El
ejemplo esta vez viene de México, pero podría extrapolarse a cualquier país
latinoamericano. Se trata de una permanente disyuntiva, por un lado una
iniciativa política, que cuenta con el apoyo del Sistema Educativo Estatal
Mexicano (SEE), basada en la distribución de libros y materiales especializados
dirigidos a maestros de educación indígena sobre la enseñanza oral de las
lenguas yumanas, incluyendo vocabularios prácticos del kiliwa.
En
este caso las ediciones pretenden focalizar en "La enseñanza oral del
cochimí, kumiai, cucapá, pai-pai y kiliwa” y en el "El vocabulario de la
lengua kiliwa”, así como la diagramación de carteles didácticos sobre
costumbres y plantas medicinales de la comunidad indígena de Baja
California.
Lo
valioso de este emprendimiento es que las colecciones están destinadas a formar
parte del programa de educación primaria, buscando “impulsar la revitalización
de las lenguas que aún se hablan en el Estado, para que las niñas y niños la
aprendan como segunda lengua, con el fin de que desarrollen el bilingüismo y el
plurilingüismo social”.
No
deja de ser una buena iniciativa, que difícilmente garantice la supervivencia
de las lenguas maternas en contextos de vulnerabilidad social.
La
etnia yumana, de cuyo árbol genealógico descienden los kiliwas
–"cazadores" o "los que se van"- habita en el municipio de
Ensenada, en el estado de Baja California, abarcando la región costera que
corre de la Bahía de San Felipe hasta la Bahía de Ometepec, cubriendo parte de
las sierras Las Pintas, San Miguel, Salvatierra y San Pedro Mártir, así como
los actuales valles de San Felipe, San Matías y parte del Valle de la Trinidad,
municipio de Ensenada. Desde los últimos 35 años su lengua, considerada una de
las más antiguas de Baja California, viene decreciendo en forma permanente,
encontrándose actualmente en peligro de desaparecer.
Por
otro lado probablemente convenga revisar lo que se ha realizado en años
anteriores, como el caso del historiador Arnulfo Estrada Ramírez, quien en su
libro titulado “Vocabulario práctico de la lengua kiliwa” (precisamente uno de
los materiales que se utilizan en esta propuesta) daba cuenta del decrecimiento
de los pobladores de esta etnia en Ensenada y de los esfuerzos de organismos
públicos y privados por su prevalencia. En este texto, publicado en 2004, el
autor ofrecía una breve explicación de sus principales reglas gramaticales,
incluyendo un extenso vocabulario de más de dos mil términos en español y
kiliwa, que corresponden al trabajo de campo de varios años.
La
particularidad de esta obra es que la mayoría de los términos fueron
proporcionados por el legendario y desaparecido jefe indígena Cruz Ochurte
Espinoza y por Leonor Farldow Espinoza, ambos profundos conocedores de su
cultura. Sin embargo, considerando el contexto social y cultural, Estrada
Ramírez supo –tuvo que saber– que el ocaso de la antigua lengua Kiliwa era
inminente. De todas las lenguas indígenas de Baja California la lengua kiliwa es
la más amenazada, llegando incluso algunos lingüistas a considerarla como
lengua muerta, debido a que ya no se enseña en el seno del núcleo familiar
desde hace más de cuarenta años.
Ya
lo saben los lingüistas, cuando muere una lengua muere consigo toda una
cosmovisión, un modo de entender el mundo, acaso la facultad de nombrar las
cosas desde un lugar, un espacio y un tiempo irrepetible. Muere la relación con
la palabra de los ancestros, se extingue una memoria que no encuentra en
contextos ajenos una traducción posible, los árboles y los ríos pierden su
nombre y el paso de los años todo lo calla y todo lo olvida.
Ya
en 2016 se registraron cinco hablantes activos de la lengua, considerados 5
monumentos vivientes portadores de los secretos de esa pequeña pero
significativa cultura. Esas personas, que aún sostienen la raíz kiliwa, son
Eusebio Alvarez Espinoza, de 46 años, Leandro Maytorell Espinoza, de 48; José
Ochurte Espinoza, de 63; Leonor Farldow Espinoza, de 69, e Hipólita Higuera
Espinoza, de 90 años.
Los
que se fueron terminaron atrapados en el alcohol o las drogas, y con ellos se
degradó espiritualmente una parte sustancial de la cultura. Habría que
contextualizar con datos estadísticos para tener una idea del dramático
escenario lingüístico y cultural de la etnia Kiliwa. Estrada Ramírez indica que la tendencia extintiva de la lengua
kiliwa es fuertemente manifestada en publicaciones de principios de la década
de 1980. Por ejemplo, en 1982 se reportaban 28 hablantes. Para 1989, que es
cuando inició su libro, la población
hablante se había reducido a sólo 13 personas, lo cual representó una
disminución de más del 50 por ciento en sólo siete años. Diez años después (en
1999), el panorama era desolador, pues la población hablante fue reducida a
cinco individuos, todos adultos con edades que fluctuaban entre los cuarenta y
ochenta años de edad.
Es
decir, en sólo 20 años la población hablante quedó reducida a un 18 por ciento.
Es
muy complejo poder explicar con precisión cuáles han sido las principales
causas que mantienen al borde de la extinción al idioma kiliwa. Para el autor
se trata de un largo proceso social en el que pueden combinarse varios factores
a la vez, dependiendo de la época, la familia, o bien, de cada uno de los
individuos que componen a la población. Sin entrar en detalles, menciona
algunas de las más importantes: Pérdida de territorios antiguos. Emigración
hacia otros poblados o centros urbanos. Venta o traspaso de tierras. También el
matrimonio de indígena hablante con indígena no hablante o mestizo de otra
comunidad. Además, lengua materna en desuso al interior de la etnia. Soltería
de los indígenas hablantes. Lengua socialmente discriminada y sin pleno
reconocimiento oficial, así como el fallecimiento de los hablantes.
Hace
años unos investigadores grabaron a Teodoro Ochurte Espinoza, por entonces de
casi cien años de edad y su hermano Trinidad de 72, hablaron frente a las
cámaras sobre las dificultades que enfrentaron en su vida por no comprender el
español, la lengua de la "gente de razón", misma que los despojó de
sus tierras y arroyos, destruyó sus cerros sagrados y explotó su fuerza de
trabajo, al grado de orillarlos a la extinción. Pocos años después fallecieron.
Quienes los consultaron no lo supieron entonces pero Trinidad Ochurte fue
considerado el último cantor tradicional Kiliwa. Actualmente, solo uno de sus
parientes canta –Leandro Maytorell Espinoza, uno de los “cinco” –, todo lo
demás es silencio.
Por tal motivo siempre serán bienvenidos los esfuerzos gubernamentales para tratar de equilibrar un contexto deteriorado –un permanente escenario de ruptura– como en este caso de la SEE que busca fortalecer en los alumnos su pertenencia e identidad cultural y que se apropien de las prácticas culturales y sociales del lenguaje, pero sabemos que no es suficiente, sabemos que esta batalla cultural se perdió hace tiempo, y no hay modo de reparar lo que está roto.
Por tal motivo siempre serán bienvenidos los esfuerzos gubernamentales para tratar de equilibrar un contexto deteriorado –un permanente escenario de ruptura– como en este caso de la SEE que busca fortalecer en los alumnos su pertenencia e identidad cultural y que se apropien de las prácticas culturales y sociales del lenguaje, pero sabemos que no es suficiente, sabemos que esta batalla cultural se perdió hace tiempo, y no hay modo de reparar lo que está roto.
Otro
tema crucial son los frecuentes fenómenos migratorios que se viven en Baja
California de manera intensa y que afecta particularmente a grupos de niños
migrantes del campo. Organismos como el Instituto Nacional para la Evaluación
de la Educación (INEE) han elaborado directrices para fortalecer atención a
niños y adolescentes jornaleros agrícolas, en donde aproximadamente el 90 por
ciento son indígenas. En este contexto es necesario que el Estado Mexicano
asista a las comunidades y apoye sus derechos fundamentales.
En
Baja California existen 122 planteles de Educación Indígena donde se atienden
14.209 niñas, niños y jóvenes de grupos nativos indígenas pai-pai, cucapá,
kumiai y cochimi y grupos indígenas inmigrantes mixteco, triqui, zapoteco,
nahuatl, purépecha, cora, huichol, mayo, mixe y mazahua.
Según
lo reseñan los responsables del proyecto, para la elaboración del libro y del
vocabulario español-kiliwa participaron hablantes de la lengua; en los carteles
didácticos participaron docentes de pre-escolar de las escuelas de educación
indígena de Baja California. Una particularidad de la propuesta es la inclusión
de libros artesanales-cartoneros elaborados por los propios maestros, sumando
juegos didácticos y autóctonos. Para la ocasión las autoridades planean
distribuir 1.300 libros para maestros, 3.000 carteles y 339 vocabularios
prácticos.
Meras
estadísticas en el triste escenario de una lengua socialmente moribunda.
Fuentes consultadas:
Benjamín Pacheco/EL VIGÍA Periodismo con la gente
http://www.elvigia.net/general/2017/4/13/distribuye-libros-educacion-indigena-268985.html
La Jornada
http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/08/06/lengua-mas-antigua-de-bc-cerca-de-la-extincion
Pregonero de Baja California
http://pregonerobaja.com.mx/2017/03/07/preescolares-y-primarias-de-educacion-indigena-reciben-material-didactico/
Argentina Indymedia
http://argentina.indymedia.org/news/2007/05/517013.php
Versión para El Orejiverde:
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/2603-buscando-reparar-lo-irreparable-apoyos-lingueisticos-para-comunidades
http://www.elvigia.net/general/2017/4/13/distribuye-libros-educacion-indigena-268985.html
La Jornada
http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/08/06/lengua-mas-antigua-de-bc-cerca-de-la-extincion
Pregonero de Baja California
http://pregonerobaja.com.mx/2017/03/07/preescolares-y-primarias-de-educacion-indigena-reciben-material-didactico/
Argentina Indymedia
http://argentina.indymedia.org/news/2007/05/517013.php
Versión para El Orejiverde:
http://www.elorejiverde.com/el-don-de-la-palabra/2603-buscando-reparar-lo-irreparable-apoyos-lingueisticos-para-comunidades
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