domingo, 22 de marzo de 2020

Reflexiones de un bibliotecario en tiempos críticos




donde hay peligro, crece lo que nos salva
Hölderlin

El tiempo pasa de otra manera, los silencios se acumulan, las imágenes no registran movimiento, el temor adquiere muchos rostros, lo inevitable va tejiendo penumbras con el mismo hilo de la incertidumbre, las curvas que trazan los matemáticos auguran pesadillas propias de una dolorosa crisis sanitaria, ya no asistimos al trabajo, cambiamos las costumbres y cumplimos en lo posible con las normas.

Las consecuencias del Coronavirus provocaron cambios en la naturaleza, que de algún modo terminan equilibrando el permanente desbalanceo que la sociedad genera, ya se advierten disminuciones de la contaminación del aire en el norte de Italia, así como una reducción dramática de las concentraciones de dióxido de carbono en algunas regiones de China, consecuencia de las medidas adoptadas por los gobiernos (cierre de fábricas, vacío de personas circulando por las calles, cese de actividades comerciales, interrupción del turismo en contextos fluviales, entre otras), con el fin de poder detener la propagación de la enfermedad.

Es preciso orientar la reflexión, los bibliotecarios gestionamos información, lo cual nos ubica en un plano cercano a las trincheras que tantos médicos, enfermeros y científicos están ocupando con valor, no aprender de esto sería un retroceso cultural y social muy grande, va a ser difícil evaluar en el corto plazo este escenario, porque lo terrible es que aún no sabemos cuántos son los infectados, esa invisibilidad limita toda construcción, la pregunta que deberíamos plantear es si sabremos interpelar aquello que el destino nos provocó, no se trata solamente de medir con palabras estos tiempos críticos.

No sé porqué pensé en las bibliotecas humanas, una vez Mirta Pérez Díaz, a propósito de esta experiencia comunitaria, se preguntó como bibliotecaria que nos estaba pasando como sociedad, que para lograr un encuentro de personas hubo que pautar la iniciativa desde una biblioteca, en vez de que se diera naturalmente, nos habíamos dado cuenta, tardíamente, que nos estábamos perdiendo la posibilidad de un encuentro con el otro, ahora no hay forma de comunión posible, al menos desde la noción de lo que significa compartir el espacio, es una lucha de resistencia desde el propio lugar de encierro, donde simplemente esperamos, mientras descubrimos nuevas formas de entendimiento, es curioso que desde el aislamiento estemos comunicando la eventualidad de una esperanza, algo que nos ayude a pasar el día, algo nuevo que aprender.

Esta pandemia nos pone a prueba como civilización, ya aparecieron los héroes tanto como los villanos, presenciamos gestos nobles, escuchamos aplausos, y vimos hasta que punto la imbecilidad se cubre íntegramente con los atavíos del egoísmo.

No sabemos que viene después, pero no perdamos la memoria, hay que multiplicar todo lo que aprendimos en las aulas, que cada uno desde su lugar haga su trabajo de la mejor manera posible.



Nota: la imagen corresponde al siguiente sitio.

sábado, 14 de marzo de 2020

Punta Querandí: paradigma de Museo-Biblioteca en defensa del territorio (Tigre, Provincia de Buenos Aires)



Resulta todo un paradigma la situación experimentada en el territorio Punta Querandí, ubicado entre el Canal Villanueva y el Arroyo Garín, Paraje Punta Canal, dentro de la Localidad Dique Luján, Partido de Tigre, provincia de Buenos Aires, allí la concepción de territorialidad tiene absoluto sentido si tomamos en cuenta la ubicación geográfica de esta comunidad, que desde hace años viene reclamando su derecho al espacio comunitario, del cual sus ancestros han formado parte.

Los descendientes de las culturas querandí, chaná y wichí, han perdido muchas de sus tierras, así como información que tiene relación directa con la lengua materna, las costumbres, las construcciones y ceremonias ancestrales. El primer registro que se tiene de la  necesidad de recuperar este espacio, fue haber encontrado en el año 2004 restos de cerámica pertenecientes a las culturas indígenas, piezas de vasijas que datan aproximadamente de mil años de antigüedad, hallazgo que dio origen a la idea de museo, el segundo indicio lo representó la confirmación de restos de un cementerio indígena, ubicado dentro de un barrio privado, paralelamente tomaron conocimiento de la existencia de un antiguo cementerio indígena destruido a fines de los años 90, por los responsables del barrio privado Santa Catalina, a escasos metros de distancia de los nuevos hallazgos, ante estas situaciones los paisanos imaginaron que ese patrimonio correría idéntica suerte si la comunidad no intervenía, desde allí, las banderas y los símbolos se enclavaron como modo de resistencia ante los embates judiciales y las órdenes de desalojo, había nacido Punta Querandí, pero más que eso, empezaba a gestarse el paradigma de la lucha por el territorio que buena parte de las culturas indígenas del país habían perdido a lo largo de la historia.

Los que resisten, trabajando la tierra y cultivando el conocimiento, son los representantes del Consejo de Ancianos, quienes junto a varios colaboradores, y tomando como eje la espiritualidad, han podido reconstruir aspectos esenciales de las culturas preexistentes. No deja de ser un proceso muy complejo, porque lo que se está reconstruyendo es un mundo que en algún punto ha perdido su cadena de conocimiento, lo que hace Punta Querandí es similar a lo construido por la Comunidad Lof Vicente Catruano Pincén, la necesidad de recuperar ceremonias, costumbres y entendimientos para volver a equilibrar la tierra, volver a equilibrar la propia comunidad, volver a equilibrar en forma interdisciplinaria los valores de la cultura.

En esa tarea se encuentra Reinaldo Roa, perteneciente al Pueblo Guaraní, Santiago Chara, referente de la Comunidad Cacique Ramón Chara de Benavidez (Tigre), ambos miembros del Consejo de Ancianos de Punta Querandí, Jesica Zalazar (de Raíces Guaraní) y Soledad ‘Jasuka’ Roa, las dos pertenecientes al Consejo de Mujeres, asimismo prestan su ayuda Rosiene Bissoni y Pablo Badano como responsables del Consejo de Comunicación (comunicación personal, septiembre-octubre 2019), cada uno con un rol determinado, pero colaborando con las tareas de fortalecimiento y preservación del territorio de la comunidad.

Una verdadera punta de lanza de este acto de resistencia cultural lo constituye el Museo Autónomo de Gestión Indígena, concebido como idea en 2004 luego de encontrarse fragmentos de cerámica y vasijas en el territorio, la inauguración del museo se realizó en mayo de 2017, dentro de su espacio cuenta con una biblioteca sin nombre, nacida en agosto de 2018, donde se resguarda una colección de libros específicos sobre culturas indígenas, con eje en la descolonización cultural y el cuestionamiento al sistema actual que oprime a los pueblos originarios y a las mayorías populares. Muchas de las publicaciones, con foco en la antropología, permiten analizar las diferentes luchas y reivindicaciones de los pueblos indígenas, incorporando información de las etnias que poblaron estos contextos geográficos así como de migrantes de otras culturas (entre ellas querandí, chaná, guaraní, diaguita, wichi, quechua, aymara, qom).



En sus paredes de madera, con mapas, fotos, textos y dibujos, el Museo Autónomo de Gestión Indígena invita a un recorrido desde los tiempos anteriores a la invasión europea, las resistencias de los pueblos originarios a la primera y segunda fundación de Buenos Aires y el pasado reciente de las localidades cercanas, con la llegada del tren, la fábrica de formio y la aparición del cuerpo de la militante de izquierda Ana María Martínez en 1982 durante la última dictadura cívico-militar.

Pero no se trata de un Museo estancado en el pasado, sino que refleja y denuncia el abandono estatal y las consecuencias del modelo capitalista de desarrollo en los humedales del río Luján, con la invasión de barrios privados que destruyeron casi 15 mil hectáreas en las últimas dos décadas, proceso que generó más inundaciones y diversas problemáticas sociales. Se puede decir que el museo cumple un rol activista en defensa de un patrimonio, en donde los restos arqueológicos, junto con los libros, habilitan una mirada crítica del pasado y del presente, en una provincia que simbólicamente intentó tapar con tierra los restos de una cultura ancestral.
Con el paso del tiempo, y merced al voluntariado y los anhelos genuinos por desarrollar una construcción social de conocimiento, Punta Querandí fue incorporando nuevos espacios identitarios, tradicionales y educativos, como el salón comunitario, la apacheta (altar indígena que representa los valores sagrados de las ofrendas a la Pachamama), la Maloka (soberbia construcción, semejante a una vivienda colectiva que recupera una tradición milenaria) y el Opy de paja brava y barro, punto de encuentro ceremonial que invita a la reflexión y al acercamiento de lo que alguna vez se denominó “la tierra sin mal”, también cuentan con una huerta, un vivero, el gallinero y un horno de barro, en el año 2019 inauguraron el Monumento al Yaguareté, emblema de las culturas que pueblan este territorio.

Tal como lo afirman sus líderes espirituales, Punta Querandí es una comunidad indígena pluriétnica enclavada entre barrios privados, en una zona ancestralmente habitada por querandíes, chanás y guaraníes, desde hace un tiempo corre peligro de desalojo por un juicio iniciado por el presidente de una desarrolladora inmobiliaria (Punta Querandí, 2019). Esa amenaza jurídica implica la resignación de una inevitable destrucción del equilibrio ambiental de la región, especialmente en la Cuenca del Río Luján (noreste de la provincia de Buenos Aires), ya que debido a la construcción de countries náuticos, se terminaron arrasando miles de hectáreas de humedales, lo que puntualmente derivó en el incremento de las inundaciones, el desplazamiento de pobladores históricos y la devastación de cementerios indígenas anteriores a la conquista europea.

La biblioteca ubicada dentro del museo cumple una función de apoyo al conocimiento registrado en diferentes soportes, las publicaciones refieren exclusivamente a documentos relativos a las culturas indígenas del país, historias de vida, valores, factores ligados a la identidad, a los derechos y a la educación de otras formas de conocimiento, no cuenta hasta el momento con documentos orales sobre la cultura, los paisanos la consideran un espacio en crecimiento, abierto a las donaciones de materiales específicos sobre temáticas indígenas. Es posible afirmar que en cierto modo la biblioteca cumple, junto con el museo, una función pedagógica, ya que sus ilustraciones y textos enmarcados en las paredes, cuentan sobre el pasado histórico y el futuro de la comunidad, no deja de ser una toma de conciencia y a la vez un recordatorio de lo realizado hasta el momento, en el museo coexisten instrumentos musicales autóctonos, artefactos de caza, restos de cerámicas, fotografías y mapas, junto con el acervo bibliográfico obtenido en donación, en la mayoría de los casos por los propios autores.

La ubicación geográfica de Punta Querandí torna simbólico el reclamo por las tierras, ya que se encuentran virtualmente rodeados de barrios privados, pero izando sus símbolos más representativos, la whipala del museo-biblioteca, el monumento al Yaguareté, la Maloka, el Opy ceremonial, la apacheta, todos estos espacios de resistencia cultural están a la vista, representan una toma de posición pero también un legado, que viene desde el fondo de los tiempos, se puede decir que si bien la cadena oral de conocimiento se ha visto interrumpida en muchas culturas indígenas, quienes forman parte de Punta Querandí han discutido e interpelado estas tradiciones, buscando recrear las antiguas construcciones, incorporando nuevos elementos sin perder de vista el simbólico eje de la espiritualidad, desde allí avanzan, incluso hacia el pasado, y lo que encuentran a cada paso los van determinando.


Bajo esta comprensión, los referentes que sostienen Punta Querandí instalan con sus acciones iniciativas específicas, ya que no solamente interpelan cuestiones ligadas al derecho territorial, sino que habilitan el entendimiento, la comunicación y el debate que permiten sostener una identidad, recuperando los antiguos valores ancestrales, en esas acciones hay elementos que la biblioteca aún debe descubrir, pero está orgánicamente incorporada en el paradigma de la resistencia, su concepto es una apropiación de la cultura escrita, reservorio de lo realizado por autores ajenos a la comunidad, sin embargo sus libros vivientes representan la mayor fortaleza, y las historias que vienen contando desde hace unos 15 años, junto con las tareas agrícolas y educativas, esperan ser guardadas y clasificadas en este espacio. Por tal motivo se considera que la Biblioteca ubicada dentro del Museo Autónomo de Gestión Indígena, posee todos los elementos para representar la identidad de la comunidad Punta Querandí, posibilidad que va más allá del simple acto de poner libros en los estantes.

Muchas gracias a Pablo Badano por la información brindada.

Nota: El texto forma parte del documento “Bibliotecas indígenas de Argentina: paradigmas, resistencias y discontinuidades”, a ser publicado en el XXXIII Coloquio Internacional de Bibliotecarios, bajo la consigna “Servicios de Información para Grupos Vulnerables”, llevado a cabo desde el 2 al 4 de diciembre de 2019 en Guadalajara, México.