martes, 15 de diciembre de 2020

XXXIV Coloquio Internacional de Bibliotecarios de México

 


Recientemente se llevó a cabo en forma virtual, el tradicional encuentro mexicano que, en el actual contexto de emergencia sanitaria, tuvo por lema el concepto "Bibliotecas sin fronteras". El XXXIV Coloquio Internacional de Bibliotecarios, se realizó los días 30 de noviembre, 1 y 2 de diciembre de 2020, y contó con sesiones virtuales de las siguientes conferencias magistrales:

Información, noticias falsas y las bibliotecas / Estela Morales Campos

Tan lejos, tan cerca. Imprescindibles bibliotecas en tiempos de distanciamiento / Gonzalo Oyarzún

La visibilidad en el juego de la ciencia: las ventajas del acceso abierto y de la ciencia abierta / Bianca Amaro de Melo

Bibliotecas y desarrollo sostenible: oportunidades y retos / Alicia Sellés Carot

El futuro de las bibliotecas y las bibliotecas del futuro / Mario Alberto Lozano González

La profesión bibliotecaria es una de las afortunadas que no conoce de fronteras para realizar acciones al servicio de la sociedad: reflexiones de una experiencia viva / Helen Ladrón de Guevara Cox.

En general, eventos de este tipo habilitan la discusión de problemáticas, que nos permiten analizar un contexto determinado, atravesado por un conjunto de conceptos, prácticas y servicios que hacen al rol social de nuestra profesión. En tal sentido, resultó muy interesante el abordaje de algunas experiencias por parte de los expositores, ya sea desde el proceso de registro de la información en sus diferentes materialidades, como el contexto oral del patrimonio cultural generado desde las comunidades, y cómo, en algunos escenarios, esos registros sufren alteraciones de la versión original, el eterno dilema en relación al concepto de verdad, y el modo en el que es resignificado por quienes tienen la tarea y la responsabilidad de divulgar esos verdaderos entendimientos colectivos. En estos casos, la transmisión de las historias familiares en espacios sociales (originados en clubes de barrio, asociaciones, centros culturales), implican un vínculo, o la posibilidad de concebirlo, con el acceso al conocimiento.

En algunas intervenciones, se percibió la incidencia de las redes sociales en el seno de las comunidades, un espacio arbóreo que posee registro de conductas informativas que derivan en seguimientos de solicitudes, en el que la información pasa a tener un carácter invasivo e impredecible, realidad que se sostiene en la comodidad que generan las redes sociales –donde se tornó aún más complejo por el contexto de pandemia– lo que lleva invariablemente a un cúmulo de información, sin ningún tipo de límite, imposible de procesar.

Todo esto tiene que ver con el derecho a la información, el derecho a informarse, a ser informados, a tener la información requerida. Es necesario, tal como lo planteó Estela Morales Campos, que exista plena conciencia de una conducta ética: respeto a la verdad, respeto al otro, al yo, a los valores sociales, el aceptar y respetar las ideas del otro, compartir las propias sin apagar las de los demás. Sin embargo, en muchas ocasiones, por diversos intereses, que incluyen aspectos económicos, sociales, ideológicos, se generan alteraciones a la información, ya que muchas verdades suelen ser parciales, o están dadas fuera de contexto, o la información es falseada o cuenta con versiones alternativas, por lo tanto, la intencionalidad y el direccionamiento de la información, es todo un problema que debemos debatir en este contexto de posverdad y desinformación.

Plantear esta situación es inevitable, si se tiene en cuenta el vínculo de la información con el poder (ya sea corporativo, político, científico, religioso, académico), con lo cual no necesariamente las personas que integran esos colectivos van a ser imparciales y/o objetivas. Analizar esta disyuntiva es clave, como ejercicio crítico, para los profesionales de la información. La emergencia sanitaria no ha hecho otra cosa que extender el alcance y gravedad de este interrogante.

Otra cuestión que fue abordada en diferentes oportunidades, ha sido el tema de la censura, en especial con el ejercicio que suele presentarse en ciertos espacios virtuales, donde la eliminación de noticias falsas no cuenta con la justificación basada en argumentos, lo que lleva invariablemente a la necesidad de contrarrestar las noticias engañosas, buscando lograr un pueblo participativo y democrático, que cuente con un sistema educativo proactivo, que habilite el pensamiento crítico reflexivo, instancia que depende tanto de un ciudadano capacitado para diferenciar entre lo falso y verdadero, como de bibliotecarios y bibliotecarias que gestionen información bajo un sentido ético. De alguna manera es lo que determinará el éxito de la veracidad informativa en sus diferentes territorialidades (prensa – corporaciones – organizaciones – bibliotecas – archivos – centros de documentación – editoriales y otros etcéteras).

La velocidad con la que la información se difunde, en un contexto de pandemia que todo lo potencia y disemina, y en un mundo donde las terminologías van variando, es un dato a analizar y una prueba para corroborar la veracidad, imparcialidad, objetividad, y la no manipulación política y/o comercial, de todo aquello que repercute en la sociedad de la información, porque es un hecho que cada noticia, según quien la difunda, buscará mostrar diferentes versiones de lo que se va divulgando, lo cual, dado el tiempo que lleva elaborar y editar dichos contenidos, explica de alguna manera porqué, a nivel mundial, muchos medios de comunicación no siguen esas pautas de verificación.

En líneas generales, fue interesante el abordaje que se hizo sobre el uso ético de la información, entendimiento que en el actual contexto sanitario debe ir ligado con los principios éticos de la salud. En paralelo, tal como lo especificó la documentalista española Alicia Sellés Carot, es indispensable plantear la urgencia de reflexionar internamente sobre el papel de la profesión en este contexto social que nos interpela, pensar en la necesidad de construir colecciones pertinentes en las bibliotecas, en la necesidad de profesionalizar nuestros servicios, en la necesidad de poder generar un ámbito de trabajo donde sea posible acceder, utilizar, comprender y crear conocimiento, tarea que requiere de la ampliación de un conjunto de indicadores, si es que pretendemos mejorar los estándares de servicio de nuestras bibliotecas.

Hablar de bibliotecas sin fronteras es concebir como un reto el entendimiento de la identidad en el espacio digital, virtual y electrónico, implica analizar la información que necesita una comunidad, pensar el sentido de lo que significa compartir información en esta nueva sociedad.

Probablemente el mensaje del profesor chileno Gonzalo Oyarzún, parafraseando con su presentación un título cinematográfico de Wim Wenders, haya dejado claro sobre lo imprescindibles que resultan las bibliotecas en tiempos de distanciamiento, como lugares donde se desarrolla la vida cultural, social y política de las comunidades. Espacios para establecer identidad y reflejar la memoria local, sitios que permitan construir comunidades, lo que nos lleva a preguntarnos, una vez más, qué es una biblioteca, que entendemos por este lugar público de servicio que abre sus puertas a cada ciudadano, acaso un lugar donde todo es posible, donde se contribuye a la formación de capital cultural, de capital social, de inclusión digital, en este sentido abundaron ejemplos de diferentes realidades:

-Biblioteca Comunitaria Rija'tzuul Na'ooj, San Juan La Laguna, Guatemala, en el que se concibió un Centro de negocios de mujeres artesanas para mejorar sus habilidades empresariales y favorecer el desarrollo económico a través de las tareas de tejido y teñido tradicionales.

-Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de Ghana, donde se compartió la relevancia de un laboratorio móvil a través de un bibliobús, que permite el acceso a los libros y al uso de tecnologías a los escolares de la zona (experiencia similar registrada en Biblioteca Regional del Norte).

-Biblioteca Pública de Kibera, en Kenia, ubicada en medio de un asentamiento humano, en el que viven aproximadamente un millón y medio de personas, donde los usuarios, de escasos recursos, pueden utilizar en forma gratuita tablets y contenido digital para mejorar los resultados escolares de los niños y niñas de la comunidad.

-Centro de Recursos Comunitarios Nambi Sseppuuya, en Jinja, Uganda, en el que se trasladan materiales bibliográficos en bicicletas a diferentes comunidades aisladas, ejemplos similares se detectan en las bibliotecas de Lobuto, Zambia, en el que la noción de servicio cobra otro valor.

Por último, es para resaltar el ejemplo de Grainothèque, la primera biblioteca comunitaria agrícola en Costa de Marfil, se trata de una granoteca o biblioteca de semillas, granos o cereales, que pone a disposición de los agricultores, semillas de calidad y una cámara frigorífica solar (banco de productos agrícolas) para la conservación de cereales y de cultivos post cosecha. Ofrece también un espacio de trabajo colaborativo y un kit de información y capacitación en técnicas agrícolas. En este espacio, en el que se prestan granos como si fueran libros, Oyarzún compartió un dato muy esclarecedor, que da cuenta de la importancia de lo que genera este emprendimiento a nivel social: solo en el año 2018, se llegaron a intercambiar a través del trueque comunitario, unas tres toneladas de semillas, dato que alcanza para entender cómo una biblioteca puede ser una herramienta de lucha genuina y legítima contra las desigualdades, el éxodo rural, la migración masiva de jóvenes y un instrumento de transformación social.

Cuando nos vuelvan a preguntar qué es una biblioteca, ahí tendremos otro ejemplo del cual poder hilar algún entendimiento.

Es lo que habilita este tipo de eventos, el coloquio mexicano impactó mucho por la cantidad de visitas que tuvieron las exposiciones virtuales, que fueron muy bien moderadas por los mexicanos Jonathan Hernández, Ana Gricelda Morán Guzmán, Micaela Chávez Villa, José de Jesús Cortés Vera, Alonso Solís Sillas y Gerardo Zavala Sánchez. En esos tres días se trataron cuestiones que tuvieron relación, solo por mencionar algunas, con las construcciones falsas de noticias, el Open Access, el desarrollo sostenible, la ética de la información, el derecho al bien público, la identidad, la memoria, el conocimiento, los servicios, las nuevas terminologías, así como los eventuales interrogantes a los cuales debemos dar respuestas.

Esperemos, en el retorno de un año, encontrar nuevas experiencias, así sean a través de una pantalla, o frente a un auditorio. Que estas bibliotecas sin fronteras, parafraseando al querido Carlos Martínez Sarasola, nos permitan construir un mundo donde quepan muchos mundos.

A continuación, se comparten las presentaciones de los disertantes en formato electrónico:

XXXIV Coloquio Internacional de Bibliotecarios

http://www.coloquiobibliotecarios.udg.mx/

Primera sesión:

https://www.youtube.com/watch?v=Y2mIkDAKXYU

Segunda sesión:

https://www.youtube.com/watch?v=b6UIoQzu0H8

Tercera sesión:

https://www.youtube.com/watch?v=GZllKtLBvwI

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