Me parece oportuno resignificar la construcción que en vida
realizó Josefina Ludmer con el pensamiento crítico literario. Lamentablemente
esta docente, crítica literaria, ensayista y escritora ya no se encontrará
conversando sobre aquello que constituía su vocación: hacer pensar y
transformar el modo de pensamiento de todo aquel que la escuchaba, estamos
hablando de una figura que ha sido clave en la construcción social de la
literatura argentina post-dictadura, un trabajo por el cual muchos alumnos la
tuvieron como máximo referente educativo.
Los años 70 la encontraron formando parte de la Universidad montonera. En 1973 dio clases como Profesora de Literatura Latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), posteriormente atravesó la dictadura con seminarios privados de teoría literaria en su casa, integrando la llamada “Universidad de las Catacumbas”, una educación paralela que resistía al golpe de Estado cívico-militar. Recién volvería a la UBA tras el retorno de la democracia, en 1984. Para entonces ya había estudiado el doctorado en la Universidad de Princeton y recibido la prestigiosa beca Guggenheim.
Ese regreso a la universidad pública argentina coincidió con una etapa incipiente en donde los estudiantes de Letras de Puán contaron con diversas opciones, todas ellas valiosas: la cátedra de teoría de Ludmer, la cátedra de literatura argentina de Beatriz Sarlo y la del reconocido David Viñas, entre otras cátedras que se refundaron luego de un cambio radical en el plan de estudios posterior a la dictadura cívico militar.
Quienes la frecuentaban solían decir que Josefina Ludmer reconocía no “saber nada”, y es desde ese “no entiendo” que ha logrado construir significados, para poder interpelar desde adentro los artefactos literarios que le permitieron recorrer el universo de lo simbólico, situación por la cual ha sido reconocida en muchos países como una de las principales referentes de la crítica latinoamericana.
Como lector la descubrí hace un tiempo, su intervención académica representó para toda una generación un modo genuino de entender la literatura, personalmente me encontraba en esa etapa en donde los conceptos se subrayan para posteriormente intentar devanarlos, problemáticas relativas a la crítica literaria, pero también a la posibilidad de vincular un entendimiento social de la literatura desde un carácter interdisciplinario.
Como consecuencia de la dictadura argentina, en donde las producciones culturales estaban desprovistas de ideología, Ludmer afirmaba que no era posible la neutralidad en los modos de entender la literatura, pero a su vez permitiendo y habilitando en los estudiantes que la cuestión del lugar no neutral de la teoría no estaba resuelto, razón por la cual coexistían, sin escindirse del todo, el pensamiento político e ideológico junto con los conceptos literarios que abundaban en los textos, construcciones no desprovistas de un contexto, una manera acaso deslumbrante de entender otros modos de lectura, otros modos de interpretación.
En ese sentido aquellos estudiantes que tuvieron el privilegio de escucharla debieron determinar la ideología de la cátedra, algo impensado en aquel contexto post-dictadura. Y el contexto era también el del planteo de la carrera de Letras (si como disciplina debía formar parte del plano de las ciencias sociales o permanecer en Filosofía), allí algunos alumnos recordaron sus palabras, que probablemente nos sean útiles en nuestra profesión: la idea de que “toda reflexión sobre la literatura es social”, afirmando también que la tarea esencial de la crítica es la escritura.
Me quedaron varios conceptos de las primeras lecturas: “el campo cultural es un campo de enfrentamientos, polémicas, estrategias y peleas por la dominación”, una lucha específica centrada en el poder de dominio, que es el poder de leer, el poder de interpretar, el poder de dar sentido a algo, incluso el poder de decir que es literatura y que no es literatura.
En sus clases Ludmer apostaba a los cambios en los modos de leer, y que en consecuencia las enseñanzas produjeran un cambio en la literatura, porque los modos de leer, decía, producen también literatura.
Todas estas concepciones, permitiéndonos pasar de la esfera de la crítica literaria a la bibliotecología, podemos trabajarlas en nuestro contexto.
Se trata de una docente que incursionó en la crítica de la crítica, y sobre todo una crítica de cómo se usa la literatura, lo cual, entre otras cuestiones, la llevó a interrogarse sobre desde qué lugar se lee y que tipos de críticas existen, buscando entender abordajes como parte de un proceso retroactivo, la posibilidad de que toda una estructura disciplinaria pueda y deba cuestionarse.
Se dijo que el suyo era un proyecto ambicioso, bordeando la utopía, en donde la voluntad de un grupo de escritores/profesores, coordinados por la docente, tuvo por premisa transformar una disciplina en todos sus aspectos, vinculando a la crítica literaria con la militancia política.
Ha sido reconocida como una de los principales referentes de la reconocida “Universidad de las catacumbas", posteriormente se hizo célebre un seminario de Letras brindado a comienzos de la democracia, que permitió el surgimiento de escritores y docentes que terminarían aportando un nuevo modo de entendimiento en las aulas de la Universidad de Buenos Aires, para suerte nuestra algunos alumnos grabaron y transcribieron sus clases, edición que se conoció bajo el nombre de “Clases 1985: algunos problemas de teoría literaria”, de esta experiencia probablemente aún sobrevuelen en el recuerdo de sus alumnos algunas especificaciones de la autora, que buscaba focalizar en la preparación y utilización del conocimiento más que del mero hecho de aprender consignas de unos materiales explicitados.
Ya en los últimos años un pensamiento la desvelaba:
—Estoy pensando en un proyecto de escritura en pequeños capítulos. Viste que la escritura de hoy es fragmentaria, breve, porque la lectura es así. Mi centro ahora, que te confieso no está muy definido, es mi propia cultura como una cultura libresca, de biblioteca, contra lo que sería la cultura digital actual. Yo me siento de la última generación formada en el libro. Siento que necesito dar testimonio de eso. Porque eso va a desaparecer. Las bibliotecas se están transformando en museos…
Alguna vez me preguntaron cuando fue la última vez que aprendí algo, desde que leo a Josefina Ludmer esa pregunta tiene desde hace tiempo la misma respuesta: ayer
Lamento mucho su pérdida.
Fuentes consultadas:
Ludmer, una máquina de lectura / Ana Fornaro
http://www.revistaanfibia.com/cronica/ludmer-una-maquina-de-lectura/
Fuentes consultadas:
Ludmer, una máquina de lectura / Ana Fornaro
http://www.revistaanfibia.com/cronica/ludmer-una-maquina-de-lectura/
Blog de Josefina Ludmer
Nota: la imagen pertenece a la revista Anfibia
http://www.revistaanfibia.com/cronica/ludmer-una-maquina-de-lectura/
Muy interesante tu reflexión, la necesito, soy de primaria y los tiempos de los chicos , pasan rápido, mas que los míos, por formación e intereses.buen 2017!
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