Me parece oportuno compartir un video donde
es posible escuchar a George Carlin, gran pensador estadounidense de
la contracultura, disertando efusivamente sobre la educación. Han pasado varios
años desde esa presentación, pero su discurso no pierde vigencia ni actualidad,
hoy mismo su lectura de la realidad resulta altamente representativa para buena
parte del mundo. En este caso menciona que ante la dificultad en el aprendizaje
por parte del alumnado, los directores y maestros proponían precisamente bajar
la dificultad, cuando la problemática pasaba por la falta de contenidos que habiliten
el discernimiento crítico entre los alumnos. Bajar la dificultad implica
disminuir la práctica lectora, implica nivelar hacia abajo para llegar a
compartir un plano levemente inferior, implica empobrecer el coeficiente
intelectual de un país.
Es preciso trasladar
esta lectura al contexto de la bibliotecología ¿cuántas veces discutimos sobre
la preponderancia de los contenidos académicos para los alumnos? ¿Cuántas veces
se analizó lo pertinente de una bibliografía? ¿Cuántas veces minimizamos la
obsolescencia de los documentos?
Educación...he
aquí la palabra, y agregaría compromiso ético de quienes deben
garantizar, en el marco de las escuelas de bibliotecología, un discernimiento
crítico de esta noble profesión.
Recuerdo
muy pocos docentes, que en sus clases pregonaban permanentemente sobre la
necesidad de pensar, invitando a los alumnos a guardar los libros y a proponer
ideas. Pensar, esto que implica hacer uso de la razón, promover el
entendimiento humano, porque ciertamente cuando un docente, por fuera de las
fotocopias, les pide a sus alumnos que piensen alternativas, es como si dijera
“desarmen el artefacto, separen todas las piezas, y evalúen, por fuera de lo
que indica la bibliografía consultada, como lo podrían construir desde otro
sistema de pensamiento, desde otro lugar, desde otro modo”...Aplicar
conocimiento desde otras formas de conocimiento, poner en duda lo que figura
citado, cuestionar la propuesta, completar miradas diferentes, articular nuevos
modos de entendimiento...
Hay
también otra realidad. En la docencia, no solo la bibliotecología, existen
numerosos profesores que dictan contenidos sin hacer preguntas, donde tampoco
habilitan que los alumnos las formulen, finalmente estos se transforman en
recipientes que deben ser llenados con información, para luego exigirles que
procesen lo que anotaron vertiginosamente, que lo digieran sin habilitar la
argumentación, y luego que lo aprueben, como quien supera un obstáculo en la
carrera. Recipientes vacíos de conceptos arremolinados sin estructuras
articuladas, sin objetivos concretos, sin integración curricular, y si acaso
existiese esa integración, la ausencia de análisis inhabilita la comprensión de
dicha posibilidad. Si no se enseña a pensar ¿Cómo pretender que se comprenda el
plano de una disciplina?
Seguimos
con George Carlín. Es de suponer que al poder político no le interesa una
población que pueda pensar críticamente, por lo general ocupan su tiempo en
hacerles entender, a cada uno de ellos, que forman parte de un círculo cuyos
múltiples espacios integrados habilitan la idea de que para pertenecer no hace
falta preocuparse, que todos en definitiva tienen el control, que todos son
personas libres haciendo libres elecciones.
Es
la imagen del control remoto de la televisión, el que lo posee cree que elige
los canales que está mirando, pero al tomar decisiones no puede darse cuenta
que las está pulsando dentro de un inmenso lugar enrejado...un plano que apenas
comprende, que lo que en realidad tiene (tenemos) son dueños que le indican, en
forma invisible, que es lo que puede ver, que es lo que puede comprar, que es
en lo que debe creer. Titiriteros que montan la inmensa y cotidiana obra,
subsumida bajo el enorme control de los medios de la información, que todo lo
anestesian, que todo lo imponen.
Existen alternativas claro, algunas pululan
clandestinamente en las redes sociales, en quienes difunden meros contenidos
independientes cuyas articulaciones muestran otro tipo de realidad, pero he
aquí que el poder establecido necesita trabajadores obedientes, una idea de
obediencia basada en la manipulación de hacer creer que las personas piensan
por sí mismas al evaluar o procesar las diferentes informaciones que bajan de
los medios de comunicación, un círculo para lo cual se necesitan arquitectos
que han logrado diseñar la idea de una felicidad aparente, donde no sea posible
advertir la grieta, donde el secreto objetivo es anestesiar conciencias,
dispersar voluntades, distraer mentes, mientras el verdadero problema prosigue
su curso. Como diría Carlin: "nadie parece darse cuenta, a nadie parece
importarle”
La inclinada mesa de la
desigualdad social...
Vaya preguntarse porque las personas comunes,
que cumplen honradamente con su jornada de trabajo, terminan eligiendo
políticamente a quienes desde la política burdamente los excluyen, y la
respuesta podría encontrarse en la ausencia de compromiso para cambiar la
realidad, porque involucrarse implica dejar de lado el control remoto, porque
no involucrarse forma parte del extraño mecanismo. A los digitadores de poder
(palabra que no podemos dimensionar como quisiéramos para tener un alcance de
lo que implica su invisible ejercicio), les conviene la sutil idea del
movimiento inerte, la instauración de una tendencia que en algún momento activó
en la sociedad la simulación de movimiento, para después hacer creer, a los que
menos tienen, que la rueda efectivamente gira para tranquilidad de las
minorías, y que lo que resta es tomar el control remoto y olvidarse de la
dificultad, olvidarse de la construcción, olvidarse de la preocupación, en
definitiva, olvidarse de eso que George Carlin llama “El Gran Club”.
Cuando
el autor habla de bajar la dificultad, me gustaría que cada uno, desde la plena
sinceridad y sentido ético profesional, reconozca, en su etapa de alumno, si
acaso no le importó otra cosa que superar el escollo sin siquiera inquietarse
por interpelarlo sustancialmente. Sin embargo todo depende precisamente del
docente, porque personalmente he comprobado que cuando el docente propone en el
aula ejercitar el pensamiento crítico, buena parte de los alumnos terminan
aportando, acaso sin saberlo, una construcción colectiva, que no se reduce a la
mera interpretación, porque allí está precisamente el rol docente para
encuadrar la discusión en relación al enfoque teórico del objetivo de la
disciplina.
Creo
que estos enigmas no serán posible dilucidar en el corto plazo “el juego
está arreglado, la mesa está inclinada”, es como si todas las posibilidades
de cambio ya estuvieran digitadas, esta manipulación tal vez se comprenda
(otros como Carlín alertaron sobre estas disquisiciones que temporalmente nos
ocupan), pero se trata de un sistema de poder que advirtió precisamente el no
compromiso de sus “esclavos”, que aún sabiéndose esclavizados, viven sus vidas
despreocupados por no tener que tomar decisiones, de eso se encarga “el
sistema”.
Este
inmenso recinto lleva en alguna parte un candado, que no sabemos quien o
quienes lo diseñaron, pero sí sabemos que nosotros no tenemos la llave.
Estimado Daniel: Creo que en el origen del problema de la educación bibliotecaria coinciden dos factores:
ResponderEliminar1) El principio del mínimo esfuerzo, en una variante hedonista y posmoderna.
2) La mentalidad dependiente de los formadores de bibliotecarios, pues conciben que todo lo citable es verdadero, todo lo extranjero está bien hecho y las normativas son intocables.
Dado que ambos factores tienen que ver con la naturaleza de las personas involucradas, misma que ha sido tallada con sutileza por nuestras sociedades, así como mantenida por las instituciones, la única manera de cambiar algo es provocando varias crisis sucesivas que obliguen a esos involucrados a pensar en qué pueden hacer.
No obstante, no deben ser admisibles como objetos de crisis los cierres de bibliotecas, pero sí los despidos de bibliotecarios y su desplazamiento de los puestos de trabajo. O ridiculizarlos hasta el cansancio y mostrarles lo idiotas que pueden ser, o lo ignorantes que muchas veces son, etc. Todo esto, claro, se puede hacer por el bien de los propios bibliotecarios, pues recuerde que los medicamentos más efectivos no siempre son fáciles de tragar.
Espero que tengamos ocasión de platicar sobre esto. Va con el presente un abrazo.
Robert
ResponderEliminarRealmente habilitas con tus opiniones un debate absolutamente productivo, he visto en el punto 1 de tu mensaje variados ejemplos que hacen a la imagen de una rueda que acaso alguna vez provocó desde la docencia un leve movimiento, que en apariencia justificaba el nivel educativo de los alumnos-recipientes, y luego continuó por inercia ofreciendo idénticos contenidos que no habilitaban en el alumno la preocupación por la disciplina.
El segundo punto de tu observación es necesario interpelarlo, yo solo podía mencionar lo observado en algunos ejemplos argentinos, pero por lo visto el panorama se extiende a otras realidades. Noto que no se propicia el espacio crítico para cuestionar los envases utilizados por los docentes, sin embargo, cuando surgen iniciativas, el alumno responde más allá de la consigna, aporta conocimientos "locales" que enriquecen la propuesta curricular, me inquieta en todo este asunto el punto de crisis que habría que generar para que algunas de estas cosas cambien, seguramente un tema a seguir conversando más adelante.
Como siempre, un gusto enorme leerte.
Un abrazo.