Alguna
vez frecuenté esta disyuntiva, personas analógicas en un mundo digital, donde la
tecnología resulta una pantalla sin necesidad de entender los algoritmos, en
esa lógica en donde una buena idea puede quedar sin posibilidad de articularse,
plantearlo no deja de representar una situación que podíamos extrapolar a
cualquier contexto, especialmente con las tecnologías de información y
comunicación.
Desde
el punto de vista de la bibliotecología no deja de ser una discusión bizantina,
porque en líneas generales los fuegos artificiales prevalecen, hasta que alguien -en una tarea que requiere sobre todo tiempo- pasa un tamiz dejando evidencia del poco alcance que el invento supone.
En ese
plano, se percibe la necesidad que muchos tienen de nombrar el artefacto, solo
para asociar el nombre propio, al final del día son palabras, pero no lenguaje,
un sistema ya hilvanado.
La verdadera preocupación es la creación de conceptos.