Alguna vez escuché, de parte de Jesús
Pérez Palomino, que las bibliotecas indígenas no deben convertirse en
iglesias, en el sentido de que la información termine siendo impuesta por el
contexto occidental, representado por colecciones homogéneas que no distinguen
la particularidad oral de la cultura, así como tampoco el conocimiento espiritual
de cada familia, el espacio debe ser plural, un círculo de voces cuyos
registros producidos desde el saber de los libros vivientes puedan documentar
las antiguas verdades desde una postura crítica y endógena.
Aquí llegamos entonces a un concepto al cual los antiguos
griegos le otorgaron muchísima importancia: el entendimiento de la verdad como
aquello que no merece ser olvidado. La etimología refiere al término aletheia,
que hace alusión al des-ocultamiento o “sin olvido” (Ortiz Molinuevo, 2013), es
imperativo tomar este concepto y llevarlo a nuestro ejercicio profesional.
Personalmente considero que hay algo esencial en el trabajo del bibliotecario
que brinda un servicio dentro de una comunidad indígena, algunos profesionales
de la información han sido conscientes que estuvieron presentes en el exacto
momento en que un conocimiento se transformó en documento, y es necesario, casi
diría imprescindible, que el bibliotecario pueda articular la noción de
conocimiento con el concepto de verdad, tal como lo entienden en forma endógena
los propios libros vivientes de las comunidades.
Una cosa es la verdad a la que se llega a través de una
interpretación de quienes han investigado aspectos puntuales de una cultura
indígena, y otra cosa muy distinta es la verdad de un paisano que conserva un
entendimiento cultivado por sus abuelos, en este punto desde la mirada de una
persona ajena a la cultura, lo que presenciamos es el prolegómeno de un error,
ya que el esfuerzo radica en la necesidad de categorizar una realidad que en el
fondo se desconoce o no se comprende, pero se publica (en contraposición
pensemos qué posibilidades tienen los indígenas de publicar ellos sus propias
verdades), y de este modo se instala una clasificación que no representa el
contexto, y cuyos resultados generan posteriormente un cúmulo de etiquetas, que
en la mayoría de los casos tendrán como único propósito estar asociadas al
nombre propio del autor, categorizaciones que surgen producto de las urgencias
(publicar o perecer) que falsean el sentido de lo que el paisano intentó
comunicar, con lo cual lo que tenemos a modo de resultado son los componentes
de una verdad tergiversada que deforma de algún modo la estructura de valores y
conocimientos de los referentes indígenas, interpretación que poco tiene que
ver con la realidad.
Si el bibliotecario logra registrar esa verdad y ese
conocimiento en un documento oral, audiovisual o impreso en forma bilingüe, ese
acervo tendrá todos los elementos para fortalecer la identidad de la comunidad
desde la propia biblioteca, y entonces nunca más, alguien que investiga lo que
desconoce bajo patrones lingüísticos y culturales ajenos, podrá imponer que lo
interpretado merece ser aceptado por la sociedad, si se cree que esta
concepción es arriesgada o que carece de rigor empírico, preguntémonos por qué
aún hoy, gran parte de la población considera que los argentinos somos un país
sin identidad, negando, segregando, discriminando y no aceptando, fruto de la
ignorancia, las verdades silenciadas de los que nunca fueron escuchados a pesar
de tener una voz.
La información suele estar poblada de conceptos que en muchos
casos no incorpora la microhistoria como rama de la Historia Social. Analizar
el sentido de una biblioteca indígena implica examinar hasta dónde llegan las conceptualizaciones
propiciadas por la sabiduría oral de los abuelos y abuelas de conocimiento.
Para saber hasta dónde llegan estas ideas hay que atravesarlas, hay que
tejerlas, hay que desmalezarlas, y no es posible sin consustanciar su íntima
vinculación con las verdades, lo cual requiere por parte del bibliotecario el
dominio de herramientas transitadas por
los periodistas, antropólogos e investigadores.
Por lo tanto si el proceso de oralidad documentada encuentra
consenso metodológico, articulado bajo criterios hermenéuticos, la Historia
Argentina podrá saldar de a poco la profunda deuda social que tiene con los
pueblos originarios que la forjaron. Es preciso incorporar esos elementos en el
espacio educativo, para que la conciencia ciudadana pueda integrar otros
valores, que sean visibles en eventuales escenarios políticos, se trata de no
seguir negando los rasgos de todos nuestros rostros, por lo tanto en esa lucha
simbólica, en esa hierba que surge a través de los ladrillos, se encuentran
verdades que aún debemos interpelar.
Fuentes consultadas:
Ortiz Molinuevo, S. (2013). La disputa en torno a la verdad. V
Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XX
Jornadas de Investigación Noveno Encuentro de Investigadores en Psicología del
MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
Disponible en: https://www.aacademica.org/000-054/792.pdf
Nota:
El texto forma parte del documento “Bibliotecas indígenas de
Argentina: paradigmas, resistencias y discontinuidades”, presentado dentro del marco de
la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), celebrado en dicha
ciudad, desde el 2 al 4 de diciembre de 2019, el 33º aniversario
del Coloquio Internacional de Bibliotecarios, organizado por la
Coordinación de Bibliotecas de la Universidad de Guadalajara, México.
Datos del Coloquio Internacional de Bibliotecarios:
La imagen corresponde al programa 6 mil millones de otros.
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