jueves, 28 de abril de 2016

En memoria de Rosa Báez, la polilla cubana


Tengo ganas de andar sin rumbo fijo,
sin antes, sin después, sin todavía,
sin rencores, sin odios ni agonías,
sin tristezas, ni celos, ni porfías...

Tengo ganas de que entienda mi alegría,
de que escuchen en silencio lo que digo,
que no carguen mis espaldas de reproches,
que no agobien con rencores mis silencios.

Que no esperen de mi,
que no me obliguen,
que no me manden
ni jamás prohíban,
que no me queda mucho en esta vida
y quiero disfrutarla todavía!!!

Poema de Rosa titulado “Ultima voluntad”, publicado en La Polilla Cubana, en mayo de 2006.

“Bibliotecaria hasta la muerte…”

Me quedé en silencio el día que dijeron que Rosa Báez ya no estaba, fue este 26 de abril, una de esas noticias que te hacen dejar lo que estabas haciendo, que te hacen pensar en el paso del tiempo, en la necesidad de seguir construyendo andares, en un valer la pena.

Con Rosa hubo algo que hizo que mucha gente se uniera, el pretexto fue un reconocimiento, otorgado por la Comisión Directiva de la Biblioteca Popular Madre Teresa, en el Partido de la Matanza, por su labor de Fomento de la Cultura, la Educación y las Bibliotecas, un reconocimiento merecido, que instantáneamente movilizó a los bibliotecarios argentinos para poder acompañarla, y así fue que estuvo en Córdoba y luego en Buenos Aires, donde se incluyó su presencia en el encuentro anual de Montegrande, en ocasión de la Segunda Jornada de Proyectos de Automatización y Digitalización en Unidades de Información que se hizo el sábado 30 de septiembre de 2006, en el Instituto Superior Formación Docente N° 35, donde brindó una conferencia sobre el desarrollo actual del sistema de bibliotecas públicas cubanas. Esa tarde hubo entre los presentes un sentido de pertenencia, algo que todavía no tenía registro pero que nos representaba; nos unían trabajos, nombres propios, conceptos, construcciones identitarias, nos unía biblioclastía, Cuba, el periodismo, nos unían los libros, las bibliotecas, la vocación.

Diez días antes, en la Biblioteca Nacional de Maestros, tuve la suerte de conocerla personalmente, quien luego de alegrarse de que fuera algo más “que palabras en una pantalla” me había confiado una novedad, un nuevo blog que la tenía entusiasmada: “viejo blues”, y que hoy ya no existe.

La historia dirá que Rosa Cristina Báez, bibliotecaria, conocida como la Polilla Cubana, fue por mucho tiempo la editora responsable de Librínsula (editó más de 200 números), en el  boletín electrónico de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, donde siempre había algo que compartir sobre libros y bibliotecas. Una publicación que aborda temas relacionados con la información y la cultura en Cuba, promoviendo el patrimonio bibliográfico nacional y la labor bibliotecaria en el país. Sería imposible rememorar cada mensaje de Rosa, cada alerta bibliográfico, cada reporte periodístico de esta bloguera incansable.

Pretender una semblanza de su persona me recuerda a una observación que la escritora italiana Cristina Campo hizo del poeta entrerriano Arnaldo Calveyra: “Mete miedo –decía de él-; transforma en alegría todo lo que toca”.

Gracias a Rosa pude publicar por primera vez un trabajo académico, el estado de la cuestión sobre servicios bibliotecarios a las comunidades indígenas, en su querida Librínsula. La palabra trinchera tenía sus rasgos y su carácter, incluso su sonrisa, a la palabra Revolución la defendió siempre. Hace años que no tenía noticias de ella, acabo de leer uno de sus últimos correos:

Desde nuevas trincheras de trabajo,  pero bibliotecaria hasta la muerte, los sigue queriendo.
Rosa”.

Querida colega, te hubiese querido contar que aquel día de Montegrande había ido a escucharte con una compañera de trabajo al congreso, y que hoy esa mujer es la madre de mi hijo. Ir a verte aquella tarde fue un pretexto que me cambió la vida.

Que en paz descanses.

3 comentarios:

  1. Que maravilloso escrito Daniel, como siempre. Lo comparto, abrazo

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  2. Gracias Flor, todavía me cuesta creerlo, que la polilla no siga enviando sus mensajes, un abrazo.

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