto la imbecilidad se cubre íntegramente con los atavíos del egoísmo.
No sabemos que viene después, pero no perdamos la memoria, hay
que multiplicar todo lo que aprendimos en las aulas, que cada uno desde su
lugar haga su trabajo de la mejor manera posible.
Fuente: Agencia
Espacial Europea
Nota: la imagen corresponde al siguiente sitio.
Estimado Daniel, hace poco descubro tu blog y me quedé fascinado con la lucidez y el compromiso político que contiene. Redescubrí la profesión del bibliotecólogo (lo que me llevo a una pequeña crisis identitaria sobre qué carrera seguir), y a la vez me llevo a conocer en profundidad gracias a tu blog muchísimas reflexiones, anécdotas, autores desde la perspectiva de esta profesión cuya popularidad todavía está gestándose. Como aspirante a politólogo, mi pasión está en las estadísticas y en las teorías acerca del poder, pero sin duda una parte de mi, desde ahora, comparte las inquietudes académicas de la bibliotecología. Ojala que la interdisciplinariedad me lleve a cruzar caminos con esta hermosa disciplina. Saludos
ResponderEliminarte estaremos esperando!
ResponderEliminargracias por el comentario.
un abrazo.