sábado, 24 de agosto de 2019

Sobre el Centro de Memoria Indígena y Biblioteca de la Sierra Nevada


Hace tiempo viene siendo noticia lo que se ha dado en llamar como “la construcción de la Biblioteca Indígena más grande de Colombia”, el denominado Centro de Memoria Indígena y Biblioteca de la Sierra Nevada, ubicada en el Centro de Simunurwa, parte sur oriental de la Sierra Nevada de Santa Marta, a 30 minutos del municipio de Pueblo Bello, en el departamento de Cesar, desde donde se pretende recopilar los documentos que se publican sobre las comunidades. El universo abarca a las culturas Arhuaco, Wiwa, Kankuamo y Kogui, esperando incluir a futuro el total de los pueblos existentes a lo largo del territorio colombiano.

Cuando este tipo de noticias surge, invariablemente se analizan una serie de cuestiones abordadas desde el contexto de la bibliotecología comunitaria, en especial aquellos bibliotecarios que investigaron sobre comunidades indígenas a lo largo de su ejercicio profesional, una tarea que ha sido frecuente desde aquel amanecer del “Encuentro latinoamericano sobre la atención bibliotecaria a las comunidades indígenas”, realizado en México en el año 2000, cuando se discutieron problemáticas concretas en torno a los servicios bibliotecarios, las colecciones, redes indígenas y modelos de atención en bibliotecas. Paralelamente se abordaron situaciones vinculadas con la oralidad, la memoria y la identidad de los pueblos originarios, buscando que las incipientes “casas de la memoria” lograsen representar el conocimiento de las familias indígenas.

La posibilidad del emprendimiento genera un anhelo, que esta casa grande, que contendrá salones para los cuenteros, para los tejidos, para la realización audiovisual y para las danzas, represente por sí misma el grado de pertenencia que han evidenciado en el pasado, construcciones similares como las malocas amazónicas (casas comunales del amazonas, entendidas como duplicados del universo, bajo una profunda comprensión de la totalidad), los Opy (casa de oración Mbya Guaraní) o los Usuré (casas cónicas de conocimiento de la cultura Bri Bri de Costa Rica, verdadero centro espiritual que representa la cosmovisión originaria así como su organización social), por nombrar solo algunas.

El reto es el mismo, preservar la memoria de los padres y los abuelos, o como bien lo expresa bajo el signo de un interrogante Hugo Jamioy, oralitor del pueblo camëntsá del Putumayo “¿Quiénes son nuestras bibliotecas vivas y hablantes?” “Nuestros abuelos, guardadores de un conocimiento, pero como seres humanos su vida tiene un límite, se mueren, y cuando uno de ellos se va, se lleva todo ese saber”.

Bajo ese entendimiento nació el proyecto del Centro de Memoria y Biblioteca Indígena Patrimonial de Colombia, que estará bajo la dirección de Jamioy, quien desde hace tiempo trabaja en forma permanente para preservar la tradición cultural y literaria de las culturas indígenas colombianas. Según se registra en la nota, el nuevo centro de conocimiento se ubica en territorio Arhuaco, en la comunidad de Simonorua de la Sierra Nevada de Santa Marta, y es, según el cronista, la biblioteca indígena más grande que se ha construido hasta el momento. Se erigió siguiendo técnicas arquitectónicas del pueblo, contó con la participación de la comunidad y recibió un apoyo monetario del anterior Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional de Colombia.

Cuidar la palabra

Es interesante remarcar un hecho que respeta el criterio cosmológico presente en numerosas comunidades indígenas, en directa relación con el entendimiento de la arquitectura originaria. En el caso del Centro de Memoria, al ser considerado un lugar de gran importancia para las comunidades, se están cumpliendo actos espirituales antes de oficializar su apertura. Para el oralitor del pueblo camëntsá no se puede hacer un bautizo en cualquier momento, sino que es necesario esperar que el sol llegue a una posición específica para garantizar que la ceremonia se realice de la mejor manera posible, esta situación tiene un fuerte vínculo con el valor que las comunidades le dan a la palabra, la biblioteca pasaría a representar un espacio donde la palabra es cuidada y resguardada, ya que la palabra como tal está presente en el pueblo camëntsá en cada una de las actividades de la vida, y es allí que adquiere otra dimensión cuando la palabra incide de algún modo en el equilibrio de la naturaleza y el vínculo con la tierra, hay en todo esto una fuerte conexión entre la palabra y el espacio orgánico donde crece lo labrado en la tierra. Para Jamioy, la palabra “la inventaron nuestros mayores, no solamente para designar superficialmente un fenómeno natural, sino para ir al espíritu mismo”, y en ese ejercicio los paisanos experimentan una profunda interacción con el territorio. 

Como bibliotecarios resulta necesario, en este planteo, analizar aquellos elementos inherentes a nuestra praxis profesional, poder habilitar un entendimiento entre el valor de la palabra y el sentido de una biblioteca en dicho contexto, para no limitar su participación a la noción de resguardo, resultaría inconducente proponer ideas si las mismas no se generan en forma circular entre las familias y el bibliotecario, en tal caso es importante contribuir al desarrollo de un acervo en forma endógena y dinámica, que la estructura orgánica de una biblioteca construya identidad.

Por otro lado es muy interesante analizar el entendimiento de la poesía en este pueblo, para Jamioy, quien ha escrito varios libros en lengua camëntsá, las metáforas cumplen una significación muy particular, asimismo resulta habitual que el proceso de elaboración literaria obtenga sus raíces de las denominadas minga (reunión) de pensamiento, lo cual evidencia un conjunto de experiencias que representan aspectos identitarios de su pueblo, y si bien los libros se traducen, hay que tener cuidado en volcar al español el entendimiento indígena, a modo de ejemplo la palabra Shinye no es solo traducción literal de sol, como se encontró alguna vez cuando alguien intentó traducir su lengua al español. Esa palabra evoca un concepto más complejo, “hace referencia a un padre dador de luz en el tiempo”, la palabra tiene raíces con la cosmología antigua desde las cuales se despliegan las construcciones arborescentes, entender ese sistema de pensamiento es clave si es que la biblioteca decida, en un futuro no lejano, generar la propia colección dentro de la comunidad.

Letras indígenas

Por ahora, la biblioteca está dotada de libros “comunes”, cuenta Jamioy, quien será su director, pero el gran propósito es que sea un espacio de creación, en cuanto a las letras y otra clase de artes, pero que le den ese factor que lo convertirá realmente en un centro de memoria. No es una tarea sencilla, construir acervo que tenga anclaje en la memoria, para que la identidad sea fortalecida en el exacto momento en que un conocimiento se transforme en documento. Para el escritor indígena “ese es el reto, aportarle y crear contenidos desde nuestra visión que nos permita decir que esta es una biblioteca indígena”.

Aunque el saber de estas comunidades se ha divulgado principalmente a través de la oralidad, el equipo de trabajo de la biblioteca ya está desarrollando procesos de educación para estudiantes y profesores y así generar contenido propio, registrar lo que les han legado sus ancestros. También a través de otras narrativas: textos escritos, contenidos audiovisuales y audios. Como dice el autor “que ni la muerte arrebate el conocimiento que han generado durante siglos”.

Los paisanos tienen elementos para propiciar una construcción cultural: conservan costumbres, experimentan destrezas, guardan registros en la memoria, escuchan sin anular lo que el otro sabe, comunican saberes e integran a los niños en las actividades comunitarias, y en especial establecen un vínculo entre la literatura –sobre todo la poesía– con todo aquello que se cultiva, Jamioy lo expresa con un recuerdo: la vez en que fue con su padre a una chacra cuando era niño. Allí, sembraron una planta y cuando Hugo le preguntó: “¿Ya está?”, su padre respondió: “esta semilla solo será real cuando veamos su crecimiento y todo lo que te he enseñado se hará verdad cuando brote su primer retoño, no antes”. 

Resulta todo un desafío para un paisano representar con palabras la sabiduría de sus ancestros, ya que las palabras heredadas a lo largo del tiempo cobran otra dimensión cuando son trabajadas y perpetuadas en un texto, escritura que tiene reminiscencias con la oralidad, y cuyo sentido crece resguardando silencios, fuegos, canciones, consejos, decisiones, hilaturas que llevan al oralitor camëntsá a entender la poesía como un ejercicio comunitario, porque lo hilvanado pertenece al pueblo, porque la palabra puede transitar en equilibrio hacia la belleza.


Escribir como forma de resistencia

Para Jamioy, al formar parte de la construcción de la biblioteca, entiende que la misma debe ser un espacio para acercarse, para reconocerse y para leerse unos a otros, no solo entre los pueblos indígenas, sino también entre los demás colombianos. 
A la pregunta de por qué escribir, Hugo contesta: “Porque mientras estaba en la universidad yo era muy tímido, porque no encontraba muchos lugares para contar mis historias a través de la oralidad, como me habían enseñado. Así que empecé a escribir y me di cuenta de que así me escuchaban más. Y luego seguí escribiendo en camëntsá con traducción al español, para que la gente supiera que nuestras lenguas también pueden escribirse y que la escritura no le pertenece a la tradición occidental. La escritura simbólica e, incluso, alfanumérica, ha existido milenariamente entre nosotros. Por eso es importante que la gente deje de vernos como museos vivos”. 
Y es que, en la medida en que el país siga creyendo que los indígenas son piezas arqueológicas que no deben cambiar, seguirá destinándolos a la estigmatización, a la opresión y finalmente a su extinción. 

Más allá de la escritura alfabética

Miguel Rocha, el académico que más ha estudiado las oralituras en el país, hizo un esfuerzo enorme con las comunidades y la academia para visibilizar las creaciones contemporáneas de los autores indígenas. Con el cine, el documental, la pintura, el tejido, el performance y la poesía, Miguel les ha demostrado a los cientos de estudiantes que han pasado por sus aulas en la Universidad Javeriana, que la tradición indígena está viva y está en constante transformación, y que hay todo un mundo más allá del Popol Vuh. 

Para el autor es clave comprender que la biblioteca no reemplaza ni supera el conocimiento ancestral para las etnias de la Sierra, solo lo complementa, lo guarda y lo reúne en un momento esencial para las comunidades indígenas, en un momento en que sienten que las amenazan desde afuera y en que temen que sus costumbres y conocimientos mueran por la presión, situación que los lleva a considerar la construcción espiritual y filosófica de puentes, conversaciones, alianzas, en donde la biblioteca cumplirá un rol esencial, en directa vinculación con los oralitores, guardianes del conocimiento oral de la cultura.

Resulta valioso compartir lo que para muchos indígenas representa la figura de Hugo Jamioy, cuya noción de confraternidad se ve reflejada en su escritura, algo que marca junturas con la noción misma de biblioteca indígena: las personas son bibliotecas vivientes.  



Notas consultadas:

Una biblioteca indígena para la memoria / El Colombiano.com

La Sierra Nevada tendrá la biblioteca indígena más grande de Colombia / Semana Rural

La casa del conocimiento del pueblo bri bri / Que Sabe Quien

Opy - Casa de Oración Mbya Guaraní / Crónicas de la tierra sin mal
http://cronicasinmal.blogspot.com/2013/06/opy-casa-de-oracion-mbya-guarani.html

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