De tanto en tanto surgen acciones
anónimas desarrolladas en contextos comunitarios, cuyas iniciativas logran
mejorar la calidad de vida de quienes comparten un entorno atravesado por
planos culturales, sociales y educativos, es un poco el caso de Olga Lubel, una
lectora empedernida quien desde hace más de 20 años lleva adelante una serie de
emprendimientos en el pueblo de Vaqueros, ubicado en la provincia de Salta,
relacionado con el mundo de las bibliotecas populares, desde donde realizó una
serie de actividades vinculadas con el acercamiento a los libros y el
sostenimiento económico de las comunidades salteñas.
Sus proyectos se encuentran
enmarcados bajo el entendimiento del cooperativismo y el desarrollo sustentable
en comunidades, esta mujer ha sido artífice del Trueque comunitario en Vaqueros
(año 1999), fundadora junto a un grupo de la Asociación Comunitaria y
Biblioteca Popular El Molino, ha participado con temáticas de huertas comunitarias,
servicios de extensión bibliotecarios, fundadora del reconocido Mercado
Vaquereño así como colaboraciones académicas en problemáticas de soberanía
alimentaria en la Universidad Nacional de Salta.
Pareciera que allí donde hay un
evento solidario está Olga detrás.
Si tan solo pudiéramos reducir su
trabajo a lo realizado en el Mercado Vaquereño ya tendríamos bastante para
analizar, en este espacio comunitario, propio de horticultores, artesanos,
productores gastronómicos, luthiers, panaderos, botánicos, artistas y viveros,
se ha incrementado con el paso del tiempo la cantidad de puestos habilitados
para feriantes del pueblo y de localidades cercanas, allí todos tienen una
oportunidad para sostener la economía familiar, propuesta que marcó una
alternativa para que los productores regionales, no sólo
de Vaqueros sino también de localidades y barrios cercanos
como La Caldera, La Calderilla, Lesser, Ciudad del
Milagro o Potrero de Castilla, puedan vender sus productos y socializar
con los vecinos, mismo Olga cuenta con una pequeña productora en la Finca La
Huella, donde elabora dulces orgánicos, conservas, quesos de cabra saborizados
y productos de la huerta.
No hay límites para la oferta de
mercaderías, y es en cierto modo una característica que diferencia al Mercado
de Vaqueros de otros sitios similares, allí se realizan medicinas naturales,
elaboradas con plantas de la zona, panes integrales, pastas, diseño textil,
empanadas, plantines de especies aromáticas, papines andinos, instrumentos
musicales, expresiones artísticas, artesanías y tejidos, los productores saben
que siempre tendrán un espacio basado en las reglas no escritas del comercio
justo y las actividades sustentables en el tiempo.
En este tipo de eventos propios
de la sociedad salteña, buena parte de la gente se encuentra para expresarse,
para compartir lo que cada uno sabe, para socializar conocimientos, un poco el
sentido de las bibliotecas como lugares de encuentro y de construcción de
saberes. Desde los inicios, la feria se hace el sábado posterior al Inti Raymi
(ceremonia incaica y andina celebrada en honor de Inti, que se realiza cada
solsticio de invierno) simbolizando el inicio de un ciclo, allí el pueblo se
reúne sobre la ruta 9, en la Canchita de Pérez, Vaqueros, para sostener una
tradición con su presencia.
Dicen los que estuvieron en esos
senderos, que pasear entre los puestos remite al espíritu de las antiguas
romerías de los pueblos del interior, experiencia que el paso del tiempo fue
mutando en otro devenir, algo que parece estático, pero que sin embargo
encierra una profunda complejidad.
Sobre el sentido de
esta propuesta, Olga afirma lo siguiente: “Siempre quisimos que tuviera esa cosa de feria de pueblo que
había antes. Donde aparte de lo comercial se iba en búsqueda de un encuentro. Y
se podía disfrutar de espectáculos, de música”, un delicado equilibrio que se
construye “en la horizontalidad de las decisiones” tomadas en asambleas bajo el
entendimiento del bien común, como toda obra colectiva atravesada por un
espíritu solidario.
Muchos de sus artesanos
reproducen piezas escultóricas que remiten a las culturas originarias, tomando
como referencia figuras inspiradas en el trabajo de los Yatiris, curanderos
tradicionales de la cultura aymara, entre los que se destacan petroglifos
americanos precolombinos. Muchos huerteros viajan desde comunidades lejanas
para vender lo cosechado en su región, todo un contexto de agricultura familiar
que subsiste sin ayuda del Estado.
Otro de sus proyectos ha sido “la
Granjuela”, en su Finca La Huella, motivando otro tipo de entendimiento entre
los niños, quienes asisten en visitas escolares a la granja educativa, logrando
con los años que muchas escuelas hayan incluido esta experiencia como parte de
una currícula desde donde se habilita una enseñanza integradora en relación al
contacto con la naturaleza, es realmente importante que en esa etapa de la
niñez se tome contacto con otras formas de comunicar conocimiento, en este caso
el aporte de Olga es sumamente enriquecedor para forjar otro tipo de conciencia
en directa vinculación con el aprendizaje y la creatividad.
Es posible afirmar que los
andares de Olga Lubel dan optimismo porque habilitan respuestas a demandas
genuinas de quienes viven en contextos vulnerables. Aquellos que trabajan la
tierra y cultivan la memoria saben de qué estamos hablando.
Personalmente agradezco mucho a
Marcela Álvarez por la gentileza en compartir información e imágenes sobre Olga
Lubel, con sincero afecto.
Fuentes consultadas:
Mercado Vaquereño
Ruta 9, Canchita de Perez
(1.295,19 km) Vaqueros, Salta, Argentina.
Biblioteca Popular El Molino
Entrevista a Olga Lubel
Hecho en Salta
El tribuno
Versión para El Orejiverde:
http://www.elorejiverde.com/buen-vivir/4701-los-andares-solidarios-de-olga-lubel
No hay comentarios:
Publicar un comentario