sábado, 18 de mayo de 2013

Doña Fiota: la letra y la palabra


Pasaron más de 3 años de haber escuchado esta historia, y por alguna razón quiero resguardarla. Quien la rescató fue uno de esos amigos de la profesión que uno encuentra en los congresos luego de haber compartido correos y documentos sin siquiera conocernos. Este bibliotecario se llama José Bessa Freire, nació en Brasil y es uno de los que más han investigado sobre bibliotecas indígenas en América Latina. Trabaja como profesor del programa de Posgrado en Memoria Social y en el curso de Bibliotecología de la UNIRIO, su conocimiento de la realidad indígena, su generosidad como profesional y su incidencia como docente ha sido realmente valorado en cada congreso donde fue convocado.
Lo que en este caso ofreció José es simplemente una historia de vida, cuyo texto ha sido publicado en el Diário de Amazonas, ciudad de Manaus el 09/12/2007. Vuelvo al texto como quien relee antiguos refranes, sabiendo que encontrará en ellos pequeñas verdades, simbólicos modos de encontrar respuestas en medio de carencias y necesidades.

Doña Fiota. Se trata simplemente de doña Fiota. Nadie la conoce por su nombre de pila: Maria Joaquina da Silva. Pero también ¿quién llama a Pelé de Edson Arantes do Nascimento o quién conoce a Zumbi, el guerrero imbangala de Angola, por el nombre de Francisco? Basta conversar con ella para darse cuenta que doña Fiota es una mujer vigorosa, un personaje de la historia del Brasil contemporáneo. Tuve el privilegio de oirla en marzo de 2006, en Brasília, durante el seminario sobre las lenguas habladas en Brasil, organizado por la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Diputados y por el IPHAN – Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional. Con su encanto e inteligencia, nos cautivó a todos.
Doña Fiota contó en ese seminario, que su padre era un bahiano que vivia andando por el mundo, en los tiempos del final de la esclavitud. Pasó por el centro-oeste de Minas Gerais, iba pasando cuando vió a la que seria después su madre en cautiverio trabajando, hilando hilo de algodón, se le acercó y perguntó si no le conseguía un trabajo. Acabó consiguiendo un servicio en la chacra de yuca, después se fue quedando y comenzó a enamorar, quedándose y enamorando, hasta que los dos se casaron, tuvieron hijos, nietos, bisnietos.
Los descendientes del andarillo bahiano con la ex-esclava se organizaron después de la abolición de la esclavitud: “Cuando rebentó la libertad, mi madre salió del Ingenio de Ribeiro buscando un lugar. Llegó aqui. Todo era mata. En la subida, había un barro blanco. Ahi fue mi madre que dió el nombre a este lugar de Tabatinga, nombre con el cual los índios tupi nombram al barro. Toda la vida fue Tabatinga. Desde el tiempo de la esclavitud. Solamente ahora es que el nombre mudó para Ana Rosa. Me gustaria cambiar el nombre Ana Rosa”.
La historia de la comunidad Tabatinga - hoy un área de quilombo, situada en el barrio Ana Rosa, en los alrededores de la ciudad de Bom Despacho (MG) – la contó Doña Fiota a los participantes del seminario de IPHAN, pero tuvo que ser traducida, porque la dijo, no en portugués, que ella domina muy bien, sino en una lengua afro-brasileña de origen bantu, llamada Gira da Tabatinga que todavía la usa un grupo de pobladores. (‘Gira’ es una simplificación de ‘gíria’ que en portugués significa ‘jerga’). Fue la primera vez que el plenario de la Cámara Federal escuchó el sonido de una lengua minoritaria de base africana, reconociendo su riqueza, su función histórica y su legitimidad.

El habla de la senzala

La Gira da Tabatinga se hablaba en las antiguas ‘senzalas’ de las haciendas del interior de Minas Gerais. Con ella, los esclavos podian comunicarse libremente sin que el patrón entendiese lo que decían. La lengua libertaba. Doña Fiota cuenta: “No se podia mencionar el nombre de las cosas. Hay assango? No, no hay assango. Hay cambelera? No, cambelera tampoco. Hay caxô? Nada de caxô. Entonces mi madre decía: ‘Catingueiro caxô. Caxô o quê? No Curimã’. Estaba avisando que el patrón había llegado”.
En una entrevista, Doña Fiota da detalles sobre la formación de la Gira da Tabatinga, producto del sincretismo de varias lenguas africanas mezcladas al portugués: “Aprendí esa lengua con mi madre. Ella me hablaba todos los dias hasta que la aprendí. Eso implica toda una historia para nuestra gente, tanto de las partes alegres, como de las tristes”. Recientemente, los pobladores se dieron cuenta que esa lengua que los había libertado, estaba amenazada de extinción, porque no la usan más los niños ni los jóvenes, dice doña Fiota: - “Aquí en el barrio es muy difícil encontrar quien hable la lengua”.
Fue entonces que la comunidad decidió fortalecer en la sala de clase la lengua denominada Gira da Tabatinga, aprovechando la ley promulgada en 2003 que torna obligatoria la enseñanza de Historia y Culturas afro-brasileñas en las escuelas de enseñanza fundamental y media. Dos investigadoras – Celeuta Batista Alves y Tânia Maria T. Nakamura – estuvieron al lado de la lucha por la revitalización de la lengua, que en el pasado fue un poderoso instrumento de resistencia de los esclavos y hoy es una marca de identidad de sus hablantes.
La comunidad consiguió la promesa de que la Secretaria Municipal de Educación remuneraría a una profesora de Gíria da Tabatinga. La cuestión era: - ¿quién daría las clases? Los pobladores no tuvieron dudas: - doña Fiota. Al fin y al cabo, ella era la Real Academia de aquella lengua de quilombo. Sucede que después de un mes de trabajo, cuando fue a cobrar su sueldo, el funcionario de Educación le dijo:- “Ah, ¿es Ud, la profesora? Entonces no le puedo pagar. ¿Cómo justifico el sueldo a una profesora que es analfabeta?”. Doña Fiota rebatió con una respuesta que solo los sabios pueden dar:

Yo no tengo la letra. Tengo la palabra.

La dueña de la palabra

Con eso, trajo por tierra la postura arrogante y casi racista que discrimina los que viven en el mundo de la oralidad. Enseñó que existe saber sin escritura; que en la situación en que ella, doña Fiota, se encuentra, no necesita la letra, porque usa la palabra para transmitir sus saberes, trocar experiencias y desarrollar suas prácticas sociales. Fue en esa lengua de fuerte tradición oral que crió y educó a sus hijos. Es en ella que hoy piensa, trabaja, narra, canta, reza, ama, sueña, sufre, llora, reclama, ríe y se divierte. Doña Fiota dejó muy claro que não es carente de escritura, como dicen algunos letrados. Ella es independiente de la escritura.
Cerca de un millón y medio de brasileños para quien el portugués no es la lengua materna están hoy en la situación de doña Fiota. Hablan una de las 210 lenguas existentes dentro del territorio nacional, 190 de las cuales son lenguas indígenas, ágrafas, sin tradición escrita, pero que son depositarias de sofisticados conocimientos en el campo de las llamadas etno-ciencias, de la técnica y de las manifestaciones artísticas.
El texto completo puede encontrarse en el sitio web personal del autor, Taqui Pra ti.

Lo interesante es la idea que desprende para los bibliotecarios que deseen ofrecer servicios en una biblioteca indígena: el no necesitar necesariamente de la letra para ejercer su trabajo, necesitar solamente la palabra, aquella que históricamente intercambiaron los miembros de pueblos originarios sin necesidad alguna de escritura. Con lo cual cambia todo un paradigma de cómo se concibe la profesión, el alcance de todas las posibilidades no contempladas en las currículas de los institutos educativos.

Considero que la interdisciplinariedad coexiste en un espacio intercultural, bilingüe, oral. Se trata de atributos que implican por sí mismos una idea de fortalecimiento de la cuestión identitaria y patrimonial de estos pueblos, que no es posible construir sin puentes que favorezcan un entendimiento de las necesidades y vicisitudes de quienes detentan otras formas de conocimiento.
La biblioteca como recinto del atravesamiento de distintas lecturas de la realidad, el bibliotecario como un nexo de las eventuales variables. Se trata de alentar la posibilidad de una mutua penetración cultural, de enriquecernos escuchando, de aprender bajo otros acercamientos de la realidad.
Si alguna vez se encuentran con alguien como Doña Fiota, no dejen pasar la oportunidad de compartir una construcción social del conocimiento, porque serán testigos de cómo ese conocimiento se transforma en documento, algo parecido a un patrimonio, aquello que da sentido y fundamento a una cultura, porque en estos casos, la cultura esta compuesta de libros vivientes, el patrimonio es la gente, y nadie como un bibliotecario para tornar accesible aquello que saben los que tienen la palabra.

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