En
1998, el año en que José Saramago fue galardonado con el premio Nobel de
Literatura, una serie de reflexiones políticas del escritor portugués fueron
guardadas en su computadora, en uno de esos textos, planteó una serie de
interrogantes sobre la situación de Chiapas en relación a los recursos naturales
y la conflictiva realidad social, que hoy, más de 20 años después –y en un
ejercicio crítico que podría abarcar, salvando las distancias, contextos diferentes pero similares como las salinas
del norte argentino, las reservas de gas de Bolivia y el petróleo Venezolano–
siguen teniendo vigencia en la región.
Cuando
Saramago escribía su diario inédito, el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN), al mando del mítico subcomandante Marcos (“el comandante es el
Pueblo”), ya llevaba 4 años de existencia, mostrando al mundo otra forma de
entendimiento bajo la experiencia de prácticas revolucionarias de carácter
comunitario, se sabe que el poeta lusitano estuvo reunidos con líderes
indígenas en marzo del mismo año –días antes de confirmarse el premio Nobel, que
lo convertiría en el primer escritor en lengua portuguesa en ganar este
galardón– situación que afianzó su compromiso con la realidad de los pueblos
originarios mexicanos.
Vale
la pena leer a continuación que pensaba Saramago, en aquel tiempo, de lo que
ocurría en Chiapas, analizando lo que diversos medios hegemónicos se ocuparon
de invisibilizar al resto de la sociedad, y cómo, en ese contexto (llegando
hasta nuestros días) es posible advertir la concordancia entre las líneas editoriales de los medios
de comunicación hegemónicos y los intereses político-económicos de los poderes
de turno, prácticas que actualmente ya son frecuentes en buena parte de América
Latina. El libro que reúne sus reflexiones, y que por diversos motivos había
quedado pendiente de publicación durante 20 años, fue titulado “El cuaderno del
año del Nobel”, en donde simplemente tituló con fechas cada texto, el que hace
referencia a Chiapas fue escrito el 22 de enero.
Texto
de Saramago:
Algunos
datos estadísticos de Chiapas para ayudar a comprender el mundo. Además de ser
el primer productor de café y plátanos, el segundo de miel y cacao, el cuarto
en el sector pecuario; además de generar el 46 por ciento de la energía
eléctrica del país, en Chiapas se encuentran los nichos más importantes de
hidrocarburo de México, con reservas que se calculan entre veinte y sesenta mil
millones de barriles. A pesar de estas riquezas, el 60 por ciento de la
población (casi un millón de habitantes) no tiene ingresos o gana menos que el
salario mínimo, el analfabetismo alcanza el 30 por ciento, variando entre el 50
y el 70 por ciento en las áreas indígenas. ¿Adónde va, entonces, el dinero, si
no ha sido puesto al servicio del desarrollo de Chiapas? ¿Qué papel representan
los indígenas en todo esto? Un funcionario del Gobierno mexicano, un tal Hank
González, a quien tenemos que reconocer el mérito de la franqueza, aunque
brutal, si no preferimos antes denunciar su cinismo, acaba de dar la respuesta:
«Sobran cinco millones de campesinos», ha dicho. Este es el problema que el
neoliberalismo triunfante quiere resolver de forma radical: hacer desaparecer
poco a poco (un genocidio a escala planetaria causaría demasiado escándalo),
quitándoles o negándoles condiciones mínimas de vida, a los cientos de millones
de seres humanos que sobran, sean indios de América o indios de la India, o
negros de África, o amarillos de Asia, o subdesarrollados de cualquier parte.
Lo que se está preparando en el planeta azul es un mundo para ricos (la riqueza
como una nueva forma de arrianismo); un mundo que al no poder, como es obvio,
librarse de la existencia de los pobres, solo estará dispuesto a conservar a
los que sean estrictamente necesarios para el sistema.
Fuente consultada.
El
Cuaderno del año del Nobel / José Saramago. Buenos Aires: Alfaguara, 2018.
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