martes, 14 de abril de 2020

Sobre los procesos de oralidad documentada



Alguna vez escuché, de parte de Jesús Pérez Palomino, que las bibliotecas indígenas no deben convertirse en iglesias, en el sentido de que la información termine siendo impuesta por el contexto occidental, representado por colecciones homogéneas que no distinguen la particularidad oral de la cultura, así como tampoco el conocimiento espiritual de cada familia, el espacio debe ser plural, un círculo de voces cuyos registros producidos desde el saber de los libros vivientes puedan documentar las antiguas verdades desde una postura crítica y endógena.

Aquí llegamos entonces a un concepto al cual los antiguos griegos le otorgaron muchísima importancia: el entendimiento de la verdad como aquello que no merece ser olvidado. La etimología refiere al término aletheia, que hace alusión al des-ocultamiento o “sin olvido” (Ortiz Molinuevo, 2013), es imperativo tomar este concepto y llevarlo a nuestro ejercicio profesional. Personalmente considero que hay algo esencial en el trabajo del bibliotecario que brinda un servicio dentro de una comunidad indígena, algunos profesionales de la información han sido conscientes que estuvieron presentes en el exacto momento en que un conocimiento se transformó en documento, y es necesario, casi diría imprescindible, que el bibliotecario pueda articular la noción de conocimiento con el concepto de verdad, tal como lo entienden en forma endógena los propios libros vivientes de las comunidades.

Una cosa es la verdad a la que se llega a través de una interpretación de quienes han investigado aspectos puntuales de una cultura indígena, y otra cosa muy distinta es la verdad de un paisano que conserva un entendimiento cultivado por sus abuelos, en este punto desde la mirada de una persona ajena a la cultura, lo que presenciamos es el prolegómeno de un error, ya que el esfuerzo radica en la necesidad de categorizar una realidad que en el fondo se desconoce o no se comprende, pero se publica (en contraposición pensemos qué posibilidades tienen los indígenas de publicar ellos sus propias verdades), y de este modo se instala una clasificación que no representa el contexto, y cuyos resultados generan posteriormente un cúmulo de etiquetas, que en la mayoría de los casos tendrán como único propósito estar asociadas al nombre propio del autor, categorizaciones que surgen producto de las urgencias (publicar o perecer) que falsean el sentido de lo que el paisano intentó comunicar, con lo cual lo que tenemos a modo de resultado son los componentes de una verdad tergiversada que deforma de algún modo la estructura de valores y conocimientos de los referentes indígenas, interpretación que poco tiene que ver con la realidad.

Si el bibliotecario logra registrar esa verdad y ese conocimiento en un documento oral, audiovisual o impreso en forma bilingüe, ese acervo tendrá todos los elementos para fortalecer la identidad de la comunidad desde la propia biblioteca, y entonces nunca más, alguien que investiga lo que desconoce bajo patrones lingüísticos y culturales ajenos, podrá imponer que lo interpretado merece ser aceptado por la sociedad, si se cree que esta concepción es arriesgada o que carece de rigor empírico, preguntémonos por qué aún hoy, gran parte de la población considera que los argentinos somos un país sin identidad, negando, segregando, discriminando y no aceptando, fruto de la ignorancia, las verdades silenciadas de los que nunca fueron escuchados a pesar de tener una voz.

La información suele estar poblada de conceptos que en muchos casos no incorpora la microhistoria como rama de la Historia Social. Analizar el sentido de una biblioteca indígena implica examinar hasta dónde llegan las conceptualizaciones propiciadas por la sabiduría oral de los abuelos y abuelas de conocimiento. Para saber hasta dónde llegan estas ideas hay que atravesarlas, hay que tejerlas, hay que desmalezarlas, y no es posible sin consustanciar su íntima vinculación con las verdades, lo cual requiere por parte del bibliotecario el dominio de herramientas  transitadas por los periodistas, antropólogos e investigadores.

Por lo tanto si el proceso de oralidad documentada encuentra consenso metodológico, articulado bajo criterios hermenéuticos, la Historia Argentina podrá saldar de a poco la profunda deuda social que tiene con los pueblos originarios que la forjaron. Es preciso incorporar esos elementos en el espacio educativo, para que la conciencia ciudadana pueda integrar otros valores, que sean visibles en eventuales escenarios políticos, se trata de no seguir negando los rasgos de todos nuestros rostros, por lo tanto en esa lucha simbólica, en esa hierba que surge a través de los ladrillos, se encuentran verdades que aún debemos interpelar.

Fuentes consultadas:

Ortiz Molinuevo, S. (2013). La disputa en torno a la verdad. V Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XX Jornadas de Investigación Noveno Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. Disponible en: https://www.aacademica.org/000-054/792.pdf

Nota:
El texto forma parte del documento “Bibliotecas indígenas de Argentina: paradigmas, resistencias y discontinuidades”, presentado dentro del marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), celebrado en dicha ciudad, desde el 2 al 4 de diciembre de 2019, el 33º aniversario del Coloquio Internacional de Bibliotecarios, organizado por la Coordinación de Bibliotecas de la Universidad de Guadalajara, México.

Datos del Coloquio Internacional de Bibliotecarios:



La imagen corresponde al programa 6 mil millones de otros.




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