lunes, 30 de diciembre de 2019

Nuestros paisanos los indios, en una Biblioteca de Guadalajara



Haber compartido recientemente el 33º aniversario del Coloquio Internacional de Bibliotecarios, dentro de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), significó algo más que plantear reflexiones en torno a los servicios de información para grupos vulnerables. En la mochila llevaba algo que para El Orejiverde representaba muchas cosas, se trataba de una edición de Nuestros paisanos los indios, de Carlos Martínez Sarasola, junto con uno de sus últimos libros, La Argentina de los caciques, o el país que no fue.

El libro de Carlos fue donado a la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco “Juan José Arreola”, que forma parte del proyecto del Centro Cultural Universitario (CCU) de la Universidad de Guadalajara, un ejemplar que ya se encuentra en el catálogo, permitiendo a sus lectores entender cómo es que ha sido, desde la Revolución de Mayo en adelante –donde los indígenas estuvieron momentáneamente integrados a una noción de país que no sobrevivió el tiempo de vida de sus principales líderes– que los argentinos no supimos integrar otras formas de conocimiento dentro del contexto político, social, cultural y educativo que por entonces se estaba forjando. Por el contrario, tal como lo afirmó Carlos, como ciudadanos fuimos enseñados en la negación de los pueblos indígenas, negación que aún hoy, en diferentes estratos sociales, ha generado importantes expresiones de discriminación, segregación y racismo.

Entender esa automutilación social, es comprender en parte lo que somos como país, la lenta conformación de variadas matrices culturales que plantearon el interrogante del ser argentino, en donde la ocupación, por parte del Estado, de los denominados territorios libres indígenas, significaron no solamente un despojo arbitrario sino esencialmente la destrucción de una forma de vida, cuyo eje siempre fue la espiritualidad, deuda social que aún sigue pendiente, y que la obra de Carlos Martínez Sarasola continúa interpelando.

Dejar ese libro en aquellos estantes es una forma de tributar la memoria de nuestro querido Director, y es también, a nuestro modo, una forma de completar el entendimiento cultural de la Historia Argentina.

Se trata de una verdad que tiene que ver con nuestra identidad, bienvenida sea esa posibilidad en el concurrido espacio de una biblioteca. 

Nota: la imagen corresponde al sitio Web del autor: 



jueves, 19 de diciembre de 2019

XXXIII Coloquio Internacional de Bibliotecarios: una reseña sobre los servicios de información para grupos vulnerables


En el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), se celebró en dicha ciudad, desde el 2 al 4 de diciembre de 2019, el 33º aniversario del Coloquio Internacional de Bibliotecarios, organizado por la Coordinación de Bibliotecas de la Universidad de Guadalajara, México, que en la presente edición llevó por título “Servicios de información para grupos vulnerables”.

En esta ocasión me ha tocado participar el martes 3 de diciembre en la mesa de trabajo número 4, denominada “Lenguas indígenas”, donde compartí un panorama sobre bibliotecas indígenas de Argentina, analizando casos de resistencias culturales, paradigmas y discontinuidades. Las demás mesas temáticas abordaron experiencias como la cohesión social desde las bibliotecas, las realidades sociales en relación al acceso y las oportunidades para todos, y las bibliotecas en la construcción de comunidades diversas.

Entre las presentaciones del primer panel (las bibliotecas en la construcción de comunidades diversas), se abordaron cuestiones relacionadas con los servicios para usuarios con discapacidades, que en algunos casos se redujo a la descripción de ausencias de atención a estos grupos en protocolos, así como ausencia de espacios apropiados para personas con problemas de motricidad en bibliotecas públicas, una de las propuestas evaluadas por el profesor José Orozco Tenorio consistió en la creación de un símbolo internacional de accesibilidad, ubicado en rampas y accesos a edificios e instituciones educativas. 

Por su parte, el estudiante de licenciatura en Médico Cirujano y Partero de la Universidad de Guadalajara, Nikolai Emmanuel Bayro Jablonski, fundador y administrador de la revista estudiantil Osmosis https://www.facebook.com/RevistaOsmosis/ compartió unas reflexiones basadas en iniciativas estudiantiles relacionadas con la producción y consumo de la información, planteando una actitud proactiva que llevó a considerar al alumno como un potencial productor de información, lo cual lleva a evaluar la necesidad de generar consumidores que favorezcan un circuito de consulta y construcción de conocimiento. Resultó interesante el rol activista en relación a la protección del acceso a los recursos bibliográficos en contextos de salud, situación que se tornó visible con el movimiento “Salvemos la Biblioteca UDG”, en este caso una página Facebook https://www.facebook.com/SalvemosLaBibliotecaUDG/ creada por los alumnos de la Universidad de Guadalajara, luego de que se diera a conocer en redes sociales la noticia de la probable desaparición de la Biblioteca Virtual de la Universidad de Guadalajara (UdeG) por inminentes recortes presupuestales federales. Por otro lado el autor realizó un análisis de los países que mayor producción de artículos científicos generan (China, USA, UK, Alemania) en detrimento de los países americanos (recién Brasil se ubica en el puesto 14, seguido de México en el 28 y Argentina en el 44), cabe señalar el caso mexicano, que a pesar de contar con mayor cantidad de licenciados por país no es sin embargo el que más documentos publica. Otro dato interesante compartido en la presentación ha sido la mención de Chile, Colombia y Perú como los países en donde se registraron mayor cantidad de artículos científicos publicados por estudiantes.

Luego llegó el turno de Gerardo Zavala Sánchez y Máximo Román Domínguez López, ambos  licenciados en Bibliotecología, quienes expusieron sobre el derecho a la información y desarrollo de habilidades informativas, tomando por caso las necesidades informativas y digitales de los migrantes de la Frontera Sur, una realidad compleja de inmensas minorías provenientes del llamado Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), quienes se agruparon para poder cruzar de manera pacífica el país con el propósito de llegar a Estados Unidos de América, situación compleja dadas las restricciones de las políticas migratorias estadounidenses. El vehículo utilizado por los servicios bibliotecarios en bibliotecas públicas estuvo centrado en la accesibilidad de la conexión a Internet, considerando que más del 80% de la población hondureña se conecta vía Facebook (86%) y en menor medida Twitter (30%). Asimismo proliferan los mensajes y fotografías por Whatssap en situación de tránsito, provocando movilizaciones por esta red. Buena parte de los desafíos encontrados en las bibliotecas ha estado motivado por problemas de infraestructura para facilitar la conexión a información electrónica, en donde se incluyen las barreras idiomáticas, por lo que se propuso incorporar acceso a Facebook y Whatssap dentro de las bibliotecas públicas ubicadas en contextos de frontera, así como organización de talleres para contención psicológica (donde se valoró el apoyo emocional por parte de los bibliotecarios). Finalmente los autores compartieron un video que mostró los problemas cotidianos de los inmigrantes en cuanto a los permisos migratorios, la discriminación padecida y las escasas posibilidades de progreso, esos testimonios, que fluctuaban entre la esperanza y la resignación, constituyen un enorme desafío para las bibliotecas.

El panel sobre cohesión social desde las bibliotecas empezó con la abogada y política Mariana Fernández Ramírez, una activa luchadora en busca de la construcción de un Jalisco con mejor calidad de vida, lo que derivó en una fuerte crítica hacia la ausencia de estadísticas oficiales en México sobre los crímenes de odio, aquellos que se cometen en contra de los derechos humanos de grupos que de por sí sufren discriminación. Fue muy clara al hablar de lo que significa la intolerancia, registrándose altos índices en crímenes motivados por odios raciales, preferencias sexuales, transgéneros, odio social, religión, origen étnico, discapacidades y en especial redes sociales –verdaderas tribunas del odio- la necesidad de que las bibliotecas elaboren materiales sobre la tolerancia, en especial con las mujeres indígenas, los migrantes y lesbianas entre otros, en tal sentido la autora propuso trabajar documentos sobre la memoria, alertando sobre la importancia de constituir y organizar experiencias de bibliotecas humanas.

Posteriormente, la abogada María Guadalupe Ramos Ponce, especializada en temas sobre feminismo, compartió un documento sobre servicios de información con grupos en situación de vulnerabilidad, donde llamó a despatriarcalizar la educación, hubo en su discurso una aclaración en cuanto al entendimiento del concepto “grupos vulnerables” en relación a las mujeres, en donde ha propuesto mencionar sobre el contexto de vulnerabilidad como un modo más adecuado de referirse a la problemática de este colectivo social, la necesidad de analizar críticamente el porqué de la negación histórica al derecho de la mujer para poder votar como cualquier ciudadano, y la urgencia por garantizar el acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, propio de un derecho humano fundamental. Como diputada, presentó una iniciativa de reforma al artículo 219 del Código Penal para el Estado Libre y Soberano de Jalisco, incorporando las agresiones motivadas por el odio social, como agravante para los delitos de homicidio para determinar penas concretas y efectivas.

Luego vino el turno del profesor español Hilario Hernández Sánchez, quien compartió reflexiones sobre la biblioteca social en sectores vulnerables, bajo una mirada inclusiva y sostenible. El autor realizó un análisis de los factores de exclusión presentes en nuestras sociedades, visibles en escenarios socioeconómicos, educativos, culturales, así como barreras planteadas por temas sociodemográficos, de discapacidad, salud y violencia. Luego de plantear estas problemáticas se preguntó qué hace la biblioteca ante esta realidad, una de las respuestas estuvo focalizada en el entendimiento del Tercer Sector de Acción Social, en donde, utilizando como soporte un video, ilustró sobre la importancia del acceso a la lectura en las poblaciones infantiles, buscando generar desde las bibliotecas un servicio de proximidad, la necesidad de promover la lectura bajo un marco de cohesión social y espacio inclusivo, estas propuestas suelen estar presentes en la Fundación Biblioteca Social, ubicable en este enlace https://fundacionbibliotecasocial.org/es/

Finalizó este panel la antropóloga Lorena Careaga Viliesid, compartiendo un documento denominado “La biblioteca de la Universidad del Caribe en Cancún: un laboratorio de interacción cotidiana de la diversidad”, tomando como ejemplo el pueblo Maya de Quintana Roo, un lugar de raíces ancestrales y de diversidad cultural cambiante. Allí la biblioteca de la Universidad del Caribe, como espacio educativo de información, de encuentro y de apoyo, reúne estudiantes y profesores de distintos orígenes étnicos y nacionales, la autora mencionó sobre la ausencia de bibliotecas documentando realidades en estas comunidades, lo cual subrayó en la necesidad de un mayor entendimiento por la cultura Maya.

El día martes inició la jornada el mexicano Juan José Serrato Velasco, maestro en historia latinoamericana y doctor en antropología social, inaugurando el panel “Realidades sociales: acceso y oportunidades para todos”, quien expuso un panorama sobre el acceso a las publicaciones científicas en México, habilitadas para su consulta por intermedio de 32 universidades públicas estatales y 3 universidades públicas federales (la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Autónoma Metropolitana), cuyos espacios cuentan con partidas presupuestarias asignadas por el gobierno. El autor manifestó que el 1.4% del presupuesto es destinado para ciencia y tecnología, recurso obtenido por el CONACYT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología), en ese punto planteó una disyuntiva en cuanto a la administración de recursos públicos con los presupuestos asignados, cuya implementación debe realizarse antes de finalizar el año, lo cual requiere un conocimiento de gestión y de planificación de tareas y servicios.

Acto seguido, el Director de la Biblioteca del Congreso de la Nación Argentina, Alejandro Lorenzo César Santa mostró un video sobre las políticas institucionales de la biblioteca, comentando parte de sus servicios (atención las 24 hs, cuerpo de traductores de artículos científicos en inglés, acceso a la información en zonas carenciadas a través de un bibliobús, utilización de paneles solares para reciclado de residuos y de agua, así como colaboración con envío de papel reciclado para organizaciones sin fines de lucro), el autor focalizó en los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), que como biblioteca pública y parlamentaria, la BCN tiene un rol específico en cuanto garantizar el derecho de acceso a la información, en donde resulta necesario incorporar y evaluar indicadores para el cumplimiento de dichos logros en el Sistema de Gestión de la Calidad.

A continuación, la bibliotecóloga estadounidense Cynthia Medrano Torres, expuso  sobre la necesidad de programar servicios bibliotecarios para el público infantil, tomando como ejemplo un centro comunitario multicultural Bilingüe en Rantoul, Illinois, que brinda cuidado de niños a los trabajadores agrícolas migrantes y sus familias, en contextos de vulnerabilidad social y emocional. Las tareas consistieron en explorar la creatividad de los niños, desarrollar habilidades interpersonales y aumentar su alfabetización, sin embargo remarcó que las bibliotecas no cuentan con recursos apropiados, los bibliotecarios no tienen conocimiento de la comunidad por no pertenecer a la misma y el presupuesto es inexistente, lo cual invitó a plantear interrogantes en cuanto al alcance del espacio cultural en relación a las carencias de los usuarios.

Luego el español Pablo Parra Valero compartió un documento titulado “La biblioteca como espacio contra la desigualdad: fomentando las competencias lectoras en niños y jóvenes en situación de exclusión social”, donde mostró un caso muy particular en Galapagar, municipio ubicado al noroeste de Madrid, que cuenta a nivel país con poca inversión en gasto social y que tuvo como problemática la coexistencia con otros grupos minoritarios, en especial familias marroquíes de segunda generación, lo cual llevó a la biblioteca Municipal "Ricardo León" de Galapagar (Premio Nacional de Animación a la Lectura María Moliner 2017) a implementar nuevos servicios de extensión bibliotecaria. Una de esas propuestas estuvo focalizada en visitas a lugares comunitarios organizados desde la biblioteca, en especial museos, centros culturales y una novedosa propuesta conocida como Micropolix, una ciudad infantil dedicada al ocio educativo para niños de 4 a 14 años. Un caso que despertó el interés de la biblioteca municipal ha sido la difusión de la historia de vida de Manal Al Sharif, informática y activista de los derechos de las mujeres de Arabia Saudita, que ayudó a iniciar una campaña a favor de los derechos de las mujeres para conducir en dicho país, lo que le valió ser encarcelada, perder su trabajo y la custodia de su hijo.  El autor también focalizó en los ODS, ejemplificando cómo las bibliotecas contribuyen al cumplimiento de la Agenda 2030, en tal sentido la Biblioteca Municipal Ricardo León de Galapagar inició en 2018 un programa anual de animación a la lectura titulado “Más allá de los libros” con el propósito de divulgar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y mejorar las competencias lectoras de niños y jóvenes de entre 5 y 12 años en situación de exclusión social.

Luego fue el turno de la bibliotecaria y cineasta estadounidense Jill E. Baron, quien compartió una interesante iniciativa, motivada por los reclamos de los estudiantes que asistían a la Biblioteca del Congreso de EEUU en relación al encabezamiento de materia denominado "Extranjeros ilegales", considerado como una ideología racista por parte de los usuarios, lo que llevó a los bibliotecarios a reflexionar sobre los criterios empleados en los vocabularios, iniciando una campaña para eliminar este tipo de términos que involucraba a inmigrantes indocumentados (fue precisamente el concepto que se propuso para reemplazar al anterior). La autora se apoyó en un video para mostrar las críticas de la comunidad de migrantes hacia los catálogos, y lo que posteriormente generó en la sociedad norteamericana, el anuncio de la Biblioteca del Congreso de que promulgaría el cambio, las reacciones entre los políticos y los medios conservadores y la inacción por parte de la Biblioteca del Congreso para abordar la problemática, disyuntivas que aún se siguen interpelando a nivel nacional. A modo de conclusión compartió el documental Change the Subject https://www.youtube.com/watch?v=Ebphd5Rg6c8 donde se resume la historia de la lucha por el cambio de encabezamiento de materia y lo que implicó en relación al contexto de inmigración de los EE. UU. Se trata de un documento que buscó transmitir la importancia de escuchar a los estudiantes y trabajar en consecuencia hacia una biblioteca más comprensiva y más inclusiva.

Por la tarde prosiguió el panel número 4, correspondiente a Lenguas indígenas, con la excelente moderación de María Guadalupe Arredondo Ochoa, allí quien suscribe compartió un panorama de las bibliotecas indígenas de Argentina, focalizando esencialmente en el sentido y entendimiento del concepto Biblioteca Indígena, y tomando algunos ejemplos de experiencias que buscan representar la identidad cultural a través de los acervos bibliográficos. Compartir estas reflexiones significaron un modo de comprender la historia indígena de Argentina, desde una mirada crítica, y apoyándome conceptualmente en Carlos Martínez Sarasola, intenté demostrar las disyuntivas del “país que no fue” en relación a los valores no integrados de los pueblos originarios, porque no cabe duda que los argentinos fuimos enseñados y educados a lo largo del tiempo en la negación de los pueblos indígenas, negación que en muchos estratos sociales alcanzó preocupantes niveles de discriminación, racismo y segregación, en breve se publicará el documento, pero me parece válido rescatar algo que hace al rol social del bibliotecario: la necesidad de articular la noción de conocimiento con el concepto de verdad, tal como lo comprenden en forma endógena los paisanos de las comunidades, quienes aún conservan en su memoria el entendimiento cultivado por sus abuelos. Las verdades tergiversadas de quienes publican sobre los paisanos debe ser contrastada desde las propias verdades que aún perviven en las comunidades, y los fondos orales son uno de los tantos elementos que los bibliotecarios tienen para lograr que esos conocimientos se transformen en documentos, por tal motivo considero que las bibliotecas indígenas tienen mucho que aportar a la historia cultural del país, ya que la deuda social que aún tenemos con las comunidades indígenas está lejos de ser saldada, es algo que como ciudadanos debemos interpelar.

Posteriormente el escritor Wixárika Gabriel Pacheco Salvador compartió un texto denominado “Desarrollo de las lenguas indígenas, un paradigma de inclusión editorial”, donde evidenció las dificultades que experimentó durante su formación académica, por la ausencia de recursos informativos en su lengua materna, una realidad que cuenta con variados testimonios de escritores indígenas a lo largo del continente. El autor dejó en claro la situación de las comunidades cuyas culturas ágrafas no han podido desarrollarse, ya sea por la invisibilidad del Estado como por la ausencia de contenidos en la Educación Pública, donde sea posible la inclusión de la tradición oral como base fundamental de la comunicación del vasto acervo comunitario producto de miles de años. Allí planteó la disyuntiva de lo que la biblioteca significa para los pueblos originarios, como un espacio que debe definir su rol, ya que en muchos casos no corresponde precisamente a las necesidades e intereses de las comunidades. Si bien, tal como lo refirió el autor, en la época prehispánica los pueblos originarios de América, poseían las formas propias del lenguaje y de comunicación escrita a través de códices, estelas, grabados en piedras, maderas y en pieles de animales, no dejó de resultar muy interesante la exposición de documentos informativos, propios de la escritura y cosmovisión Wixarica (quien suscribe advierte una similitud con las reconocidas molas de la etnia Kuna de Panamá) por tratarse de objetos que comunican información a través de las imágenes y texturas. Por otro lado resultó un gran aporte el entendimiento de lo que para la cultura Wixárika es el acervo más importante, conocido como Tuki o “Templo mayor”, donde no solo se encuentra el conjunto de los objetos que hablan, transmiten y guardan el saber ancestral, sino que están también los objetos infantiles que pueden ser leídos por quienes han sido formados durante su vida en el recorrido del aprendizaje. Como lo expresó Gabriel, el camino del saber es la relación y la práctica constante de las actividades espirituales que permiten conocer la cosmovisión propia.

Finalmente la bibliotecaria brasileña Soraia Pereira Magalhães abordó la problemática de la biblioteca pública y la falta de atención a las minorías lingüísticas en Brasil, teniendo como aval el haber recorrido más de la mitad de las bibliotecas ubicadas en comunidades de la Amazonía, lo que le permitió contar con datos dentro de un territorio que equivale en proporciones al de México, allí la investigadora indagó sobre el Sistema Estatal de Bibliotecas Públicas dentro del estado de Amazonas, encontrando fuertes demostraciones de indiferencia hacia las minorías lingüísticas, lo que deriva invariablemente en un contexto donde las desigualdades dejan al desnudo la inviabilidad de los servicios bibliotecarios inclusivos y democráticos. En su exposición me alegró mucho encontrar una mención a la Biblioteca Maguta de la etnia Ticuna, que personalmente considero como una de las bibliotecas indígenas más representativas de América Latina, citando los aportes conceptuales del profesor José Bessa Freire, reconocido investigador en el amplio contexto de la bibliotecología indígena comunitaria. Tanto las observaciones como los recorridos que la autora transitó en esos escenarios, dejan entrever un panorama complicado en cuanto a la presencia del Estado en aquellas unidades de información que brindan servicios sin los recursos adecuados, en un contexto de compleja vulnerabilidad social.

El día miércoles pude presenciar la charla cultural que compartió el artista Raúl García Sangrador, Doctor en Arte por la Universidad de Guanajuato, denominada “Albergue Las Memorias de Tijuana: laboratorio de corporalidades de arte pos-abismal”, donde narró la experiencia de la visita al Albergue para personas con VIH y tuberculosis “Las Memorias” de Tijuana, entendido como un laboratorio de construcción de corporalidades, en el cual la premisa consistió en materializar las tensiones escritas por el autor, donde lo metropolitano, lo colonial, lo abismal y pos abismal generan rutas de análisis de la producción artística actual. El resultado trasladó el debate al concepto queer, casi veinte años después de su planteamiento inicial. Con esta propuesta, cuya audacia ha enriquecido el contexto del coloquio (a mi entender un buen criterio por parte de los organizadores al incorporar este trabajo), se pudieron observar obras que dejaban al desnudo una mirada muy humana en un contexto de finitud y vulnerabilidad, incluso al hablar de prevención era posible observar como el concepto atravesaba la subjetividad de la obra colectiva. De este modo, tanto las pinturas como los cuerpos desnudos retratados por el creador visual, generaron nuevos espacios de entendimiento en cuanto a las corporalidades LGBTQ, las profundas problemáticas de la pandemia del SIDA y el rol de las artes visuales en dichos escenarios.

Finalmente, el abogado por la Universidad de Guadalajara, Salvador Alcántar Morán, brindó una charla sobre Wikipedia en la integración de grupos vulnerables, explicando esta forma de trabajo no centralizada, no jerárquica y abierta, lo que ha generado una infraestructura idónea para la integración de personas en la creación del conocimiento.  Como dato se registra un bajo porcentaje de personas transgénero que editan información en Wikipedia. Asimismo quienes colaboran en Wikimedia México –promovido desde Wikipedia– registran aportaciones en la enciclopedia virtual por la integración del náhuatl y el maya en los contenidos informativos, movimiento que requiere del permanente voluntariado para integrar narrativas marginadas.


Hubo algo que como lector agradecí mucho -sabiendo de antemano que el Coloquio Internacional de Bibliotecarios estaría inserto en la Feria del Libro de Guadalajara, cuyas proporciones resultaron imposibles de abordar en tres días- haber encontrado el stand del Taller Leñateros de la Cultura Maya, donde pude comprobar la calidad editorial de los catálogos, la originalidad de los textos publicados, y el diseño de los diversos artefactos que sus mujeres y libros vivientes trabajan con una profusa variedad de materiales. Encontrarse y perderse en esos pasillos resultó un placer que espero volver a experimentar pronto.

No quiero finalizar sin agradecer a las autoridades que me permitieron compartir estas experiencias, al organizador Dr. Sergio López Ruelas, a Josué Alejandro Chávez Castellanos, Ana Gricelda Morán Guzmán y María del Carmen García Villareal por asistirnos en todo momento, a la Mtra. Helen Ladrón de Guevara Cox, Dora Elia Cortés Hernández y Martha Ibáñez Marmolejo por compartir tanta información, a los compañeros mexicanos, brasileños, españoles, estadounidenses y argentinos que formaron parte de las jornadas, al público presente, sinceras gracias.

Datos del Coloquio Internacional de Bibliotecarios:

jueves, 12 de diciembre de 2019

Testimonio de una vocación



El 11 de mayo de 2005 conocí a Carlos Martínez Sarasola en la Feria del Libro de Buenos Aires, el pretexto fue la presentación de una colección sobre Pueblos Originarios, por ese entonces recién me había recibido de bibliotecario, tenía publicado un estado de la cuestión sobre servicios bibliotecarios a las comunidades indígenas, razón por la cual decidí presentarme ante quien consideraba una palabra autorizada en el mundo de las culturas originarias, un hombre-puente, un conocedor de los patrimonios ancestrales. Cuando me acerqué al stand Carlos estaba firmando ejemplares, le conté que estaba investigando sobre bibliotecas indígenas, el tema le había sorprendido, desconocía la bibliografía en torno a esos trabajos, y quedamos en vernos en la hoy extinta Fundación desde América, el mismo espacio físico donde posteriormente funcionó el Orejiverde, Diario de los Pueblos Indígenas, para conversar sobre los eventuales alcances de aquella investigación bibliotecológica.

Siempre manifesté que el único círculo profesional que integré en mi vida fue el del Orejiverde, y el motivo de ese sentido de pertenencia era Carlos, su sola presencia habilitaba distintos puentes de entendimientos interdisciplinarios, creía mucho en ese plano de relaciones en donde todo tenía algún tipo de vínculo, bajo esa comprensión los saberes se entrelazaban y se enriquecían, avanzando hacia la completitud de los conceptos, desbrozando ideas, interpelando teorías, respetando la diversidad de los aportes.

Nunca olvidaré, en este esfuerzo por traer a la memoria lo vivenciado en tantos años, cuando en junio de 2017 compartimos un viaje hasta el pueblo mapuche de Los Toldos, en ocasión de la celebración, por primera vez en la historia, del izamiento de la wenufoye mapuche en una plaza pública, fuimos en mi auto, yo manejaba y Carlos cebaba mate, cinco horas de viaje y unas seis de regreso, recuerdo que había quedado azorado, mientras manejaba, al escucharle su experiencia con los Beatles, resultó ser que Carlos tocaba la guitarra en un dúo folk, junto a su amigo Eugenio Carutti, lo cierto es que ambos enviaron una cinta a la mismísima Apple Records, el sello donde los 4 de Liverpool grabaron sus discos más emblemáticos, y la respuesta que recibieron de Londres los había dejado perplejos, el ingeniero de sonido los invitaba a participar de una grabación, que fue escuchada entre otros por Lennon, McCartney y George Harrison, quienes compartieron un té con Carlos mientras escuchaban la cinta, Carlos recuerda que no estuvo Ringo Starr ese día, pero sí estaba Yoko Ono, el ingeniero de grabación les pidió un tiempo para ver la posibilidad de una producción, en ese lapso Carlos y Eugenio aprovecharon para recorrer París bajo el reciente mayo francés, y luego Italia, donde Carlos descubrió un libro sobre el Machu Pichu que le terminaría cambiando la vida, ya que lo llevaría al poco tiempo de regreso al país para estudiar Antropología en la UBA.

Carlos lo recuerda de este modo: La música me llevó a tener una banda de rocanrol y a creer en el sueño de cambiar el mundo. El hippismo, la beatlemanía y el “hagan el amor y no la guerra” inundaban el planeta y un día, junto a mi gran amigo y socio de aventuras, Eugenio Carutti, nos embarcamos con dos guitarras y bolsos a llevarle nuestras canciones a los Beatles. Era el invierno de 1969. Disfruté mucho vivir ese tiempo en Londres, pletórico de libertades individuales, de hippies con enormes melenas (en Ramos Mejía la policía de Onganía nos perseguía con tijeras para cortarnos el pelo), de pies descalzos, minifaldas mínimas, conciertos de rock, de un gran multiculturalismo puesto en acción. Luego fue París, donde observé lo que quedaba del Mayo Francés, en grafittis que convocaban a lo imposible. Y finalmente Roma. Una noche en que revolvía los estantes de la gran biblioteca –una más- elegí un libro que “devoré” en un par de días y que marcó mi vida. Era “Machu Picchu, la ciudad perdida de los incas” de Hiram Bingham.

En los Toldos percibí la dimensión de su persona, allí en medio de la nada, luego del acto había paisanos que se juntaron para pedirle una dedicatoria, una foto, una conversación, no hacía falta eso para darme cuenta lo que Carlos representaba para la Antropología Argentina, pero daba una idea del impacto que su trayectoria generaba entre los concurrentes, un recorrido imposible de igualar. Recuerdo la caída de la tarde, cuando culminó la rogativa del Nguillatún y nos quedaba aún atravesar la ruta, mientras el crepúsculo parecía tejer un manto en tonos pasteles, con mínimos nubarrones dorados, Carlos relataba historias en donde los temas antropológicos, artísticos, culturales, e incluso bibliotecarios, se enlazaban generando nuevas ideas, nuevos cruces de camino, nuevos entendimientos, daba la sensación que algo nuevo siempre estaba por comenzar.

Cada reunión del Orejiverde era un círculo en el que Carlos parecía estar naturalmente en el centro, y no fue casual que esa simbólica esfera tuviera por escenario su querida biblioteca, esa que ahora ocupa los estantes de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Carlos llegó a decir que si por un accidente esos libros se hubiesen quemado en un incendio su vida ya no tendría sentido, aquel espacio contó con ediciones únicas de temáticas antropológicas, etnográficas, históricas, literarias y artísticas, tanto musicales como pictóricas, muchos de esos libros los adquirió en sus innumerables viajes, otros los recibió en donación por parte de reconocidos referentes de las culturas originarias, documentos de gran valor que de aquí en más los lectores de la Biblioteca Nacional tendrán la oportunidad de consultar.

Hay un detalle que pocos conocen de Carlos, y era algo que lo emparentaba con los bibliotecarios, su biblioteca personal estaba catalogada en un archivo Word con criterios propios de clasificación, los libros estaban ordenados por temas, muchos de ellos ligados a sus intereses académicos, pero además el inventario añadía la cantidad total de registros según lo que Carlos denominaba “bloques temáticos”, detallando cuántos volúmenes, fascículos, suplementos, revistas, separatas, folletos, textos inéditos, cuadernillos informativos y videos tenía en relación a cada tema, recuerdo dos curiosidades: una gran colección sobre ovnis y programas con conciertos de Rock, además de tener registrado guías de actividades, catálogos editoriales, fichas y programación de cada Feria del Libro.

Los archivos incluían detalladas bibliografías según los temas más investigados por Carlos: Indigenismo/indianismo, Cuestión indígena en América, Pueblos indígenas de Argentina, Sudamérica y Norteamérica, Animales/Biodiversidad, Ufología, Chamanismo (muchos trabajos compartidos en colaboración con Ana María Llamazares), Derechos, Tierras y territorios, las referencias bibliográficas adoptaron normas APA (datos de apellido y nombre del autor, año de publicación, título, país de publicación y editorial).

En el catálogo, como prueba de la exhaustividad con que Carlos clasificaba su colección, aparecen listadas todas las temáticas que formaron parte de sus inquietudes personales, desde sus propios textos no publicados hasta materiales sobre pueblos indígenas de Argentina, colecciones varias de comics, cosmovisión indígena, teoría antropológica, arte originario, historia argentina y latinoamericana, documentos de la Fundación desde América, filosofía, historia de las religiones, diccionarios, enciclopedias, folklore, religiosidad popular, medicina, poesía, ciencia ficción, fotografía, conquista y colonización de América, etnografía, etnología, cosmología, guerra de fronteras y “Conquista del Desierto”, arqueología, prehistoria, culturas africanas, afrodescendientes, museos y Guías turísticas, música universal, etnomusicología, gauchos, expedicionarios, viajeros y sobrevivientes, educación, interculturalidad, “San Lorenzo querido” (lo que deja al desnudo una faceta no tan conocida de Carlos, como hincha fanático del club de Boedo), San Martín, Ejército de los Andes, etnoliteratura, genocidio, cine indígena, en definitiva todo lo que estuviera ligado con el mundo de los paisanos que tanto comprendió y que tanto quiso.
Muchos de esos libros llevan marcas de lecturas y notas que hacen más valiosa la colección, resulta imposible dimensionar el valor de esas escrituras, consecuencia de su paso por la docencia y la investigación.

La biblioteca personal Carlos Martínez Sarasola inició la catalogación en julio de 2014 y finalizó en junio de 2015, más de cuatro años después, por intermedio de su hijo Lucas, el destino quiso que toda esa obra, de la cual el gran antropólogo fue un ferviente lector, esté a disposición de nuevos investigadores.

Desde su partida, en mayo de 2018, medité mucho sobre los ciclos que se interrumpen, e invariablemente sobre la necesidad de continuar con los andares, en algún punto, estos libros que Carlos deja, representan simbólicas ofrendas, similares a las apachetas andinas cubiertas de piedras al costado de los caminos, es un testimonio de su paso por la vocación, y a la vez, la posibilidad que otros estudiantes sigan construyendo eventuales teorías en nuevos contextos, seguramente a Carlos le hubiera gustado que así sea.

Dedico estas palabras a quienes acompañaron a este gran amigo en sus numerosas aventuras, Ana María Llamazares, Lorena Ottolina, Fernanda Sakihara, Maria Andrea Franzoni, Daniel Pincén, Eduardo Javier Pincén, Héctor Martín Pincén, Carlos Santos Sáez, Amalia Noemi Vargas y tantos colaboradores y paisanos imposibles de nombrar.

Un especial agradecimiento a Lucas Martínez Sarasola por confiar en las buenas intenciones de proponer a la BNMM como recinto del legado profesional y académico de su querido y admirado padre.

A la memoria de Carlos y de Luis Eduardo Pincen.


Versión para El Orejiverde

Cuaderno de la BN