Tewok
ihanej makta iwohiyela
El
río tiene su vida, el sabe que va a hacer
En
el país aún quedan personas que atesoran conocimientos ancestrales, tiestos de
una cultura oral que representan el patrimonio de un pasado lejano, recuperado
a fuerza de testimonios por quienes incursionaron en los montes, buscando
verdades en la memoria de los ancianos, artesanos, caciques, músicos y
chamanes. En ellos ha sido posible tender un puente hacia otras formas de
conocimiento, en ocasiones han sido los últimos hablantes de una lengua en extinción,
conservaron destrezas heredadas de los abuelos, o tejieron mantos con las
palabras, hilando relatos alrededor de un fuego. Se los conoce como libros vivientes, viven anónimamente en
comunidades, de vez en cuando son visitados por periodistas e investigadores,
comparten lo que saben y luego callan por un tiempo prolongado, llamándose a
silencio.
Uno
de esos libros que caminan es Laureano Segovia, escritor wichi que ha logrado
recuperar, en base a testimonios de pobladores de diferentes comunidades, un
patrimonio cultural compuesto de relatos, leyendas, biografías, cuentos
populares, crónicas y mitos de la cultura, resguardados en 333 casetes, en
donde algunos de los entrevistados –muchos de ellos ya fallecidos– habían
vuelto a pronunciar sus antiguos nombres, contando historias que por alguna
razón permanecían latentes, a la espera de que alguien motivara el feliz
encuentro entre la memoria y la oralidad.
Nosotros los wichis
En el libro “Nosotros los wichis” (Olhamel ta ohapehan Wichi) que don Laureano Segovia presentó hace dos años, se puede leer este relato recogido de un paisano:
En el libro “Nosotros los wichis” (Olhamel ta ohapehan Wichi) que don Laureano Segovia presentó hace dos años, se puede leer este relato recogido de un paisano:
Tewok
tañí hap ta wichi isej, hap ta talho olhamel olhak (el río y el monte mantenían
a la gente, porque de ahí nosotros sacábamos nuestros alimentos, y así era).
Se
trata de uno de los más de 100 testimonios que conforman un verdadero
patrimonio bibliográfico cuyo contenido podría representar la fortaleza de una
eventual biblioteca indígena.
Vale la pena imaginar el contexto, un hombre de conocimiento entrando con su bicicleta en el
monte profundo, recorriendo las comunidades salteñas del lote fiscal número 55, en
Rivadavia Banda Norte, con su grabador de periodista. A medida que las cintas se iban acumulando el autor consideró
implementar un método de trabajo que
consistía en transcribir al wichi las desgrabaciones, contando con la ayuda del
antropólogo John Palmer (Juan Palma) y traduciendo al castellano con la
colaboración del escritor Carlos Alfredo Müller. Las publicaciones contaron con
la colaboración de la fotógrafa Guadalupe Miles (cuyas bellas imágenes ilustran
este informe). Muchos de esos relatos conforman la propia versión de la
historia en donde Segovia oficia de historiador y compilador. Documentos
bilingües que recuperaron el saber popular de quienes vivían aferrados a sus
costumbres, algunos de ellos narrando recuerdos en torno a la Guerra del Chaco,
lo cual constituye un material de consulta valiosa para historiadores y
antropólogos.
Probablemente
se trate de un caso único en Argentina, la de un escritor y docente indígena
que ha rescatado un importante acervo cultural logrando publicar textos en
ambas lenguas sobre la cultura originaria de sus ancestros, dando cuenta de una
época en donde aún era posible beber el agua de los ríos.
Ifwalas
ta pajche wichi iyayej tewok wet wichi iyayej pelhathi, hap that ta wichi
iyayej wichi ihaniyejtha chi tinayaj talhe inhat
(antes
tomábamos agua de río y agua de lluvia y con eso nomás siempre vivíamos y nunca
nos enfermaba el agua).
Un taller de la memoria
Laureano
Segovia proviene de Misión La Paz, (Salta, noroeste argentino). Durante años,
con la ayuda de un grabador portátil, se internaba en el monte buscando
historias entre las 35 comunidades wichis, que habitaban a orillas del río
Pilcomayo, en el límite con Formosa, Paraguay y Bolivia, la cantidad de casetes
que utilizó –realmente un patrimonio de incalculable
valor– le permitió contar con un material que la Secretaría de Cultura de Salta
terminaría editando con publicaciones traducidas al castellano, entre ellos los
libros “Otichunaj Ihayis tha oihi tewok” (memorias del Pilcomayo, 2005),
“Olhamel Otichunhayaj” (Nuestra memoria, 1998), “Lhatetsel” (Nuestras
raíces-nuestros antepasados, 1996) y “Och’a tilhis Ihamtes” (Raíces del Chaco
Salteño). Este escritor ha trabajado desde 1986 en la Escuela Puerto La Paz
como auxiliar bilingüe (wichi-castellano) traduciendo las enseñanzas del
maestro titular.
Asimismo
ha coordinado el Taller de la Memoria desde el año 1992, dedicándose a la
grabación y posterior transcripción al lenguaje escrito de los relatos
obtenidos en las diferentes comunidades del área del chaco salteño, contando
con el aporte de hablantes wichi, chorote y nivaclé. Su trabajo ha
sido reconocido en la Argentina e internacionalmente, y el Taller de la Memoria
ha recibido la Beca del Fondo Nacional de las Artes a través del Concurso de
Becas Nacionales para Proyectos Grupales
Experiencias de esta naturaleza permiten la colección de un tipo particular de biblioteca que estará supeditada a la unión de escritores indígenas y maestros bilingües, con el objeto de trasponer narrativas orales en forma escrita, orientándose hacia el letramiento. Por tal motivo se plantea el viejo paradigma que aún resulta imperativo analizar: si una biblioteca indígena (tal como lo mencionó José Bessa Freire, bibliotecario brasileño), no tiene materiales en lenguas indígenas, estaría contribuyendo al proceso de extinción de esas lenguas.
Experiencias de esta naturaleza permiten la colección de un tipo particular de biblioteca que estará supeditada a la unión de escritores indígenas y maestros bilingües, con el objeto de trasponer narrativas orales en forma escrita, orientándose hacia el letramiento. Por tal motivo se plantea el viejo paradigma que aún resulta imperativo analizar: si una biblioteca indígena (tal como lo mencionó José Bessa Freire, bibliotecario brasileño), no tiene materiales en lenguas indígenas, estaría contribuyendo al proceso de extinción de esas lenguas.
El feliz ejemplo de Segovia justifica el sentido de esta apreciación, o como bien lo expresan en el libro:
Olhamel
neche owen olhamel onayij talhe olhamel ochumet ta ihi makta olhamel
olhaichufwenej
Nosotros
ya tenemos un camino en el trabajo de recuperación de las historias.
Fuente:
LHA HÁMNHAYHAJ. Nuestra sabiduría
OLHAMEL TA OHAPEHEN WICHI. Nosotros, los Wichi
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