Me ha resultado
oportuno el comentario que Robert Endean Gamboa escribiera hace unos años en
“Problemas del Campo de la Información” –un reconocido espacio crítico referente de la
Bibliotecología- en relación a una disyuntiva que últimamente ha corroído el
contexto bibliotecario argentino con respecto a los despidos masivos en bibliotecas. Se
trata de un texto cuya intervención pública motivó en su momento airados cuestionamientos, en
donde lo que se puso en discusión fue la necesidad de que haya bibliotecarios
atendiendo en bibliotecas. Para Robert Gamboa “la biblioteca la hace el
bibliotecario, y que si no hay bibliotecario entonces tenemos una colección de
recursos, pero no una biblioteca”.
Cuando se está en
contra de este entendimiento, lo que se desprende es asumir el hecho, tal como
lo plantea el autor, de que en algún punto se ha cosificado al bibliotecario, y
que a la ignorancia recurrente de su formación, se le suma la idea generalizada
de que su campo de acción se basa en un conjunto de rutinas que puede realizar
cualquier administrador, basta tener un mínimo conocimiento de orden y que
básicamente los libros no se pierdan, en este contexto habría que preguntarse
cual es el argumento de los funcionarios de turno para justificar el despido de
bibliotecarios en bibliotecas, imaginemos por un momento si el criterio se
expandiera transversalmente hacia el resto de las profesiones, o mismo con los
políticos, pautar su no-necesidad, que todo se redujera a un protocolo
actualizado, que todo se tratase de recetas, para evitar que la idoneidad
justifique un sueldo.
Para el colega
mexicano ha sido pertinente problematizar este asunto y pensar un poco sobre la
posibilidad de que haya bibliotecas sin bibliotecarios, para ello tenemos que
preguntarnos quien es el bibliotecario y qué lo caracteriza como bibliotecario.
En este apartado recomiendo directamente la lectura del artículo, incluso
abordado desde el punto de vista histórico (la necesidad que tuvieron algunos
pueblos de organizar bibliotecas, luego de prácticas de acumular soportes con
información en sitios determinados, como un rasgo cultural diferenciador de
esas sociedades), situación que como sabemos encuentra ejemplos
latinoamericanos antes de la llegada de los españoles (sin ir muy lejos los
libros pintados de la cultura náhuatl –cuya macrolengua yuto-nahua se habla en
México desde el siglo V– conservados en las reconocidas “Amoxcalli” o casa de
documentos, verdaderas bibliotecas prehispánicas), por ende lo que tenemos en
todas las sociedades son conocimientos organizados por personas preparadas para
dichas labores.
Ciertamente hay
un desconocimiento del carácter orgánico de la tarea que realizan los
profesionales de la información, ignorancia que se suma a la ausencia absoluta
de entendimiento por las inevitables consecuencias que su ausencia provocaría
en las diferentes unidades de información que forman parte del contexto
cultural y educativo de un país, y aquí el autor propuso en su momento un juego inverso:
proceder en negativo para efectivamente sustraer al bibliotecario de la
biblioteca y corroborar que sucedería en ese hipotético escenario, el resultado
es lo que sigue:
Las autoridades
deciden que ya no necesitan que haya un bibliotecario en su biblioteca.
El personal que
hace el aseo abre la biblioteca cada día por órdenes de las autoridades,
quienes mandan que vigilen la biblioteca. Sin embargo, este personal se niega a
hacerlo porque esas son funciones del bibliotecario.
Los usuarios
comienzan a llegar y preguntan por el bibliotecario, a lo que les responden que
ya no habrá nadie para atenderlos y que la biblioteca será de autoservicio.
Cuestionan cómo sacarán los libros en préstamo a domicilio, por lo que les
presentan una máquina de autopréstamo. Asimismo, les informan que todos los
libros tienen el sistema RFID, por lo que si alguien se llevara un libro sin
registrarlo en el autopréstamo las autoridades se darían cuenta y lo
sancionarían.
A los dos días,
hay tal cantidad de libros acumulados en las mesas y el mostrador, además de
una revoltura en los estantes, que las autoridades deciden enviar a algunas
secretarias para acomodarlos en los libreros. Sin embargo, ellas se quejan y
detienen el trabajo, pues no entienden la clasificación.
Las autoridades
deciden hablar con su proveedor de los equipos y proponerle que les ayude a que
su biblioteca funcione sin un bibliotecario. El proveedor hace un plan en el
que cancela el uso del sistema de clasificación e instala un sistema
automatizado desde el catálogo electrónico, donde al elegir el registro de un
libro se activa una pistola de búsqueda tipo GPS que conduce al usuario al
libro que busca.
Varios usuarios
se quejan con las autoridades porque ya no hay nadie que les ayude con las
búsquedas en bases de datos, para la elaboración de bibliografías, con la
recuperación de los documentos y en el servicio de referencia y orientación.
Las autoridades deciden que esos problemas se deben a la falta de un programa
de alfabetización informacional efectiva, por lo que emprenden una reforma
institucional e incorporan cursos en los diversos temas que deben dominar los
sujetos para ser autosuficientes en la biblioteca.
Se compran más
computadoras para el recinto y se amplía el acceso a la red. Para ello, se
decide liberar espacio a través de un descarte de la colección de referencia y
de la hemeroteca, pues según las autoridades únicamente son colecciones caras,
voluminosas e inútiles, ya que todo lo que contienen debe estar en la Internet.
Los libros
continúan acumulándose en las mesas, el mostrador y el piso, los estantes están
semivacíos, pero no importa, pues se les puede encontrar con el sistema que
instaló el proveedor. El mobiliario y el equipo muestran huellas de vandalismo,
por lo que se decide instalar cámaras de seguridad y se estipulan sanciones
para los infractores en el reglamento. Los usuarios aprenden a identificar los
puntos ciegos del sistema de seguridad y siguen los actos ilícitos en la
biblioteca.
Seis meses
después, la biblioteca da muestras de gran deterioro y abandono. Los usuarios
ya no van. Aunque se ha cuidado que los libros no se queden en las mesas, y
menos aún en el piso, exhiben claras muestras de mutilación y abuso, manchas de
alimentos, quemaduras de cigarro y otros daños. Desde tres meses antes, los
usuarios se quejaban de que los libros que buscaban ya no se hallaban en la
biblioteca, que nunca encontraban nada, que nadie estaba para ayudarlos, y que
la biblioteca era un desastre.
Las autoridades
descubrieron que había ocurrido un saqueo de un número indeterminado de libros,
por lo que mandaron hacer un inventario que corroboró el delito y aportó una
alarmante cantidad de pérdidas. Entonces, decidieron deshacerse de la
biblioteca y utilizar su espacio para poner una sala de Internet con un
responsable al frente. Su perfil debía ser de bibliotecario para asegurar el
éxito en las búsquedas que hicieran los usuarios y para darles clases de
alfabetización informacional.
Aunque pensemos
que este relato es improbable que ocurra en la vida real, seguramente estaremos
de acuerdo en que la realidad muchas veces supera la ficción. Empero, la duda
permanece y por tal motivo le daremos cabida a este problema: El que los
propios bibliotecarios crean que puede haber bibliotecas sin bibliotecarios. Es
un problema tan espinoso que seguramente lo volveré a tratar más adelante…
Nótese que las
“soluciones” al conflicto equivalen a partidas presupuestarias mucho más
costosas que los sueldos cobrados por los bibliotecarios, y a pérdidas
sensibles de materiales, lo que equivale a imaginar una biblioteca deteriorada
en el corto plazo, situación que probablemente lleve a las autoridades a
sugerir su cierre por falta de público.
Hagamos un brinco de 6 años. El testimonio
viene a cuento luego de los sucesivos despidos masivos que por estos días
estamos presenciando en espacios institucionales como el INTI o el CDI-MECON,
sumado a una serie de declaraciones desafortunadas del Ministro de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, Lino Barañao, quien ha llegado
a considerar “obsoletas” a las bibliotecas, mencionando la necesidad de
“reconvertir” bibliotecarios desconociendo por completo la actualización
permanente que exige el actual desarrollo de nuestra profesión.
Quien suscribe
recuerda una anécdota de un estudiante de ingeniería quien se sorprendió al
saber que se estudiaba bibliotecología “para entregar en mano libros a los
lectores”, es por eso que podemos afirmar que el problema de fondo sigue siendo
la ignorancia, aunque sería interesante preguntarnos porqué ahora surgen estos
cuestionamientos políticos, porqué lo especulativo de estas argumentaciones
para justificar el vaciamiento de profesionales en estos espacios, porqué la
imposibilidad de que dichos entornos sigan favoreciendo relaciones semánticas
entre las colecciones y los usuarios, y porqué el entendimiento de aplicar
parches, dando a entender que la solución alcanza y sobra poniendo en práctica
ciertos verbos: conservar, ordenar, tal vez informar, y a lo sumo disciplinar,
que estos lugares de encuentro conocidos como bibliotecas dejen de ser lugares
para transformarse en otra cosa, probablemente no-lugares, seguir sosteniendo
que en las grandes bibliotecas hay demasiados bibliotecarios, que todos entran
en esa inmensa bolsa y que invariablemente la profesión deberá limitar su campo
de acción hasta perder toda entidad, sin ser nunca parte de la identidad
cultural de una organización educativa.
Para quienes
estamos del otro lado sabemos que el problema es otro, y que aún es posible
discutirlo desde el disenso, aplicando lógica y no emociones, dando a entender
el sentido de nuestra presencia.
Fuente consultada
¿Hay bibliotecas
sin bibliotecarios?
En “Problemas del Campo de la Información” / Robert Endean Gamboa
Texto relacionado
¿Dónde están los
bibliotecarios?
La imagen
corresponde al siguiente sitio:
https://unsplash.com/search/photos/bibliotecas-vacias
Nota: debo decir que cuando me llegó el artículo en una lista de bibliotecología, di por entendido que se trataba de un texto actual, sin embargo el documento de Robert Gamboa es de noviembre de 2012, me ha sorprendido la vigencia del tema, y la estrecha relación que tiene hoy por hoy con el contexto que se experimenta en Argentina, se trata de una reflexión intemporal, que mucho dice de algunas situaciones que se reiteran, lo cual motiva una profunda relectura.
Nota: debo decir que cuando me llegó el artículo en una lista de bibliotecología, di por entendido que se trataba de un texto actual, sin embargo el documento de Robert Gamboa es de noviembre de 2012, me ha sorprendido la vigencia del tema, y la estrecha relación que tiene hoy por hoy con el contexto que se experimenta en Argentina, se trata de una reflexión intemporal, que mucho dice de algunas situaciones que se reiteran, lo cual motiva una profunda relectura.
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